(Publicado en Diario16 el 3 de mayo de 2022)
A esta hora alguien, una persona física, un gobierno extranjero o una multinacional, maneja más de dos gigas y medio de información privada sobre Pedro Sánchez. El dato es como para echarse a temblar. Quien haya logrado colocar la “pulga” de Pegasus en el teléfono móvil del presidente del Gobierno sabía lo que se hacía. Ahora no solo tiene secuestrado al líder socialista, también a la democracia española, a la nación entera. Si entre el material sustraído hay información sensible que pueda poner en apuros a Sánchez el chantaje está servido. Sin duda, los hackers pondrán precio a los archivos, documentos, imágenes y audios que PS tuviese almacenados en su móvil contaminado desde hace un año. No cabe duda, podemos estar a las puertas de una crisis política monumental.
¿Pero de qué tipo de chantaje estamos hablando? Depende. Si los ladrones son ciberdelincuentes de una compleja trama internacional organizada probablemente pedirán dinero a cambio del material sustraído. Y no serán cuatro perras. Si detrás del golpe hay espías mercenarios, la buena reputación del presidente puede tener los días contados. Y si la operación ha sido orquestada por los servicios de inteligencia de un gobierno extranjero, véase la Rusia de Putin o el Marruecos del sátrapa Mohamed VI, la cuestión adquiere tintes todavía más dramáticos, ya que podría verse seriamente comprometida la seguridad nacional, o sea la seguridad de todos y cada uno de nosotros. Es lo que tiene este mundo súpertecnologizado que hemos construido, que las vidas de millones de españoles dependen del wasap del presidente.
De cualquier manera, no parece que el teléfono inteligente más importante de España gozara de la protección que se supone debería tener. Un año con el virus Pegasus transmitiendo datos a los hackers, a destajo, es algo que escapa a toda lógica. ¿Dónde estaban los especialistas en delitos tecnológicos del Centro Nacional de Inteligencia? ¿Cómo puede ser que el propio presidente no ordenara una revisión diaria y a conciencia de su terminal telefónico para asegurarse de que no le habían colocado una incómoda “pulga”, tal como parece que ha sucedido? ¿Acaso no estaba Moncloa sobre aviso después de que relevantes personalidades mundiales como Obama, Macron, Merkel y Boris Johnson, entre otros, hayan sufrido ataques similares? Son preguntas que se hace cualquier ciudadano con sentido común y sin mayores conocimientos de informática.
De momento, y a expensas de que se aclare el suceso, la conclusión que debemos extraer de este turbio affaire que traerá cola es que si los archivos privados del teléfono móvil presidencial andan por ahí sueltos, perdidos y sin control, tenemos motivos más que suficientes para no dormir tranquilos por la noche. Más tarde o más temprano aparecerá algún titular escandaloso, propio de cloaca, en algún medio de comunicación de la caverna. Ya lo hicieron antes con otros políticos como Pablo Iglesias, a quien unos espías chuscos, eso sí, muy patrióticos, quisieron desacreditar y arruinarle la vida con el móvil robado a su asesora Dina Bousselham. ¿Se acuerdan de aquel feo asunto? Una persecución implacable que no llegó a nada en los tribunales pero que sirvió para desestabilizar al Gobierno de coalición.
Uno cree que el futuro de Pedro Sánchez, y lo que quede de legislatura, podría estar marcado por este turbio episodio de Pegasus. Y no solo porque los independentistas están que trinan tras conocerse que han sido espiados (ya amenazan con romper con el Gobierno), sino porque llegados a este punto nadie sabe, salvo el presidente, qué demonios había en el terminal jaqueado. Puestos a especular, podríamos lanzar algunas hipótesis sobre la trascendencia del material desvalijado; a fin de cuentas todos los analistas lo hacen en el periodismo de hoy, así que nosotros no íbamos a ser menos.
Seamos optimistas y pensemos que en la galería de imágenes del smartphone presidencial no había nada importante ni diferente a lo que pueda guardar cualquier españolito honrado y de a pie. Solo cosas triviales, intrascendentes, como las fotografías de Sánchez con Zelenski durante su viaje relámpago a Ucrania; los pasados posados con Angela Merkel (a la que Sánchez tenía encandilada y cada vez que iba a Alemania o a Bruselas se traía un nuevo paquete de ayudas); el abrazo para el recuerdo con el propio Iglesias cuando se firmó el Gobierno de coalición (cómo hemos cambiado); alguna foto reenviada por Macron, que es un exhibicionista y le da por ir descamisado y mostrando su pecho lobo en las campañas electorales contra Le Pen; y quizá algún que otro selfi a los mandos del Falcon con las gafas de sol en plan Top Gun. Nada del otro jueves ni comprometedor. Todo lo más algunos montajes sarcásticos de esos que circulan por las redes sociales y que a todos nos terminan llegando por vía de algún amigo cachondo, en este caso Echenique, que es un guasón y no para de tuitear. Memes del moderado y centrista Núñez Feijóo envuelto en la bandera del pollo como un nuevo Caudillo gallego; memes de Ayuso como la libertad de Delacroix guiando a los hosteleros; memes del macho Abascal subido a una carroza del Orgullo, en plan reinona de España, o de la Familia Addams voxista con Rocío Monasterio en el papel de Morticia, Ortega Smith como Lurch El Largo y Jorge Buxadé emulando a Tío Fétido. En fin, gilipolleces varias que no dan para un chantaje con el que derrocar a un Gobierno.
Crucemos pues los dedos para que lo que haya caído en poder de los hackers sean puras frivolidades, simples banalidades, absurdeces sin importancia como las que todos llevamos en el teléfono para entretenernos en el metro, en el autobús o en la oficina y que no le interesan a ningún espía, ni a la oposición, ni a un país enemigo (ni siquiera al Kremlin o a Mohamed VI). Porque la otra hipótesis –que Sánchez tuviese guardadas en el móvil grabaciones de alto secreto, documentos de alta seguridad nacional, planos y audios altamente sensibles–, resulta aterradora por lo que tendría de letal para Moncloa y para la nación. Así que mucho cuidadín con la tontería de Pegasus, poderoso caballo alado capaz de derribar gobiernos. Por cierto, a Margarita Robles solo le han sustraído 9 megas, una miseria de datos. Por no tener, esta mujer no tiene ni un mal meme de Junqueras. Qué aburrida.
Ilustración: Artsenal
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