(Publicado en Diario16 el 6 de noviembre de 2023)
Jaume Asens, negociador principal de Sumar con Junts, cree que ahora sí, que ahora se está “afinando la letra pequeña” sobre la ley de amnistía y que no ve ningún obstáculo importante para que el acuerdo con los independentistas posconvergentes “se pueda firmar en las próximas horas”. Obviamente, Asens no está teniendo en cuenta el factor humano, o sea la intrincada psique de Carles Puigdemont, que es como para echarle de comer aparte y puede hacer descarrilar el proceso de diálogo en cualquier momento. Hace ya tiempo que en esta columna tratamos de descifrar y desentrañar, en vano, el enigma del exhonorable president. Hablamos de un hombre acosado por la Justicia que, tras años de exilio, ya ve fantasmas, espías del CNI y trampas contra él en todas partes. Hablamos de un señor dubitativo que, cuando lo lógico era convocar elecciones autonómicas, declaró la DUI y la República catalana y la suspendió a los ocho segundos y más tarde volvió a amenazar con el ho tornarem a fer y así hasta hoy. Hablamos, en definitiva, de un ciclotímico que no se fía ni de su sombra y que nunca sabes por dónde va a salir.
Estos días trepidantes en Bruselas, llamados a entrar en la historia, están sirviendo a los periodistas de la prensa internacional para acercarse un poco más a la compleja personalidad del hombre que tiene en sus manos el futuro de Cataluña y también de España. Los redactores y plumillas han acudido a tantas ruedas de prensa desconvocadas a última hora por falta de acuerdo o porque no había noticia, que ya empiezan a tomar conciencia de que están ante un individuo impredecible, ante un enigma encerrado en un misterio, ante un tipo raro. De momento, Puigdemont ha convocado a su cúpula, a su gente de confianza, para supuestamente hacer un último esfuerzo y cerrar un pacto con Santos Cerdán en representación del PSOE. “El acuerdo puede ser hoy o quizá puede ser mañana”, dice Antonio Ferreras en su programa político matutino. O la semana que viene, o el mes que viene, o nunca, habría que añadir a lo dicho por el popular presentador. Con Puigdemont nunca se sabe ni hay nada seguro.
Mientras tanto, el presidente de la Generalitat de Cataluña, Pere Aragonès, se ha ido a ver al papa Francisco en una audiencia privada urgente que tendrá lugar en la biblioteca privada del Palacio Apostólico del Vaticano. En un comunicado, el Ejecutivo soberanista recuerda que el único presidente catalán que fue recibido por un Sumo Pontífice en la Santa Sede fue Jordi Pujol, que se reunió con Juan Pablo II a principios de 1981 (se desconoce si el patriarca de CiU pidió perdón al Altísimo por el tres per cent). ¿Pero a qué ha ido Aragonès a Roma, a ofrecerle a Bergoglio el papel de relator o mediador internacional para que Sánchez no haga una de las suyas y deje tirados a los indepes una vez firmado el acuerdo de investidura? ¿A pedirle al papa que rece con todas sus fuerzas para que Puigdemont esté iluminado, siga los pasos de Esquerra, trague y estampe su firma en el acuerdo de una vez por todas, dejándonos tranquilos de que no se emprenderá la vía eslovena ni habrá una guerra civil en al menos unos años? Todo son interrogantes.
Tras la ruptura puntual de las negociaciones del pasado viernes, PSOE y Junts han retomado el diálogo para superar el “desencuentro” y limar asperezas, haciendo un último intento por consensuar un documento de mínimos. A esta hora, los flecos siguen estando en el alcance de la amnistía (Puigdemont quiere que sea “íntegra y total”, favoreciendo a los encausados del caso Volhov por el presunto desvío de fondos públicos hacia actividades vinculadas al proceso independentista) y en la propia exposición de motivos del proyecto de ley, donde han de quedar recogidas las razones concretas del perdón general y los objetivos que se pretenden alcanzar. En otras palabras, esos escollos se reducen a que Puigdemont pretende que su mano derecha, Josep Lluís Alay; su abogado, Gonzalo Boye; el exconseller de la Generalitat, Miquel Buch; y la expresidenta del Parlament, Laura Borràs, entren también en la medida de gracia y se vayan de rositas a sus casas. Si Sánchez está dispuesto a tragar con ese enjuague propio de un sistema político de amiguismos, o no, es algo que ahora mismo solo saben él y su equipo de fieles emisarios.
Todo ello ocurre mientras los poderes fácticos de la derecha española mueven sus peones en la sombra a los máximos niveles, mayormente en el ámbito judicial. Los ocho magistrados conservadores piensan atrincherarse en el Consejo General del Poder Judicial en contra de la amnistía y ya solo les falta declararse en huelga de hambre, como hizo la madre de Rubiales en su día. La guerra entre ambas facciones es total y los jueces progresistas amenazan con no acudir a una junta extraordinaria que, dicho sea de paso, servirá para poco, ya que entre otras cosas aún no se sabe el contenido del proyecto de ley de amnistía. ¿De qué van a discutir sus señorías si el texto final aún no se ha dado a conocer a la opinión pública? Álvaro Cuesta, afín al PSOE, ha ido aún más lejos al entender que ese Pleno sería “manifiestamente ilegal”, por lo que no quiere contribuir “a la indignidad y al desprestigio de que vocales elegidos por las Cortes españolas en el año 2013 puedan ser tenidos por sublevados contra iniciativas del Parlamento legítimamente elegido el 23 de julio del año 2023”.
Así las cosas, el país entero ha entrado en una especie de neurosis colectiva fatal a cuenta de la amnistía. Abascal esgrime su discurso guerracivilista más funesto mientras que los cayetanos del PP, de la mano de Espe Aguirre, se concentran a las puertas de Ferraz con pancartas como “Sánchez a prisión”. La exlideresa castiza se ha echado a la calle como una ardorosa joven activista más, una “femen”del anarcocapitalismo ultra que al grito de “yo cortaría el tráfico” arenga al pueblo de Madrid en su lucha contra el republicanismo sanchista, afrancesado y liberal. Nos ha salido revolucionaria la señora condesa. A la vejez viruelas.
Viñeta: Iñaki y Frenchy
No hay comentarios:
Publicar un comentario