(Publicado en Diario16 el 4 de enero de 2020)
Gabriel Rufián nunca defrauda. Se
podrá estar de acuerdo o en desacuerdo con él, pero siempre dice las cosas
claras y trata de ser coherente en lo personal y en lo ideológico, dos
cualidades que no abundan precisamente en la clase política de hoy. Es un
auténtico parlamentario pleno de ingenio, un orador latino y clásico de los que
ya no quedan, y cuando uno escucha la pasión, la lucidez y la fuerza con la que
se emplea no puede por menos que lamentar que ese diamante en bruto se haya
perdido para la izquierda española y haya terminado en las filas del
independentismo local.
Pero es que además un tipo que sube a
un atril para decirle a la extrema derecha que “está visto que ir a colegios
privados no garantiza una buena educación” ya debería merecer todos nuestros
respetos.
Cada vez que el diputado de ERC accede
al estrado se hace el silencio, las gargantas de los enemigos políticos se
secan, los esfínteres se aprietan, el foco brilla con más fuerza en el
escenario y el parlamentarismo despierta de ese letargo tedioso, anodino y
rutinario en el que ha caído en los últimos años. Rufián es un pura sangre, la
subversión necesaria, el oxígeno político no contaminado por el barro, el
insulto y la demagogia barata que pretenden imponer algunos. Durante su
intervención, en un giro sorprendente digno de la mejor serie de Netflix, se
permitió comparar la situación de los catalanes con la fábula del gato y los
ratones de Samaniego: “Ustedes son el gato, nosotros los ratones, y el acuerdo,
el cascabel que los va a controlar”, dijo dirigiéndose a la bancada “ultra y
ultra ultraderechista”, como había dicho Iglesias minutos antes refiriéndose a
PP y Vox. “Este acuerdo es el cascabel que controlará al gato, que son el PP,
Vox y Ciudadanos. Somos independentistas pero, por encima de todo, somos
demócratas y como tal nunca favoreceremos un Gobierno de la extrema derecha”,
puntualizó.
Pero aún había más madera. “Tenemos
una derecha asilvestrada”. Touché. No se puede decir más con menos, y de
inmediato la destreza dialéctica del siempre incómodo Rufián fue contestada por
la extrema derecha con airados y enfurecidos gritos de “fuera, payaso y
golpista”, que él encajó con su estoicismo habitual y su ironía corrosiva. “Cálmense
que ya queda poco para terminar”; “por menos que esto me echaron a mí del
hemiciclo, señora presidenta”; “desde aquí se les escucha todo”… Cada chiste
era un rejonazo más para el toro bravío, siempre presto a embestir. Y así fue
como se retrataron los patriotas de la pulsera rojigualda en la muñeca. El
intolerante, el inculto, el ignorante, el violento, el irascible o el fanático
solo sabe contestar con el insulto y el colmillo retorcido cuando se le pone
ante alguien que emplea el arma más poderosa que se conoce: la inteligencia.
El portavoz de Esquerra comenzó su
intervención asegurando que la decisión de la Junta Electoral Central de
inhabilitar a Quim Torra y a Oriol Junqueras es un “golpe de Estado” en toda
regla. Y quizá ahí haya exagerado el brillante político catalán, ya que
últimamente en España a cualquier cosa la llaman golpe de Estado, un concepto
que por manido y sobado corre el riesgo de perder toda su fuerza y su dramática
importancia. En ese momento Rufián se equiparó a Cayetana Álvarez de Toledo,
que está viendo golpes de Estado a todas horas y en cada rincón de su casa.
¿Fue un golpe de Estado la declaración unilateral de independencia de Cataluña?
¿Fue un golpe de Estado la reforma subrepticia de la Constitución, con
nocturnidad y alevosía, para adecuar el techo de gasto y evitar inversiones
excesivas en prestaciones sociales para el pueblo? Parece lógico pensar que el
único golpe de Estado auténtico y real que se ha producido en España en los
últimos 40 años fue el 23F, por mucho que algunos en el Parlamento sueñen con
que Tejero entre de nuevo en el hemiciclo, pistola en mano, y grite aquello de
todo el mundo al suelo.
En cualquier caso, Rufián ha
denunciado desde la tribuna de las Cortes algo que sí es cierto. La resolución
de la JEC sobre Torra roza la cacicada con abuso de autoridad, una decisión que
sortea a los tribunales y que probablemente será recurrida, revocada y anulada
en instancias superiores. Ahí hay mucho material para un nuevo bochorno de
España ante los tribunales europeos si el Tribunal Supremo no enmienda el
desaguisado. En su intervención, Rufián se ha dirigido a Pablo Casado y a
Álvarez de Toledo para acusarlos de haber instigado una conspiración con el fin
de inhabilitar al president de la Generalitat. La “última bala”, como dice el
diputado indepe, que le quedaba a las derechas para dinamitar el acuerdo
PSOE-ERC antes del debate de investidura. “No solo es una salvajada, sino que
es un golpe de Estado de libro. Frente a ataques a la democracia, más
democracia. Ochenta y nueve años de historia no se tumban así como así.
Lucharemos y defenderemos hasta no poder más los derechos políticos del
president Quim Torra y de Oriol Junqueras”, denunció al tiempo que añadió que
“nada en la vida, ni la independencia de Cataluña ni la unidad de España,
justifica la violencia” como medio para conseguir los fines políticos.
Pero el diputado catalán, crecido ya y
consciente de que la razón le asiste, tampoco fue condescendiente con Sánchez.
“¿Qué creen que ha pasado para que el candidato a la Presidencia pase de llegar
a presumir de poder utilizar a la Fiscalía a su antojo para detener a
Puigdemont a terminar hoy hablando de diálogo?”, preguntó retóricamente a la
Cámara. “Lo que ha pasado es el miedo a esta gente”, concluyó señalando a las
bancadas del PP, Vox y Cs.
Rufián le recordó a Sánchez que nunca
ha habido un presidente de un Gobierno socialista “que haya llegado a la
Moncloa sin Cataluña y mucho menos contra Cataluña”. “La buena noticia es que
somos políticos, aquí no hay dogmas inamovibles. Tenemos la obligación de
interpretar la realidad para tratar de dar soluciones a la misma. Yo prefiero
malas hemerotecas a dejar de ser útil. Así que bienvenidos al diálogo,
bienvenidos a la política, señor Sánchez”.
El diputado de Esquerra volvió a
esgrimir un argumento incontestable: “La receta de algunos grupos
parlamentarios que están aquí es que más de dos millones de personas dejemos de
existir, dejemos de pensar lo que pensamos y de votar lo que votamos. Nosotros
no le pedimos al fascismo que deje de ser quien es, simplemente pedimos lo
mismo para nosotros. Nos guste más o nos guste menos estamos obligados a
dialogar, estamos obligados a hacer política”.
Y para finalizar una intervención
histórica que agravó la úlcera de más de un ultraderechista crispado, concluyó
diciéndole a los socialistas: “No les tenemos manía, les tenemos memoria. A
este monstruo en algunas ocasiones también lo han alimentado ustedes”. El
monstruo era Abascal, que con la vena visiblemente hinchada se atusaba la barba
mientras pensaba qué hubiera hecho Franco con ese muchachito tan inteligente
como peligroso. Y tras la réplica del investido, el profeta de la democracia a
quien más de uno pretende crucificar volvió tranquilamente a su escaño.
Viñeta: Iñaki y Frenchy
No hay comentarios:
Publicar un comentario