(Publicado en Diario16 el 15 de noviembre de 2023)
Todo está dispuesto para la sesión de investidura de hoy, la más conflictiva después de aquella de Calvo Sotelo en la que Tejero irrumpió en el Congreso de los Diputados pistola en mano. “Sonando ráfagas de metralleta, queda interrumpida la sesión” fue lo último que escribieron los taquígrafos aquel día de nefasto recuerdo.
Hoy, 42 años después, Pedro Sánchez cree tenerlo todo atado y bien atado: los votos indepes para ser investido presidente, la ley de amnistía pulcramente redactada a prueba de recursos ante el Constitucional y el dispositivo policial para contener a las hordas trumpistas siempre dispuestas a asaltar el Parlamento. Más de 1.600 agentes blindarán Madrid, una cantidad que a la vista de la violencia inusitada con la que se han manejado algunos en los asedios a Ferraz de los últimos días, se antojan escasos.
Al alba, muchos cayetanos se levantarán de la cama, cambiarán el traje Hugo Boss por el fachaleco de cazador, se engominarán el cabello como ese torero en capilla, besarán el crucifijo y la estampita de José Antonio y se encaminarán a San Jerónimo para salvar España. Tras años de revisionismo histórico de los Moas, bulos a destajo de Vox y odio en vena inoculado por la caverna mediática, hoy es el día que han estado esperando con anhelo. Esta gente ha entrado en un peligroso momento delirante y sin duda está convencida de que nos encontramos otra vez en 1936. A fuerza de meterles el manual goebelsiano a cucharadas, Abascal los ha convencido de que, al igual que los falangistas en otro tiempo, ellos están llamados a desempeñar una misión divina: colaborar en el derrocamiento de la república juancarlista judeo-masónica-podemita, entrullar a Azaña Sánchez y a Companys Puigdemont y consagrar una patria de “buenos españoles” formando una unidad de destino en lo universal (pocos saben lo que quiere decir eso, pero lo repiten como papagayos).
Preparémonos por tanto para contemplar la misma pasarela de friquis de la última semana, los mismos personajes variopintos que se han agolpado estos días, haciendo el ridículo, ante las puertas del partido socialista. El Capitán América ultraderechista (ya todo un clásico de los aquelarres fascistas); el soldado de los tercios de Flandes que ha terminado por creerse su papel, como le pasó a Béla Lugosi; las niñas beatas del Lourdes castizo pidiéndole a la Virgen que nos libre del demonio sanchista; los monaguillos de Nuevas Generaciones rezando el rosario nacionalcatolicista; el del cartel “Por puto defender España” tan peleado con el PSOE como con la sintaxis; la muchachada de estética ultra (como la llama eufemísticamente la Policía); el desnortado de la rojigualda agujereada tras haber arrancado el escudo constitucional a dentelladas; las muñecas hinchables, y en ese plan.
Todo el formidable y prodigioso circo del facherío patrio posmoderno va a salir hoy por las calles de Madrid en una explosión multicolor de furia y violencia, una especie de Día del Orgullo, solo que con pachuli y Varon Dandy en lugar de vaselina y zapatos de plataforma. Van dispuestos a todo, a tomar el Congreso por la fuerza como en su día tomaron el Capitolio sus hermanos de la secta Qanon; a derramar hasta la última gota de su sangre por España, como esos guardias civiles expedientados por Marlaska; a darlo todo, incluso la vida, por el Caudillo de Bilbao. Pero cuidado que esto no es USA, donde los cowboys del fascismo yanqui aparecen como héroes en los telediarios de la Fox. Aquí tenemos un Código Penal duro y severo de cuando la Restauración decimonónica y los delitos de allanamiento de edificio público y desórdenes callejeros están muy penados (hasta cinco años de cárcel por subirse al atril de las Cortes para hacerse un selfi y sentirse como Tejero por un día). Así que mucho nos tememos que esto acaba con las cárceles llenas de insumisos ultras y el doctor Sánchez prescribiendo una segunda amnistía para desinflamar España.
Ahí, junto a Abascal, a la vanguardia de la rebelión anarcocapitalista, como artista invitado o guess star del golpe, estará Tucker Carlson, el comentarista político que propaga el odio de la ortodoxia trumpista a los losers de Oklahoma, vaqueros arruinados de Texas, leñadores en paro de Ohio y borrachos en general de la América profunda. Este vendemotos de segunda mano tuvo que salir de la Fox por la puerta de atrás después de que la cadena de televisión ultraconservadora se viera obligada a pagar una indemnización de más de 700 millones de dólares por haber promovido los bulos de fraude electoral que Trump le iba filtrando a este figura, bajo manga, en las presidenciales de 2020. ¿Y qué demonios pinta este señor que debe pensar que España está al sur de México en un tejerazo tan genuino, tan español, tan taurino y cañí como este? Ese será uno de los enigmas de la jornada histórica que nos aprestamos a vivir. Como también será interesante saber si el mariscal de Vox se queda hasta el final de la batalla o una vez arengados los CDR se lava las manos y sale por piernas a sus cuarteles de invierno, tal como acostumbra a hacer.
Va a ser una verbena revoltosa que ni la Vicalvarada. De momento, el alcalde Martínez-Almeida desempolva la camisa azul falangista de sus años mozos. Ayuso se prepara una chuleta con la letra del Cara al Sol (ella lo lee todo). Y el preboste popular Miguel Tellado calienta el ambiente invitando a Sánchez a que emule a Carles Puigdemont y se largue de nuestro país “en un maletero”. Como chascarrillo, no es gran cosa. Un político no debería estar para hacer de payaso o cómico en horas bajas, sino para resolver problemas. El papel de caricato ya lo cumplen los gurús de la prensa de la caverna.
La gran Julia Otero augura que la jornada de investidura será “un partido de alto riesgo” por la cantidad de policías desplegados en la zona. Eso y un debate bronco, de sucio navajeo y puñaladas traperas entre hunos y hotros, habría que añadir parafraseando a Unamuno, que por desgracia está más de actualidad que nunca. Cuidado con el día de hoy, que los ánimos están caldeados y algún que otro cayetano metido a revolucionario improvisado puede pasar del Club de Golf a la Dirección General de Seguridad de Marlaska en un suspiro y sin saber por qué. Joé, cómo ha cambiado el cuento.
Viñeta: Iñaki y Frenchy
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