(Publicado en Revista Gurb el 11 de diciembre de 2015)
La campaña avanza, enloquecida y cínica,
entre debates a cuatro bandas donde nadie escucha a nadie, encuestillas
de andar por casa y gruesos gazapos de los candidatos. Hemos pasado del
galimatías de dos partidos que no se entendían al sindiós de cuatro
partidos que es más un gallinero que otra cosa. Hay partidos nuevos en
cada barrio y hasta el más tonto tiene un partido. El tiempo de las
ideas se ha terminado y el éxito o fracaso de un político depende ya del
enésimo tuitero gracioso capaz de arruinar la carrera más prometedora.
Las televisiones no hablan de los programas electorales ni de la
situación del país ni de lo que se nos viene encima con los cortacabezas
de Isis, sino del último meme memo en el que Pablo Iglesias aparece
disfrazado de Chiquito de la Calzada, de la última candidata ciudadana
que ha salido en pelotas en el Interviú y de mamandurrias por el estilo.
La televisión se ha dado cuenta de que la democracia/espectáculo vende
mucho, de que puede ser un negocio más lucrativo que el Sálvame Deluxe,
que se está quedando vintage. La democracia de las ideas ha sido
sustituida por una especie de democracia show donde los políticos se
banalizan al extremo, como los chicos ágrafos de Gran Hermano, y
ya solo nos falta ver a Rivera haciéndose un edredoning con Arrimadas.
Nada más rentable hoy en día que Iglesias y Sánchez dándose estopa en
prime time. Tiene más morbo que la Esteban y Matamoros mentándose a la
madre. La estupidización de la política es directamente proporcional a
la idiotización de la sociedad, por eso los candidatos se sientan con la
Campos a tomarse un cafelito junto a su brasero cotilla, antiguo,
casposo. Eso vende porque hay mucha gente que lo compra. La abuelita
joven no tiene más que llamarlos y ellos acuden raudos y veloces, como
las ratas del flautista de Hamelin. Faltaría más, la cosa es sacar votos
de debajo de las piedras y si hay que desafinar una canción hortera con
los Supersingles se canta y a otra cosa. Mariano se puso el
delantal macho de Bertín, cuando todo el mundo es consciente de que no
sabe ni freír una corbata ni planchar un huevo frito. Aunque no sea
macho de pura raza mexicana, como el cantante/galán, el manda gallego
quedaba muy típico y muy en plan top chef, que es lo que al presidente
le gusta, parecerse un poco a Chicote, aunque solo sea en el delantal.
Mariano solo sabe leer el Marca y fumar puros, y ya ni eso, que se está
haciendo mayor y el médico le ha dicho que el humo es malo para el tic
del ojo. Pero por un voto se hace el tonto con Bertín, se le suelta una
colleja en público al niño respondón y lo que haga falta. El día del
debate decisivo de Atresmedia mandó a la arena del circo a Soraya, su
eficaz lugartenienta, una chica preparadita y meritoria que prometía
mucho pero que se ha quemado tras una hora de combustión televisiva. Es
lo que tiene comerse los marrones del jefe, que una ya no habla por su
propia boca, sino por la boca de su ventrílocuo, y así claro, no hay
manera de sacar adelante una carrera propia.
Pedro Sánchez es más de El Hormiguero,
el programa sulfúrico de Pablo Motos donde están todo el día haciendo
experimentos con gaseosa. Un experimento arriesgado, eso es el líder del
PSOE, un experimento que puede explotar en cualquier momento como un
mal invento del profesor Bacterio, llevándose por delante más de cien
años de historia y socialismo. Sánchez está decidido a coger el timón de
la izquierda española, a renovar el partido con un estilo neoburgués,
neocasual y neopijo que casa más con la patronal, la banca y la derecha.
Usted mismo con su mecanismo, señor Sánchez. Iglesias, fiel a su estilo
Alcampo, lo tiene muy claro y prefiere unos vaqueros conocidos que mil
corbatas por conocer. Eso y unos buenos sobacos sudados de obrero
peludo, que siempre dan pedigrí a un líder de la izquierda como Dios y
Engels mandan. Su oratoria rapera pide tejanos, que luego la militancia
de Lavapiés sospecha que hay aburguesamiento y exige que vuelva
Monedero. Pedro y Pablo se disputan la herencia del profeta Lenin con
mucho odio, un odio cainita entre hermanos socialistas y comunistas que
viene de Marx e incluso antes.
El 20D, solo el pueblo dirá si quiere
más izquierda o la enterramos para siempre, entregándonos ya del todo a
la ley de los mercados, y ahí está Rivera, viniendo desde atrás, para
entrar en acción y regalarnos otros cuatro años de neoliberalismo
estragante. Riverita solo tiene que esperar que Mariano siga con su
campaña de funcionario y sus trabalenguas imposibles y que los hermanos
de la izquierda acaben matándose a navajazos. Se lo están poniendo fácil
a Naranjito. Le basta con no cometer demasiados errores y decir lo que
dice cualquier taxista de Madrid. De momento ya ha aprendido que no
tiene que hablar de Kant, no solo porque se saltó un par de lecciones y
no se sabe el tema, sino porque en Internet nadie lee Filosofía. Kant
era un autor muy sesudo que no se entendía ni él mismo, como cuando
Rajoy escribe algo en un papel y no entiende su propia letra. “El sabio
puede cambiar de opinión. El necio, nunca”, decía don Immanuel. Y eso es
precisamente lo que le está pasando a Mariano, que no quiere cambiar de
opinión, ni de políticas sangrantes para el pueblo, ni de corrupciones
(no sale de Bárcenas y ya se ha pringado con Arístegui) ni de mentiras
como que España es un gran milagro económico que ni el de los panes y
los peces. Pero España no es ningún milagro bíblico. España es un
desastre y está hecha unos zorros. España es apenas media columna en la
página dos del Financial Times, un breve entre la sección de la Bolsa y
el crimen de Pistorius. Por mucho que creamos, erróneamente, que estas
son las elecciones más importantes de la historia.
Viñeta: El Koko Parrilla y Elarruga
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