miércoles, 17 de enero de 2024

ANDRÉS NIN

(Publicado en Diario16 el 30 de noviembre de 2023)

Uno de los grandes misterios de la Guerra Civil Española sigue siendo quién mató a Andrés Nin, el máximo dirigente del Partido Obrero de Unificación Marxista (POUM). Muchos han sido los investigadores y biógrafos que han tratado de averiguar qué pasó con el líder político, sindicalista y traductor que durante aquellos años convulsos se convirtió en una figura de referencia para una parte de la izquierda española. A día de hoy, la hipótesis más plausible es que Nin fue una víctima más de las sangrientas purgas llevadas a cabo en 1937 por los enlaces y asesores soviéticos que de alguna manera controlaban el Gobierno republicano. Pero todo son conjeturas.

El POUM, una formación marxista y troskista (pero no estalinista), molestaba en buena medida a Moscú, y ya se sabe que cuando alguien incomodaba al dictador bolchevique se daba la orden de eliminarlo sin contemplaciones. Uno de los métodos más empleados por Stalin para liquidar a los disidentes y rivales que le estorbaban consistía en implicarlos en una falsa conjura fascista internacional para después procesarlos y ejecutarlos. Eso fue lo que parece que ocurrió con Nin. Los estalinistas pudieron haber urdido un montaje para hacer pasar al dirigente del POUM por un traidor que se entendía con los nazis y que incluso estaba dispuesto a colaborar con Franco para abrir las puertas de Madrid a una quinta columna de falangistas, la primera línea de combate que dejaría el paso expedito a los nacionales en una inminente ofensiva.

Hasta donde sabemos, el complot se puso en marcha en la primavera de 1937, cuando la Policía republicana (en manos de los comunistas, según cuenta el historiador Hugh Thomas) encontró una supuesta carta que Nin remitió al Caudillo informándole de que estaba decidido a trabajar para que los sublevados franquistas pudieran tomar la capital del país. En realidad, esa misiva era una falsificación confeccionada por los servicios de contraespionaje del NKVD (el comisariado soviético), pero cumplió su función a la hora de poner en marcha la maquinaria estalinista contra Nin y el resto de dirigentes del POUM. El papel que jugó Alexander Orlov, jefe del NKVD en España, fue decisivo, ya que este maquiavélico personaje informó a las autoridades de que Nin era un espía fascista y alertó de que algún que otro ministro se entendía con los líderes del Partido Obrero de Unificación Marxista. La teoría de la conspiración había calado en el Gobierno republicano. Al poco tiempo, el Hotel Falcón, sede del POUM, era clausurado (testigos de la redada aseguraron que en la operación participaron agentes secretos soviéticos) y los dirigentes de la cúpula (entre ellos Julián Gorkin y José Escuder), arrestados. Esa fue la última vez que se vio a Andrés Nin.

Según Hugh Thomas, el político marxista fue trasladado a la catedral de Alcalá de Henares, acondicionada como cárcel o “checa”. No en vano, la localidad madrileña era uno de los lugares elegidos por los soviéticos como base principal de operaciones. Un enclave siniestro como ese no solo servía como centro de detención, sino como cámara de tortura a la rusa, de modo que, aunque faltan datos para recomponer el puzle de las últimas horas de Nin, no es descabellado pensar que fue sometido a todo tipo de vejaciones.

Otro célebre hispanista, Paul Preston, llega a sugerir que el líder del POUM fue asesinado mediante la técnica del desollamiento (arrancar la piel a tiras). Bien es sabido que el estalinismo poseía un amplio manual de torturas para conseguir doblegar la voluntad de los pobres infelices que daban con sus huesos en las temidas checas. De cualquier manera, Thomas cree que Nin mostró valor y entereza, ya que al guardar silencio consiguió salvar la vida de muchos de sus camaradas, la mayoría de los cuales pudieron escapar al exilio cuando Franco ganó la contienda. Hoy por hoy, pocos dudan de que la orden de acabar con Nin (que probablemente fue ejecutado en el parque de El Pardo, en las proximidades de Madrid) provino vía directa de Moscú. Sin embargo, su cuerpo nunca apareció y qué fue de él sigue siendo, en la actualidad, todo un misterio. El capítulo se dio por cerrado y la URSS propagó con interés la versión oficial de que el detenido había sido rescatado de la prisión madrileña por un comando nazi, es decir, por “sus amigos de la Gestapo”.

En los días siguientes a la desaparición del activista catalán, sus seguidores lanzaron una campaña bajo el lema “¿Dónde está Nin?”. El Gobierno republicano no hizo demasiado por aclarar el turbio episodio. Los ministros socialistas pidieron explicaciones con escaso entusiasmo a los comunistas y estos se limitaron a responder con sorna (“búsquenlo en Salamanca o en Berlín”), pero en realidad a todos les venía bien quitarse de encima al líder del POUM. No convenía enemistarse con la Unión Soviética, la única potencia mundial que apoyaba a la Segunda República con dinero, armas, aviones y vehículos de guerra. Además, muchos en el Consejo de Ministros consideraban al POUM poco menos que “un grupo de agitadores que estaba perjudicando el esfuerzo bélico” en el intento de frenar a los rebeldes. Se dice que el presidente del Gobierno, Juan Negrín, llegó a saber toda la verdad sobre el caso, pero de ser así, se la llevó consigo a la tumba. Azaña, por su parte, miró para otro lado.

Con la lógica en la mano, jamás tuvo el menor sentido la teoría de que el POUM estaba en connivencia y complicidad con Franco y con los nazis, pero ese falso relato, esa leyenda negra, se ha extendido en el tiempo y ha llegado hasta nuestros días. Hoy que la izquierda española sigue con sus luchas cainitas por el poder conviene no perder de vista la vida y la muerte de un hombre que para algunos fue un símbolo y para otros un estorbo al que había que eliminar a toda costa. Las purgas, las checas y el odio fratricida. Historias siniestras de nuestra Guerra Civil que explican lo que fuimos y lo que somos.

Viñeta: Iñaki y Frenchy

EL DISCURSO DEL REY

(Publicado en Diario16 el 29 de noviembre de 2023)

Felipe VI ha invitado a trabajar por una “España sólida y unida, sin divisiones ni enfrentamientos”, durante su discurso que da comienzo a la XV Legislatura. Del monarca emanan palabras que por desgracia ya no se escuchan en el hemiciclo, como concordia, entendimiento y respeto mutuo entre ciudadanos. Está muy bien que el jefe del Estado trate de recuperar, en vano, los viejos valores de la buena política. Pero seguramente en Zarzuela resuenan también los aullidos de la extrema derecha que estos días quiere asaltar Ferraz, el tristemente célebre “Borbón defiende a tu nación” o el no menos violento “Borbones a los tiburones”, de modo que el rey ya habrá tomado buena nota de a qué punto crítico hemos llegado.

Este país, al igual que otras democracias liberales de Occidente, se encuentra en pleno revival ultra, en plena ofensiva trumpista, que en realidad es el nuevo fascismo por otros medios, y Su Majestad entenderá que discursos como el que ha pronunciado hoy en el Congreso de los Diputados son necesarios, pero no suficientes. Ahí, delante de él, ante sus propias narices regias, hay un puñado de exaltados que se pasan su mensaje de tolerancia y respeto por el arco de la victoria. Gente como Abascal, que ha llegado a pedir a la Policía que se mantenga al margen, inactiva, mientras la muchachada neonazi trata de irrumpir con palos y bates de béisbol en las casas del pueblo socialistas, tal como hacían aquellos camisas pardas de las SA cuando Hitler ordenaba reprimir reuniones comunistas y huelgas de obreros. Gente como Ortega Smith, que ayer mismo arrojó su vómito más viscoso y antidemocrático llamando “gentuza” a sus adversarios de la izquierda. Gente como el propio Miguel Tellado, el nuevo portavoz del PP puesto a dedo por Feijóo que ha invitado a Pedro Sánchez a largarse de España en un maletero emulando a Puigdemont. O sea, toda una invitación al exilio, tal como hizo el franquismo con la disidencia durante cuarenta años de dictadura. Estos son los demócratas conservadores que nos han caído encima como una maldición secular.

En los tiempos crispados que corren, resulta edificante y balsámico que el rey llame a la concordia, pero quizá, mientras decía estas cosas tan elevadas y necesarias, tan impecablemente democráticas, debería haber mirado con reproche hacia un lado del hemiciclo, hacia la bancada reaccionaria, donde algunos lo contemplaban bostezando o haciendo oídos sordos, como esos fieles católicos que escuchan al cura en misa de doce mientras se entretienen con las musarañas, leen chats en el teléfono móvil o se ríen por lo bajini del utópico sermón, nerviosamente y dando codazos al feligrés de al lado.

En las Cortes Generales ha aterrizado una banda de boinas verdes nostálgica del Régimen anterior que ni le interesa la democracia ni la entienden. ¿Cómo hablar de concordia y entendimiento con alguien que en su delirio paranoico ve a un traidor y no a un rival político? ¿Cómo intercambiar opiniones civilizadas con quien está instalado permanentemente en la estrategia rupturista, antisistema y guerracivilista? ¿Cómo sentarse a negociar nada con estos legionarios belicosos echados al monte que no quieren oír hablar de otra cosa que no sea aquella España imperial de los Tercios de Flandes? Intentar la concordia con ellos es como tratar de dialogar con un feroz tigre de Bengala en medio de la jungla.

No, aquí no es la izquierda la que está rompiendo España ni el supuestamente exitoso Régimen del 78. Todos los partidos del arco progresista están dando una soberana lección de responsabilidad, de paciencia ante las provocaciones, de sensatez y sentido de Estado en un momento trascendental y delicadísimo para el país. Concordia la que no demostró el Partido Popular casadista cuando en lo peor de la pandemia se dedicó a conspirar para derrocar a Sánchez. Concordia la que no han tenido los populares, que llevan cinco años bloqueando el diálogo por la renovación del Poder Judicial. Concordia la que escasea en Génova 13, donde el ayusismo gamberro y frívolo se opone a cualquier estrategia de pacificación de Cataluña. Ayer mismo, sin ir más lejos, el hooligan Rafa Hernando comparaba a los terroristas de Hamás con los catalanes al asegurar algo tan esperpéntico como que la guerra de Gaza es como si construyesen túneles en Barcelona para bombardear Madrid. Esto es lo que entienden estos señores por “una oposición serena”, este es el consenso que dicen añorar.

Hace falta concordia en la política española, claro que hace falta, pero la crispación no está viniendo precisamente de la izquierda. Aquí hay un partido como el PP que para no perder votos por el flanco derecho ha entrado en una delirante competición con Vox por ver quién dice el improperio más grueso, la vejación más denigrante contra el presidente del Gobierno, la burrada más descarnada y brutal. ¿Cómo se convive con un vicioso del insulto y del histrionismo que no puede parar? ¿Cómo jugar a la democracia con quien ni siquiera es capaz de aplaudir el discurso institucional de la presidenta del Congreso, Francina Armengol?

No sabemos lo que durará la legislatura que ahora echa a andar. Hoy mismo, el propio Puigdemont ha amenazado a Sánchez con impulsar una moción de censura si el Estado no se pliega a su referéndum de autodeterminación. Y advierte: “Podríamos votar con el PP para derribar el Presupuesto”. Está claro que Junts tumbará la ley de cuentas públicas del Gobierno para el próximo año, la primera batalla parlamentaria, aliándose con lo peor de la caverna españolista más anticatalana. Al final, la cabra tira al monte y las derechas, ya sean de aquí o de allá, siempre terminan yendo juntas de la mano para defender sus intereses como clases privilegiadas. Puede que el Gobierno de coalición no dure ni un año, es más, nace con tal fragilidad que si llega a los seis meses será todo un milagro. Pero de lo que estamos completamente seguros es de que las palabras bienintencionadas del rey quedarán, una vez más, en el limbo, allá arriba, en los frescos del techo del Parlamento, junto a las marcas de los tiros de Tejero. Y no será porque la izquierda no quiera escucharlas, sino porque PP y Vox están más al trumpismo ultranacionalista a calzón quitado que al espíritu de la Transición.

Viñeta: Iñaki y Frenchy

EL TRASTORNO PARANOIDE

(Publicado en Diario16 el 29 de noviembre de 2023)

El nuevo portavoz parlamentario del PP, Miguel Tellado, un mamporrero que ni en sus mejores sueños imaginó llegar tan alto, ha asegurado que en esta segunda legislatura del Gobierno de coalición el Partido Popular va a ejercer una oposición dura, pero “serena”. Estamos, sin duda, ante un brindis al sol, ya que no habían pasado ni cinco minutos de la afirmación cuando pudimos enterarnos de lo que este hombre entiende por ese concepto tan relajante: el insulto, la patada en la espinilla, el odio por el odio. Para Tellado, una oposición “serena” quiere decir hacer papilla y destrozar al rival político sin concesiones. Una oposición “serena” es propagar la histeria colectiva en forma de bulos y mentiras. Una oposición “serena” es hacer todo el ruido posible para crispar al máximo a la sociedad española.

El día de ayer fue triste para nuestra maltrecha democracia. Mientras Tellado, la nueva mano derecha de Feijóo, soltaba su hueca disertación sobre la supuesta serenidad de la que va a hacer gala el partido, otros prebostes populares daban ejemplo de que todo lo que dice Génova no es más que puro postureo. Para muestra un pequeño botón: el alcalde de Madrid, Martínez-Almeida, de quien ya no se puede esperar nada bueno. Hace tiempo que nos hemos acostumbrado a sus mediocridades, a sus bajezas y a su indigencia moral, como cuando dijo aquello de que la gran Almudena Grandes no merecía ser hija predilecta de la ciudad. Pero el mezquino nunca se contenta con su mezquindad, siempre busca un poco más, refocilándose en el barro de su vulgaridad. Lo de ayer, el espectáculo que montó exhibiendo la fotito de unos terroristas de Hamás para concluir que “estos son los nuevos mejores amigos de Sánchez”, fue sencillamente nauseabundo. Cuando ya pensábamos que lo habíamos visto y escuchado todo, el éticamente minúsculo primer edil madrileño se ha superado a sí mismo en indignidad e indecencia e incluso a otros que, como los dirigentes de Vox, han hecho de la denigración del adversario su forma habitual de hacer política.

Rafa Hernando, un suponer, es otro que por lo visto también se ha jurado a sí mismo practicar una “oposición serena”. Tras despacharse a gusto con el presidente del Gobierno, llamándolo “tonto, imprudente e insensato”, aseguró que la dramática situación que se vive en la Gaza controlada por los guerrilleros de Hamás es como si en “Barcelona se dedicaran a construir túneles para bombardear Madrid”. Otra vez el análisis de brocha gorda, la política infantil de Barrio Sésamo. Para esta gente no hay matices, ni causas o efectos diferentes que expliquen cada conflicto bélico. Así, la guerra en Ucrania, la invasión israelí de Palestina, la tragedia de Yemen, el contencioso en Nagorno Karabaj, las refriegas turco-kurdas, todos los conflictos armados actualmente abiertos en la humanidad, son calcados al golpe de Estado de Cataluña. ¿Pero por qué lo llevan todo al monotema separatista vasco y catalán, qué delirio les conduce a hacer el ridículo de esa manera cada vez que comentan algún asunto de política internacional? En primer lugar, hay que entender que han leído poco y no saben de nada, porque salvo Margallo y algún que otro erudito más, la mayoría hizo la carrera en la cantina, matándose a cañas y saltándose las clases de Derecho internacional que no tenían que pagarse porque las universidades privadas regalan los aprobados a los niños de papá. Pero este desequilibrio hormonal les ocurre también, sin duda, porque viven obsesionados con una sola idea, el procés, esa pesadilla de la que no pueden librarse y que les atormenta día y noche, seguramente porque fueron ellos, con su incompetencia, su lawfare y su patrioterismo ciego, los que generaron el problemón para este país. En el fondo son unos atormentados que no saben cómo superar un trauma. “Keep calm y mucha fruta”, recomienda Almeida a la oposición, y quizá sea esa la mejor receta para que él pueda superar su propia fobia.

El PP es un partido con 47 años de historia y ya va teniendo un amplio historial de negligencias que han arrastrado a este país a graves desastres. No hará falta recordar el pifostio que montaron con el Prestige, cuando en lugar de llevar a puerto un barco averiado cargado de fuel lo alejaron de la costa con las nefastas consecuencias que todos recordamos (allí aprendieron la diferencia entre cerca y lejos). Tampoco será necesario refrescar la infamia del Yak 42, el destartalado avión fletado por Federico Trillo que acabó estrellándose y matando a 75 personas, 62 de ellas soldados que regresaban de Kabul. Ni las mentiras de Aznar que nos metieron en una guerra ilegal, inmoral e ilegítima en Irak con la excusa de las armas de destrucción masiva que no existían. Ni el burdo montaje de los atentados del 11M consecuencia de nuestra absurda participación en la guerra iraquí, un shock del que todavía no se han recuperado.

Uno, que lleva años estudiando las neurosis de las derechas, cree que la mayoría de políticos del PP han llegado a esta situación de trastorno paranoide de la personalidad de tanto sufrir shocks emocionales no asimilados ni superados. Han tenido que hacer frente a tantas chapuzas políticas, han tenido que gestionar tantas calamidades provocadas por ellos mismos, que han terminado por perder el norte y ya solo les queda construirse un mundo paralelo alternativo con el que dar coherencia a tanta mentira para seguir viviendo. Las declaraciones poco menos que psicóticas y fuera de toda justificación y racionalidad de los Tellado, Almeida, Hernando y compañía solo pueden explicarse por un comportamiento paranoide. Todos ellos, y alguno más, viven en el resentimiento permanente, en el insulto y en el desaire continuado; sufren la desconfianza persistente hacia los demás (en este caso hacia el rojo peligroso); practican la tergiversación de afirmaciones y hechos que siempre acaban interpretando de una forma distorsionada o aberrante; reaccionan violentamente sin razón aparente; y caen en la ira desatada y en las sospechas recurrentes de que alguien quiere hacerles daño a ellos o a España (en este caso el perverso enemigo de la patria es Sánchez, a quien han demonizado hasta la saciedad, típico de paranoicos). Hay que estar muy mal de la azotea, o tener muy pocos escrúpulos humanos o estar muy atrapado por el manual de técnicas de propaganda de Goebbels (aquello de que una mentira repetida mil veces se acaba convirtiendo en verdad), o todo ello a la vez, para decir que Hamás son los nuevos mejores amigos de Sánchez. Necesitan ayuda con urgencia.

Viñeta: Pedro Parrilla

MIGUEL TELLADO

(Publicado en Diario16 el 28 de noviembre de 2023)

Alberto Núñez Feijóo ha sustituido a Cuca Gamarra por Miguel Tellado, un duro de su máxima confianza, al frente de la portavocía del grupo parlamentario popular. La decisión debe ser interpretada, sin duda, como el enésimo intento del mandatario conservador por controlar el partido (allí cada cual dicta línea editorial según le parece) y también como una nueva estrategia todavía más extremista para hacer frente a los años de ardua travesía en el desierto que le quedan al PP como principal partido de la oposición.

No es que doña Cuca vaya a pasar precisamente a la historia de España como la portavoz moderada y comedida que dio a la formación de la gaviota la pátina de derecha a la europea que desde hace tiempo necesita esa fuerza política. Algunas de sus intervenciones cara a cara con Sánchez han sido de lo más coléricas y desagradables que se recuerdan, pura bilis con mucha inquina y no poca dosis de trumpismo que han dejado ojipláticas a las clases medias, esas que aún confían en que en algún momento este país cuente con un partido conservador homologable y aseado lejos del africanismo franquista que alumbró su fundación. Las intervenciones a machete de Gamarra (una señora bien que se desmelenaba cuando subía al atril, transformándose en una heavy poseída por una fiebre extraña en medio de un concierto de Iron Maden) figuran entre las causas principales que explican el fracaso del PP tras el 23J. A buena parte de los españoles centrados y centristas se les erizó el vello del cuerpo escuchando según qué cosas dichas por Gamarra en la tribuna de oradores de las Cortes y esa sensación de inquietud, sumada a los pactos de los populares con los neofascistas de Vox, terminaron por convencer al país de que era mejor seguir votando a Sánchez por aquello del más vale malo conocido. La hoja de ruta que proponían Feijóo y su brava portavoz para derogar el sanchismo –retroceder casi medio siglo hasta 1975 y aún más allá–, no sedujo al electorado.

El líder popular no se carga a Gamarra porque su hooliganismo hater empiece a ser contraproducente para el objetivo de Génova de atrapar a los socialistas desencantados con el nuevo socialismo podemizado. La lamina porque no confía en ella y porque prefiere colocar a alguien de su guardia pretoriana, a un dóberman capaz de morderle la pierna a todo aquel que moleste, a un gorila de su clan gallego que le acompañe a todas partes y que siga sus instrucciones al pie de la letra. El nombramiento de Tellado es el síntoma más evidente de la debilidad y el miedo escénico de un Feijóo acomplejado por la figura emergente de Isabel Díaz Ayuso. No quieren que le cuelguen el cartel de derechita cobarde y pone ahí al más salvaje que ha encontrado.

No hay más que echar un vistazo al currículum de Tellado para entender que el muchacho hace lo que le dicen sin rechistar. Es el típico mandado que obedece y punto. Ya han pasado semanas y todavía no se ha disculpado por llamar “matón” a Óscar Puente, el diputado socialista que puso en su sitio a Feijóo diciéndole las verdades del barquero en la fallida sesión de investidura del candidato popular. Horas antes de su intervención, cuando se dirigía a Madrid en un tren AVE, el exalcalde de Valladolid sufrió el ataque intolerable de un macarra ultra, pero donde todo el mundo vio un acoso en toda regla y hasta una agresión, el bueno de Tellado vio a un hombre (Puente) que “no sabe encajar la crítica”. Lo cual quiere decir que, siguiendo esa misma tesis, si el agresor le hubiese soltado un par de guantazos al agredido, el nuevo lugarteniente de Feijóo hubiese interpretado aquello como un intercambio sano de ideas políticas. Esa es la forma de pensar del personaje en cuestión.

Más tarde, el propio Tellado volvió a dejar muestras de lo bajo que es capaz de caer para hacer puntos ante la jefatura cuando, en una rueda de prensa, acusó a Sánchez de ser un peligro para el Estado de derecho y le aconsejó que se metiera en un maletero y se largara de España con viento fresco, como hizo Puigdemont. Qué demócrata de pedigrí, qué lección de fair play, que ejemplo de convivencia, de educación y de civismo. Hoy el personaje dice que, si tiene que retirar el desafortunado chascarrillo o maldad contra el presidente del Gobierno, pues lo retira y no se hable más. El problema es que en política la hemeroteca siempre opera como una sentencia firme y quien resbala en un barro tan sucio queda pringado para siempre.

De modo que este es el invididuo elegido por Feijóo para hacer frente al sanchismo en la convulsa legislatura que acaba de comenzar. ¿Acaso no había alguien con algo más de empaque intelectual, con algo más de talla y preparación que un señor que cuando habla parece el cliente habitual de una taberna de los extrarradios de Madrid? La política española ha ido degradando y sabemos que resulta cada vez más difícil encontrar a un buen orador con sentido común. Pero hasta Borja Sémper se antoja un perfil mucho más adecuado para el cargo, y eso que no somos nosotros muy del vasco, que en los últimos tiempos ha ido perdiendo esa vitola de moderación que presuntamente tenía y hasta ha coqueteado peligrosamente con el trumpismo de nuevo cuño.

Dice Moreno Bonilla (que tras su pacto con el Gobierno central sobre Doñana pretende ir de activista de Greenpeace) que Tellado es el hombre perfecto para afearle las mentiras a Sánchez. Es evidente que en Génova todos se están voxizando a tope, tal es la influencia de Abascal y su banda pospunk sin civilizar. Tellado no es el verbo fino y afilado que necesita el partido en el necesario camino al centro, sino el exabrupto, la incorrección y la grosería personificada. Un error mayúsculo de Feijóo. Eso sí, el agraciado con el cargo promete grandes tardes de humor chusco del malo. Y de crispación.  

Viñeta: Pedro Parrilla

LA EMPANADA PALESTINA DE AYUSO

(Publicado en Diario16 el 28 de noviembre de 2023)

Aquella mañana, Isabel Díaz Ayuso, faro y guía de la intelectualidad trumpizada de nuestros días, se levantó pensando qué le diría a los periodistas sobre la guerra en Gaza y otros grandes problemas de la humanidad a los que, una vez pacificado Madrid y libre del asedio marxista, ya puede dedicarse en cuerpo y alma como la gran estadista del siglo XXI que es. IDA pensó en la bomba que sería volver a identificar a Pedro Sánchez con los yihadistas de Hamás y empezó a darle vueltas al asunto para elaborar un discurso explosivo en su imaginativa cabecita.

¡Eso sí que es una genialidad! –exclamó para sus adentros la lideresa mientras mordía una manzana en su despacho de Sol–, el guaperas sociata como único culpable del sindiós de Palestina, porque alguien que le roba el agua a los madrileños no tiene perdón de Dios ni de Javé y ha de ser necesariamente un terrorista, uno más de esa banda de barbudos sin duchar que quieren acabar con la libertad, uno de esos piojosos malolientes llenos de greñas que son como los ecologistas o algo peor, como Moreno Bonilla, que ya se comporta como un rojo woke de Greenpeace y cualquier día se nos pone un pañuelo palestino al cuello, quién nos lo iba a decir, el bueno de Juanma pactando la paz en Doñana con la podemita de Ribera, con lo modosito y de misa de doce que parecía él, qué se habrá creído ese señorito andaluz, y sin llamarme para consultar antes de dar el paso de enterrar el hacha de guerra con Moncloa, y mira que le dije que lo viera antes conmigo, que aquí la jefa in pectore del partido, la que marca pensamiento ideológico y línea editorial dura, soy yo, pero no, este Juanma quiere postularse al trono de Génova, igual que servidora, pues lo tiene claro, después de la tunda que Sánchez le dio a Feijóo en la sesión de investidura o yo o el caos, el gallego ya está amortizado, es cuestión de tiempo que se coja la maleta y se vuelva para Orense, pero eso vendrá después, primero a ver qué le digo yo a la prensa sobre Gaza, tema complicado, tema complejo, tema chungo, cien años de guerra y ahí siguen judíos y musulmanes dándose matarile, no hay quien entienda ese follón, ni el amado líder Trump pudo resolver semejante gallinero, pero digo yo que todo es probarse, no descarto robarle el Falcon al indepe del PSOE y plantarme en la Franja como quien no quiere la cosa, ¿que en calidad de qué?, pues de embajadora de buena voluntad de los refugiados de Cañada Real (en plan Angelina Jolie de Chamberí), de emisaria del papa, de delegada de la internacional sionista ultraliberal, qué más da eso, aunque la verdad, me he leído varios libros sobre Palestina y no he entendido ni jota, para mí que lo más rápido y eficaz para arañar votos será poner a Sánchez de yihadista para arriba, sí, claro, eso es, Sánchez es el culpable de la guerra, seguro que hace dos mil años ya había un tatarabuelo del felón pululando por Tierra Santa, un Sánchez que andaba por ahí, por Jerusalén o por Belén liándola parda, me apuesto una entrada para la función de Nacho Cano de esta noche que fue un antepasado del Perro Sanxe quien indultó a Barrabás, está cachas el rojazo socialista, recio como un fornido guerrillero del Estado Islámico, y con la túnica de beduino a camello tiene que ser clavadito a Rodolfo Valentino, Sánchez el caíd y los cuarenta ladrones que han vendido España a Puigdemont, todos estos de Hamás son como los de Bildu solo que con turbante en vez de txapela, todo es lo mismo y funciona de la misma manera, aquí al lado en Vallecas y en Palestina, en Cataluña y en la China comunista, los rojos, los rojos, ¿por qué no se quedarán quietos los rojos?, con lo bonita que estaba España cuando Franco, ya lo dicen mis muchachos de los CDR ayusistas que quieren pegarle fuego a Ferraz, “alirote, alirote, maricón socialista el que no bote”, y qué razón tienen, que te vote Txapote, coño, este tío arrogante quiere quitarnos el agua, pero para eso estoy yo aquí, para exigir el trasvase del Tajo, del Júcar, del río Jordán si es necesario, yo qué sé, esto de los recursos hídricos lo lleva mi consejera de Vox, ya hablaré yo con Florentino, que te levanta un acueducto Mar RojoChinchón en un pispás, aunque para marrón de Sánchez el de los saharauis, le preguntaré a Margallo, que es el listo del partido, dónde queda eso, y me daré un garbeo por allí para promover el antisanchismo, pero cómo está España, oyes, en Cataluña asfixiados con la sequía y las restricciones, eso es culpa de la amnistía y de Junqueras, no hay duda, todo el día hablando de la República cuando tienen a la gente con el gaznate más seco que la caja de los impuestos madrileños, estos indepes es que son unos chiitas peligrosos, me gusta la fruta, me gusta la fruta, tengo que decirle a la prensa y a García-Castellón que veo conexiones de Tsunami Democràtic con Hamás, de ETA con Hezbolá, de Moncloa con los ayatolás iraníes, Venezuela y Corea del Norte (a Escrivá se le está poniendo una cara de Kim Jong-un que tira para atrás), ¡toma lawfare!, si es que soy supergenial, qué fácil y amena es la política internacional, es cuestión de ir atando cabos, especulando y lanzando teorías, que el pueblo se lo traga todo, vaya si se lo traga, para muestra yo misma, que voy de doctora honoris causa y no he salido de la cuenta de Twitter del Perro Pecas, me mola la fruta y la diplomacia, desde luego mucho más diver que un Pleno cara a cara con el aburrido de Lobato o la pelmaza de la García, menos mal que se han llevado al ministerio a esa pesada, otra de Hamás, como la Belarra, malditos bolcheviques, unos terroristas que quieren rendir a los madrileños por sed, como Netanyahu a los gazatíes, buena metáfora trumpista, nena, Sánchez, el Netanyahu español, me la apunto para soltar la burrada mañana mismo en la Asamblea, ¿pero qué dices, Isa?, si el Benjamin es el capo del PP judío, no de Hamás, vaya lío con la geoestrategia árabe, creo que iré a tomarme una cañita por la libertad, que esto de ir en plan estadista por el mundo le pone a una la cabeza loca, un caos mental que no es normal… Por cierto, ¿Cisjordania está en Palestina o en Israel? Se lo preguntaré al empollón de Margallo, que lo sabe todo.  

Viñeta: Iñaki y Frenchy

LA PINZA

(Publicado en Diario16 el 27 de noviembre de 2023)

Podemos le ha declarado la guerra a Yolanda Díaz y, por defecto (más bien por exceso), a Pedro Sánchez. De esta manera, los morados rompen la unidad de acción de la izquierda y anuncian que irán por libre esta legislatura. ¿Qué quiere decir esto? Sencillamente que habrá no pocas leyes emanadas del Gobierno de coalición progresista que Podemos votará en contra, coincidiendo con el Partido Popular y, lo que es todavía más trágico, con Vox. Esta situación recuerda en buena medida aquella célebre pinza que, tramada entre Aznar y Anguita, logró acabar con Felipe González allá por los noventa. Recuérdese cómo el entonces líder de Izquierda Unida se terminó distanciando del PSOE por las políticas neoliberales de Moncloa y cómo el pacto se fraguó en una famosa cena/conjura en casa del periodista Pedro J. Ramírez en la que tomaron parte el Califa y el hombre de las armas de destrucción masiva.

Entre otras cosas, el giro estratégico de IU permitió gobernar al PP en Asturias (un hecho que conmocionó a la cuna del socialismo español), y también en decenas de ayuntamientos donde hasta ese momento había mayoría de izquierdas. Lo que vino después, los titulares explosivos de El Mundo, la ofensiva judicial de Baltasar Garzón, la caída del emperador Isidoro, en definitiva, el final del PSOE felipista, forma ya parte de la historia.   

La gran pregunta ahora es si Podemos está pensando reeditar aquella famosa pinza que tanto rédito político dio a la derechona de este país. Hay datos suficientes que nos llevan a pensar que el rencor fratricida de la actual directiva de Podemos (o lo que queda de ese partido), va a arrastrarles hacia esa misma deriva que sería aún más bochornosa y esperpéntica que la manera en que Irene Montero e Ione Belarra han salido del Gobierno de coalición. En política hay una máxima fundamental, y es que el dirigente o gobernante tiene que saber estar, pero también tiene que saber irse, una idea que se repite hoy desde diversos ámbitos de la izquierda, como un clamor, mientras las dos polémicas exministras parecen hacer oídos sordos.

Cualquiera con un mínimo de juicio vio venir que lo de Podemos y Sumar no podía terminar bien. Cuando Pablo Iglesias colocó a Yolanda Díaz como la persona ideal para liderar el proyecto político de Unidas Podemos, y también como su sucesora en la vicepresidencia segunda del Gobierno, todo ello a dedazo, creyó erróneamente que la ministra de Trabajo sería una mujer dócil, maleable, la marioneta perfecta para que él pudiera seguir hablando a través de ella como un maquiavélico ventrílocuo. Sin embargo, pronto se comprobó que la tenaz abogada laboralista no era quien él creía que era y que, sin duda, le iba a salir rana. Así fue. Cuando Díaz dio el paso trascendental de fundar una plataforma de amplio espectro y transversal capaz de aglutinar a la izquierda a la izquierda del PSOE (Sumar), Iglesias, que siempre se ha creído un genio de la estrategia política, vio claramente que había cometido un grave error de bulto. Él, que presume de ser un feminista integral, no pudo soportar que una mujer independiente rompiese con la disciplina del macho alfa para iniciar un nuevo proyecto lejos ya del pasado decadente podemita.

Las elecciones autonómicas y municipales de mayo supusieron la constatación fehaciente de que Podemos había terminado en el vertedero de la historia. La debacle fue tal que hasta desapareció del mapa en Madrid, el lugar mítico fundacional del partido con aquellas gloriosas asambleas de Vistalegre en las que todos cantaban La Internacional puño en alto. Fue tan monumental la hecatombe que Pedro Sánchez tembló al presentir con estupor que su puesto peligraba tras haberse partido en dos la muleta morada, así que decidió convocar elecciones generales cuanto antes. Aquel fue el momento decisivo, el punto álgido de toda esta historia en el que Podemos tendría que haber acometido la necesaria autocrítica, concluir que el hundimiento era inevitable y hacer las maletas para que sus dirigentes pudieran retornar a sus lugares natales de origen, o sea la universidad, el cómodo funcionariado o el asociacionismo ciudadano donde cumplen, no hay que negarlo, un papel fundamental en la lucha social, laboral, cívica y de todo tipo. Lejos de aceptar la realidad, lejos de asumir que su tiempo había pasado, en Podemos decidieron hacerse negacionistas de lo suyo, atrincherarse, rechazar la evidencia y seguir buscando enemigos equivocados. A día de hoy, todavía no han entendido que la amenaza no son Díaz y Sánchez, sino la extrema derecha que retorna con fuerza y con más violencia que nunca, como se ha podido comprobar en los últimos días de feroz asedio a Ferraz.

El mundo podemita, tan leído y formado, ha debido saltarse ese capítulo de nuestra historia en el que la Guerra Civil se perdió por cosas como el cainismo de la izquierda, las luchas partidistas entre socialistas, comunistas y anarquistas, la cruenta fragmentación, la mediocridad de quienes no supieron estar a la altura de los acontecimientos y, en definitiva, la ambición de poder de algunos personajes de aquella época que se parecen demasiado a los de hoy.

Díaz ha demostrado generosidad tratando de integrar en sus listas a lo poco potable que queda ya de Podemos. En realidad, la vicepresidenta no tenía ninguna obligación de hacerlo, ya que ese partido hace mucho que es una rémora, un lastre para cualquier líder que pretenda iniciar un proyecto político nuevo capaz de seducir al electorado progresista desencantado. Pero se ha encontrado con la egolatría, el infantilismo y la pataleta infantil de dos mujeres como Moreno y Belarra incapaces de asumir que su tiempo quedó atrás. Lejos de aceptar la realidad, las podemitas defenestradas anuncian más guerra, más sangre, más navajazos traperos para terminar de acabar con la maltrecha izquierda española. Ni un ápice de grandeza. Esta nueva pinza promete clavarse en el sanchismo hasta el hueso. Abascal se frota las manos. 

Viñeta: Iñaki y Frenchy

SAINETE EN BRUSELAS

(Publicado en Diario16 el 24 de noviembre de 2023)

Han pasado ya varios días y todavía resuena el discurso entre apocalíptico y cursi de Dolors Montserrat en el Parlamento Europeo. La portavoz popular en la Eurocámara (recordemos su cargo porque en Génova la tienen aparcada en el cementerio de Bruselas y ya nadie se acuerda de ella) hizo un encendido alegato contra la amnistía que Sánchez prepara para los encausados del procés en la mejor tradición de la poesía nacionalista romántica rebosante de decimonónico Sturm und Drang (tormenta e ímpetu, para quienes no cursaron estudios en la EGB). Su discurso “Escucha Europa” –una inflamada y mala copia de la Oda a Espanya del poeta Joan Maragall–, con el que la eurodiputada popular pretendía despertar la conciencia mundial ante el supuesto golpe de Estado y la instauración de una dictadura sanchista en nuestro país, no surtió el efecto que ella deseaba. Bastaba con ver la gran cantidad de escaños vacíos para entender que esa performance propagandística puesta en marcha por las derechas ibéricas no le interesaba a nadie. La función teatral, el sainetillo, la zarzuela española de gira por Bruselas, no tuvo éxito en taquilla.

Hasta el Comisario de Justicia, Didier Reynders, el gran valedor del supuesto movimiento contra el bolivarianismo socialista impulsado por el PP, se tomó la sesión como un trámite rutinario y le puso poco énfasis e ilusión a la cosa. El preboste europeo se limitó a decir que la amnistía “sigue siendo una cuestión interna de España”, aunque estudiará la ley de cerca, una afirmación que, sin duda, dejó fría a la parroquia popular y ultra. Entendida en su auténtica dimensión y leyendo entre líneas, la declaración de Reynders viene a decir algo así como dejen ya de molestarme con esta matraca de la amnistía, que tengo otros problemas más urgentes en la agenda y España no es el ombligo del mundo, tal como ustedes creen.

En el PP, y también en Vox, han entrado en una fase delirante en la que han terminado por creerse sus propias mentiras, entre ellas que aquí se ha producido un gravísimo golpe de Estado. Es esa especie de fiebre que asalta a la derecha española carpetovetónica, taurina y montaraz cada cuarenta años desde los tiempos de Fernando VII, pero que los conservadores europeos no terminan de entender muy bien. Los civilizados políticos del viejo continente, mucho más templados y racionales, no tan viscerales ni exaltados, se preocupan cuando Feijóo y Abascal les llegan angustiados e histéricos con noticias alarmantes de la Península Ibérica. Sin embargo, cuando conectan el televisor para ver qué dice la CNN (estos ven la CNN, no El cascabel al gato de Trece TV) y comprueban que no hay tanques ni militares desfilando por Madrid, que los españoles siguen con sus vidas como siempre –unos en sus trabajos con normalidad, otros paseando al perro tranquilamente o solazándose en las terrazas de la libertad de Ayuso–, se rascan el cogote, se miran sorprendidos unos a otros y se preguntan: ¿pero dónde demonios está ese golpe de Estado del que nos hablan? Entonces sopesan si lo que está ocurriendo en nuestro país es tan grave como para levantar el teléfono, alertar a Washington y movilizar a la OTAN con el fin de que defienda la democracia en España. Y concluyen que, de momento, no hay necesidad de meterse en ese berenjenal por una tontería.

Partido Popular y Vox están instalados en una realidad paralela. A fuerza de forzar la construcción del mito del malvado dictador Sánchez, han terminado por tragarse su propia fábula. El problema es que mientras ellos viven en la España del 36, con falangistas destrozando las casas del pueblo, con mucho odio al demonio republicano y pidiendo a gritos que intervenga el Ejército cuanto antes para restaurar el orden y la ley, más allá de los Pirineos no les compran la absurda película distópica y entienden que no es para tanto.

A esta hora, ya se puede decir que el esperpento montado en la Eurocámara por los patriotas hispanos (tiene bemoles llamar patriota a alguien que va por ahí fuera deformando la imagen de su país por un puñado de votos) ha fracasado estrepitosamente. A buen seguro, lo que quedará después de la batalla fallida de Bruselas será una nueva pataleta de las derechas gamberras trumpizadas, que ya han empezado a cuestionar la legitimidad de las instituciones europeas, tal como hacen cuando pierden unas elecciones en España. Esta gente no tiene remedio y si no les dan la razón hacen trizas la baraja, ya sea la Constitución o el Tratado de Roma.

El PP está cayendo en un ridículo espantoso a nivel mundial. Su intento de internacionalizar su causa no es más que un nuevo “procés” solo que a la inversa. Mientras que Carles Puigdemont y los suyos buscaban independizarse de España, ellos, por este camino asilvestrado que solo conduce a la extrema derecha, van a terminar por separarse de la democracia. De hecho, el sobreactuado discurso que la poetisa Dolors soltó en el vacío hemiciclo europeo apenas pudo distinguirse del que presentó Vox. En su intervención, Jorge Buxadé se quejó amargamente de que en Bruselas “prima la ideología por encima del derecho, prima la ideología por encima de la norma”. Y recordó que en su grupo parlamentario (lo mejor de cada casa en cuestión de movimientos xenófobos y machistas) están cansados de invocar “la aplicación del tratado que se incumple permanentemente”. El mismo mensaje antisistema, rupturista y euroescéptico que mantuvo el Partido Popular Europeo cuando llegó a acusar a la UE de “partidista” y de hacer “campaña por Sánchez” con el tema de Doñana. Puede que aquí, en nuestro país, el franquismo esté al alza en las urnas y en las calles del Madrid ayusista. Pero en Europa nadie siente esa extraña admiración por un dictador (este sí de los de verdad) que está muerto y enterrado desde el siglo pasado.

Viñeta: Iñaki y Frenchy

SÁNCHEZ VERSUS NETANYAHU

(Publicado en Diario16 el 24 de noviembre de 2023)

Resulta paradójico, pero cuanto más arrecia la ofensiva fascista contra Pedro Sánchez, cuanto más acorralado parece el premier socialista y más odio irracional se destila contra él en todo el país, más crece su figura política en la esfera internacional. En los últimos años hemos visto cómo un muchacho discreto y formal del PSOE evolucionaba hasta convertirse en un auténtico animal político, en un estadista y en una referencia para la socialdemocracia internacional cuya voz se escucha en todo el mundo. Su discurso de ayer ante Netanyahu, el carnicero de Gaza, fue sencillamente para enmarcar y digno de estudio en las clases de Derecho internacional humanitario.

Después de designar a los ministros del gabinete para su segunda legislatura, el jefe del Ejecutivo no perdió ni un solo minuto en subir al Falcon (sí, señores de PP y Vox, al Falcon, ese avión en el que también viajan los presidentes socialistas de España, no solo los señoritos de las derechas) y plantarse en Israel para poner delante del espejo al monstruoso dirigente judío. Ya en tierras hebreas, y tras solidarizarse con las víctimas de los atentados de Hamás, hizo toda una enmienda a la totalidad al despliegue militar que está llevando a cabo el Gobierno de Tel Aviv. “La respuesta de Israel no debe implicar la muerte de civiles. Pedimos que todos los civiles sean protegidos y la ayuda humanitaria entre inmediatamente en Gaza. Hay riesgo de que la gente muera inmediatamente (…) El número de palestinos muertos es insoportable”, alegó. Además de exigir un alto el fuego y de volver a recordar que la lucha contra el terrorismo no se gana arrasando ciudades enteras sin compasión (la lección de Irak debería ser suficiente para entenderlo), volvió a recordar a los israelíes que solo hay una vía para resolver este conflicto que ha convertido Oriente Medio en un verdadero polvorín: la solución de los dos Estados en el marco de las resoluciones de Naciones Unidas. Valiente e impecable.

Sánchez se está convirtiendo en la solitaria voz de la conciencia democrática europea no solo en este sindiós palestino, sino en la invasión rusa de Ucrania. Mientras la mayoría de los líderes del viejo continente (muchos de ellos nostálgicos fascistas) esconden la cabeza debajo del ala, miran para otro lado, callan, juegan a la equidistancia, calculan sus intereses económicos y geoestratégicos o toman partido por el sionismo ultraconservador que controla Wall Street, tenemos la suerte de que, quizá por una vez en la historia, los españoles contamos con un líder que se aleja del pragmatismo y del cálculo interesado y dice lo que hay que decir, manteniendo la posición más digna y decente posible. Si en 1936 –cuando el totalitarismo se alzó en armas contra la Segunda República provocando el mayor genocidio en la historia de nuestro país–, el líder político de alguna gran potencia occidental se hubiese desplazado al Madrid asediado por los nacionales para exigir un alto el fuego y condenar el golpe de Franco, otro gallo (o pollo) hubiese cantado.

Desde que comenzó el conflicto de Gaza, Israel ha asesinado a más de 15.000 personas, la mayoría mujeres y niños inocentes. Al mismo tiempo, la Franja ha sido reducida a la categoría de gueto en ruinas sin luz, sin agua, sin comida ni medicinas, o sea un infierno en la Tierra donde la gente empieza a morir de hambre y de sed. Esa imagen de un puñado de tiernos bebés al borde de la muerte por falta de calor en las incubadoras hospitalarias lo dice todo sobre el grado de crueldad al que ha llegado el psicópata sionista.

Pocos líderes mundiales se están atreviendo a alzar su voz con claridad y valentía llamando a esta auténtica carnicería por su nombre y Sánchez lo está diciendo abiertamente, quizá con lenguaje diplomático, pero lo está diciendo. Plantarse en Israel, en nombre de la paz y de la Unión Europea, y soltarle al máximo dirigente del país, en su cara, que lo de Palestina es una matanza insoportable, debería ser motivo de orgullo para cualquier español de bien. Aquí excluimos, lógicamente, a la derecha clásica echada al monte y a la ultraderecha guerracivilista, que han sido capaces de abrazar el sionismo contemporáneo (rompiendo con las enseñanzas sobre la conjura judeomasónica que el paterfamilias dejó para la posteridad en sus tediosos discursos de la Plaza de Oriente) solo para poder tachar a Sánchez de terrorista de Hamás.

Estos días nos hemos acostumbrado ya a ver cómo los propagandistas de Netanyahu (portavoces del Gobierno, militares, analistas y tertulianos) transitan por los platós de las televisiones españolas largando sus bulos y mentiras sobre el sangriento operativo militar israelí, que en realidad es un plan de limpieza étnica. Produce arcadas tener que escuchar a tipos vestidos de militar ante la bandera con la Estrella de David soltando cosas tan nauseabundas como que los responsables de las muertes de civiles en Gaza son los terroristas de Hamás que están utilizando a su gente como escudos humanos. El grado de cinismo y sarcasmo al que ha llegado esta gente alcanza cotas inimaginables. Son ellos, los generalotes ultraortodoxos, quienes programan sus misiles inteligentes para que caigan sobre personas inocentes que esperan para comprar el pan, sobre hospitales y centros sanitarios, sobre casas ocupadas por enfermos y ancianos, sobre campamentos de refugiados y convoyes humanitarios. Son ellos, los hipócritas fanáticos de La Torá y nadie más, quienes a diario dan las órdenes al Ejército hebreo invasor para que dispare sin preguntar, ejecute sin piedad, torture sin misericordia y asesine sin más. Han superado con creces la ciega y brutal Ley del Talión, ya que a las mil víctimas israelíes del terrorífico ataque de Hamás han respondido con 15.000 palestinos inocentes asesinados. Esto ya no es el famoso ojo por ojo, sino el ojo por el cuerpo entero.

Quien sigue esta columna diaria sabe que cuando hemos tenido que poner a caer de un burro al presidente del Gobierno por alguna errática decisión de política internacional lo hemos hecho. Así, cargamos las tintas contra él, con todo merecimiento y con toda la razón del mundo, cuando el dirigente socialista dio aquel infame volantazo o giro a la posición española en el conflicto saharaui, dejando tirados, en medio del desierto, abandonados a su suerte y a expensas del sátrapa marroquí, a más de 173.000 compatriotas refugiados. Aquello fue una vergüenza que solo Sánchez sabe a qué intereses obedeció y así lo denunciamos. Por tanto, nadie nos podrá acusar de ser unos sanchistas incondicionales. Sin embargo, en este trance de la historia, cuando el tablero de Oriente Medio está a punto de saltar por los aires, arrastrando al mundo a una posible conflagración mundial, es de justicia reconocer que un dirigente político haya puesto a nuestro país donde tenía que estar: con la defensa de los derechos humanos y de un pueblo aplastado como el palestino que parece no importar a nadie. 

Viñeta: Pedro Parrilla

LOS ULTRAS HOLANDESES

(Publicado en Diario16 el 23 de noviembre de 2023)

El fascismo nació en una taberna. Por algo será. Este extraño fenómeno, esta misteriosa relación entre dipsomanía y nazismo se sigue repitiendo en nuestros días por alguna razón. Ayer, producía miedo y estupor ver a los líderes trogloditas del neerlandés Partido de la Libertad (PVV) –todos hombres blancos, de ojos azules y bien trajeados– celebrando los buenos resultados electorales, con birras en la mano, no en la sede oficial de esta formación ultra, sino en un animado pub nocturno. La extrema derecha es una mala borrachera que se va de las manos.

Hitler sedujo a las masas en las cervecerías de Baviera. Hoy los nuevos integrantes del fascismo posmoderno atraen a la multitud desencantada de la misma manera: poniéndolos de alcohol hasta las cejas en antros de mala muerte. Y en cierta manera, tiene su lógica dialéctica. Hay que estar muy colocado para comprar el discurso del odio y el racismo sin sentir algo de vergüenza y asco hacia uno mismo. El supremacista español destila xenofobia hacia el africano. El holandés desprecia al español por moreno, PIG y pobre. Así funciona esta ideología nauseabunda: de norte a sur en función del nivel de riqueza del país.

El ultraderechista PVV ha sido la fuerza más votada en las elecciones celebradas en los opulentos Países Bajos. Otra tragedia en el corazón mismo de la vieja Europa. Por aclararnos, este es el movimiento político del tal Geert Wilders, ese tipo que compara el Corán con el Mein Kampf (mentira, el islam bien entendido es una religión de paz), que quiere prohibir la entrada al país de inmigrantes musulmanes y que pretende paralizar la construcción de mezquitas. Él se ve a sí mismo como un liberal razonable (extraño trastorno de la percepción el de esta gente que se ve reflejada en un espejo distorsionado), pero paradójicamente ha trabajado con tesón para formar grupo parlamentario con grupos de corte extremista de nueve países, entre ellos el de Le Pen en Francia, el Partido de la Libertad de Austria, la Liga Norte de Italia y el Vlaams Belang de Bélgica. Es decir, lo mejor de cada casa del facherío europeo.

Apercibido por la Justicia, que lo ha procesado por criminalizar a los inmigrantes, por incitar al odio y vilipendiar a las minorías étnicas y religiosas, ha logrado irse de rositas de todos los pleitos que le han abierto (una vez más, la historia de una democracia timorata y débil con el ultra vuelve a repetirse). El lobo holandés se esfuerza por vestirse con piel de cordero, desmarcándose de los viejos fascismos del siglo XX en cada declaración pública, pero en realidad no hay nada nuevo en su discurso que lo diferencie del que esgrimen los yanquis trumpistas, los brasileños bolsonaristas, los argentinos de la escuela de la motosierra del loco Milei, los italianos melonistas o los españoles abascalianos: ataque frontal a la democracia liberal, degradación de las instituciones, catolicismo y familia tradicional a ultranza, adulteración del concepto de libertad (que se confunde con malas artes con libertarismo ultraderechista) y mensaje conspiranoico para intoxicar a las masas (no dice que una élite de rojos pulula por ahí arriba bebiendo sangre de niños, pero casi). Sionista a calzón quitado, partidario de la detención administrativa (una aberración jurídica que va contra los más elementales principios de un Estado de derecho), también sufre el delirio del expansionismo anexionista tan arraigado en estos sujetos exaltados, ya que sueña con, algún día, integrar el territorio belga de Flandes en el mapa de los Países Bajos. No hace falta ser historiador para entender que esa invasión nos arrastraría sin remedio a una nueva guerra europea.

Más allá de las propuestas nacionalistas patrioteras (“Holanda primero”, dice el muy original de Wilders), el programa de este engendro es un elenco económico de ideología ultraliberal cuyo único objetivo es seguir manteniendo los privilegios de las clases dominantes y pudientes: bajada drástica de impuestos (mayormente a los ricos), menos Europa y menos Estado de bienestar.

“Somos el partido más votado de Países Bajos, y les aseguro que los electores han hablado”, proclama Wilders tras conocer sus buenos resultados en las urnas. Ahora la gran pregunta es qué piensa hacer la derecha convencional neerlandesa con esta gente. ¿Van a institucionalizarlos gobernando con ellos tal como hace el PP español con Vox? ¿Les colocarán el pertinente cordón sanitario como fuerza política contraria a la democracia y los derechos humanos? De momento, los liberales del Partido Popular por la Libertad y la Democracia del primer ministro en funciones, Mark Rutte, entran en una fase de debilidad. A su vez, los demócratas cristianos de Nuevo Contrato Social, que logran un buen resultado, califican el auge de la extrema derecha de “shock gigantesco”, pero de estos no te puedes fiar. Solo el líder del socialdemócrata GL-PvdA, Frans Timmermans, ha anunciado que jamás formará una coalición con los tipos de “un partido que excluye a los holandeses”. Y alegó que seguirá defendiendo la libertad real “hombro con hombro”. Una vez más, la socialdemocracia preservando lo poco que va quedando ya de Estado de derecho pleno y garantista.   

Las decisivas elecciones han generado inquietud entre las minorías inmigrantes, como demuestran las recientes declaraciones de Stephan Van Baarle, líder de Denk, un partido que propugna la integración racial. “La victoria del PVV provoca miedo entre muchas personas. Formaremos un escudo contra la retórica de extrema derecha y lucharemos por las minorías de este país desde el primer día”, sentencia. Los Países Bajos caen en un momento oscuro de su historia. El fascismo da un nuevo salto exponencial en el viejo continente. Otro varapalo para la democracia, para los derechos humanos y para la construcción de una Europa más justa, social y tolerante.

Viñeta: Iñaki y Frenchy

LOS SOLDADOS DE SÁNCHEZ

(Publicado en Diario16 el 23 de noviembre de 2023)

El primer Consejo de Ministros de la XV Legislatura ha servido para presentar en sociedad a las nuevas caras del Gobierno Sánchez. Un gabinete de claro perfil político, según coinciden todos los expertos. El líder socialista ha diseñado un equipo pensado para resistir, ya que se avecinan tiempos duros no solo porque la economía española no está para tirar cohetes, sino porque la cruda ofensiva ultraderechista promete cargar con todo lo que tiene para tomar la Moncloa por aplastamiento. En ese escenario, Sánchez ha blindado a su núcleo duro de siempre, las Calviño, Díaz, Montero y Ribera, más Bolaños, Marlaska, Robles y compañía. Pero además de los clásicos, el premier ha fichado a un puñado de nuevos ministros a los que la prensa define como guerrilleros preparados para la batalla. O sea, un consejo atrincherado, bunkerizado, adiestrado en el cuerpo a cuerpo y el “no pasarán”. Sánchez no ha reclutado ministros, ha reclutado fieros soldados.

Qué mejor prueba de lo que decimos que la designación de Óscar Puente como titular del departamento de Transporte y Movilidad Sostenible. El exalcalde de Valladolid se ganó la roja insignia al valor durante la sesión de investidura de Feijóo, al que humilló y trató como un pelele simplemente poniéndolo delante de su propio retrato, sacándole el currículum y afeándole sus contradicciones internas. Decía Jean Cocteau que los espejos, antes de darnos la imagen que reproducen, deberían reflexionar un poco. Y eso fue precisamente lo que hizo Puente con el candidato fallido en aquel antológico turno de réplica: ponerlo delante de su propio reflejo para que meditara un poco, o sea sentarlo en la mesa de pensar. Dicen que el Puente ministro no va a ser el mismo Puente portavoz parlamentario que, cual boina verde, se lanzó a degüello sobre el jefe de la oposición para hacerlo pedazos con su retórica letal y killer. Nos cuesta creer que vayamos a ver a un señor moderado que se muerde la lengua. Si Sánchez lo ha puesto ahí para que modernice el decimonónico ferrocarril a Extremadura –que circula todavía más despacio que el tren de la bruja y cualquier día le adosan una máquina de vapor, que queda más típico–, o para ejercer como el nuevo Alfonso Guerra azote de la derechona, solo el tiempo lo dirá. En cualquier caso, el recluta Puente ya engrasa la bayoneta mientras se embadurna el rostro con pintura de camuflaje y escribe en su casco aquello de “nacido para matar”.

Otro republicano preparado para la batalla contra el alzado bando nacional es Ernest Urtasun, el portavoz de Sumar elegido para dirigir los destinos del ministerio de Cultura en sustitución del bailongo y algo desaprovechado Miquel Iceta. El comando ministerial de Urtasun llega con varias misiones imposibles, casi suicidas. Una de ellas será poner freno a las hordas de la tauromaquia, una fiesta contra la que el catalán lleva peleando media vida al considerarla “una actividad injusta, sádica y despreciable”. Si ya trabajó por la prohibición de los toros en Barcelona no nos extrañe que cualquier día clausure también Las Ventas. Urtasun, por su mentalidad antitaurina, tiene todas las papeletas para ser el nuevo “gran odiado” de la derechona, el comunista cuyo retrato servirá como diana para el juego de dardos en los bares y mesones del Madrid más ayusista y libertario. Desde ese punto de vista, viene a sustituir en el ranking de los peores enemigos de la patria a Alberto Garzón, el ministro verduras a quien el mundo conservador y tradicionalista jamás le perdonará que intentara acabar con algo tan español como el chuletón. Sin duda, Urtasun lo tiene todo para ser el nuevo diablo rojo, su perfil comunistoide, su vasta formación cultural y lo que les produce más rabia y envidia: su elegancia entre innata y Armani más propia de un marqués que de un proleta progre. Habrá que estar atento a cómo el nuevo ministro lidia con la guerra cultural de Vox, contra las censuras a las obras de arte y contra la ofensiva paleta que han puesto en marcha los seguidores del abajo la inteligencia, viva la muerte.

En el caso de Ángel Víctor Torres, tres cuartos de lo mismo. El mariscal Sánchez ha encomendado a este legionario procedente del último frente socialista canario, además de Política Territorial, un auténtico marrón como es Memoria Democrática. Hablamos de un tema muy sensible y caliente que promete gran conflictividad callejera en medio de la new wave franquista que nos invade. Derrotado en la batalla del 28M, en la que perdió la presidencia de la comunidad tras el contubernio PP/Coalición Canaria, ha recalado en la retaguardia sanchista peninsular, donde le han confiado la difícil misión de hacer cumplir una ley que todo derechoso que se precie va a pasarse por el arco de triunfo. Estos días de asedio a Ferraz hemos tenido la desgracia de comprobar con estupor cómo en este bendito país había más pollos que personas, o sea, más banderas fachas que botellines de cerveza. Y las exhiben con total impunidad y descaro al grito de “rojo el que no bote”, sin que al nazi de turno le caiga ni una mísera multa. No nos gustaría estar en el pellejo de este soldado condenado a dar su sangre para nada.

Una unidad especial de mujeres combativas, libertarias y republicanotas promete oponer brava resistencia ante la ofensiva ultraderechista. Mónica García, nueva ministra de Sanidad; Sira Rego, de Infancia y Juventud; Elma Sáiz, de Seguridad Social; y Ana Redondo García, de Igualdad, vienen con órdenes concretas de la Plana Mayor monclovita. García tratará de reflotar nuestra maltrecha Sanidad destrozada tras años de pandemia, recortes y privatizaciones del PP. Solo podemos decir que lo tendrá complicado para que algunos hospitales que hoy parecen sacados del África tropical más tercermundista (por la cantidad de gente hacinada en los pasillos de urgencias) recuperen un aspecto medianamente europeo. En cuanto a la recluta Sira Rego, diplomada en Nutrición Humana, llega con información privilegiada sobre el conflicto en Oriente Medio (de hecho, es hija de padre palestino). Teniendo en cuenta que tras el ataque de Hamás contra Israel declaró que los habitantes de Gaza tienen “derecho a resistir tras décadas de ocupación”, que se negó a condenar a Daniel Ortega por violaciones de derechos humanos y que siendo eurodiputada votó por la deportación de niños ucranianos a Rusia (soltando un cierto tufillo putinesco), solo cabe decir que le va la marcha como al mejor de los maquis. De la navarra Sáiz y de Ana Redondo digamos que a la primera la derecha la ve cómo el regalo de Sánchez para Bildu, mientras la segunda llega para sustituir a Irene Montero y derogar su feminismo utópico y radical en beneficio de otro más posibilista y conciliador. De modo que tiene garantizadas las hostilidades del siempre vengativo frente podemita.

Jordi Hereu, el nuevo ministro de Industria y exalcalde de Barcelona, es la cuota catalana del PSC (allí todos están por la amnistía), de modo que con esas credenciales va a tener refriegas constantes con los poderes fácticos políticos y económicos, que no lo tragan. Algo parecido es lo que ocurre con Pablo Bustinduy, nuevo ministro de Derechos Sociales, Consumo y Agenda 2030. Otro intelectual marxista odiado por podemita, ecologeta y apóstol de la nueva izquierda woke. Está puesto ahí, entre otras cosas, para encabronar a las derechas trumpizadas. Cómo se las gasta el general Sánchez.

Viñeta: Iñaki y Frenchy

ROJAS Y PLASTAS

(Publicado en Diario16 el 22 de noviembre de 2023)

El dúo Irene Montero/Ione Belarra va a salir del Gobierno de coalición por la puerta de atrás. Aquel gesto cómplice que ambas tuvieron con Feijóo en la sesión de investidura, cuando sonrieron al gallego como niñas traviesas mientras este preguntaba a Sánchez cómo podía ser posible que el Gobierno más feminista de la historia cesara a la ministra de Igualdad, fue toda una premonición. Estaban sentenciadas y el káiser socialista las ha dejado caer.

A Montero la liquida la nefasta redacción de su ley del “solo sí es sí” –una incompetencia que ha permitido la excarcelación de 117 agresores sexuales y las rebajas de condena de otros 1.155–, mientras que a su compañera de fatigas se la llevan por delante sus afirmaciones incendiarias de revolucionaria full time que empezaban a provocar demasiados quebraderos de cabeza y líos al Gobierno de coalición. El colmo fue cuando, sin querer o queriendo, se terminó alineando al lado de Putin al pedir que España no enviara más armas a Ucrania. Pocos la entendieron entonces.

La mayoría de los colaboradores de Sánchez estaban hasta el gorro de Pili y Mili, no solo porque cada vez que terminaba un Consejo de Ministros les faltaba tiempo para salir corriendo y poner a parir a los compañeros en Twitter o criticar a los viejos derechosos del PSOE o meterse con el dueño de Mercadona o con los fachas con toga, sino porque siempre han mostrado una superioridad moral y una especie de insultante arrogancia que tocaba las narices a más de uno, una y “une”. Creían que, por venir de la calle, del mundo del activismo, eran más que nadie. Se veían a sí mismas como los faros y guías que alumbraban a la izquierda española en medio de la oscuridad. Pensaban que porque habían publicado un par de folletos universitarios sobre el feminismo de hoy ya habían ingresado en el panteón de las elegidas al lado de Clara Campoamor y Federica Montseny. Ellas no estaban en política para resolver problemas cotidianos del día a día, qué va, sino para entrar en la historia de España con letras de oro. Escuchándolas disertar y soltar soflamas no podía extraerse otra conclusión que Irene e Ione, las dos íes como rígidos palotes de Podemos, se tenían en tan alta consideración que sin duda pensaban que han significado un punto de inflexión trascendental en el devenir de este país. Antes que ellas nada, después tampoco.

Poco a poco se hicieron acreedoras del título de las más cargantes del Consejo de Ministros y últimamente no había un dios que las aguantara. El día que no faltaban al respeto a fulano o mengano daban alguna lección de izquierdismo posmoderno vegano y trans a todo socio de coalición que pasaba por allí. Eran pedantes de la política, insufribles marisabidillas, plomizas con las que no convenía cruzarse en el pasillo porque ello suponía tener que tragarse una chapa insufrible sobre Simone de Beauvoir. De modo que Sánchez se las pule no tanto por sus ideas más o menos radicales sobre esto o aquello, sino por moscas cojoneras, por pesadas, por plastas que creaban mal ambiente en el gabinete de coalición. Aunque ellas ahora van de víctimas y andan diciendo por ahí que el jefe las echa de malas maneras, lo cierto es que el presidente pasaba mucho de ellas y si se hubieran comportado de una forma medianamente normal, sin dar demasiado la brasa con el rojerío a todas horas y con la sobradez insultante, lo más seguro es que el canciller sociata las hubiese ratificado en el cargo solo por tocarle las bolas al facherío patrio. Pero no, siendo como son, tan tediosas, tan inaguantables, tan absolutamente insoportables, era un riesgo seguir contando con la presencia de ambas dos. Así que cesadas y un problema menos, habrá pensado el premier socialista.

Siendo sinceros, ellas se lo han buscado. Para explicar esta purga no es necesario recurrir a sesudos análisis politológicos como que Podemos ya no existe (se lo ha cargado el mismo que lo fundó, o sea Pablo Iglesias) o que se abre un tiempo nuevo en la política española donde es preciso renovar caras y contenidos programáticos. Había que ser muy estúpido, y desde luego Sánchez puede ser cualquier cosa menos eso, para prorrogar a estas dos que prometían seguir haciendo del Gobierno un gallinero o jaula de grillos. Lo ha dicho muy bien Antonio Maestre: si te metes con el jefe no esperes que te renueven el contrato. Esa es una máxima que se cumple siempre, ya sea en el odioso e injusto sistema capitalista y también en la China comunista.

Pero el colmo de la contradicción de estos dos ángeles de Charlie, de estas dos edecanas del patriarca fundador, es que no hace ni una semana que han votado “sí” a la investidura de Sánchez y ya están despotricando otra vez de él por las esquinas. Si tanta urticaria les produce el inquilino de Moncloa, si tanta rabia les da el patrón y sus políticas conservadoras, ¿por qué no fueron coherentes y obsequiaron al Anticristo de la izquierda española con un sonoro y rotundo “no”? Solo ellas lo saben.

Ahora las polémicas exministras defenestradas rompen con Yolanda Díaz y prometen una oposición dura al Gobierno. Si con este postureo rimbombante esperan recuperar los 69 escaños que tuvieron en el pasado es que son más utópicas e ingenuas de lo que parece. Lamentablemente quedan como dos párvulas en plena pataleta porque les han arrebatado su juguete favorito (el juguete es el ministerio) en lugar de como dos estadistas que marcaron una época. Si fueran congruentes se pasarían al Grupo Mixto a defender sus ideas, pero entonces perderían la asignación de Sumar (ese kilillo y medio) y por ahí no. Ya se sabe que el régimen monárquico del 78 es muy corrupto y nefasto menos cuando se le puede sacar tajada. Así que en el culmen del esperpento van a hacerle la guerra desde dentro a Sumar con el dinero de Sumar. Otra puñalada trapera más a la causa de la unidad de la izquierda tan necesaria ante la ofensiva neonazi. La ministra de Justicia saliente Pilar Llop se lo ha dejado más que claro al polémico dúo en el traspaso de carteras: “En los sitios hay que saber estar, pero sobre todo hay que saber irse”. Ni media palabra más.

Viñeta: Pedro Parrilla

MARLASKA

(Publicado en Diario16 el 21 de noviembre de 2023)

Contra todo pronóstico, Pedro Sánchez ha confirmado en su cargo al ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska. Estamos ante un nombramiento que ha sorprendido al mundo político y periodístico, ya que el titular de este departamento figuraba en la lista de los coloquialmente conocidos como ministros amortizados, sentenciados o “quemados”. Ya se sabe que el sillón de Interior es como estar sentado encima de un polvorín a punto de reventar en cualquier momento, y más en España, un país turbulento y levantisco donde no faltan huelgas, protestas callejeras de todo tipo, manifestaciones (al PP le ha dado por convocar una cada día) e incidentes delincuenciales de todo tipo. El siempre atinado Antonio Maestre interpreta la designación como un “mensaje de no rendición al independentismo”, pero seguramente hay más, mucho más.

Las últimas dos semanas de cruda ofensiva ultra contra la ley de amnistía en Madrid habían terminado por finiquitar al exmagistrado de la Audiencia Nacional, de modo que no aparecía en ninguna quiniela de ministrables. Cualquiera en su lugar habría actuado como lo ha hecho él, es decir, enviando a las lecheras y antidisturbios a reprender a los nazis que pretendían pegarle fuego a Ferraz como en su día hicieron con el Reichstag. La Policía actuó con proporcionalidad en todo momento y solo cuando los escuadristas nostálgicos del Régimen anterior quisieron romper el cordón policial de seguridad para asaltar la sede socialista intervinieron los agentes para llevarse a unos cuantos cabezas rapadas y falangistas. Fue en esas algaradas nocturnas donde se le llamó de todo, mayormente el homófobo e infame “Marlaska maricón”, y quizá esa haya sido una razón de peso que ha llevado a Sánchez a mantenerlo en su despacho otros cuatro años más. Todo aquel que conozca mínimamente el presidente del Gobierno sabe que es un ganador nato, alguien a quien no le gusta perder ni al parchís, pura resiliencia y espíritu de lucha, de modo que prescindir precisamente ahora de su ayudante más vilipendiado y atacado se hubiese interpretado como una muestra de debilidad y una victoria de la muchachada franquista. Así que la revalidación del exjuex supone un claro mensaje al mundo ultraderechista: ni un paso atrás en la defensa de los derechos cívicos. No pasarán.

Pero, teniendo en cuenta ese motivo a caballo entre lo personal y lo ideológico, cabría preguntarse en qué posición queda el ministro a quien el jefe le ha dado una palmada de confianza en la espalda. Entre los miembros de los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado no goza precisamente de simpatía y predicamento, algo lógico por otra parte si tenemos en cuenta que ese submundo está ya en manos de Vox. Los sindicatos policiales le atacan por tierra, mar y aire al considerarlo responsable de las carencias y deficientes condiciones laborales que tienen que soportar los funcionarios y cada vez que su nombre suena en una casa cuartel de la Guardia Civil pinchan el disco con el himno de España a tope, se desenvainan las espadas y hacen el vudú con su retrato. No lo quieren ni en pintura, para qué vamos a engañarnos, así que a nadie le cabe la menor duda de que por ahí va a seguir el foco de conflicto y el malestar cuartelero.

Incluso hay quien entiende que el nombramiento no es más que una boutade, maldad o provocación de Sánchez, que ha planteado su nuevo gabinete con un fuerte “perfil político”, lo cual significa, ni más ni menos, que apuesta por un atrincheramiento ideológico y material ante la ofensiva de la ultraderechona. En esa estrategia casi bélica, en medio del ruido de sables y las invocaciones a un levantamiento nacional, el fiel Marlaska cumpliría a la perfección el papel de general Miaja encargado de resistir y defender Madrid hasta el final ante el avance del nuevo nazismo posmoderno. Lo que ha pasado en Ferraz estos últimos días es tan grave que Sánchez quizá tema convertirse en el nuevo Allende con la Moncloa haciendo las veces de Palacio de la Moneda, así que se impone un ministro al que no le tiemble el pulso. El exmagistrado tiene valor, coraje, y acredita una hoja de servicios impecable en la lucha contra los violentos. De hecho, en el pasado soportó estoicamente las amenazas de la banda terrorista ETA, que le puso un comando itinerante para hacerle seguimientos y acabar con su vida en su residencia de vacaciones de La Rioja. Marlaska tiene hecha esa mili que pocos serían capaces de soportar, así que Sánchez ha entendido que es el hombre apropiado para el ministerio más ingrato.

Pero si entramos en el análisis detallado, no se puede decir que el balance del controvertido ministro en esta legislatura haya sido ni mucho menos brillante. El asalto a la Valla de Melilla de 2022 (una trágica montonera humana en la que fallecieron 23 inmigrantes y 76 resultaron heridos), dejó seriamente tocada su reputación política, sobre todo teniendo en cuenta que la Fiscalía terminó echando tierra encima en lugar de investigar las muertes hasta sus últimas consecuencias. Finalmente, fue reprobado por el Congreso de los Diputados.

Y tampoco se puede decir que saliera bien parado del turbio episodio que supuso el caso del espionaje al teléfono móvil de Sánchez con el programa Pegasus, un misterioso y sofisticado operativo de spyware que también llevó a cabo escuchas al terminal del propio ministro del Interior y de la titular de Defensa, Margarita Robles. A día de hoy nada se sabe sobre qué fue de aquellos 2,6 gigas de información íntima y personal robada al presidente socialista, aunque no faltaron conjeturas de los más variopintas, incluso que fue víctima de un chantaje de los servicios secretos marroquíes, del Mosad, de las cloacas del Estado y hasta de sus enemigos políticos. Todo aquello también se cerró en falso y Marlaska jugó un papel fundamental en el archivo. Hoy recibe el premio por los servicios prestados.

Viñeta: Iñaki y Frenchy

MÓNICA GARCÍA

(Publicado en Diario16 el 21 de noviembre de 2023)

Mónica García, el azote de Ayuso en la Comunidad de Madrid, será la nueva ministra de Sanidad. Licenciada en Medicina, activista en defensa del derecho a una asistencia sanitaria gratuita y universal, en los últimos años se ha destacado como la política más eficaz y combativa contra el ayusismo ultraconservador. Pocos dirigentes se han mostrado tan valientes a la hora de recordar, una y otra vez, la incompetencia del Gobierno regional del PP durante la pandemia: 7.291 ancianos fallecidos en residencias de mayores y ni una sola condena. Ahora, Pedro Sánchez le da la alternativa y la incluye en el nuevo Consejo de Ministros para que pueda aplicar todo el programa por el que lleva peleando media vida. Sin duda, García puede ser la gran revelación del Ejecutivo de Coalición 2.

Son muchos los problemas que lastran la maltrecha Seguridad Social. Nuestra Sanidad pública ya no es la mejor del mundo, si es que alguna vez lo fue. Ese mantra que algunos habían propagado hasta la saciedad en los últimos tiempos no se corresponde con la realidad. La plaga de covid 19 puso en evidencia las graves carencias del sistema. Faltó de todo, médicos, enfermeras, mascarillas, trajes de protección especial, camas, respiradores de oxígeno. Nunca olvidaremos aquellos días negros en los que morían cientos de personas en nuestros hospitales mientras los españoles confinados en sus casas salían a los balcones a aplaudir el valor de sus sanitarios. Poco duró aquella muestra de solidaridad nacional inédita en este país siempre fracturado en dos Españas, exactamente el tiempo que la extrema derecha tardó en intoxicar a la opinión pública con sus bulos conspiranoicos sobre el origen del virus y movilizar a sus cayetanos con cacerolas para tratar de derrocar a Sánchez.

Hoy, cuatro años después de aquello, las alarmas siguen sonando y parpadeando en rojo chillón en la Sanidad pública española. Uno, que por desgracia tuvo la necesidad recurrir a las urgencias de un conocido hospital público valenciano el pasado fin de semana, pudo constatar en primera persona la gravedad de la situación. Salas de espera atestadas de pacientes, ancianos en sillas de ruedas sin comer ni beber durante horas, gente tirada por los pasillos y cuartos de baños comidos por la suciedad y la basura. Desolador. Una pesadilla surrealista propia de un estado fallido. Aquello parecía un hospital abandonado de Gaza más que la clínica de un país europeo moderno y avanzado. Ya sabemos que en Valencia gobiernan los privatizadores, señoritos y toreros adinerados de la coalición PP/Vox que cuando pierden la salud recurren al médico de pago y no invierten un solo euro en la pública. Pero dejar que se hunda la Sanidad estatal de esa manera estrepitosa y descarnada, condenando a cientos de pacientes a una asistencia tercermundista, debería ser un delito penado en el Código Penal.  

No sabemos si Pedro Sánchez está al corriente de este tema. A veces las noticias de provincias no llegan o llegan deformadas a Madrid. El síndrome de la Moncloa, lo llaman. Un aislamiento que lleva al político que lo padece a desconectar de la realidad y a vivir en una burbuja. Sea como fuere, es evidente que las inversiones de las que habló el presidente del Gobierno en su día no han servido para reflotar el sistema, bien porque han sido claramente insuficientes (la partida de 580 millones de euros en Atención Primaria que anunció a comienzos de este año no da ni para empezar), bien porque las comunidades autónomas gobernadas por el PP han desviado los fondos estatales y de Bruselas a otros cometidos para los que no estaban destinados. Es cierto que la primera legislatura progresista se cierra con una inversión en la Sanidad pública del 7,37 por ciento del PIB, lo que supone 487 euros más por persona de lo que gastaba el PP en 2017 tras los recortes brutales de Mariano Rajoy. Pero no es suficiente. Llevamos años de abandono y es preciso inyectar más en la red asistencial. Mucho más.

Ya nos da igual cual sea la razón de la desinversión y no nos vale como excusa que los respectivos bifachitos regionales estén boicoteando el plan del Gobierno de coalición. Un Estado fuerte, por muy descentralizado que esté, dispone de mecanismos políticos y legales para hacer llegar el dinero allá donde hace falta. Así que, sea por hache o por be, el Gobierno de coalición no ha cumplido con lo acordado en un claro y flagrante incumplimiento electoral. Las protestas y manifestaciones de los profesionales, las denuncias sindicales que hablan de una plantilla agotada, desmoralizada y mal pagada y el malestar de los ciudadanos son indicios más que suficientes de que poco o nada se ha hecho para reforzar el sistema estatal de salud. Le guste o no a Sánchez, la Sanidad pública ha sido la hermana pobre de la legislatura a la que, por lo visto, nunca terminan de llegar los prometidos fondos Next Generation. Y mientras tanto el sistema se deteriora por momentos y pronto vamos a ver pacientes muriendo por falta de asistencia.

Las inversiones tendrían que regar de forma urgente a nuestros hospitales y centros de salud antes que a ningún otro departamento ministerial, pero lamentablemente no ha sido así. Seguimos teniendo una deuda pendiente con los profesionales que dieron sus vidas por salvar las nuestras (muchos de ellos continúan de baja por depresión a causa del esfuerzo inhumano que tuvieron que soportar en la primera línea de combate contra el virus). Ha habido tiempo más que suficiente para haber mejorado sensiblemente sus salarios y condiciones laborales, para traer de vuelta a casa a los médicos y enfermeras que tuvieron que marcharse al extranjero en busca de un futuro que aquí no tenían, para dotar de más personal a los centros sanitarios.

La pasada semana, en su discurso de investidura, Sánchez anunció un ambicioso plan para mejorar nuestra Sanidad que incluye reducir las listas de espera, potenciar el área de salud mental, dentista y oftalmólogo para nuestros niños. Por algo se empieza. Pero más allá de la buena voluntad del premier, mucho nos tememos que va a tener que ser una mujer como Mónica García la que, como experta en la materia, nos se conforme con las migajas. Ella sabe que diez mil millones, ocho mil médicos y quince mil enfermeras más no son suficientes para salvar la Atención Primaria en España, tal como propone algún libro blanco. Por eso va a dar la batalla por un plan integral que nos vuelva a colocar a la vanguardia europea en salud. Por eso promete ser la mosca cojonera del Consejo de Ministros esta legislatura. En sus manos está la vida de todos. No nos falles, Mónica.

Viñeta: Currito Martínez