ENTREVISTA SOBRE LA NADA
Dice mi suegra que Rajoy es como Robin Hood pero al revés, o sea que roba a los pobres para dárselo a los ricos. Y uno cree que la sentencia describe a la perfección lo que está pasando en esta España nuestra, donde veinte ricachos tienen el dinero de diez millones de españoles, cago en Soria. Gamonal, remake del motín de Esquilache, es una buena muestra de lo que digo. La derecha mediática habla de terrorismo callejero, de kale borroka, de ultraviolencia comunista contra el PP. Pero en el fondo la verdad ha quedado al descubierto después del aquelarre de fuego y odio, y todo el país sabe de lo que va este tema. De lo de siempre, de llevárselo muerto, de ir al trinque, de constructores amigos de políticos bien dispuestos a dar el palancazo con la excusa fácil de que es necesario asfaltar una calle o construir un palacio de congresos o un puestecito de helados. Y todo ello con la complicidad de nuestro Gobierno y de nuestro conspicuo presidente, esa lumbrera política del siglo XXI que es capaz de cambiarle a Obama tres facsímiles centenarios, tres tesoros de la Historia de España, por unas simples chuches yanquis, algo verdaderamente notable, como dice él. Si Mariano despliega la misma eficacia negociadora ante la Merkel ahora se entiende que el país esté enlodado de recortes neoliberales. Seguro que ha entregado España a cambio de tres salchichas Frankfurt y un par de birras. La entrevista que el susodicho concedió ayer a la Lomana (periodista tan hierática y engolada como fría e insulsa) se estudiará algún día como modelo de lo que es una performance surrealista al servicio del poder. El presidente no dijo nada, no dio explicaciones de nada, no aportó absolutamente nada. Fue la entrevista sobre la vacuidad más insoportable. Una hora de televisión miserablemente perdida, con lo cara que está la luz, coño. El espectador esperaba ansiosamente el desenlace de El tiempo entre costuras (el culebrón del protectorado); el gentío quería saber si la costurerita con carita de Estrellita Castro se daba por fin el revolcón con su chulazo. Y él allí, cortando todo el rollo a la audiencia con su pose de don Tancredo y su barbita de hombre respetable que ya no engaña a nadie, con sus aburridos soliloquios gallegos habituales, con su sarta de insensateces de perogrullo, que si a la Infanta le va a ir bien, que si el Rey es un ser humano, que si Cataluña no se independizará, que si manzanas traigo. "No adelantemos acontecimientos", dijo el premier. Ésa fue su gran frase para la Historia mientras el país se nos va al garete. Ya no le pedimos una frase gloriosa como la de Churchill sobre la sangre, el sudor, las lágrimas y todo lo demás, pero hombre, un poquito de por favor, que usted tiene estudios y nosotros también, señor presidente. "No adelantemos acontecimientos". ¡Qué gran frase, qué sentencia sublime, qué brillante discurso para la posteridad! ¿Pero para que está un presidente si no es precisamente para eso, para adelantarse a los acontecimientos, para anticiparse a los graves problemas que se avecinan, para adivinar las necesidades de su pueblo, para explicarse, en fin, ante su país hambriento de pan y verdades? La mediocridad no se imita, ha dicho Balzac hace un rato. Pues nosotros tenemos un presidente inimitable en la comedia y en el drama. La entrevista con la Lomana no pasó de mera tertulia de brasero entre una abuelita aburrida de todo y su sobrina ambiciosilla que espera sacarle unos cuartos, o sea la fértil audiencia, aunque finalmente todo quedó en un bluf periodístico que no sirvió ni para vender el KH-7 de Chus Lampreave. Eso sí, al menos dijo que ya no se lleva con el entrullado Bárcenas. Pues qué notición.
Imagen: cuartopoder.es
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