(Publicado en Diario16 el 30 de julio de 2021)
Gibraltar ha dictado orden de busca y captura contra Javier Ortega Smith por robar un bloque de hormigón en aguas británicas del Peñón en junio de 2014. Es justo lo que le faltaba al belicista abogado y secretario general de Vox, que la Pérfida Albion lo pusiera en la diana para que termine de creerse su papel de heroico soldado español dispuesto a darlo todo por la patria. Ahora sí que no habrá quien lo aguante cuando se ponga a contar batallitas en los recesos entre juicio y juicio en el Supremo.
El problema de Ortega Smith es que se ha metido tanto en su rol de boina verde que se lo ha terminado creyendo y cualquier día va a tener un disgusto con sus maniobras militares en solitario en la frontera gibraltareña. La hoja de servicios del soldado Smith empieza a ser tan nutrida como esperpéntica y digna de una película de Berlanga. Aquella misión en la que arrancó con sus propias manos parte del arrecife artificial (llamemos así a lo que no es más que un pedrusco de cemento que “impedía faenar a los pescadores españoles”) lo convirtió en leyenda en los sectores cuarteleros más reaccionarios, donde ya lo han bautizado como El Rambo español.
Hoy el bloque de hormigón sustraído se expone, como trofeo de guerra, en la sede de Vox-Madrid, y se ha convertido en algo así como la Piedra Negra o piedra de Kaaba sobre la que Santiago Abascal pretende construir su gran proyecto ultraderechista. Estremece entrar en las oficinas del partido verde y toparse con esa mole agujereada que Smith arrancó del mar en plan bruto, como una especie de Hércules marino, y que hoy es venerada por las huestes voxistas como la primera reliquia de la santa cruzada nacionalista para reconquistar España y devolvérsela a Franco algún día. Los dirigentes de Vox han colocado la piedra en un lugar preferente, delante de una fotografía del Peñón, y cuando uno se planta ante semejante composición visual no puede dejar de preguntarse si está ante una performance de incomprensible arte abstracto, si las cabezas que han erigido ese museo/santuario rigen con normalidad o si todo forma parte de una gigantesca broma.
El caso es que el recluta Smith es un hombre que cuando lleva a cabo esas incursiones nocturnas y sigilosas en aguas del Peñón –cara embadurnada en betún, apretado traje de neopreno que le oprime a uno las lorzas y cuchillo entre los dientes–, cree que se está jugando la vida realmente. Él se ve a sí mismo como John Wayne en una de sus películas de acción y cuando nada entre las barcazas enemigas de la Royal Navy presiente que esa pueda ser la última misión. Sin embargo, en realidad allí no hay nadie más que los curiosos monos gibraltareños que otean el mar desde la colina, los cormoranes flotando plácidamente sobre las olas y los abnegados pescadores que ni siquiera se fijan en él. A veces aparece un bote con un par de policías locales gibraltareños que hacen la vista gorda, ya que están acostumbrados a la presencia de chiflados que se acercan por allí para gritar aquello de “Gibraltar español”. Si los gendarmes llanitos miran para otro lado ante los contrabandistas de tabaco y hachís, las dos grandes fuentes de ingresos de la colonia británica o cueva de piratas, cómo no van a pasar mucho de un señor que no es peligroso y que se limita a jugar a las batallitas, domingueramente, solo por entretenerse un rato. De ahí que no lo detengan ni se lo tomen en serio.
El robo del cacho de arrecife no es la única gesta de la que presume Ortega Smith, que a fuerza de misiones suicidas en la frontera sur espera ganarse algún día la Cruz Laureada de San Fernando. Estamos ante un hombre soñador que sin duda confía en que sus proezas y hazañas para defender España lleguen algún día a oídos de quien tiene que llegar en Zarzuela y lo propongan para el Princesa de Asturias. A decir verdad, no hay categoría para estas cosas en el prestigioso certamen asturiano, pero eso no es problema, se crea una modalidad ex profeso para rendir homenaje al héroe y a otra cosa. Premio Princesa de Asturias al Patriota Absurdo del Año, podría llamarse el galardón. Nosotros ahí lo dejamos.
De cualquier forma, el soldado Smith no pierde la fe en que su bravura y altruismo más allá del valor sean recompensados algún día. Y si no, no pasa nada, un héroe está acostumbrado a la gloria del silencio, a la ingratitud de su pueblo y a vivir en el reino del anonimato.
El robo del bloque de hormigón no es la única operación especial en la que ha participado este kamikaze dispuesto a dar hasta la última gota de su sangre por España. Cuatro años después de la Operación Hormigonaco, en 2018, JOS formó parte de un comando de aguerridos compatriotas que desplegaron una bandera rojigualda de 180 metros en una de las laderas del Peñón, una vez más para reivindicar su españolidad. En esta ocasión la compleja misión estuvo a punto de costarle cara y el soldado Smith tuvo que huir a nado, perdiendo el trasero, para evitar caer en manos del enemigo británico.
Obviamente, los ecos de las aventuras del agente especial Ortega han llegado hasta Londres y aunque el sujeto es totalmente inofensivo ha debido tocar la moral de su Majestad la Reina Madre. La maquinaria judicial y militar inglesa (con el Foreign Office, Scotland Yard y hasta los James Bond de turno) ha funcionado en las últimas horas y se ha dictado orden de busca y captura contra Smith, que se enfrenta a una pena de hasta diez años por birlar el trozo de barrera marina. La paciencia tiene un límite hasta para los británicos maestros en la diplomacia, la flema y la pompa y circunstancia.
Tras conocerse la orden judicial que podría apartarlo de su condición de diputado, Ortega se ha mostrado “estupendamente tranquilo” y ha dicho a sus seguidores de las redes sociales que está pensando en sus vacaciones. Nadie se lo cree. Una cabecita como esa no descansa nunca y seguro que anda cavilando la próxima misión, payasada, bufonada o ridículo vergonzante. Ya se está poniendo la pintura de camuflaje en el careto. Qué miedo.
Viñeta: Iñaki y Frenchy
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