(Publicado en Diario16 el 13 de diciembre de 2019)
Marine Le Pen y Salvini han felicitado entusiásticamente a Boris Johnson por su arrolladora victoria en las elecciones británicas que le da el pasaporte directo para salir de la Unión Europea. Los populismos xenófobos se abren paso, como una epidemia imparable, en todo el viejo continente. En España, la fiebre amarilla y rubia, ese pegajoso champú Johnson and Johnson que lo empapa todo desde Varsovia hasta Gibraltar, tiene su propia sucursal en Vox. Los ultranacionalistas españoles, con sus peculiaridades y diferencias, comparten numerosos objetivos políticos con sus hermanos del Reino Unido.
Vox todavía no reconoce abiertamente que es una formación euroescéptica. No le interesa espantar a esa parte del electorado conservador que baraja romper con el PP para votar al partido de Santiago Abascal y que está de acuerdo con las políticas liberales de Bruselas. Pero lo cierto es que el programa político de la formación ultra apuesta por una reforma total de las instituciones europeas, no cree “en la actual deriva federalista de la UE” y considera que España ha perdido ya demasiada soberanía. Para Vox, Europa no es una unidad en sí misma ni un ente jurídico-político y social propio, sino una especie de selecto club de estados que conservan intacto todo su poder y que se reúnen de cuando en cuando para hablar de algunas medidas económicas (generalmente siempre en beneficio del gran capital). La Europa de los pueblos, la Europa del ciudadano y todos esos principios humanistas son para Vox ocurrencias “progres” sin ninguna base histórica ni real, de manera que propugna una Unión Europea donde sus estados miembros “defiendan sus fronteras y sus raíces cristianas y se opongan al multiculturalismo y a la inmigración masiva”.
Para Santiago Abascal y los suyos, la cancillera Angela Merkel está destruyendo Europa al abrir las puertas de Alemania a la inmigración masiva, en especial a la musulmana, un peligro para la “pureza de la sangre” europea y para las raíces católicas medievales que Vox dice defender. Por descontado, la formación extremista española se opone radicalmente a que España se someta al “dictado de una burocracia europea intervencionista y neototalitaria cada vez más corrupta e ineficaz” que no da respuesta a los desafíos de nuestro país y atribuye la decadencia de sectores económicos nacionales como la agricultura, la pesca o la ganadería a las directivas y políticas de Bruselas.
Es decir, esta Unión Europea no satisface a Vox, que como en otras tantas cuestiones de su programa electoral, en lo que se refiere a la política internacional tiene una agenda oculta que no es otra que la progresiva desconexión con Bruselas. De hecho, el partido ultra ya se ha incluido en el grupo parlamentario de los euroescépticos, la Alianza de Conservadores y Reformistas Europeos (ACRE), que cuenta con la presencia de los grandes partidos ultraconservadores como el polaco Ley y Justicia o Verdaderos Finlandeses.
Por tanto, detrás de las habituales palabras grandilocuentes de Vox, lo que hay en realidad es una intención de dinamitar la construcción europea desde dentro. La formación de Abascal sabe perfectamente cuál es la estrategia a seguir: fagocitar el sistema para destruirlo desde sus entrañas. Eso es lo que piensa hacer con la democracia española y ese es el mismo plan que piensa seguir en Europa con la ayuda de sus aliados de ACRE. De ahí que la victoria de Boris Johnson, que no deja de ser una victoria del Brexit con todo lo que ello supone para el futuro de Europa, haya sido recibida con regocijo en el partido ultra español. De alguna manera ha sido un referéndum que ha ganado el populismo xenófobo y supremacista en el que también se inspira Vox.
Abascal nunca va a reconocer que odia la Europa del Estado de Bienestar socialdemócrata e impulsora del mayor período de paz y prosperidad en la historia del viejo continente, pero en su programa político, y también en las declaraciones públicas de los dirigentes de su formación, hay una clara intención de liquidar la UE tal como está concebida actualmente. Ese espacio de protección de los derechos humanos, ese proyecto de construcción de una identidad política auténticamente europea, estorba al líder de Vox en su plan para imponer un nacionalismo español autárquico, ultracatólico y de claros tintes franquistas. De tal forma que el “Spainexit” está servido.
Viñeta: Igepzio
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