Los invasores madrileños
Cada vez que escucho a Carme Forcadell cerrar una sesión del
Parlament al grito de "Visca Catalunya Lliure!" no puedo dejar de
pensar en todos esos cientos de miles de catalanes perseguidos y represaliados
día y noche, sacados de sus casas a la fuerza y enviados a lóbregos campos de
concentración, recluidos en cárceles infectas por sus ideas políticas,
masacrados y amordazados por un Estado vil equiparable al Califato de ISIS.
No podemos seguir así ni por un minuto más. Puigdemont, ahora que ha matado al honorable papá Mas, que se ponga de inmediato al frente de la resistencia, que se siente a los mandos del Halcón Milenario, junto a Chewaka Junqueras, para luchar contra el lado oscuro de la fuerza de García Albiol, que es el Darth Vader perfecto para este cuento de ciencia ficción, que encabece ya las tropas levantiscas, como un William Wallace cualquiera, para hacer frente a la tiranía del cocido madrileño, el chotis y el Real Madrid. La ONU que convoque cuanto antes una sesión urgente del Consejo de Seguridad ante el genocidio catalán, que la OTAN envíe diez mil cascos azules de interposición por lo menos para frenar la limpieza étnica, que el líder coreanito Kim Jong Un preste sus juguetes nucleares a los Mossos d'Esquadra, que con tantos recortes de Mas no tienen ni para balas de fogueo. Cataluña es un clamor, la esclavitud no puede continuar ni por un día más, calcémonos todos las barretinas antisistema de la CUP y defendamos al aplastado, humillado y exterminado pueblo catalán. Uno no puede dormir tranquilo por la noche, sin pastillas, sabiendo que es culpable de que miles de catalanitos inocentes estén siendo subyugados, masacrados, reprimidos tan cruel y severamente por los recios y brutales mesetarios castellanos. Yo ayer a Leo Messi, cuando recogió su quinto balón de oro, le vi cara de triste y compungido, de apocado más de lo habitual, sin duda ante la crítica situación por la que atraviesan los Paísos. Y eso no, eso lo último please, que Leo es como un niño rico genial que tiene que estar siempre alegre y contento para seguir metiendo goles a troche y moche por la causa independentista. Que la UE deje de prestar ayuda a los refugiados sirios, que no la necesitan tanto como el pueblo catalán, un pueblo sin libertad, sin dignidad, sin futuro, un pueblo que vaga por la Historia sin sentido. Que Jordi Pujol vuelva de sus vacaciones en Suiza y se ponga al frente del Ministerio de Economía de la República Catalana, que para algo es el fundador y patriarca de la cosa y sabe mucho de la pela. Que las escuelas prohíban de inmediato el castellano, que es una lengua vieja y vulgar, y que todos desde Cádiz a Bruselas hablen exclusivo y fluido catalán, un idioma en peligro de extinción por la mordaza de los malvados borbones de Madrid. Pobrecitos catalanes que tienen que sufrir tanto, pobrecito pueblo catalán que tiene que aguantar en sus carnes heridas por la espada toledana la tiranía de un Estado tan abyecto
y vil como España que solo busca borrarlo del mapa para siempre. ¡Pues Visca Catalunya
Lliure, coño!
Cuan frío es el juzgado
¿Dónde quedaron los yates de oro, las regatas soleadas, los
paseos olímpicos por todo el mundo? ¿Dónde quedaron las recepciones oficiales
con embajadores de todas partes, el esmoquin y el traje de gala, los besamanos
entre tapices góticos y alfombras rojas, los paparazzi mendigando la foto de
familia en los jardines felices de Marivent? ¿Qué ha sido de ellos, de la realeza
elegante y respetada, de la sangre azul ensuciada con dinero negro? A la infanta Cristina se
la ve trémula, ojerosa, ausente. A don Iñaki cariacontecido, noqueado, superado. El
banquillo del juzgado es cruel. Frío, desolado y cruel. No hay vergüenza mayor
para un noble que ver pisoteado su buen nombre y su dinastía. La historia los
ha puesto en su sitio. Durante unos años nos hicieron creer que eran buenos
borbones, distintos y deportistas, jóvenes y modernos. Borbones rehabilitados.
Pero la sangre tira mucho, los genes mandan, la estirpe se impone. En esos
duros banquillos de Palma se han sentado hoy, no solo la Infanta y su marido,
sino los fantasmas del pasado, los reyes deseados y los odiados, los
degenerados y los hechizados, los absolutos y los corruptos. Ha sido un juicio
a la historia con republicanos barbudos y airados pidiendo cabezas a las
puertas del castillo. Los periodistas hacían las veces de verdugo, la
televisión de guillotina. Es el mismo drama que se repite una y otra vez desde
hace cinco siglos. España, ese sueño bello pero imposible que se derrumba
siempre entre miserias y monstruosidades. España, ese país suicida que se mata
entre reyes trincones, tambores de odio y guerras fratricidas.
Viñeta: Igepzio
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