(Publicado en Revista Gurb el 10 de noviembre de 2017)
Forcadell ha acatado el
155 en el Supremo y se ha defendido alegando que la DUI no pasó de ser una cosa
simbólica. Solo le ha faltado jurar la Constitución sobre la Biblia y gritar
viva España, viva el rey. Estos revolucionarios de Armani ya no son como los de
antes. O sea que no estábamos ante la crisis institucional más grave de la
historia reciente, sino que todo era una broma, un teatrillo de variedades. Un
país dividido por el odio y el rencor, un Estado al borde del colapso, una
ruina económica que tardará años en superarse y resulta que todo era una
alegoría metafórica, una experiencia lúdica, una performance sin ningún valor
jurídico ni político. Sabíamos que esto del 'procés' era una aventura
descabellada que podía llevarnos a todos al abismo. Ahora también sabemos que
era una gamberrada inocente y que sus impulsores eran párvulos disfrazados de
soldaditos patrióticos que jugaban a la revolución entre los divertidos
pupitres del Parlament; niños traviesos y revoltosos que pasaban el rato
simulando proclamaciones de independencias e inventándose estados ficticios,
repúblicas improvisadas de andar por casa, guerras y falsos exilios y
resistencias contra los malos fascistas españoles. Para Forcadell, semejante
jaleo no era más que una bromeja sin importancia cuyo único fin era ver qué
pasaba al montarse un 36, al agitarse el odio en la calles, al dinamitarse los
cimientos de un estado de derecho y poner a millones de ciudadanos al borde del
pánico. Ya le vale, señora Forcadell. Poco a poco, la gran mentira va quedando
en evidencia, como no podía ser de otra manera. Los líderes del 'procés' habían
convencido a su gente de que los catalanes eran como sirios masacrados por el
ISIS; como palestinos hambrientos y sometidos por el homicida Israel; como
saharauis descalzos y oprimidos por Marruecos. Nunca hubo nada de eso.
Cataluña, al menos hasta que empezó este desmadre independentista y se aplicó
el 155, era una de las regiones más prósperas de Europa donde sus ciudadanos
gozaban de amplios derechos civiles y políticos y de todas las comodidades que
ofrece una sociedad moderna y avanzada. Ya les gustaría a los pobres palestinos
poder darse una vuelta en esos AVES espaciales que ahora son destrozados por
los cachorros malcriados de las CUP. El Supremo, al apostar por la distensión y
poner en libertad a la presidenta de la Mesa y a sus ayudantes, ha tomado la
decisión correcta, corrigiendo el grave error que cometió la juez de hierro
Lamela con Junqueras y sus consejeros. Parece que el Estado, al fin, empieza a
cogerle el truco a este mundillo del independentismo catalán, que consiste
simplemente en que cuantos más mártires y presos más victimismo, más llorones
para inundar de lágrimas al Estado opresor y más argumentos para acudir al
tribunal de Estrasburgo. Tras la decisión del Supremo, Forcadell vuelve a casa
por Navidad, que es donde debe estar la mujer, ya que a fin de cuentas no ha
matado a nadie, aunque mucho nos tememos que los escuadrones justicieros de la
CUP no le van a perdonar que le hayan temblado las piernas ante los magistrados
del alto tribunal ni la van a dejar pasear tranquila por los mercadillos de
Nochebuena sin gritarle aquello de "botifler". Es lo que tiene
alimentar al monstruo, que al final se acaba revolviendo contra su amo.
Viñeta: Igepzio
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