(Publicado en Revista Gurb el 8 de julio de 2016)
Ramón Larramendi (Madrid, 1965) es uno de los grandes exploradores
polares de nuestro tiempo. En un mundo globalizado donde ya quedan pocos
lugares por descubrir y donde te puedes encontrar un restaurante
McDonald’s lleno de turistas en el lugar más recóndito, todavía quedan
personajes que sueñan con emular las aventuras de Amundsen y sus
históricas gestas de principios del siglo XX, expediciones a los polos
que con frecuencia terminaban en barcos hundidos, exploradores
desaparecidos y titulares de viejos periódicos que conmocionaban al
mundo. Hoy es mucho menos arriesgado viajar a las zonas heladas de la
Tierra. Hay helicópteros que vuelan a cualquier latitud en unas pocas
horas, sistemas de navegación por satélite y equipos de rescate que
pueden llegar en un santiamén hasta una expedición en apuros. Pero la
aventura de un hombre solo y frágil en medio del vasto desierto helado,
blanco e inhóspito de Groenlandia o de la Antártida sigue estando ahí.
Durante varias décadas, Larramendi, uno de los aventureros del mítico
programa
Al filo de lo imposible, ha recorrido estas zonas
frías y desoladas, ha atravesado rascacielos de hielo que se derriten
por el calentamiento global, ha visto auroras boreales de una belleza
indescriptible y ha tenido la oportunidad de convivir con los inuit y
demás tribus esquimales, nativos que se resisten a desaparecer con la
globalización y la tecnología. "Sin duda están en peligro de extinción,
de hecho su forma de vida tradicional, cultural, se ha extinguido;
quedan unos pequeños coletazos en Groenlandia pero en Canadá y en Alaska
prácticamente han desaparecido y los que quedan están condenados a
extinguirse. En el siglo XXI una cultura de cazadores no tiene mucha
cabida". Larramendi acaba de llegar de las tierras árticas, donde ha
culminado con éxito su proyecto Cumbre de Hielo Groenlandia 2016, el
programa de investigación que ha servido para probar su prototipo de
trineo de viento, un medio de transporte no contaminante único en el
mundo inspirado en los viejos trineos esquimales tirados por perros. Ha
sido la primera vez que un vehículo movido con energías renovables se ha
desplazado por aquellas tierras heladas, lo que marca un nuevo hito en
la exploración geográfica. La expedición, en la que participaron nueve
personas, realizó un viaje trepidante de 2.000 kilómetros partiendo
desde la costa suroeste de Groenlandia, en Kangerlussuaq, hasta alcanzar
la zona más alta del desierto interior helado (Indlandsis), donde se
encuentra la base científica norteamericana Summit Camp. Allí, en medio
de la soledad infinita del continente de nieve, a temperaturas de menos
25 grados, el equipo de Larramendi ha llevado a cabo importantes
investigaciones sobre glaciales, cambio climático y fenómenos
astronómicos. Experimentos que en un futuro deben servirnos para conocer
mejor cómo se produce el calentamiento global y para tratar de parar lo
que ya se antoja imparable, irreversible, definitivo.
Entrevista completa en
Revista Gurb
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