martes, 19 de enero de 2016

DE LA FAMÉLICA LEGIÓN, FRAGA Y DAVID BOWIE




La famélica legión. Los veinte millonarios más opulentos de España acumulan más dinero que el 30 por ciento de españoles más pobres. Los sesenta y dos ricachos más poderosos del mundo tienen más capital que 3.600 millones de miserables. España es, junto con Chipre, el país con mayor índice de desigualdad social de toda Europa. No son datos inventados para joderle el día a Rajoy, sino datos oficiales, reales, datos de Intermón Oxfam que ponen de relieve que la pobreza es una bomba nuclear programada para que estalle en cualquier momento. Aquí nos pasamos la vida enfrascados en nuestra guerra rutinaria, los pactos electorales, las disputas intestinas del PSOE, los chanchullos del PP, los rastas peludos de Podemos, los juicios barcenianos, gurtelianos y púnicos, un carrusel constante divertido pero inútil, mientras la miseria avanza como una epidemia de peste desbocada por todo el mundo, sin que nadie le preste atención. La política se ha convertido en el arte de hacer ruido, un ruido hueco, absurdo, trágico, mientras a la gente le duele el hambre en España, Mali o Yemen. La Tierra es un planeta habitado por humanos como hormigas programadas, controladas, seres que rebuscan en los vertederos mientras cuatro ludópatas de piscina y Casino juegan con nosotros, como marionetas, y se dan el gran festín final. Da igual quien gobierne en Madrid o Bruselas, da igual si los programas económicos y presupuestos vienen de España o de la UE. La suerte está echada de antemano y solo nos queda sentarnos, entre atónitos y famélicos, y observar cómo un puñado de hijos de puta, socios de un club macabro, se rifan los últimos escombros de la raza humana.

Fraga vintage. 17 de enero de 1966: Palomares, el accidente nuclear más grave de la Guerra Fría. Cuatro bombas de 1,5 megatones se desprenden de un B-52 norteamericano y caen por accidente sobre las costas de Almería, sin llegar a explotar (de haberlo hecho media España hubiera sido reducida a cenizas y hoy no estaríamos aquí para contarlo). Hubo suerte esta vez, se evitó la catástrofe, pero dos de los misiles se rompieron y esparcieron su carga radiactiva en la zona. Los americanos, con la complicidad de Franco al que taparon la boca con un buen puñado de dólares, hicieron como que limpiaban la playa y se largaron con viento fresco, pero hoy, medio siglo después, el rastro radiactivo continúa presente. Se sospecha que más de medio kilo de plutonio sigue contaminando un área de 50.000 metros cúbicos. El accidente está aún por aclarar y ningún gobierno se ha atrevido a desclasificar los informes secretos, pese a que durante décadas la salud de miles de personas se ha visto seriamente amenazada. De Palomares queda el chapuzón teatral que se dio Fraga con un bañador/gayumbo siete tallas más grande para demostrar que no había peligro alguno. Eso sí, don Manuel se puso a remojo algunos kilómetros más lejos del lugar del accidente, en una playa distinta y distante, para no correr ningún riesgo, por si las moscas. En cuestión de montajes y mentiras, nuestra derecha tiene larga tradición.

Adiós, Starman. El hombre de las estrellas bajó de una galaxia muy muy lejana, nos dejó su poesía urbana y vibrante como legado y desapareció para siempre con su guitarra sincera. Los auténticos mitos son los que dejan ríos de lágrimas tras de sí cuando llega el momento de la muerte. Bowie está en todo, en nuestra memoria de niños, en nuestros sueños de juventud, en nuestros deseos y anhelos de adultos. Ha habido tantos Bowies como versos y décadas tienen sus canciones. Bowie semidesnudo saltando y brincando por los escenarios de la historia, Bowie punky berreando versos incendiarios, Bowie glam domando el caballo blanco de la locura, Bowie bisexual, Bowie macho, Bowie elegante, Bowie lírico, Bowie inmenso, Bowie, siempre Bowie. Un amigo le dejó un ojo de cada color en un duelo por amor. Los últimos meses se los ha pasado jugando al póker con el cáncer pero se ha ido cantando como buen juglar que era. Nos regala un último disco, su herencia artística de oro: "Mirad hacia arriba, estoy en el cielo / tengo cicatrices a la vista / tengo drama, puede robarse / todo el mundo me conoce ahora". Por un momento creímos que era un dios inmortal. Fue un espejismo, todos somos polvo de estrellas. Buen viaje, milord.

Viñeta: Alfredo Piermattei

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