domingo, 13 de agosto de 2017
EL FOCO CEGADOR DE VENEZUELA
Por lo que vemos cada día en los medios de comunicación españoles (ya sea prensa, radio o televisión), la información internacional ha quedado reducida, como si de un fenómeno paranormal se tratara, a un único y exclusivo monotema: Venezuela. La tierra de Maduro no es precisamente un ejemplo de país rico y próspero a la vanguardia en respeto a la democracia y los derechos humanos. Pero, si nos fijamos bien, allí no sucede nada distinto a lo que está ocurriendo a estas horas en más de cien países de todo el planeta donde la tortura, la guerra y la violencia forman parte del paisaje habitual. Según recientes informes de Amnistía Internacional, en las monarquías árabes machistas, corruptas y totalitarias -con las que España mantiene tan buenas relaciones-, la represión es algo normal. En Asia se tortura y se pisotean los derechos humanos para silenciar a los activistas. Países como Filipinas, Fiyi, India, Indonesia, Malasia, Birmania, Pakistán y Sri Lanka practican a diario la violencia contra miles de personas, sin que parezca importarle a nadie. En numerosos estados africanos la gente vive el calvario del terror impuesto por gobiernos tiránicos y en China siguen existiendo decenas de campos de "reeducación por el trabajo", así como centros de detención clandestinos utilizados para castigar y recluir a los presos políticos sin un juicio justo. En México, un país que va para narcoestado, hay oficialmente registrados más de 30.000 desaparecidos y hasta en los Estados Unidos de Trump, antes sueño americano y hoy pesadilla yanqui, ya se empiezan a escuchar informaciones inquietantes que hablan de flagrantes atentados contra los derechos humanos de la población inmigrante, mayormente negros, hispanos y musulmanes. Y sin embargo, poco o nada se habla de estas cuestiones. El foco cegador, el torno machacón, el piloto automático, está permanentemente puesto en Venezuela, como si Venezuela fuera lo único importante, como si no hubiera mundo más allá de Venezuela, tal es la obsesión de la derecha española y de sus satélites mediáticos por crear un estado de opinión antibolivariano. No vamos a defender aquí a un dictador bananero como Maduro que debería haber dimitido hace tiempo de todos sus cargos para convocar elecciones limpias bajo observadores internacionales, dejando que el pueblo pueda expresarse sin miedo y libremente. Que un toxicómano enloquecido como Maradona sea el mayor defensor de la causa dice muy poco en favor de ésta. Pero tampoco vamos a caer en la trampa de creer que todo lo malo que pasa en el mundo sucede en la maligna Venezuela gobernada por el tirano morenazo del chándal y los discursos infumables. Ni los opositores son los buenos de esta película, ni los chavistas los malos de rabo y cuernos. Pero esa imagen es la que está calando finalmente. Porque a fin de cuentas lo que importa no es la realidad, sino quién la construye, cómo y con qué fines.
Viñeta: Elkoko Parrilla.
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