jueves, 9 de enero de 2020

EL AVISPERO IRANÍ


(Publicado en Diario16 el 9 de enero de 2020)

¿Está España en guerra con Irán? Muchos expertos en cuestiones militares creen que no oficialmente, pero sí de facto. El criminal bombardeo ordenado por Donald Trump para liquidar al general Qasem Soleimani ha sido considerado por el régimen de Teherán como un “casus belli” y los iraníes ya han respondido al atentado con un virulento ataque con misiles contra dos bases logísticas norteamericanas en Irak. El Líder Supremo iraní, Ali Jamenei, ha asegurado que la región “ya no tolera más la presencia de Estados Unidos” en Oriente Medio y ha advertido de que cualquier aliado de los estadounidenses será considerado un enemigo de los iraníes. Mientras tanto, el odio a Occidente sigue extendiéndose por esa inestable región del planeta. Millones de personas se han echado a las calles estos días quemando banderas americanas y gritando aquello de muerte al “Satán Yanqui”.
El mundo vuelve a estar a las puertas de una guerra y en ese escenario prebélico cabe plantearse qué demonios pinta España en toda esta historia y en los sueños delirantes de un loco ultrarreaccionario como Donald Trump que tiene en su poder nada más y nada menos que el botón nuclear. En la actualidad, las Fuerzas Armadas españolas están presentes en Irak con 550 militares y guardias civiles desplegados en cuatro ciudades del país. Durante los últimos cinco años, nuestras tropas han liderado el entrenamiento de más de 70.000 efectivos de las fuerzas de seguridad iraquíes, de manera que podría decirse que España se ha implicado a fondo en este lejano conflicto que ni le va ni le viene.
Tras el brutal atentado contra Soleimani y la respuesta de los iraníes, Madrid ha replegado sus fuerzas en el área hacia zona segura en Kuwait. Sin embargo, nuestros soldados siguen estando en peligro ya que todos los analistas internacionales prevén una escalada acción-reacción entre Washington y Teherán que podría quedar fuera de control en los próximos días. No hace falta recordar que en España hay bases norteamericanas –Rota y Morón de la Frontera, fundamentales en el mantenimiento de los aviones estadounidenses que previsiblemente atacarán Irán–, de modo que no hace falta ser un avezado analista internacional para concluir que España está metida hasta las cejas en este conflicto en el que Donald Trump nos ha metido sin comerlo ni beberlo. Si a ello sumamos que nuestro país es socio de la OTAN –una alianza militar donde el magnate neoyorquino hace vale sus posiciones imperialistas y sus intereses económicos– y que ya tenemos una amarga experiencia en este tipo de episodios (los atentados del 11M en Madrid que costaron la vida a 200 personas fueron sin duda la respuesta del mundo islamista radical al Trío de las Azores) hay elementos más que suficientes para que nos tomemos en serio nuestra participación en aquella misión internacional, que no es precisamente de paz.
La mayoría de los militares españoles desplegados en Irak forman parte de la coalición internacional “Inherent Resolve” de lucha contra el terrorismo yihadista que lidera Estados Unidos. Su despliegue tuvo lugar en febrero de 2015 tras recibir el visto bueno del Congreso de los Diputados. También hay un pequeño grupo de efectivos que opera bajo paraguas de la OTAN, que esta semana ha anunciado la retirada temporal de parte de sus tropas debido a las tensiones que vive la zona tras el asesinato del general Qasam Soleimani. Al menos una decena de militares españoles salieron en la noche del lunes de Bagdag durante la evacuación parcial de la Base Union III ordenada por la OTAN, según informaciones de Europa Press.
Además, de los casi 550 efectivos españoles que permanecen en Irak, la mayoría, alrededor de 350 están ubicados en la base Gran Capitán, en la localidad de Besmayah, a 45 kilómetros al sureste de Bagdag, donde se dedican al entrenamiento de las fuerzas de seguridad iraquíes. También hay una treintena de militares españoles en el Diplomatic Support Center, en el aeropuerto de la capital, y otros 30 en la localidad de Al Taqaddum, desde donde operan el Sistema Aéreo Remotamente Tripulado Scan Eagle. Por último, una unidad de helicópteros, con tres Chinook y dos Cougar, se encuentra en Taji encuadrada en una agrupación estadounidense. La forman aproximadamente unos 80 efectivos de las Fuerzas Armadas españolas que dan apoyo logístico a la coalición internacional.
Un despliegue más que importante que demuestra que estamos codo con codo con el Gobierno de Washington en la deriva del trastornado de la Casa Blanca, que dicho sea de paso ha ordenado el atentado de Bagdad acosado por un juicio de “impeachment” (proceso de destitución) y como forma de elevar sus índices de popularidad ante unas nuevas elecciones en Estados Unidos. Pero en España parece que a nadie parece inquietarle que de la noche a la mañana nos encontremos metidos en una guerra de consecuencias imprevisibles. Solo la ministra en funciones, Margarita Robles, ha salido al paso para asegurar que se encuentra “en contacto permanente” con el contingente español, que está “tranquilo”, pese a las tensiones que vive la zona. Una declaración absolutamente insuficiente, ya que lo que se impone de manera urgente es un Pleno extraordinario en el Congreso de los Diputados para debatir sobre la salida inminente de España de aquel avispero a punto de estallar.

Viñeta: El Koko Parrilla

ULTRADERECHA Y MONARQUÍA


(Publicado en Diario16 el 9 de enero de 2020)

“Si quieren defender la Monarquía, eviten que la Monarquía se identifique con ustedes”, aseguró Pablo Iglesias durante el debate previo a la investidura de Pedro Sánchez como presidente del Gobierno. La frase, casi una premonición, sonó en todo el hemiciclo con una inquietante contundencia, mucho más cuando el líder de Unidas Podemos recordó que el rey emérito, Juan Carlos I, “que venía de donde venía, era consciente de que solamente alejándose de la derecha podría pervivir”.
A Iglesias se le puede criticar muchas cosas, pero no que no sepa de historia de España. Lo que dijo durante el agitado Pleno −que sus señorías de PP, Vox y Ciudadanos interrumpieron en varias ocasiones al grito de “Viva España, viva el rey”−, ha sido ampliamente estudiado y corroborado por grandes historiadores de nuestro tiempo. Juan Carlos, el elegido por Franco para sucederle, supo marcar las distancias con la extrema derecha y con los elementos más reaccionarios del Ejército (en 1975 todavía eminentemente franquista). Esa fue una de las claves del secreto de su éxito y también de la Transición española. No en vano, el monarca supo ver en Adolfo Suárez, un tecnócrata moderado que provenía del Movimiento Nacional, el hombre idóneo para tripular a la nación en su arduo y proceloso camino a la democracia.
El rey podría haberse fijado en los duros del régimen como Manuel Fraga o Arias Navarro, incluso en algún general con ADN franquista, pero decidió romper con el pasado para empezar una nueva etapa de futuro. Suárez era lo más parecido a un liberal a la europea que se podía ser en aquellos años, en cualquier caso no un fanático franquista, y la apuesta de la Casa Real por el genio de Cebreros le salió redonda. De alguna manera, podría decirse que elegir a Suárez fue la gran jugada maestra del juancarlismo.
Aquel episodio se convirtió en una de las grandes lecciones que el hoy emérito dejó a su hijo. Si algo debe ser un rey en una Monarquía parlamentaria es un árbitro, un contrapeso, un moderador que nunca debe atravesar esa peligrosa y delgada línea roja, tomando partido por una ideología concreta. Sin embargo las derechas excluyentes, que ya se han apoderado de los conceptos de patria, himno y bandera, también han visto en Felipe VI un símbolo jugoso que puede ser rentabilizado políticamente.
El descarado intento de patrimonialización o apoderamiento de la Monarquía por parte del Trío de Colón sería una muy mala noticia para la Casa Real Española. De ahí que, según fuentes de Zarzuela, el rey haya acogido con “evidente malestar” los vivas y gritos de honor de los diputados de PP y Vox, que lo vitorearon con fervor y a cada minuto el pasado fin de semana en la Cámara Baja. En realidad, esa puesta en escena fue algo así como una trampa muy bien urdida por el partido de Santiago Abascal, una fina celada en la que por otra parte ha vuelto a caer de lleno el PP, un partido últimamente obsesionado con ser más papista que el Papa, es decir, con ser más de derechas que su nuevo competidor.
Como buen ultraderechista que es, para Abascal no hay nada por encima de España, ni siquiera el rey, y hoy honra con vivas y vítores al monarca pero mañana, cuando el poder haya sido conquistado por la extrema derecha y Felipe VI haya cumplido con su papel, la monarquía parlamentaria será relegada a un segundo término en el plan autoritario y salvapatrias de Vox, tal como ocurrió en otras etapas de nuestra historia contemporánea. Así, Primo de Rivera contó con el beneplácito de Alfonso XIII para la instauración de una dictadura que convirtió al rey en un pelele. Y más tarde fueron conocidas las intrigas y conspiraciones entre los grupos borbónicos y el monarca, ya en Londres, en los primeros días tras la proclamación de la Segunda República.
El economista, diplomático e historiador Ángel Viñas ha escrito en su Historia de una conspiración que las intrigas de los monárquicos para acabar con la República desde el mismo 14 de abril de 1931 y los contactos casi continuos que los partidarios de la Monarquía mantuvieron con la Italia de Benito Mussolini para derrocar el régimen republicano fueron claves en el golpe de Estado del 18 de julio de 1936. El objetivo era instaurar en España un régimen similar a la dictadura de Primo de Rivera con retoques de corte fascista, pero Franco decidió finalmente que el poder le pertenecía a él y ningún rey, por muchos derechos dinásticos que tuviera, iba a interponerse en su ambicioso camino. A todo ello contribuyó que el general Sanjurjo, llamado a ser el primer jefe de Estado, muriera en un extraño accidente aéreo en los primeros días de la sublevación y que Calvo Sotelo, futuro líder político, fuese asesinado poco antes del alzamiento nacional.
Así fue como se consumó la gran traición (esa horrible palabra hoy tan de moda) de Franco a los partidarios del rey. “El golpe lo predicaron los monárquicos sobre la base de una sustancial connivencia con la potencia más próxima a las derechas radicalizadas de la época (Italia). No se trató de lanzarse a un movimiento nacional, sino a un movimiento apoyado operativamente por el fascismo italiano”, escribe Viñas, que ya demostró, documentos en mano, cómo los monárquicos españoles habían decidido, ya en 1935, sublevarse si las izquierdas regresaban al poder. Y además, lo harían con el apoyo del régimen fascista.
Sin lugar a dudas, según Viñas, quienes más empeño pusieron en el golpe del 36 fueron los monárquicos. “Pero esto no es nuevo. Los monárquicos alfonsinos no quisieron la República y lucharon contra ella desde su primer día. Sin embargo, muchos historiadores han reducido el papel de los monárquicos a meros agitadores poniendo como ejemplos los discursos de Calvo Sotelo o de Acción Española. Se les ha descrito como los creadores de un estado de opinión contrario a la Segunda República. Y esta era la idea que yo tenía en un inicio. Pero no es así. En 2013 ya descubrí, y así lo publiqué, los contratos por lo que los monárquicos compraban aviones de guerra a la Italia fascista, por lo que eran más que simples agitadores”.
Todo este denso flashback histórico no tiene otro sentido que tratar de demostrar que siempre que la derecha se ha apoderado de la monarquía o esta se ha dejado seducir por los cantos de sirena ultranacionalistas, el desastre ha estado asegurado. De ahí que las advertencias de Iglesias en el Congreso de los Diputados hayan sonado más lúcidas y premonitorias que nunca. Si Felipe VI no quiere poner en riesgo su papel institucional debe guardarse muy mucho de malas compañías como Abascal. Porque hoy el felino parece manso y domesticado, pero mañana puede darle un zarpazo en cualquier momento.

SUÁREZ ILLANA

(Publicado en Diario16 el 8 de enero de 2020)

Adolfo Suárez Illana dio la espalda a la diputada de Bildu durante el debate de investidura de Pedro Sánchez. Qué diferente es este hombre al gran estadista que fue su padre. El legendario primer presidente del Gobierno de la Transición jamás dio la espalda a nadie ni a ningún grave problema del país. Y eso que tuvo motivos y argumentos poderosos para hacerlo. Suárez, el gran Suárez −no la borrosa copia que es su hijo−, no solo fue un hombre que no rehuía los miuras de la política sino que los cogía por los cuernos, los toreaba en el coso de Moncloa, les daba un par de pases de pecho, con habilidad y talento, y salía victorioso y triunfal de la suerte o el envite.
Suárez, nuestro Suárez −no este niño llorón, malcriado y enfadoso que se enfurruña, tira el chupete al suelo, se cruza de brazos y castiga a los adultos con su regio silencio metiéndose en un rincón con sus juguetes cuando algo no le gusta−, jamás rehuía el combate político ni dialéctico con el adversario, ni siquiera con los que él podía considerar peligrosos enemigos de España. Uno se pregunta qué hubiera sido de nosotros si en lugar de aquel Suárez genial y valiente hubiésemos tenido en el poder a este infante refunfuñón y llorica que no se ajunta con quien le cae mal y se da la vuelta en el pupitre o se aísla en el recreo de las Cortes. Y la única conclusión es que la espalda fuerte y robusta de Suárez era capaz de soportarlo todo, mientras la espalda ofendidita, trémula y pija de Illana no está hecha de la misma madera.
De haber estado Suárez el grande en el hemiciclo este fin de semana, hubiese tomado por el brazo a Mertxe Aizpurua, mientras los golpistas de las derechas y del tejerazo gritaban “asesinos”, “terroristas” o “viva el rey”, y le hubiese dicho templadamente y fumando su pacífico cigarro: “Pásese usted por Moncloa y lo hablamos”. Pero no, qué va. Suárez el menor dio el lomo a la vasca, la obsequió con su aristócrata trasero, le hizo la cobra parlamentaria y creyéndose en posesión de la razón (el peor error que puede cometer un político es creer que la verdad absoluta está de su parte) frunció el ceño y se amohinó en una esquina.
Ocurre que en la democracia española de hoy sobran bufones de opereta y falta gente con sentido de Estado; sobra pose y sobreactuación y escasea el sentido común; y sobre todo sobra mediocridad y falta talento, grandeza, dimensión colosal. ¿Qué hubiese sido de España si Adolfo Suárez se hubiese puesto de perfil, agarrándose una pataleta de colegial contrariado, a la hora de verse las caras con Carrillo para legalizar el Partido Comunista? ¿Qué hubiese sido de nosotros si aquel gigante de la política que hizo historia consolidando la democracia en España hubiese regalado su dorso gentil al rojo Felipe González (cuando Felipe era rojo, claro, no ahora que es patrón de yate)? ¿Y qué habría ocurrido si aquel día fatídico del 23F Suárez le hubiese dado la espalda a la democracia en lugar de plantarle cara, con bravura, a los rebeldes picoletos de Tejero? Hoy, sin duda, tendríamos en el poder a un generalazo franquista y habríamos perdido para siempre la batalla por la libertad.
Tras la intervención de EH Bildu, ya en los pasillos del Congreso, Suárez Illana quiso aclarar su episodio con Aizpurua. “No todos los hechos e ideas son respetables”, sentenció el aprendiz que no llega a las suelas del genio. “Creo que para la inmensa mayoría de españoles tan asesino es quien da cobertura logística, jurídica o política como aquel que vacía su arma sobre la nuca indefensa de un hermano o una compañera como Teresa Jiménez Becerril, o Ernest Lluch, o Eduardo Madina, o Gabriel Cisneros… Y así podría seguir enumerando nombres hasta superar seguramente los dos millares”, alegó mientras curiosamente las víctimas del terrorismo, las personas que realmente sufrieron el zarpazo criminal, pedían paz y entendimiento.
Hace ya 17 años que el padre aconsejó al hijo: “Adolfo, te vas a dedicar a la tarea más noble a la que un hombre puede dedicar sus días, pero te voy a recordar que vas a tener que vivir con la excrecencia sin confundirte jamás con ella”. Se ve que Illana no entendió el mensaje. Un político cobarde que huye del debate hace mucho daño a un país. Un auténtico demócrata tiene la obligación de entenderse hasta con el diablo. Evidentemente, esta astilla no salió de aquel palo.

LAS VÍCTIMAS Y LOS VERDUGOS


(Publicado en Diario16 el 8 de enero de 2020)

En un momento de su intervención durante el debate de investidura de Pedro Sánchez, Pablo Iglesias, ya en la tribuna de oradores, aprovechó para sacar su teléfono móvil y leer un mensaje que le acababa de enviar la que fuera candidata de En Comú Podem al Senado Rosa Lluch, hija de Ernest Lluch, el ministro socialista asesinado por ETA de dos disparos en la cabeza el 21 de noviembre del año 2000. En ese correo, Rosa Lluch pedía a Iglesias que trasladara al líder del PP, Pablo Casado, y al de Vox, Santiago Abascal, su malestar por la espuria utilización que están haciendo las derechas de las víctimas del terrorismo. Además, acusó a populares y ultraderechistas de usar el dolor de los afectados en su beneficio y para sus fines políticos.
“Había anotado algunas notas para hablar del programa y de los retos del próximo Gobierno, en términos de reconstrucción y conquista de nuevos derechos, pero después del despliegue de autoritarismo y de falta de respeto institucional de sus intervenciones quiero decir otras cosas diferentes”, dijo Iglesias dirigiéndose a la bancada conservadora.
El líder de Unidas Podemos hizo lo que cualquier demócrata hubiese hecho en su lugar: denunciar la nauseabunda instrumentalización de los fallecidos y mutilados por ETA. Lamentablemente, comprobando la catadura moral de algunos dirigentes, no servirá para mucho. Uno de los rasgos típicos de las derechas españolas es que lo patrimonializan todo, hasta el dolor de las víctimas. El PP ya lo hacía antes de que Vox llegara al Parlamento pero tras las sesiones de debate de estos días hemos podido comprobar que el Trío de Colón no va a parar hasta contaminarlo todo con su ideología totalitaria e intolerante. Las derechas creen que la bandera es suya, que el himno nacional les pertenece, que el Congreso de los Diputados es su cortijo privado (de ahí que lo hayan convertido en su taberna particular y se permitan patear el tablao del hemiciclo y hasta poner los pies encima del escaño si les viene en gana). Los diputados ultras (también Inés Arrimadas, que ejerce de comparsa en este peculiar trío del Apocalipsis) se ven a sí mismos como héroes de la lucha contra ETA (muchos de ellos en realidad nunca pisaron el País Vasco) y no solo distinguen entre buenos y malos españoles, sino entre buenas y malas víctimas del terrorismo. Al PP y Vox, en su delirio nacionalista exaltado, los mutilados en los atentados y los hijos de los asesinados por los criminales solo les merecen un respeto si son de derechas, buenos patriotas y de misa de doce. Las víctimas que deben ser honradas son las suyas y solo la suyas, las de su bando carlistón, porque las otras, las del bando contrario, las del Partido Socialista y de otras formaciones políticas (que también cayeron y no pocas) son víctimas de segunda al no tener el pedigrí.
Rosa Lluch dio ayer toda una lección a los representantes del patrioterismo de más baja estofa que haya conocido jamás este país (lo cual ya era difícil). E hizo bien Pablo Iglesias en hacer público su mensaje unos minutos antes de que los diputados votaran la investidura de Sánchez.
La estrategia de manipulación de las víctimas del terrorismo por parte de las derechas es repugnante, ya que la derrota de ETA no fue una victoria del PP –como ahora pretenden hacernos creer− sino una gran victoria del pueblo español, de las fuerzas de seguridad del Estado que desmantelaron decenas de comandos dispuestos a atentar y también de los partidos democráticos, de todos los partidos democráticos. Conocemos perfectamente la historia y no necesitamos que Ortega Smith nos la cuente con sus habituales bulos y mentiras para retorcer la memoria histórica. Sabemos cómo sucedieron los acontecimientos en aquellos oscuros 40 años de sangre y plomo en los que ETA sembró el terror en todo el país. Bildu (entonces Herri Batasuna) jamás podrá borrar todo el dolor que ocasionaron sus compañeros terroristas, como tampoco podrá hacernos olvidar que jamás condenó la violencia y ni uno solo de los asesinatos, fuesen de guardias civiles, políticos, simples trabajadores, mujeres o niños. Nada podrá maquillar toda aquella ignominia y Bildu tendrá que convivir con ella durante muchos años. Pero, afortunadamente, ETA ya no existe y quienes la apoyaron en su día (hoy líderes políticos limpios de delitos que han sido legítimamente elegidos por los vascos en las urnas) tienen todo el derecho del mundo a participar en las instituciones. Esa es la grandeza de la democracia, que abre sus puertas no solo a quienes un día dieron cobijo (material e ideológico) a las ratas terroristas, sino también a esos puritanos de la derechona que se creen libres de todo pecado cuando tampoco son capaces de condenar los miles de asesinatos cometidos por Franco.
De estos días trepidantes de investidura que tardaremos mucho tiempo en olvidar nos quedará la emoción de Rosa Lluch y su mensaje a la derecha para que dejen en paz a las víctimas del terror, así como la dignidad y fuerza moral de Aina Vidal, la diputada que padece un cáncer agresivo y que finalmente, a duras penas, decidió acudir a votar para cumplir con el mandato de sus electores. Por cierto, Vox no tuvo ni siquiera el detalle de humanidad de aplaudir a una luchadora contra la enfermedad que sacaba fuerzas de flaqueza para cumplir con su deber. Ambas mujeres de una talla moral inmensa han puesto en evidencia la insensibilidad de una derecha asilvestrada, ciega de odio y muy peligrosa para nuestro país.

Viñeta: Iñaki y Frenchy

LA PASCUA MILITAR


(Publicado en Diario16 el 6 de enero de 2020)

Tras la algarada cuartelera montada ayer por las tres derechas en el Congreso de los Diputados, hoy tocaba el día solemne de la Pascua Militar. A nadie se le escapa que en los últimos meses el ambiente en los cuarteles es de cierta tensión ante la situación política que vive el país, y esa etapa enrarecida se respiraba hoy en la recepción oficial. El rey Felipe VI ha recordado el compromiso de las Fuerzas Armadas con España y la Constitución, alabando los valores militares de “profesionalidad, sentido del deber y del honor” que demuestran la “constante y generosa entrega al servicio del pueblo español”.
Las palabras del monarca ensalzando el orden constitucional llegan en un momento especialmente sensible para el Ejército, justo cuando algunos de sus altos mandos han mostrado su malestar por la crisis de Cataluña y sus simpatías por Vox, el partido que representa la nostalgia del franquismo. Ahí están las recientes declaraciones del general retirado Fulgencio Coll, jefe del Ejército de Tierra entre 2008 y 2012 y actual portavoz del partido de Santiago Abascal en el Ayuntamiento de Palma de Mallorca, quien cree que Pedro Sánchez es “un problema para la seguridad nacional” y que “los poderes del Estado no deben permitir” que el presidente del Gobierno en funciones “ponga impunemente en peligro la legitimidad institucional” o negocie con otras fuerzas políticas para quebrar el orden constitucional. El ex mando militar ha llegado incluso a plantear que se debería estudiar el procesamiento del líder socialista por sus negociaciones con Esquerra Republicana de Catalunya.
Pero no ha quedado ahí la cosa. El eurodiputado de Vox Hermann Tertsch puso de manifiesto hace unos días, en redes sociales, la “necesidad” de la intervención de las Fuerzas Armadas para interrumpir el “obvio proceso golpista de voladura de España como nación”. “En estos días parece que todos los cómplices de Zapatero, desde el etarra Otegi a los comunistas Iglesias y Garzón se esfuerzan por hacer inevitable la aplicación del artículo 8 para que las Fuerzas Armadas interrumpan un obvio proceso golpista”, según una información que publicó el diario El Plural.
Desde aquellos primeros años de la Transición, cuando el ruido de sables era especialmente intenso, el franquismo sociológico no se había mostrado tan explícito y liberado de complejos a la hora de hablar de una hipotética intervención militar para frenar la supuesta “ruptura de España”. Hoy, entre los asistentes a la Pascua  Militar, estaban Pedro Sánchez; los ministros de Defensa y de Interior, Margarita Robles y Fernando Grande-Marlaska; y la cúpula militar. Ninguno de ellos, quizá por precaución ante la decisiva jornada de investidura de mañana, ha dicho ni media palabra sobre las amenazas golpistas que se han sucedido en los últimos días y que ayer volvieron a aflorar entre los diputados más “cafeteros” del PP y Vox. El rabioso pataleo, los puñetazos contra el escaño, los insultos al presidente Sánchez y a los diputados de izquierdas y los gritos marciales de “Viva España, viva el rey”, helaron la sangre a todo aquel que se siente demócrata. El espectáculo fue denigrante y bochornoso para el parlamentarismo nacional y la democracia, pero precisamente para eso ha llegado la ultraderecha, para enterrar lo que ellos llaman “consenso progre” (en realidad se refieren al sistema democrático) y para señalar con el dedo y apuntar en la lista negra a todo aquel sospechoso de rojo separatista.
Hoy, en tono bastante más calmado y tolerante que aquellos que dicen defenderlo con tanto entusiasmo y ahínco, el rey ha dicho: “Las Fuerzas Armadas y la Guardia Civil sois hoy reflejo de una sociedad moderna, capaz y solidaria que, además, sabe reconocer y agradecer siempre vuestro compromiso con el interés general de nuestra nación. Un compromiso que demostráis con vuestra profesionalidad, sentido del deber y del honor, que acreditáis con vuestra lealtad y vuestra constante y generosa entrega al servicio del pueblo español”.
Es cierto que el Ejército de hoy ya no tiene nada que ver, por fortuna, con el de 1975, pero corren peligrosos vientos del pasado que deben alertar y poner en guardia a las fuerzas democráticas de este país. Las palabras solemnes como “patria”, “lealtad institucional” y “compromiso” han estado presentes en todo momento durante el acto castrense, pero ningún responsable militar, ni político o civil, ni tampoco el rey, ha tenido la valentía de recordar que la soberanía nacional reside en el pueblo español y se manifiesta en las urnas. De ninguna manera el Ejército debería ser garante ni tutor de nada. Ya lo fue en 1936 y así nos fue, por lo que deberíamos aprender la lección de la historia. De forma ciertamente sonrojante para una democracia avanzada, nadie presente en ese acto ha condenado las amenazas a las libertades públicas que desde la ultraderecha se han lanzado sin pudor estos días. Y el silencio cómplice en este asunto resulta intolerable. Porque si dejamos que los nostálgicos del pronunciamiento decimonónico y del golpismo fascista puedan desahogar a placer sus impulsos e instintos más bajos, sin que nadie, ni siquiera la Fiscalía, les pida cuentas por ello, podremos empezar a decir que España ha vuelto a las andadas.

Viñeta: Iñaki y Frenchy

SÍ SE PUEDE


(Publicado en Diario16 el 7 de enero de 2020)

Pese a las infames intrigas y conspiraciones que quedarán para la historia y para vergüenza de la ultraderecha y de la ultra ultraderecha, habrá Gobierno de izquierdas por solo dos votos (167 frente a 165). Pedro Sánchez será presidente; Pablo Iglesias vicepresidente. Y se ha conseguido, no lo olvidemos, gracias a una diputada enferma de cáncer, Aina Vidal −que ha dado toda una lección de vida y de generosidad al acudir a votar−, y de los grupos minoritarios regionalistas y nacionalistas, que han sabido estar a la altura mientras Pablo Casado e Inés Arrimadas se bunkerizaban negando la abstención necesaria para desbloquear la grave situación por la que atravesaba España. Allá ellos, su futuro político es más que incierto y probablemente terminen sus carreras siendo devorados por Vox.
Pero esa es otra historia. Hoy han sido derrotados los fanáticos, los nostálgicos del pasado, los tristes rencorosos, los que patean el escaño, los que prefieren embestir en lugar de debatir, los que no entienden de qué va esto de la democracia y no saben hacer otra cosa que destruir, insultar y estigmatizar al rival político. Es un gran día para los demócratas por encima de matices y diversidad de ideas. Por un momento llegamos a pensar que nunca más volveríamos a ver unida a la izquierda española, consumándose la mayor de las tragedias para el país. Afortunadamente, aunque tarde, Pedro Sánchez y Pablo Iglesias han sabido rectificar a tiempo. A partir de mañana tendrán que remangarse y ponerse a trabajar. La tarea es inmensa y algunos problemas parecen irresolubles. Urge un programa social de recuperación del Estado de Bienestar que ya no puede esperar más porque millones de españoles necesitan que su Gobierno se preocupe por ellos. Y diálogo, mucho diálogo en Cataluña.
A nadie se le escapa que el nuevo gabinete nace débil, sietemesino, inmaduro. A ambos líderes de la coalición PSOE-Unidas Podemos les tocará fortalecerlo con la confianza mutua y la suma de esfuerzos. En contra tendrán a los poderes fácticos de siempre: la oposición ácida y corrosiva de una derecha asilvestrada, tóxica, ciega de odio y temerosa de perder sus privilegios; una élite empresarial y financiera poderosísima dispuesta a torpedear cada acuerdo que adopte el Consejo de Ministros por el bien del pueblo; una Iglesia que vuelve a las andadas del nacionalcatolicismo medieval y un franquismo sociológico que retoña con fuerza. Y luego estarán las tensiones internas del primer Gobierno de coalición de la historia de la democracia. En el PSOE algunos se han tapado la nariz para ver investido a Sánchez. Los presidentes de Castilla-La Mancha, Emiliano García Page; de Aragón, Javier Lambán; y de Extremadura, Guillermo Fernández Vara, son los únicos presidentes autonómicos socialistas que no han acudido este martes al Pleno del Congreso para presenciar en directo la investidura de su secretario general. Significativo, muy significativo. También habrá que ver cómo encajan las piezas de ese puzle socialista-podemita. Si Sánchez e Iglesias logran aparcar sus personalismos y egos incompatibles, el Gobierno tendrá más recorrido. Podemos va a colocar a varios ministros en el poder por primera vez tras la histórica revolución social que supuso el 15M. ¿Sabrán adaptarse al sistema? ¿Renunciarán definitivamente a asaltar los cielos abrazando un pragmatismo necesario cuando se tiene la responsabilidad de gobernar pero siempre peligroso?
Preguntas todas ellas inquietantes que ponen de manifiesto la precariedad con la que nace el nuevo Gobierno. Pero qué demonios, aunque solo sea por un día, disfrutemos del espejismo de que todavía hay una esperanza. La izquierda ha sabido estar unida frente al monstruo y lo ha sabido derrotar. Ese es el camino, esa es la lección que deben aprender Pedro y Pablo. Juntos somos fuertes; divididos ganan ellos. Sí se puede.

Viñeta: Iñaki y Frenchy

LA ANTI-ESPAÑA


(Publicado en Diario16 el 6 de enero de 2020)

¿En qué momento pasó el PP del tono duro, bronco y copero al guerracivilismo más fanático e intolerante? ¿En qué punto ese partido abandonó el objetivo del liberalismo a la europea para darse al falangismo más añejo? No podemos saberlo. Probablemente siempre se movieron en ese territorio peligroso. Quizá nunca llegaron a asumir del todo que en España se acabaron los tiempos de las dictaduras allá por 1975, cuando empezó la prodigiosa aventura de la democracia. En cualquier caso, estos dos días de tenso debate de investidura sus señorías de la bancada popular han atravesado un peligroso Rubicón. Una frontera sin retorno. Podríamos decir que Pablo Casado, al abascalizarse, ha caído definitivamente en el lado oscuro de la fuerza, y valga el símil facilón aprovechando que estos días estamos de estreno con el culebrón galáctico. Pocas veces se ha visto a un líder del Partido Popular tan furibundo, tan fuera de sí, tan extremista, vocinglero y faltón. Sin duda, ha adelantado a Aznar por la derecha al declarar inaugurada, sin pudor, una nueva cruzada nacionalcatolicista.
Casado, a falta de una idea concreta de España y vampirizado ya por Vox, ha sacado del baúl de los recuerdos aquel constructo que tanto daño hizo a nuestro país en el pasado: la anti-España. Quien no piensa como Casado y Abascal ordenan es un mal español, un traidor, un botifler a la castellana. Todo librepensador que se atreva a cuestionar el sagrado dogma de la patria, tal como ellos la entienden, tal como ellos la sueñan en sus delirios de grandeza, es un enemigo a perseguir (antes los fusilaban, hoy los entrullan, pero todo se andará). En el fondo de lo que se trata es de imponer la uniformidad sobre el pluralismo; el totalitarismo frente a la libertad de pensamiento; la dictadura frente a la democracia.
Casado ha resucitado el fantasma del antiespañol, de la anti-España, un concepto nacionalista y excluyente que pretende limpiar a toda persona, idea o institución considerada peligrosa para el orden establecido por esa clase social, política y financiera privilegiada que ha mal gobernado el país desde los tiempos de Viriato. Así, el comunista es un antiespañol; el pobre proletario que lucha por mejorar su vida es un antiespañol; y el intelectual que habla demasiado (ese es el peor de todos) también es un antiespañol. Antiespañol es lo mismo que catalanista, vasco abertzale, musulmán, gitano, marica, feminazi, vegano, animalista, migrante, negro y mena. Aquí todo dios es antiespañol y lo que se impone es un micrófono en cada casa, un espía en cada esquina y mucha brigada Político Social por las calles para ir depurando el país de piojosos subversivos.
La anti-España la forma todo aquel que no crea en Dios y en la Virgen; el científico ateo que cuestiona a Adán y Eva con su teoría del Big Bang; el historiador que hurga con sus dedos en las fosas comunes para encontrar la verdad; el médico del abortorio que receta el condón para controlar la natalidad; y hasta el cura rojillo que no sigue la ortodoxia dura del concilio, luz de Trento, martillo de herejes.
Para que a uno no lo metan en el campo de concentración de la anti-España o lo coloquen frente al pelotón de fusilamiento ideológico hay que ser un buen español, un sometido al Imperio de los Reyes Católicos y al escudo del pollo, y eso lo deciden entre Casado y un señor con barba, bigote y pantalón paquetero llamado Abascal, o sea los comisarios políticos del Estado que reparten muy burocráticamente los carnés de buenos y malos españoles, de ocho a dos.
Uno puede haber nacido en Cuenca y ser más español que la paella; uno puede llamarse Pérez o Martínez y tener unos huevazos españoles como los del toro de Osborne; pero si no pasa el filtro, el examen y la terapia, si no está con los señores de la raza, con los descendientes directos de Hernán Cortés, ya puede ir buscándose otro país, véase México o Bélgica.
La derechona hispana guardiana de las esencias patrias siempre fue así: cuartelera, belicosa e histérica; intransigente y machirula; insaciablemente violenta y feudal; y ni cuarenta años de pacífica democracia, con Borbón y todo, van a hacerla cambiar de ADN y de personalidad. Mucho menos ahora que el PP se ha dejado poseer por Vox y por un chulazo gamberro, remangado y sudoroso, que vocifera, vilipendia, suelta bilis, humilla y desprecia al que no piensa como él. Y hasta se caga en el escaño de la democracia si hace falta. Que para eso es el amo del cortijo, coño.

Viñeta: Iñaki y Frenchy

EL TAMAYAZO


(Publicado en Diario16 el 5 de enero de 2020)

Puede ocurrir. Es posible. Pedro Sánchez podría ver arruinada su investidura si el próximo martes a algún diputado del PSOE se le ocurriera votar en su contra. El futuro de España se va a decidir en un par de votos y hay poderes fácticos ocultos que moverán sus hilos hasta el último segundo para frustrar un Gobierno de coalición PSOE-Unidas Podemos que promete una auténtica revolución de derechos sociales contra los privilegios de la patronal y las élites políticas y financieras de este país.
La sombra del “tamayazo” planeó ayer durante algunos inquietantes minutos sobre el Congreso de los Diputados, cuando Inés Arrimadas se preguntó en voz alta: “¿No hay ni un solo valiente entre toda la bancada socialista que cambie su voto?” La líder de Ciudadanos llamó, con descaro y a cara descubierta, a la traición contra Sánchez, algo que no se había visto antes en democracia. Una corriente gélida recorrió los escaños socialistas, cuyos diputados se miraron unos a otros sin dar crédito a lo que escuchaban. Arrimadas estaba alimentando la sedición en el PSOE, como una CDR de Torra contra España. No en vano, nada más proferir la Casandra naranja su turbio vaticinio, Ferraz empezó a enviar mensajes electrónicos a sus parlamentarios socialistas para que se mantuvieran ojo avizor y atentos a la hora de apretar el botón del “sí” o el “no” a la investidura de Sánchez. Los dedos no deben temblar ni vacilar, cualquier desliz cambiaría la historia de nuestro país.
La hipótesis no es descabellada. Y no lo es hasta el punto de que a última hora de la noche de ayer las redes sociales bullían con la posibilidad real de un tamayazo. Los trols y haters de las derechas se pusieron a trabajar a pleno rendimiento para instigar a las masas y que metieran presión a los 120 diputados socialistas que el martes votarán a favor de la investidura de su líder. ¿Puede haber algún vendido que traicione a Sánchez a última hora? ¿Ha sido tocado algún Judas? No parece probable, pero todo puede ocurrir. Ayer mismo, durante la sesión de investidura, Ana Oramas, la única diputada de Coalición Canaria (CC), sorprendía a todo el hemiciclo al anunciar que votará no a la investidura del candidato socialista, rompiendo así la disciplina de voto de su partido. Su decisión fue aún más polémica después de que el viernes el Consejo Político de CC decidiera por unanimidad abstenerse en la investidura. Por descontado, la formación nacionalista ha anunciado que abrirá un expediente disciplinario a Oramas, que quizá a estas horas tenga ya un pie fuera del partido.
Durante su cara a cara con Sánchez, Oramas se mostró extrañamente compungida, casi al borde de la “lágrima política”, como muy bien dijo en su programa especial de La Sexta Antonio G. Ferreras. La diputada denunció la presión que ha sufrido en los últimos días para que “traicione” a “su gente” y anunció que votará no a la investidura de Sánchez. “¿Chantajes a los canarios? No. No, no y mil veces no. No pienso traicionar a este país ni a sus ciudadanos”, dijo en el Congreso. Oramas ha acusado a Sánchez de promover “la demolición del Estado que conocemos” pero dejó tras sus afectadas palabras una sombra de sospecha, un recuerdo de aquel tamayazo que llevó a Esperanza Aguirre al poder en la Comunidad de Madrid.
En las últimas horas, las tres derechas han intentado hacer todo lo posible, por la vía legal y hasta rozando la ilegalidad, para evitar que el candidato socialista salga elegido. La decisión de la Junta Electoral Central (JEC) de inhabilitar a Quim Torra ha sido interpretada por prestigiosos juristas como una “extraña maniobra” que no tenía ningún sentido a las puertas de la trascendental sesión de investidura del fin de semana. Se podía haber pospuesto la resolución sin ningún problema y si se ha inhabilitado a Torra deprisa y corriendo sin pasar antes por los tribunales y por una sentencia firme ha sido porque los sectores más conservadores y reaccionarios han apretado las clavijas a la JEC. Fue una mina programada más que estuvo a punto de hacer saltar por los aires el acuerdo entre PSOE y ERC, que prevé la abstención de los diputados republicanos crucial para la investidura de Sánchez.
En medio de ese clima de tensión tampoco conviene pasar por alto las pintadas en contra del diputado de Teruel Existe, Tomás Guitarte, a quien unos desconocidos colgaron el cartel de “traidor” tratando de quebrar su voluntad para que vote no al Gobierno de coalición de izquierdas.
Las presiones exteriores son fortísimas. Sánchez cree tenerlo todo atado. Pero debe andarse con mucho tiento porque en las Cortes Generales se respira ambiente de tamayazo. No es la primera vez que sucede en la frágil y endeble democracia española. Ni será la última.

Viñeta: Iñaki y Frenchy

RUFIÁN DESQUICIA A LA ULTRADERECHA


(Publicado en Diario16 el 4 de enero de 2020)

Gabriel Rufián nunca defrauda. Se podrá estar de acuerdo o en desacuerdo con él, pero siempre dice las cosas claras y trata de ser coherente en lo personal y en lo ideológico, dos cualidades que no abundan precisamente en la clase política de hoy. Es un auténtico parlamentario pleno de ingenio, un orador latino y clásico de los que ya no quedan, y cuando uno escucha la pasión, la lucidez y la fuerza con la que se emplea no puede por menos que lamentar que ese diamante en bruto se haya perdido para la izquierda española y haya terminado en las filas del independentismo local.
Pero es que además un tipo que sube a un atril para decirle a la extrema derecha que “está visto que ir a colegios privados no garantiza una buena educación” ya debería merecer todos nuestros respetos.
Cada vez que el diputado de ERC accede al estrado se hace el silencio, las gargantas de los enemigos políticos se secan, los esfínteres se aprietan, el foco brilla con más fuerza en el escenario y el parlamentarismo despierta de ese letargo tedioso, anodino y rutinario en el que ha caído en los últimos años. Rufián es un pura sangre, la subversión necesaria, el oxígeno político no contaminado por el barro, el insulto y la demagogia barata que pretenden imponer algunos. Durante su intervención, en un giro sorprendente digno de la mejor serie de Netflix, se permitió comparar la situación de los catalanes con la fábula del gato y los ratones de Samaniego: “Ustedes son el gato, nosotros los ratones, y el acuerdo, el cascabel que los va a controlar”, dijo dirigiéndose a la bancada “ultra y ultra ultraderechista”, como había dicho Iglesias minutos antes refiriéndose a PP y Vox. “Este acuerdo es el cascabel que controlará al gato, que son el PP, Vox y Ciudadanos. Somos independentistas pero, por encima de todo, somos demócratas y como tal nunca favoreceremos un Gobierno de la extrema derecha”, puntualizó.
Pero aún había más madera. “Tenemos una derecha asilvestrada”. Touché. No se puede decir más con menos, y de inmediato la destreza dialéctica del siempre incómodo Rufián fue contestada por la extrema derecha con airados y enfurecidos gritos de “fuera, payaso y golpista”, que él encajó con su estoicismo habitual y su ironía corrosiva. “Cálmense que ya queda poco para terminar”; “por menos que esto me echaron a mí del hemiciclo, señora presidenta”; “desde aquí se les escucha todo”… Cada chiste era un rejonazo más para el toro bravío, siempre presto a embestir. Y así fue como se retrataron los patriotas de la pulsera rojigualda en la muñeca. El intolerante, el inculto, el ignorante, el violento, el irascible o el fanático solo sabe contestar con el insulto y el colmillo retorcido cuando se le pone ante alguien que emplea el arma más poderosa que se conoce: la inteligencia.
El portavoz de Esquerra comenzó su intervención asegurando que la decisión de la Junta Electoral Central de inhabilitar a Quim Torra y a Oriol Junqueras es un “golpe de Estado” en toda regla. Y quizá ahí haya exagerado el brillante político catalán, ya que últimamente en España a cualquier cosa la llaman golpe de Estado, un concepto que por manido y sobado corre el riesgo de perder toda su fuerza y su dramática importancia. En ese momento Rufián se equiparó a Cayetana Álvarez de Toledo, que está viendo golpes de Estado a todas horas y en cada rincón de su casa. ¿Fue un golpe de Estado la declaración unilateral de independencia de Cataluña? ¿Fue un golpe de Estado la reforma subrepticia de la Constitución, con nocturnidad y alevosía, para adecuar el techo de gasto y evitar inversiones excesivas en prestaciones sociales para el pueblo? Parece lógico pensar que el único golpe de Estado auténtico y real que se ha producido en España en los últimos 40 años fue el 23F, por mucho que algunos en el Parlamento sueñen con que Tejero entre de nuevo en el hemiciclo, pistola en mano, y grite aquello de todo el mundo al suelo.
En cualquier caso, Rufián ha denunciado desde la tribuna de las Cortes algo que sí es cierto. La resolución de la JEC sobre Torra roza la cacicada con abuso de autoridad, una decisión que sortea a los tribunales y que probablemente será recurrida, revocada y anulada en instancias superiores. Ahí hay mucho material para un nuevo bochorno de España ante los tribunales europeos si el Tribunal Supremo no enmienda el desaguisado. En su intervención, Rufián se ha dirigido a Pablo Casado y a Álvarez de Toledo para acusarlos de haber instigado una conspiración con el fin de inhabilitar al president de la Generalitat. La “última bala”, como dice el diputado indepe, que le quedaba a las derechas para dinamitar el acuerdo PSOE-ERC antes del debate de investidura. “No solo es una salvajada, sino que es un golpe de Estado de libro. Frente a ataques a la democracia, más democracia. Ochenta y nueve años de historia no se tumban así como así. Lucharemos y defenderemos hasta no poder más los derechos políticos del president Quim Torra y de Oriol Junqueras”, denunció al tiempo que añadió que “nada en la vida, ni la independencia de Cataluña ni la unidad de España, justifica la violencia” como medio para conseguir los fines políticos.
Pero el diputado catalán, crecido ya y consciente de que la razón le asiste, tampoco fue condescendiente con Sánchez. “¿Qué creen que ha pasado para que el candidato a la Presidencia pase de llegar a presumir de poder utilizar a la Fiscalía a su antojo para detener a Puigdemont a terminar hoy hablando de diálogo?”, preguntó retóricamente a la Cámara. “Lo que ha pasado es el miedo a esta gente”, concluyó señalando a las bancadas del PP, Vox y Cs.
Rufián le recordó a Sánchez que nunca ha habido un presidente de un Gobierno socialista “que haya llegado a la Moncloa sin Cataluña y mucho menos contra Cataluña”. “La buena noticia es que somos políticos, aquí no hay dogmas inamovibles. Tenemos la obligación de interpretar la realidad para tratar de dar soluciones a la misma. Yo prefiero malas hemerotecas a dejar de ser útil. Así que bienvenidos al diálogo, bienvenidos a la política, señor Sánchez”.
El diputado de Esquerra volvió a esgrimir un argumento incontestable: “La receta de algunos grupos parlamentarios que están aquí es que más de dos millones de personas dejemos de existir, dejemos de pensar lo que pensamos y de votar lo que votamos. Nosotros no le pedimos al fascismo que deje de ser quien es, simplemente pedimos lo mismo para nosotros. Nos guste más o nos guste menos estamos obligados a dialogar, estamos obligados a hacer política”.
Y para finalizar una intervención histórica que agravó la úlcera de más de un ultraderechista crispado, concluyó diciéndole a los socialistas: “No les tenemos manía, les tenemos memoria. A este monstruo en algunas ocasiones también lo han alimentado ustedes”. El monstruo era Abascal, que con la vena visiblemente hinchada se atusaba la barba mientras pensaba qué hubiera hecho Franco con ese muchachito tan inteligente como peligroso. Y tras la réplica del investido, el profeta de la democracia a quien más de uno pretende crucificar volvió tranquilamente a su escaño.

Viñeta: Iñaki y Frenchy

LOS FACHAS EDUCADOS


(Publicado en Diario16 el 4 de enero de 2020)

Pablo Iglesias recuperó su tono más duro en el debate de investidura de Pedro Sánchez al arremeter contra la “ultraderecha y la ultraderecha ultraderecha”, según dijo el líder de Unidas Podemos ironizando sobre la deriva reaccionaria de PP y Vox. Por contraste, se mostró condescendiente con el candidato socialista, del que se despidió de la tribuna de oradores con un “sí se puede, adelante presidente”, mientras los diputados socialistas le aplaudían a rabiar, como si se tratara de Felipe González en sus buenos tiempos. Quién diría que este Iglesias es el mismo Iglesias que hace solo unos meses hablaba de la cal viva del PSOE y de la traición socialista al marxismo y al proletariado. Y es que el cuento ha cambiado radicalmente en apenas un par de meses.
Pero el blanco de las iras de Iglesias fue, sin duda, el bloque conservador. “Han recuperado el peor discurso de las tradiciones políticas, el discurso de la anti España. Es el discurso político de la dictadura. Su partido, el PP, fue fundado por seis partidos de la dictadura española a los que hay que darles las gracias porque un día cambiaron de chaqueta y se hicieron demócratas. Hay que dar las gracias a esa gente, pero no vuelvan ustedes a la ideología totalitaria que les vio nacer porque si lo hacen la democracia les colocará en su sitio”.
El líder de Unidas Podemos agradeció a Sánchez que no solo haya hablado del “programa que nos une, sino de los retos de país que tiene el primer Gobierno de coalición de la historia reciente”. Y añadió: “Ojalá seamos dignos del texto de ese acuerdo”. Según Iglesias, ningún partido político se puede “arrogar” el derecho a representar a España porque “todos los diputados que están aquí son representantes con la misma dignidad que ustedes. El problema de ustedes, señorías de la ultraderecha y la ultra ultraderecha, es que antes que españoles son reaccionarios”, insistió.
Con todo, el alegato de Iglesias sobre política económica y patriotismo resultó impecable. “Traicionar a España es atacar los derechos de los trabajadores, vender vivienda pública a fondos buitres, privatizar el patrimonio público y los servicios públicos. La tarea del próximo Gobierno es reparar las traiciones a España y a la Constitución que ustedes han perpetrado. Ustedes desprecian el artículo más patriota, que dice que toda la riqueza del país está supeditada al interés general”.
El líder de la formación morada aconsejó a Casado que lea más a Pérez Galdós y menos a Pérez Reverte, ya que ahí encontrará la esencia de España. Y acto seguido interpeló directamente a Santiago Abascal: “He escuchado su discurso y creo que tiene muchos insultos. Sus votantes no tienen problema en votar a un facha, pero creo que sus votantes prefieren a un facha educado. Lo único que quiero preguntarles es si cuando dicen que van a usar todos los medios para hacer oposición se refieren a medios legales, que es lo que nosotros esperamos”, manifestó en alusión a las declaraciones de algunos dirigentes de Vox que han apelado a un hipotético levantamiento del Ejército para salvaguardar la unidad de España.
“Abandonamos una década que en muchos aspectos ha sido perdida. De corrupción y de pérdida de derechos sociales, en la que la derecha ha convertido el conflicto territorial en una de las claves que tendremos que afrontar”, puntualizó Iglesias. Además, añadió que también ha sido una década de esperanza gracias a los movimientos sociales y al avance del feminismo. “Tenemos la responsabilidad de convertir el sí se puede en políticas concretas”.
Sobre el pacto con el PSOE, Iglesias cree que se trata de un programa de Gobierno de “reconstrucción” de los derechos sociales perdidos. “Contra la extrema derecha, justicia social. Ustedes se opusieron en su día al divorcio y hoy en día muchos son personas felizmente divorciadas”, dijo dirigiéndose de nuevo al PP. “Ustedes se opusieron a que los homosexuales se pudieran casar. ¿Se imagina señor Maroto no poder casarse hoy en día con quien quisiera? Los avances se seguirán dando en este país a pesar de ustedes”.

Viñeta: Iñaki y Frenchy

SÁNCHEZ SE BATE EL COBRE

(Publicado en Diario16 el 4 de enero de 2020)

“Señorías, no se va a romper España y no se va a quebrar la Constitución. Aquí lo que se va a romper es el bloqueo al Gobierno progresista votado democráticamente por los españoles”, dijo Pedro Sánchez nada más tomar la palabra en su discurso de investidura con los diputados socialistas y de Unidas Podemos puestos en pie y aplaudiéndole efusivamente. Era la primera demostración de fuerza del recién nacido Gobierno de coalición de izquierdas. Tras dar las gracias a los españoles por su paciencia en las últimas citas electorales y al Partido Socialista, expuso su programa para los próximos cuatro años.
“El PSOE es un partido español, y se equivocan quienes desde la bancada de la derecha ponen en duda nuestro compromiso con España”, dijo mirando fijamente a la bancada conservadora. Apenas un minuto antes, la portavoz popular Cayetena Álvarez de Toledo había pedido a la Mesa de la Cámara que se debatiera, como cuestión previa al Pleno, el documento de acuerdo firmado hace unos días por el PSOE y ERC. La petición servía para mostrar las armas que los populares pretendían emplear a lo largo de la sesión. Como era de prever, la presidenta Meritxell Batet rechazó la propuesta.
El discurso de Sánchez ha sido un intento por convencer al Congreso de los Diputados que su proyecto de coalición progresista funcionará porque los españoles “quieren mayoritariamente un Gobierno de progreso” y mostró su pesar por la conducta de las derechas de “negarse a la voluntad de España”. “Agitan los peores presagios y a la vez se niegan a evitarlos. No entendemos que no muevan un dedo para evitar que suceda”, ironizó. Las palabras del candidato provocaron algún que otro murmullo y algún que otro “mentiroso”, entre susurros y por lo bajini, entre los diputados ultraderechistas de Vox.
Sánchez centró la mayor parte de su discurso en hacer ver que el Gobierno de izquierdas es la solución para recuperar el Estado de Bienestar en un país donde la desigualdad es galopante (uno de cada cuatro españoles la sufre), la tasa de paro es de las más elevadas de Europa (un 12,92 por ciento), y donde la precariedad y la pobreza infantil se ceban con 3 de cada 10 niños. “Creemos en la sociedad de mercado pero no creemos en la saciedad del mercado porque no se puede entregar al mercado la Sanidad o la Educación”, alegó con rotundidad. Toda su exposición giró en torno a la recuperación no solo de los derechos de los trabajadores sino de los derechos civiles, en el feminismo, en la tolerancia, en la igualdad frente al racismo y la xenofobia y en la colocación de los derechos humanos en el altar de la política. Fue un aviso a navegantes a las propuestas que la extrema derecha trata de implantar en España tras cuarenta años de democracia y de conquistas sociales.
Acto seguido el candidato pasó al problema territorial: “Existe una parte de la población catalana que se siente rechazada por España. Debemos dejar atrás la deriva judicial que tanto dolor ha causado en la sociedad catalana; hay que retomar la única vía posible, la política del diálogo, la negociación y el pacto dentro de la Constitución”, dijo. Para solucionar el conflicto secesionista, Sánchez propuso corregir el modelo autonómico, aunque no entró en los mecanismos jurídicos concretos para hacerlo. Tampoco desveló si piensa modificar la Carta Magna para avanzar en mayor autogobierno ni en las posibles reformas de los Estatutos de Autonomía. La mañana se preveía tensa mientras Sánchez iba desgranando, punto por punto, sus medidas para reformar y modernizar el país y situarlo a la vanguardia de las economías europeas tras años de duros recortes y crisis profunda. Pero llegaba el turno de las derechas, que ya se preparaban para lanzar su discurso reaccionario de la crispación basado en un solo y único mensaje: Sánchez es un traidor a la patria.

LA HORA DE LA VERDAD


(Publicado en Diario16 el 4 de enero de 2020)

Cuando Pedro Sánchez entre hoy en el Congreso de los Diputados para someterse al Pleno de investidura estará pisando un terreno inestable, poco seguro, algo así como un peligroso campo de minas. Cualquier paso en falso puede dar al traste con la compleja red de alianzas con partidos minoritarios, regionalistas e incluso independentistas que el candidato socialista ha ido tejiendo, como en un delicado encaje de bolillos, en las últimas semanas. En principio Sánchez lo tiene todo atado, pero la investidura está pendiente de un hilo y cualquier cosa puede suceder cuando llegue el momento de las decisivas votaciones de sus señorías.
Nunca antes en la historia de la democracia se había vivido una investidura tan agónica y surrealista (sesión parlamentaria en fin de semana, exprés, deprisa y corriendo y con los Reyes Magos cabalgando ya por las ciudades de medio país). La cosa se antoja tan compleja que el camino a la Moncloa puede ser cuestión de un par de votos, tres a lo sumo. Se da por hecho que el líder del PSOE no conseguirá la mayoría absoluta en la “primera ronda”, pero podría ser presidente del Gobierno el próximo martes con el voto favorable de 167 diputados: los 120 del PSOE y 35 de Unidas Podemos más los del PNV, Más País, BNG, Compromís, Nueva Canarias y Teruel Existe (que en las últimas horas han anunciado su luz verde a la investidura, ya que consideran que el pacto del PSOE con ERC está dentro de la Constitución y puede contribuir a solucionar el encaje de Cataluña en España). En contra, Sánchez tendrá los escaños de las derechas −PP (88), Vox (52) y Ciudadanos (10)− más Junts per Catalunya Navarra Suma, la CUP, Foro Asturias, Coalición Canaria y Partido Regionalista de Cantabria. Precisamente el líder de esta última formación, Miguel Ángel Revilla, ha anunciado en las últimas horas que también votará “no” tras conocer que los acuerdos entre PSOE y ERC contemplan una consulta a los catalanes, algo así como una especie de sucedáneo descafeinado de referéndum de autodeterminación.
Por tanto, todo quedará pendiente de las abstenciones de ERC y Bildu, que serán decisivas para que el líder socialista pueda ser proclamado presidente del Gobierno en segunda votación, donde no necesitará mayoría absoluta sino más “síes” que “noes”.
Sánchez comparecerá en ese laberinto aritmético sabiendo que tiene el as de bastos bajo la manga y que lo sacará para clavarlo encima de la mesa el martes. Entonces quedarán atrás muchas cosas: su derrocamiento de la secretaría general del PSOE a manos de los barones en aquel Comité Federal de infausto recuerdo; su viejo coche diésel con el que recorrió el país, pueblo a pueblo y por carreteras secundarias, para recuperar su despacho en Ferraz; tres intentos de investidura; las turbulentas y tortuosas negociaciones con Unidas Podemos y Esquerra; la ruleta rusa de varias elecciones a todo o nada; la despiadada ofensiva de las derechas, que han llegado a calificar al candidato socialista de “felón” y “traidor” a la patria por pactar con los separatistas; una crisis de insomnio, cuando Sánchez no podía conciliar el sueño de verano sabiendo que en otoño le esperaba un incómodo fajador como Pablo Iglesias Turrión que exigía ser vicepresidente a toda costa; y hasta un libro, un best seller titulado Manual de resistencia. La peripecia personal y política de Sánchez solo es comparable al viaje de aquel otro Ulises de la Transición, Adolfo Suárez, quien al igual que él también tuvo que resolver muchos puzles, prometer muchos sueños imposibles y fabricar no pocas trampas de tahúr para conseguir sus objetivos políticos. La diferencia es que el estratega y tecnócrata Suárez tenía una perfecta hoja de ruta trazada de antemano y Sánchez, un peleón jugador de baloncesto, improvisa sobre la marcha, casi siempre sobre la bocina. Suárez era talento y maestría; Sánchez es audacia y riesgo sustentado en su famosa flor, ese halo de fortuna que suele acompañarle siempre y aliarse con él cuando más hundido y enterrado parece.
Sánchez ha pasado por todo hasta llegar a este momento decisivo. Quiso gobernar en solitario con un gabinete monocolor; sopesó la Gran Coalición con el PP; flirteó con Ciudadanos cuando Ciudadanos era Ciudadanos y no un grupo tan residual como el partido del cannabis; y finalmente, quizá por necesidad más que por convicción, cargó a la izquierda para aliarse con Unidas Podemos tras un sinfín de falsos amoríos, desencuentros y rupturas con Iglesias, un compañero de viaje con el que no se lleva pese a la imagen de colegueo que ambos pretenden dar ante la parroquia.
Sánchez lo ha probado todo bajo esa máxima del vive deprisa antes de dejar un bonito cadáver (en este caso político) pero finalmente, una vez más, parece que lo va a conseguir. Esta vez el eterno candidato socialista cree tenerlo todo atado, amarrado y controlado. Pero España atraviesa un momento político extraño, casi onírico, un trance histórico marcado por la convulsión territorial y social, la histeria colectiva (cuando no la esquizofrenia), el cainismo político, el odio y la decadencia que nos ha atrapado y nos arrastra hasta el fondo sin remedio. De modo que en ese escenario movedizo cualquier cosa puede ocurrir: que un barón socialista le salga rana al candidato en el último momento y le vote en contra, en plan “tamayazo”, por sus coqueteos con los independentistas; que algún diputado se equivoque dándole al botón; que un republicano de Esquerra decida vengarse de la JEC y de los palos de los antidisturbios con un no rotundo; o que los nacionalistas vascos se echen atrás por culpa de la cuestión Navarra (aunque ciertamente no parezca muy probable). En cualquier caso, habrá que esperar a los últimos segundos cruciales, esos en los que el pívot Sánchez sueña con meter un triplazo desde la línea de seis veinticinco justo cuando la bocina anuncia el final del partido.

LA CONSPIRACIÓN

(Publicado en Diario16 el 3 de enero de 2020)

Inés Arrimadas ha decidido ponerse en plan estadista para evitar que Pedro Sánchez “rompa España” y en las últimas horas ha desplegado una ofensiva tan frenética como desesperada para contactar con los barones del PSOE y convencerlos de que deben derrocar al jefe por sus acuerdos con Esquerra Republicana de Cataluña. Arrimadas ha declarado por sí misma el estado de “emergencia nacional” sin necesidad de aplicar la Constitución ni nada, y eso a pesar de que Ciudadanos solo tiene 10 escaños en el Congreso, o sea la misma influencia política en el Parlamento español que una asociación vecinal.
En realidad, lo que la líder naranja está proponiendo a los barones territoriales socialistas es que participen en una oscura conspiración para derribar al presidente del Gobierno en funciones, lo cual sería no solo una maniobra antidemocrática, sino una traición al PSOE y un golpe de Estado en toda regla. No obstante, ya ha contactado con los presidentes autonómicos considerados “más críticos” con los planes de Sánchez, aquellos que supuestamente están en contra de crear una mesa de diálogo con los independentistas de Esquerra. Por lo visto, en su ronda de contactos Arrimadas ya ha hablado con el presidente de Castilla-La Mancha, Emiliano García-Page, y con el de Aragón, Javier Lambán, con quienes ha mantenido una conversación “cordial”. La portavoz de la formación naranja les ha expresado la necesidad de hacer “recapacitar” a Pedro Sánchez e impedir un Gobierno “con los populistas” de Unidas Podemos y los nacionalistas de PNV y ERC. Además, ha apelado al “sentido de Estado” de los barones socialistas para que “frenen” a Sánchez y les ha recordado que Ciudadanos ha propuesto la única alternativa “sensata y viable” para formar un Gobierno: la supuesta vía constitucionalista de los 221 escaños. Según esa solución final para el país, la alternativa Arrimadas, se constituiría una especie de Gobierno de concentración nacional, una Gran Coalición en la que tomarían parte el PSOE, el PP y cómo no, su poderosísimo e influyente partido, Ciudadanos. Por descontado, cabe suponer que ella, personalmente, ocuparía alguna cartera, carguete o ministerio en ese hipotético Ejecutivo de salvación patriótica, ya que, a fin de cuentas, de lo que se trata es de colocarse bien cuando las cosas se ponen feas, como es el caso de Cs.
La heroína Arrimadas, en su intento desesperado por salvar España, también ha intentado que la escuche el presidente de Extremadura, Guillermo Fernández Vara, pero este “se ha negado a hablar con ella”, según aseguran fuentes de Ciudadanos. “Arrimadas lo tiene muy fácil. En vez de llamar tanto que vote a favor de la investidura de Pedro Sánchez y asunto resuelto”, le ha aconsejado Fernández Vara, no sin retranca, en un mensaje por Twitter.
Lo que queda de esta operación suicida de última hora para frenar un Gobierno de izquierdas en España, en realidad un gran despropósito político, es más bien poco: el patetismo decadente de una líder que no termina de asumir que su partido se ha ido al garete por culpa de las decisiones y de la mala cabeza de su anterior presidente; un alarmismo histérico innecesario (Sánchez no va a romper España, solo trata de negociar para solucionar un conflicto territorial dentro de los márgenes de la Constitución); y en definitiva el ocaso de un proyecto, el naranja, que ya no puede aportar nada a la política española.
A esta hora se desconoce si Arrimadas ha contactado también con los barones del PSOE de la cuerda sanchista, es decir, aquellos partidarios de negociar con los independentistas catalanes como el valenciano Ximo Puig. Es más que probable que no lo haya hecho porque eso para la señora Arrimadas sería tanto como negociar con el propio Sánchez, o sea con El Demonio rojo con cuernos, rabo y tridente que pretende cargarse España. Y es que Arrimadas solo se entiende con los buenos españoles de pedigrí y ahí ella tiene el monopolio en el reparto de carnés.
En resumen, la “operación Arrimadas”, como era de prever, ha terminado en rotundo fracaso y la jefa de Ciudadanos ha quedado como una patriota de opereta aquejada por una aguda crisis nerviosa a la que nadie hace caso. Ningún barón socialista le ha comprado la idea, algo lógico por otra parte. ¿Qué sentido tendría atender a una vendedora de enciclopedias en horas bajas que va de casa en casa ofreciendo novelillas de ciencia ficción política tan disparatadas e irrealizables como esperpénticas? Cualquiera en su sano juicio entiende que un Gobierno de coalición con PP y Ciudadanos (donde también entra Vox, que va en el mismo pack) sería la tumba del PSOE. Los barones pueden ser arrogantes pero no tan tontos como para picar ese anzuelo.
De modo que Arrimadas ha cogido su plan de urgencia para salvar España en un cuarto de hora, se lo ha metido debajo del brazo y se ha ido con él a otro negociado, o sea a la ventanilla de la calle Génova 13, donde las ideas naranjas ultras y liberales podrían encajar algo mejor. Dicen que ya ha contactado con Pablo Casado, al que ha insistido obcecadamente en su propuesta de pacto a tres −PSOE, PP y Ciudadanos− para evitar un Ejecutivo de coalición entre indepes socialistas y bolivarianos podemitas. No sabemos qué habrá salido de esa reunión pero parafraseando al tristemente desaparecido Albert Rivera de momento lo único que se escucha es “el silencio”.