sábado, 26 de agosto de 2017
DEL GRITO CONTRA EL TERROR, LA DEMOCRACIA ESPAÑOLA Y OTRA VEZ ALBIOL
Miles de ciudadanos de Barcelona han gritado alto y claro contra el terrorismo yihadista en la impresionante manifestación de esta tarde. El "no tenim por" se ha escuchado en cada rincón de la urbe en una muestra de ciudadanía propia de una sociedad tolerante, abierta y cosmopolita. Pero junto a ese grito de paz y solidaridad se ha escuchado también el silbido chusco, el abucheo grosero, el insulto fácil y el eslogan político. Junto al espíritu fraternal que se ha abierto paso por toda Barcelona, se ha podido ver también a quienes no saben estar; a quienes los valores humanos les parece algo secundario y siempre supeditado a sus sagrados objetivos políticos; a quienes un odio ciego y sin justificación alguna hacia todo lo que huela a español los ha poseído una vez más. No era el momento para hablar de política, ni de independencias, ni de monarquías o repúblicas. Simplemente todo eso "avui" no tocaba. Se trataba de demostrar a los salvajes terroristas que no somos como ellos, que sabemos enfrentar la violencia unidos y con una misma voz. No era tan difícil guardar las formas por una hora. Solo una hora, no era demasiado pedir. Lamentablemente, no ha sido así y la manifestación ciudadana se ha visto empañada por el banderazo tonto de esteladas y rojigualdas, el cartelazo chirriante, el patrioterismo provinciano y la demagogia más barata. Quedémos con los globos azules, los buenos sentimientos de la mayoría del pueblo catalán, los versos de Lorca, los textos de Sagarra tan bien leídos por la Sardà y la música dulce de Pau Casals. El ruido esta vez ha podido con el silencio. Con el maravilloso silencio. Triste final para la semana más trágica de Barcelona.
España es ese país donde su presidente del Gobierno, que apoyó a un ladrón acusado de sacar 40 millones de euros a Suiza, es llevado al Parlamento para dar explicaciones y termina riéndose de todos. España es ese país carcomido por la corrupción donde los corruptos, entre condena y condena, veranean en chalés de lujo, comen caviar en la piscina y juegan alegremente al pádel. España es ese país que se niega a sacar de las cunetas a 130.000 fusilados en una especie de extraño e incomprensible síndrome de Estocolmo hacia un dictador muerto hace 40 años. España es ese país donde una asociación fascista se permite el lujo de ensalzar la figura de Franco, impunemente, sin que pase nada, mientras el castillo gallego del tirano sigue perteneciendo a sus herederos directos. España es ese país donde se convoca una manifestación unitaria para honrar la memoria de los muertos en atentado terrorista, todavía calientes, y el acto acaba convirtiéndose en una mascarada política, en una trifulca ruidosa, en un gallinero histérico y bochornoso. La democracia española es así: extraña, atípica, endeble, grotesca, carnavalera, ridícula, una opereta poco seria. Eso es lo que somos y así nos va.
García Albiol asegura que el consejero de Interior catalán debe dimitir por "embustero" tras los atentados de Barcelona y Cambrils; el alcalde de Alcorcón, David Pérez, acusa a Ada Colau de "allanar el recorrido a los asesinos"; y el ínclito diputado popular Eloy Suárez se despacha a gusto con un tuit tonto y lamentable ("¿qué clase de Policía tiene Cataluña que hace caso omiso a los avisos de atentados?"). Hasta ahí las declaraciones de brocha gorda de dirigientes del PP que no extrañan a nadie, ya que a menudo se destacan por su mala baba, su falta de inteligencia política y su violencia verbal incontinente. Ahora bien, no deja de producir sonrojo y hastío que quienes más sermones y lecciones de moralina están echando tras los crueles atentados de Barcelona y Cambrils sean precisamente miembros de ese partido que tras el 11M engañó a la opinión pública, chantajeó a la Policía, falseó pruebas y en definitiva se comportó como un banda de bucaneros sin escrúpulos ávidos por rapiñar unos cuantos votos solo para ganar las elecciones generales de 2004. Que Puigdemont puede haber mentido al negar que tenía información de los norteamericanos que avisaban sobre el atentado de las Ramblas es algo que no se nos escapa. Pero tener que escucharlo por poca de aquellos que mintieron más que nadie durante los atentados de Atocha, por aquellos que mancharon el honor de las víctimas y sus familiares haciendo electoralismo sangriento a costa de 200 muertos y más de 2.000 heridos, por aquellos que jugaron con el dolor de todo un país, lleva al vómito y a la náusea. ¿Qué pecado hemos cometido los ciudadanos para tener que soportar a esta pandilla de cínicos indecentes? Más les valdría callar y pasar página.
EL HIJO DE LA TOMASA
Si la violencia ciega equipara a los humanos con las
bestias, el humor inteligente nos hace seres superiores, elevados, casi
divinos. Los memes que en las últimas horas circulan por las redes sociales
ridiculizando a 'El Cordobés', penúltimo fantoche iluminado de esa pandilla de
descerebrados que es el Daesh, son toda una lección colectiva sobre cómo
debemos afrontar la amenaza yihadista. La cuestión es que tras los atentados de
Barcelona el muchacho se ha dejado ver en un vídeo de propaganda amenazando a todo
hijo de cristiano y reclamando para el Califato las fértiles tierras de Al
Andalus (qué manía les ha entrado con eso de Al Andalus, si en 500 años no se
habían acordado ni de limpiar el polvo de la Alhambra). El problema es que el
espantajo, el tal Cordobés, es también conocido como el “hijo de la Tomasa”, y
así claro, con ese alias pedestre, más que miedo produce risa. No es serio.
Podría haberse buscado un apodo algo más duro y amenazante como El carnicero
del desierto, El demonio de Mosul o El empalador del Éufrates. Al menos los
terroristas de antes se hacían llamar Txeroki, La Tigresa, Rambo y en ese plan.
Solo escuchar sus nombres de guerra ponía los pelos de punta. Los de hoy se
llaman cosas como “El hijo de la Tomasa” y compran tortillas de patata
precocinadas en gasolineras, para hacer boca antes de un atentado, y cuchillos
chinos en bazares de todo a cien. Hasta en eso va para atrás el terrorismo.
El caso es que con el alias chusco que emplea el tal
Cordobés no infunde respeto a nadie. Y así ha sido como a los internautas les
ha entrado la risa floja y la han emprendido a memes y chistes contra él en una
de las batallas más gloriosas que el mundo libre ha librado últimamente contra
el totalitarismo. Si no puedes con el enemigo, ríete de él, dicen las mentes
pensantes de Twitter, que son los nuevos humoristas del siglo XXI. A Tip y
Coll, Eugenio y Gila los han sucedido los Barbiejaputa, Dios Tuitero y Señorita
Puri, que tienen su gracia, pero no es lo mismo, y no sigamos por ese camino
que caemos en la nostalgia. La gente, como diría Pablo Iglesias, se ha puesto a
hacer humor con los atentados, y eso está bien, es sano, higiénico y ayuda a
mantener la moral alta, aunque la mayoría de las veces el chiste sea malo.
Estamos aprendiendo que si los yihadistas tienen la furgoneta asesina nosotros
tenemos el ingenio agudo y divertido. Violencia contra refinamiento, esa es la
gran diferencia entre barbarie y civilización, entre la charca y el satélite de
comunicaciones. Quizá todo este sindiós que se ha montado en un momento con el
terrorismo islamista no sea más que la consecuencia lógica de que los árabes
radicales se han olvidado de reír y ya solo sueltan la sonrisa traidora de la
hiena. Lo peor del yihadismo es que es aburrido, rutinario y triste, como
cualquier otro fascismo. Al final acaban cayendo en los mismos topicazos de
siempre, que si Alá es grande, que si Al Andalus, que si hay que matar a muchos
infieles y esa matraca. Es todo tan absurdo que solo nos queda reírnos de
ellos, que no es poco. Ahí les llevamos ventaja porque otra cosa no, pero a los
españoles nos sobra arte y mala baba para poner a caldo a alguien que nos cae
mal. Vivimos en el país de Quevedo y Cervantes, que se reían hasta de su
sombra, de modo que lo normal es que ‘El Cordobés’ salga trasquilado. Al Hijo
de la Tomasa lo van a pelar los de las chirigotas de Cádiz. Esa va a ser la más
dolorosa ejecución.
De modo que mientras encontramos el arma secreta para
desarbolar al Daesh (tirarles una bomba de cientos de kilotones de jamón
ibérico podría ser la solución), el humor se antoja un buen escudo contra el
nazismo de la chilaba. Reírse no solo alarga la vida, según los científicos,
sino que quita las arrugas y nos hace más felices. Fue Bergson quien hizo un
gran ensayo sobre la risa y está demostrado científicamente que la risoterapia
ayuda a combatir ciertas enfermedades y traumas psicológicos. Mediante el humor
logramos escapar a la realidad más torturante, mitigamos el sufrimiento y el
dolor, nos adaptamos a una situación terrible y fortalecemos los lazos sociales
y colectivos (nos reímos con los demás y a veces a costa de los demás). El
humor es una catarsis que nos libera de nuestros miedos y nos hace más libres.
Por eso la sátira molesta tanto a los poderosos, porque cuando se propaga no
hay quien la detenga y es peor que la más virulenta de las revoluciones.
Ninguna ideología, religión o corriente de pensamiento, llámese capitalismo, comunismo,
fascismo, socialismo, anarquismo o monoteísmo ha sido tan potente y eficaz como
una descarada, fresca y sonora risotada. La risa es irreverente, transgresora,
subversiva, indómita, hereje, desobediente, placentera, ácida, crítica e
inconformista. El humor puede ser un arma tan formidable como el más devastador
misil tierra-aire y tenemos que emplearlo a fondo porque es gratis y además no
contamina. Probablemente 'El Cordobés' no entienda ni una palabra de todo esto
que aquí exponemos porque es preciso tener un mínimo de coeficiente mental para
practicar el sentido del humor, pero a buen seguro que con tanto chiste sobre
él circulando por las redes sociales se ha sentido herido en su orgullo de ente
inferior más atrasado que el más primario de los cavernícolas australopitecos.
Al reírnos de los terroristas, de los paletos ignorantes que aman la violencia
y la muerte, les estamos demostrando que somos moralmente mejores que ellos y
superiores en ingenio e inteligencia. Y además les enviamos un mensaje
contundente y directo: podréis borrarnos a todos del mapa, podréis borrar todo
vestigio de civilización del planeta, pero jamás borraréis la sonrisa de
nuestros labios. Si es preciso iremos a la tumba entre chistes, chirigotas,
sarcasmos y mofas. Esa es la mayor derrota que van a cosechar los barbudos
asesinos. Su impotencia a la hora de querer destruir la risa, que es una fuerza
eterna y universal, y su propia frustración como monstruos sin evolucionar.
viernes, 25 de agosto de 2017
DEL IMÁN DE RIPOLL, EL ALCALDE DE ALCORCÓN Y JUANA RIVAS
Doce terroristas entrando y saliendo de un chalé en una urbanización;
cincuenta bombonas de butano apiladas en el jardín; sustancias para
fabricar explosivos; alquileres de vehículos y furgonetas, teléfonos
móviles, tarjetas de crédito, amenazas en las redes sociales... Y nadie
-ninguno de los cuatro cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado,
tampoco el CNI-, fue capaz de detectar nada. Ni siquiera hicieron caso a
los alarmantes avisos de la CIA. Alguien debería abrir una investigación
a fondo para determinar si la coordinación entre los diferentes cuerpos
policiales está siendo lo más eficaz posible. Desde el 11M, la política
antiterrorista ha funcionado casi a la perfección y gracias a la labor
abnegada de cientos de agentes hemos evitado numerosos atentados como el
de Barcelona. Así se han salvado cientos de vidas. Pero empiezan a
aflorar informaciones inquietantes que hablan de piques entre Policía
Nacional y Guardia Civil, de pugnas internas por apuntarse el tanto en
la desarticulación de un comando y de recelos entre estos dos cuerpos y
la policía autonómica catalana a la hora de compartir información
sensible sobre yihadismo. Hace ya tiempo que Madrid y Barcelona apenas
colaboran en esta materia. Las dos administraciones viven de espaldas,
desconfían la una de la otra, se ponen zancadillas mutuamente por
cuestiones políticas evidentes. De ser así, estamos hablando de algo muy
grave. El ciudadano no tiene por qué pagar absurdas rivalidades
policiales, ni mucho menos infantiles luchas ideológicas, entre otras
cosas porque abona religiosamente sus impuestos para que los servicios
públicos funcionen al cien por cien. Tenemos derecho a unos cuerpos y
fuerzas de seguridad del Estado en perfecta coordinación porque nos va
la vida en ello. Esto no es un Barça-Madrid. Que se pongan las pilas ya.
El imán de Ripoll había viajado a
Bélgica para contactar con yihadistas, había pasado cuatro años en la cárcel y
sobre él pesaba una orden de expulsión del país que fue paralizada por un juez
y no llegó a ejecutarse. Pese a estos antecedentes penales, sorprendentemente
pudo ejercer como líder espiritual de una comunidad musulmana. Por si fuera
poco, el chalé de Alcanar estalló por los aires horas antes de los atentados de
Barcelona y Cambrils, atribuyéndose la deflagración a un laboratorio
clandestino de fabricación de drogas. A nadie se le pasó por la cabeza que los
explosivos que habían detonado allí podían pertenecer a una célula yihadista.
Pese a que la intervención de los Mossos d'Esquadra ha sido ejemplar,
desactivando a los doce integrantes de la célula en un tiempo récord, resulta
más que evidente que ha habido errores en los servicios de información del
Estado, en la coordinación de los diferentes cuerpos policiales y en el
funcionamiento de la administración de Justicia y penitenciaria. No estaría mal
depurarlos para que no se vuelvan a repetir en el futuro. Corregir y mejorar
puede ayudar a evitar atentados. Y a salvar muchas vidas.
David Pérez García, alcalde de
Alcorcón, acusa a Ada Colau de allanar el camino a los terroristas por no
colocar bolardos en las Ramblas. Por su parte, Alfonso Rojo, director de
Periodista Digital, puso un encendido tuit en el que alegaba: "ahora
saldrán los progres diciendo que el islam no tiene nada que ver, hay que saber
si el tipo es budista o mormón". Y la periodista Isabel San Sebastián
aseguró, dando rienda suelta a sus ácidos estomacales: "Malditos seáis,
islamistas hijos de... Ya os echamos de aquí una vez y volveremos a
hacerlo". Son solo tres ejemplos de esa derecha troglodita que no ha
sabido o no ha querido estar a la altura durante la semana trágica de
Barcelona. En general, políticos y tertulianos de uno y otro signo han sabido
comportarse, algo que no sucedió durante el 11M, que quedó reducido, para
alborozo de los terroristas, a un bochornoso show plagado de insultos,
manipulaciones, mentiras y palabras gruesas. Esta vez no fue así. Esta vez el
carácter guerracivilista de algunos -por fortuna una minoría-, quedó enterrado
entre las múltiples expresiones de humanidad, solidaridad y respeto a los
fallecidos y sus familiares. La violencia verbal es otra forma de terrorismo.
Quien la practica por motivos políticos o personales se convierte en cómplice
de los yihadistas.
La aplicación severa y a
rajatabla de la ley deja de ser Justicia. El Juzgado de Instrucción Número 2 de
Granada ha citado a declarar como investigadas a personas que de una forma u
otra ayudaron a Juana Rivas a esconderse con sus hijos durante los últimos
días. La jueza imputa a la directora del Centro Municipal de la Mujer,
Francisca Granados, a la psicóloga, María Teresa Sanz, y a familiares de Juana
que la ayudaron a refugiarse de su ex marido maltratador. Dice la máxima de los
tribunales que «la justicia no mira a las personas, sino los hechos» y ese
principio es lógico y racional, pero sería un grave error no tener en cuenta
las excepciones a la regla general. Cada persona es un mundo como cada juicio
es un universo y al juez compete analizar qué ha pasado caso por caso. Sin
piedad la Justicia se convierte en un monstruo ciego que causa más daño que el
que trata de reparar. La jueza de Granada debería tener en cuenta no solo el
rígido articulado del Código Penal, sino también eso que llaman "el espíritu
de la ley" (que muchas veces se pasa por alto) y sobre todo aquello que
dijo Cecilia Bohl de Faber: ser humano antes que ser justo.
lunes, 21 de agosto de 2017
DEL HÉROE DE CAMBRILS, LOS NEONAZIS Y JERRY LEWIS
No era ningún héroe, ni un Rambo
como los de las películas, solo un mosso d'Esquadra que quiso hacer horas extra
para sacarse un dinero aquella noche en el paseo marítimo de Cambrils. Entonces
vio el coche que conducían los terroristas y no dudó un instante en hacerles
frente. Sacó su arma reglamentaria y dio el alto a los asesinos. Él solo, sin
dudarlo un instante, abatió a cuatro alimañas. Dicen que su formación como
legionario fue decisiva en ese minuto crucial. Pues bendita la Legión, si es
que fue así. Nos hemos convertido en una sociedad pusilánime que repudia
cualquier atisbo de violencia. Somos como niños hipersensibles y trémulos que
tuercen la cabeza ante una gota de sangre, ante un cadáver tapado bajo una
sábana, ante el espectáculo inevitable de la muerte y la maldad. Solo que la
vida no solo es placer y belleza, no solo es dinero, éxito y emoción. También
es violencia, horror, muerte. Siempre ha sido así y siempre lo será, por mucho
que los quebradizos y hedonistas occidentales nos hayamos empeñado en construir
un mundo de fantasía y confort que no es real. La violencia, en ocasiones, no
solo es necesaria sino justificada y si no que se lo pregunten a nuestros
abuelos que empuñaron el fusil para defenderse del fascismo. De no haber estado
allí ese mosso, ese soldado del bien, ese héroe de Cambrils, decenas de
personas inocentes, hombres, mujeres y niños que pasaban una velada tranquila
en una zona de copas habrían sido pasadas a cuchillo por los bárbaros asesinos.
Por fortuna estaba su mano benefactora y su ojo clarividente para disparar una,
dos, tres y hasta cuatro veces con una puntería prodigiosa, casi milagrosa.
Nada se sabe sobre él, salvo que ha pedido asistencia psicológica. La fortaleza
también es vulnerable y aquel que mata a otro no lo olvida jamás, por mucho que
ese otro sea una bestia inmunda. No lo olvidemos nunca. Hay que pelear por la
paz, aunque sea la más bella de las utopías. Pero para que nosotros podamos
vivir esa paz, otros tienen que hacer la guerra.
Antes de Jim Carrey fue él. Nos hizo reír en nuestra infancia, cuando éramos inocentes, aún no sabíamos lo que era el humor inteligente y un tipo resbalándose con una piel de plátano era el súmmum de la carcajada. Fue el rey del gag, la cara grotesca y descacharrante, el tonto del bote, el profesor chiflado y el mimo total. Un payaso encantador. Su pareja cómica de siempre, Dean Martin, era el guapo galán que cantaba como los ángeles; él simplemente el idiota, simplemente el rey de la comedia. Para los americanos fue "Jerry Luis". Para los españolitos de la época que nos asombrábamos con el technicolor fue "Yerry Legüis". Gracias por esos buenos ratos, tío Jerry.
viernes, 18 de agosto de 2017
NO TINC POR
Es día de duelo, día de estar junto a
las víctimas y sus familias y de mostrar una unión sin fisuras ante la
barbarie yihadista. La reacción de los ciudadanos de Cataluña, y por
extensión del resto del Estado, está siendo ejemplar: rabia contenida y
fortaleza en la lucha contra las alimañas terroristas. El pueblo, como
siempre, sabe estar a la altura y ya grita por las calles "No tinc por"
(No tengo miedo), una respuesta que sobrecoge por su valentía y nobleza.
Ahora falta que nuestros políticos
también sepan gestionar estas horas trascendentales con la inteligencia,
la moderación y la emocionalidad que requiere el momento histórico.
Esperamos y confiamos que no aparezcan las medianías, las mezquindades y
mediocridades a las que nos tienen acostumbrados nuestros
representantes políticos. Tenemos la triste experiencia del 11M, cuando
se trató de instrumentalizar a las víctimas. Debemos aprender la
lección, es la hora de la razón y la dignidad, no del rédito electoral y
el cortoplacismo barato. Rajoy y Puigdemont deben aparcar sus
diferencias para centrarse en lo único importante: luchar con la máxima
eficacia contra la locura salafista. La población necesita esa imagen de
unidad, aunque se trate de una foto impostada. El proceso
independentista nada tiene que ver con esta tragedia, y deberá dirimirse
donde proceda y cuando toque. Hoy es hora de estar con las familias de
los fallecidos y con el más de centenar de heridos para los que a partir
de hoy empieza una nueva vida en la que tendrán que convivir con el
trauma y el sufrimiento. Una idea debe quedar bien clara: esa maldita
furgoneta que arrolló a decenas de inocentes en las Ramblas no iba
dirigida contra catalanes, madrileños o vascos. Iba dirigida contra los
occidentales, contra todos los occidentales. De hecho, hay fallecidos y
mutilados de 34 nacionalidades distintas de todo el mundo. Habrá quien
tenga la tentación de enarbolar la bandera de uno u otro país, cuando en
realidad la única bandera que cabe en este asunto es la de la libertad,
la de la civilización y la del ser humano como ente vivo dotado de un
espíritu capaz de albergar elevados ideales y nobles sentimientos. No
olvidemos una cosa: el yihadismo mata a todo aquel que no profesa la
religión del odio, sin importarle su nacionalidad, su carné de identidad
o su pasaporte. Metámonos esa idea en la cabeza.
Nos
enfrentamos a la peor de las amenazas. Nuestros padres y abuelos
tuvieron que hacer frente al zarpazo del totalitarismo del siglo XX,
pero al menos tuvieron la oportunidad de alistarse y pelear contra los
fascistas en pie de igualdad. A nosotros este nuevo nazismo panislámico
cobarde, esta guerra invisible contra la población civil, ni siquiera
nos deja la opción de defendernos, ya que nos consideran cucarachas a
exterminar, corderos para el matadero, carne infiel que debe ser
triturada. Mientras enterramos a nuestros muertos, conviene plantearse
que no podemos caer en lo más bajo. Debemos mantenernos lejos del
racismo (ya han aparecido algunas pintadas xenófobas contra la comunidad
musulmana con inscripciones como "moros, vais a morir todos") y también
de la neurosis colectiva que produce el miedo, unas veces fundado pero
otras irracional. Hagamos nuestras vidas como siempre, con normalidad;
vivamos el día a día con alegría y pasión, manteniendo el pánico a raya y
demostrando a los terroristas que no les tememos. Y sobre todo no
caigamos en absurdas reyertas tribales del pasado, en crispaciones por
miserables motivos políticos, mientras la sombra de un terror
globalizado propio del siglo XXI sigue planeando sobre nuestra cabezas.
martes, 15 de agosto de 2017
DE MACHADO, LA TURISMOFOBIA Y TRUMP
Un informe encargado por el
Ayuntamiento de Sabadell aconseja cambiar el nombre a la plaza Antonio Machado
al considerar que "bajo la aureola republicana y progresista con que se ha
revestido la figura del poeta hay una trayectoria españolista y
anticatalanista". Suponemos que los que firman ese disparate histórico saben
que don Antonio fue uno de los intelectuales que más se destacaron por su lucha
contra el franquismo. Tomó parte en el Congreso de Escritores Antifascistas en
1937, dirigió revistas republicanas para levantar la moral de la población y
organizó ateneos obreros y casas de la cultura para que la educación de niños y
adultos siguiera funcionando a pesar de la guerra. Todo eso mientras las bombas
de la aviación italoalemana arrasaban ciudades enteras. Fue tal su compromiso
con la democracia y la libertad que, una vez perdida la República, se vio
obligado a partir hacia el exilio y murió poco después en Colliure roto de
dolor y pena por cuanto habían visto sus cansados ojos de poeta. De haber caído
en manos de los nacionales habría sido fusilado sin contemplación tal como
hicieron con Lorca. Por lo visto, ahora estos señores de Unitat pel Canvi, ERC,
Crida y Guanyem que gobiernan Sabadell pretenden matarlo dos veces quitándole
esa plazuela minúscula y rencorosa que el gran escritor no necesita para nada
porque su figura eterna trasciende lo universal. Pero qué sabrá de poesía la
muchachada de la CUP cuando ni siquiera ha superado la infantil fase troskista.
Ya lo dijo el propio Machado: "En España de cada diez cabezas nueve
embisten y una piensa". Si este es el régimen de cretinismo político,
ceguera cultural y odio xenófobo que pretenden imponer en Cataluña con la
ansiada independencia no podemos decir más que una cosa: pobres catalanes.
La campaña que grupos radicales
han emprendido contra el turismo masivo en Cataluña y en otras partes del país
no es una buena noticia y lejos de solucionar el problema solo contribuirá a
agravarlo. La 'turismofobia', un término que sin duda es consecuencia de la
globalización, debe ser condenada, como se condena la homofobia, la islamofobia
y cualquier otro tipo de xenofobia. El odio al otro, en este caso al extranjero
vacacional, jamás puede ser la solución al conflicto. Echar a patadas de un
autobús a los turistas, amenazarlos, expulsarlos de playas y urbanizaciones
mediante el recurso del terror, son métodos injustificables en una sociedad
democrática y avanzada porque atentan contra los derechos más básicos de las
personas, como el derecho a la libertad de movimientos, a no ser coaccionado y
a la integridad personal. Sin embargo, pese a que en este caso las formas desacreditan
por completo a los grupos activistas que promueven la movilización, no puede
negarse que las denuncias que llevan a cabo se sustentan en argumentos justos y
razonables. Hace ya tiempo que los cascos antiguos de nuestras grandes ciudades
se han convertido en parques temáticos para que miles de turistas se lo pasen
bien a toda costa sin importar el daño que puedan ocasionar a terceros. La
mayoría de los visitantes o 'guiris' son gente educada y cívica pero con ellos
llegan también los gamberros, los exaltados cerveceros, los hooligans, vándalos
y hasta delincuentes que no respetan nada ni a nadie. Son los vecinos de los
barrios quienes sufren en sus propias carnes las molestias que ocasionan estos
auténticos terroristas de la litrona que van dejando tras de sí una estela
contaminante de ruido, mala educación, actos de sabotaje y suciedad. Hay que
terminar con esa plaga, como también es preciso regular los alquileres de
apartamentos de temporada y las empresas tipo Airbnb que los gestionan y que se
han convertido no solo en un cáncer para nuestro floreciente sector hostelero
sino en un permanente foco de conflictos entre turistas y vecinos. Todas las
administraciones públicas deben implicarse a fondo en la solución de un
problema que amenaza con liquidar la gallina de los huevos de oro y principal
empresa nacional: el turismo. Si estamos condenados a ser un país de servicios,
para bien o para mal, al menos hagámoslo con rigor y profesionalidad. Nuestras
ciudades milenarias no pueden quedar reducidas a simples abrevaderos de alcohol
donde, como sucedía en el Far West, los forasteros, borrachos y pistoleros
terminen imponiendo su ley. En este caso, la ley del desmadre.
Donald Trump, presionado por los medios de comunicación, por la opinión pública, por los republicanos de buena fe (que alguno habrá) y por el descenso en su nivel de popularidad, ha tenido que reconocerlo al fin: "El racismo es el mal". Pues ya hemos avanzado algo. Parecía imposible pero el presidente del mundo acaba de superar su primer curso de parvulario. "El racismo es el mal". Sujeto, verbo y predicado. Algo tan sencillo y parecía imposible que lo entendiera ese pedazo de adoquín tejano. En general, la gente empieza por la escuela y después hace dinero. Ese es el gran problema del líder del pelo pajizo, que empezó por hacerse rico sin pasar por los libros previamente. Ahora, una vez aprendida la primera lección, llegarán las siguientes y todo será mucho más fácil: "matar es malo"; "la violencia engendra violencia"; "mentir es inmoral" (aunque se haga por Twitter); "el nazismo es la destrucción del ser humano"; "mujeres y hombres tienen los mismos derechos"; "tomar por el pussy a una hembra sin su consentimiento es un delito"; "Europa es un continente"; "Colón descubrió América"; "Mickey Mouse no existe", etc, etc, etc... Tiene mucho que estudiar, pero cuatro años de presidencia dan como para una carrera y al final, si se aplica, sale graduado y todo. La de cosas que puede aprender el Tío Donald en este mandato. Incluso a apretar el botón rojo. ¡Y sin el manual de instrucciones!
domingo, 13 de agosto de 2017
EL FOCO CEGADOR DE VENEZUELA
Por lo que vemos cada día en los medios de comunicación españoles (ya sea prensa, radio o televisión), la información internacional ha quedado reducida, como si de un fenómeno paranormal se tratara, a un único y exclusivo monotema: Venezuela. La tierra de Maduro no es precisamente un ejemplo de país rico y próspero a la vanguardia en respeto a la democracia y los derechos humanos. Pero, si nos fijamos bien, allí no sucede nada distinto a lo que está ocurriendo a estas horas en más de cien países de todo el planeta donde la tortura, la guerra y la violencia forman parte del paisaje habitual. Según recientes informes de Amnistía Internacional, en las monarquías árabes machistas, corruptas y totalitarias -con las que España mantiene tan buenas relaciones-, la represión es algo normal. En Asia se tortura y se pisotean los derechos humanos para silenciar a los activistas. Países como Filipinas, Fiyi, India, Indonesia, Malasia, Birmania, Pakistán y Sri Lanka practican a diario la violencia contra miles de personas, sin que parezca importarle a nadie. En numerosos estados africanos la gente vive el calvario del terror impuesto por gobiernos tiránicos y en China siguen existiendo decenas de campos de "reeducación por el trabajo", así como centros de detención clandestinos utilizados para castigar y recluir a los presos políticos sin un juicio justo. En México, un país que va para narcoestado, hay oficialmente registrados más de 30.000 desaparecidos y hasta en los Estados Unidos de Trump, antes sueño americano y hoy pesadilla yanqui, ya se empiezan a escuchar informaciones inquietantes que hablan de flagrantes atentados contra los derechos humanos de la población inmigrante, mayormente negros, hispanos y musulmanes. Y sin embargo, poco o nada se habla de estas cuestiones. El foco cegador, el torno machacón, el piloto automático, está permanentemente puesto en Venezuela, como si Venezuela fuera lo único importante, como si no hubiera mundo más allá de Venezuela, tal es la obsesión de la derecha española y de sus satélites mediáticos por crear un estado de opinión antibolivariano. No vamos a defender aquí a un dictador bananero como Maduro que debería haber dimitido hace tiempo de todos sus cargos para convocar elecciones limpias bajo observadores internacionales, dejando que el pueblo pueda expresarse sin miedo y libremente. Que un toxicómano enloquecido como Maradona sea el mayor defensor de la causa dice muy poco en favor de ésta. Pero tampoco vamos a caer en la trampa de creer que todo lo malo que pasa en el mundo sucede en la maligna Venezuela gobernada por el tirano morenazo del chándal y los discursos infumables. Ni los opositores son los buenos de esta película, ni los chavistas los malos de rabo y cuernos. Pero esa imagen es la que está calando finalmente. Porque a fin de cuentas lo que importa no es la realidad, sino quién la construye, cómo y con qué fines.
Viñeta: Elkoko Parrilla.
DE SUPREMACISTAS, GRANADOS 'EL GÁNSTER' Y TERELE PÁVEZ
Detrás de los disturbios de Charlottesville no solo está el Ku Klux
Klan, los supremacistas norteamericanos, los simpatizantes del nazismo y
otros grupos ultranacionanalistas, sino también el viento xenófobo
inspirado por un hombre: Donald Trump. Si el presidente no condena la
manifestación xenófoba de ayer es sencillamente porque está de acuerdo
con ella. De hecho, nunca ha ocultado sus simpatías por las ideologías
racistas que en los últimos tiempos se abren paso de forma inquietante
en la sociedad norteamericana. Su famoso muro en la frontera de México
es una buena muestra de su cavernícola forma de pensar. Pero más allá de
la responsabilidad que pueda tener un presidente por haber encendido la
mecha de la crispación y la violencia en las calles sureñas de EE.UU,
resulta soprendente comprobar el grado de enfermedad al que ha llegado
la sociedad yanqui. Los manifestantes anacrónicos vestidos con uniformes
y cascos del Ejército nazi, los fanáticos enarbolando la bandera de los
Estados Confederados, los idólatras del general Lee -el gran valedor de
la esclavitud- empuñando palos y armas blancas como si se dirigieran
ciegamente hacia una nueva Guerra de Secesión. La neurosis que tantas
veces ha denunciado el cineasta Michael Moore ha llegado a su máximo
nivel y a partir de ahora, con un loco racista a los mandos del botón
nuclear, cualquier cosa puede ocurrir.
Las lujosas vacaciones de Francisco Granados en su chalé embargado de
Marbella o cómo el supuesto cerebro de la trama mafiosa Púnica pasa sus
días de veraneo en una urbanización de superlujo. Los adosados del
complejo cuestan entre 450.000 y 500.000 euros, nada una calderilla. Las
viviendas, de 165 metros cuadrados, tienen cuatro habitaciones y dos
cuartos de baño distribuidos en tres plantas. La finca cuenta con
piscina y servicio de vigilancia las 24 horas del día (será para
que no le roben lo que él ya ha distraído antes). Todo un oasis de
placer al servicio de uno de los grandes gánsters de la historia de
España. Deporte, masaje y sauna. Que no le falte de nada al muchacho.
Así nos las gastamos en este país: el mafioso haciendo su agosto a
cuerpo de rey y el currito en su casa muriéndose de asco porque no llega
a final de mes. Eso sí: la Justicia es igual para todos.
Tenía un vozarrón fuerte y recio y un rostro curtido por las amarguras
de la vida. Fue la Régula gloriosa de Los santos inocentes, la
alcahueta de La Celestina y una de las brujas de Zugarramurdi. Pocas
veces le dieron papeles protagonistas, pero puso al secundario donde se
merece, en la primera fila del cine. Trabajó con los más grandes, como
Berlanga, Mario Camus, Gerardo Vera, Vicente Aranda y Bigas Luna. En
2014 ganó el Goya a la mejor actriz de reparto. Cuentan que lo
pasó mal, como cualquier actor cuando llega a viejo y el teléfono no
suena, y que terminó durmiendo en la calle. "Estaba sentada en un banco y
me quedé dormida. Me vieron, me sacaron una foto y se lio", dijo
salvando el episodio con humor y gallardía. Al final se hizo justicia
con ella y Álex de la Iglesia la recuperó para la gran pantalla, que
llenaba con su carácter magnético y una presencia inquietante. Sus
personajes eran de una sinceridad conmovedora. "Pagar la luz, una
neverita un poco bien…", esos fueron sus últimos sueños de celuloide,
nada de Oscars ni alfombras rojas. Aunque hubo otras estrellas más
bellas, ella brilló como ninguna. Adiós Terele.
martes, 8 de agosto de 2017
UNA DÉCADA DE CRACK
Un día después del bochornoso espectáculo que se vivió ayer en la Audiencia Nacional, donde el presidente del Gobierno tuvó que sudar tinta para escabullirse de las acusaciones de corrupción, la maquinaria mediática y política del PP pasa a la contraofensiva con lo mejor que sabe hacer: la propaganda macroeconómica y las cifras convenientemente maquilladas. Según la Encuesta de Población Activa (EPA) del segundo trimestre del año, por primera vez desde que estalló la crisis en 2008 el paro baja de los cuatro millones de personas y la tasa interanual se sitúa en el 17,2% (no alcanzaba ese nivel desde 2009). En el PP están más eufóricos que un poligonero en una fiesta 'rave' pero si nos detenemos un momento a analizar los números veremos que no es para tanto. A nadie se le escapa que el empleo que se crea en España es de ínfima calidad, que se ha perdido buena parte de los derechos laborales, que el 90 por ciento de los contratos firmados son temporales y precarios, que los salarios son tercermundistas y que algunos colectivos como el de los jóvenes, las mujeres y los parados de larga duración ya se han resignado a que jamás volverán a encontrar un empleo. Por si fuera poco, gracias al modelo económico que ha implantado el PP, España se ha convertido definitivamente en un país de servicios volcado en el turismo, un país de camareros, habría que decir. Guindos y Montoro pueden seguir vendiendo la burra del "milagro español" con su habitual descaro y su triunfalismo desbocado que solo tiene un único objetivo: ocultar las vergüenzas y miserias de su corrupción. Ellos brindan por la gran mentira de un país ficticio mientras la inmensa mayoría del pueblo malvive como puede. Que siga la fiesta.
viernes, 4 de agosto de 2017
NIETO DE ÁNGELES
(Publicado en Revista Gurb el 4 de agosto de 2017)
Cuando él ganaba carreras como churros
−construyendo la leyenda de un dios− no había Iniestas, ni Gasoles, ni
Nadales y el español pertenecía a una raza inferior formada por seres
bajitos, peludos y atrasados que no podían competir con el poderoso
teutón, ni con el elegante francés o el estratégico británico. Mientras
Cardeñosa fallaba goles cantados haciéndonos quedar como tontos,
mientras Arconada se metía balones en propia meta que nos dejaban a la
altura de los burros, mientras organizábamos mundiales que terminaban en
el fiasco más absoluto, él solito, sin ayuda de nadie más que de su
cabra de hierro, forjaba un mito. Era minúsculo pero granítico. Brioso
aunque templado. Racial pero inteligente. Un guerrero medieval con
armadura de cuero. Debió aprender a montar en moto antes que a caminar y
de adolescente, allá por los sesenta, cuando los demás niños estaban en
la escuela recitando la lista de los reyes Godos, él ya hacía diabluras
y caballitos con la moto por las fronterizas calles de Vallecas llenas
de rateros, fulanos y choros. Esa fue su escuela, la calle, los
circuitos urbanos, las carreras clandestinas en polígonos nocturnos y
abandonados, lo más lejos posible de la Guardia Civil, y los garajes
grasientos, entre tuercas oxidadas, llaves inglesas, pósters de señoras
desnudas colgados de las paredes y chalados mecánicos obsesionados con
trucar el motor perfecto. Así se forjó un dios de la velocidad. Así
empezó a ganar carreras, trofeos de pueblo y campeonatos de España.
Cuando ganó el mundial, solo cuatro colegas salieron a recibirle con una
pancarta que decía: "Vallecas y Ángel Nieto, campeones del mundo".
Franco quiso conocer de cerca a aquel jipi desmelenado con pinta de
insurgente comunista pero no entendía qué demonios era ese deporte
extraño y ruidoso con el que estallaban los tímpanos y saltaban los
cuerpos por los aires. "¿Campeón del mundo de qué?", le preguntó el
caduco y sorprendido dictador con su voz trémula de siempre. Ni al viejo
general le interesaban aquellos chalados con sus locos cacharros. No
importaba que Franco, una vez más, no se enterara de nada, ya se
encargaría él de arrancar el motor, poner en marcha la fiebre y
contagiar la locura por el estampido y las frenéticas carreras.
En los años siguientes no paró de ganar.
Su vida fue una sucesión de victorias, una tras otra, en un alarde
deportivo al alcance de muy pocos. Cuando pisaba el acelerador,
recortando al límite en cada curva, no había quien tuviera pistones
suficientes para seguir su rueda. Volaba sobre el circuito del Jarama,
envuelto en humaredas negras y sueños de alquitrán, y en volandas llevó a
todo un país desde la oscuridad del franquismo hasta la luz de la
democracia. Así nos enseñó que no hay razas superiores ni inferiores,
solo hombres bravos, indómitos, valientes. Con su máquina del tiempo
prodigiosa e infalible que no gripaba nunca, nos condujo desde un mundo
en blanco y negro donde el motociclismo era cosa de cuatro pirados sin
remedio hasta un país en color, mecanizado, que se entusiasmaba con sus
hazañas y con esa nueva religión instaurada por un ángel del infierno
que olía a humo y gasolina. Surgieron clubes de motoristas por doquier,
miles de aficionados, fans enloquecidos, jóvenes talentos, nuevos
campeones. Los Márquez, Lorenzo, Pedrosa y tantos otros no son sino
secuelas, hijos de ese primer centauro que surgió del barro pobre de
Vallecas para comerse el mundo. Jockey velocísimo, suicida encantador
sin miedo a la paraplejia o a la muerte, puso patas arriba el orden
silencioso del mundo establecido y lo sumió en una maravillosa sinfonía
de cilindros rugientes en clave de 125 centímetros cúbicos. Sus
endiabladas travesuras a horcajadas de la fiable Ducati, su forma de
bailar sobre la sedosa Derbi, quedarán en la memoria de generaciones
enteras que vibraron con sus aventuras carburantes. No necesitaba
músculo, su poder estaba en unos ojos agudos capaces de leer las
carreras antes que nadie y analizar los miedos de los demás corredores. A
veces jugaba con sus rivales como un felino juega con su presa y cuando
se cansaba, aburrido ya, les daba el zarpazo final en la última recta. Y
así, impulsado por ese ángel de la guarda que solo él tenía, ganó 12
mundiales más uno, nunca trece, que solo decir el número daba mal fario.
Mil veces se cayó de la moto y mil veces se levantó del empedrado. Una
vida de clavículas partidas, huesos rotos, piernas y brazos molidos.
Daba igual la lesión, el daño en el cuerpo o la violencia del trompazo,
el señor de la Ducati era espíritu puro, un alma indestructible hecha de
acero zamorano. Estaba tocado por la varita de los dioses. A Ángel
Nieto se lo lleva un absurdo accidente en un vehículo absurdo, el
quad traicionero, el frío y maldito futuro. Su dulce Bultaco jamás le
hubiera jugado esa mala pasada.
Ha muerto en el coma gélido de una
clínica, lejos del pódium, de la corona de laurel, de la botella de
champán y del fragor de los tifosi. Una leyenda como él no merecía ese
triste final, sino algo mucho más glorioso y digno. Los borbones nunca
le dieron el Príncipe de Asturias. Qué más da eso ya. Él fue monarca
entre dioses y nieto de ángeles. Dicen que ya surca los cielos a toda
pastilla.
miércoles, 2 de agosto de 2017
DE RONALDO, NEY Y UN VAQUERO LISTO
Todo el planeta pendiente de si un niñato con gorra de rapero y sonrisa flipadilla da el golpe del siglo, o sea los 220 millones de vellón que el PSG, Qatar o el jeque de turno van a desembuchar para que el chico siga divirtiéndose dando patadas a una pelota. Atrás quedan los directivos que juraban y perjuraban que había un doscientos por cien de posibilidades de que el jugador siguiera en el Barça la próxima temporada; atrás queda el 'tuit fake' de Piqué en el que garantizaba que JR. se quedaba (se quedaba en París, quería decir el capitán culé); y atrás quedan las mentiras del padre del polluelo, que es quien de verdad va a sacar tajada de este desfalco orquestado en la tierra oriental de los nauseabundos petrodólares. Todo un ejemplo para esos millones de niños del mundo entero que buscan referentes en unos genios futbolísticos que al final resultan ser genios de las finanzas. Eso sí, los amigachos íntimos de Ney, "Los Toiss" o como demonios se llame esa panda, ya están en Disneyland París para ir haciendo boca. Aquí el que no corre vuela.
Como los más grandes, hizo de todo en la vida. Fue camarero, mozo de cuadra, esquilador de ovejas, aprendiz de veterinario... Hay que conocer el mundo antes de sentarse a escribir. Finalmente, en los lisérgicos sesenta, se enroló en una compañía de teatro y se hizo actor. Dio tumbos por la América profunda, acumulando material humano, hasta que empezó a escribir su propias obras. Con treinta años ya tenía treinta piezas teatrales. Una por año. Se metió Broadway en el bolsillo y ganó el Pulitzer. También hizo cine y enamoró a Patti Smith, lo cual no era fácil. Dicen de él que fue tan grande como Tennessee Williams. Ayer nos dejó víctima del ELA. Se llamaba Sam Shepard. Gracias vaquero. Siempre nos quedará París Texas.
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