sábado, 8 de junio de 2013

EL HAMBRE DEL PP


Uno de cada cuatro colegiales españoles sufre malnutrición y nosotros sin saberlo. Además, los bancos de alimentos escasean y Cáritas alerta de una emergencia nacional. Nos creíamos que la hambruna infantil era cosa de lejanos etíopes y nos jactábamos de mandar a los negritos del África tropical mucha leche caducada, mucho catecismo y muchos bolígrafos rotos. Pero resulta que España es un país rico en niños pobres y el tercer mundo estaba a la vuelta de la esquina. Con esto de la crisis los señores del Bundesbank y el capitalismo caníbal, más los nacionales del PP que malgobiernan el país, nos están devolviendo a la posguerra, a la sopa boba de auxilio social para viejos y mendigos y a los niños desvitaminados, descalzos y con piojo verde. Entre el hambre y la contrarreforma católica Wert están haciendo de las escuelas públicas españolas grandes guetos de críos esfamiaos, negros hospicios para joselitos famélicos cuyo único futuro es hacerse cantante, meterse a torero o irse de novicio al convento. Tenemos una legión de marcelinos con poco pan y poco vino, que hasta el franquismo alimentaba a sus vástagos con más gracia y proteína que este Gobierno marianista y gurteliano. Eso sí, la epidemia de hambre solo alcanza a la escuela pública, hasta ahí podíamos llegar, y uno teme que en el colegio de Anita Mato sobren bocadillos de nocilla, fantas doradas y mortadela de caviar a tutiplén, a porrillo, a gastos pagados por el sufrido contribuyente. A los niños de la derecha le organizan fastuosos cumpleaños con payasos diorísimos mientras los niños de los rojos pasan el día con un desayuno proletario en la escudilla, remiendo recalentado del estómago, y gracias. Pero quietos parados, que Rajoy acaba de decir, tal que hace un rato, que el pesimismo ya está de retirada en España. Pobre diablo. El pesimismo puede, pero el hambre es endémica, señor Rajoy. Le faltan libros y le sobran puros a don Mariano, no se ha enterado de que el pesimismo y el hambre hidalga, desde la picaresca y el 98, son marca de la casa hispana, están en los genes del español descreído, desencantado, pobre. Aquí estamos en el G-20, hacemos piezas para la Nasa (cada vez menos), ganamos Roland Garros a espuertas, sacamos pecho en la UE de lo machos que somos, pero nuestros niños visten ropas tristes y tienen hambre, respiran hambre, crecen con hambre. Somos los mexicanos pintorescos de Europa y haría falta un Pancho Villa para quitarle el gusanillo a nuestros hijos. Aquí sobran mentiras y falta pan para nuestros niños, que el hambre es un fantasma invisible y solo aparece cuando ya es demasiado tarde. Después de la ley del no aborto, después de la vuelta al crucifijo en la escuela de instrucción primaria y de los telefachas del parte informativo TVE solo nos quedaba por sufrir esta peste de hambruna infantil para sentirnos como en el cuarentañismo del Tío Paco. El PP se siente a gusto en este revival retrofranquista y ya estamos a un paso de la pertinaz sequía, de la Sección Femenina, el sindicato vertical y el careto al sol. Nos creíamos que con una paletada de buen cemento en la tumba del dictador nos íbamos a librar del hambre, pero el hambre siempre vuelve (mayormente para algunos) el hambre es un régimen político, una idea, mientras la biuti política versallesca nada en la ambulancia, como decía el humorista, y se ríe del pueblo. Nuestros niños se raquitizan y nuestros viejos se preparan para dar el callo hasta los cien con una pensión de mierda. Qué sabrá este Gobierno de hambre en la escuela si Rajoy tiene pazo con vacas gallegas y el otro, Aznar, es un caudillo agrario de las Falanges de Castilla con nietos en Harvard. Esto es un déjà vu insoportable, el escenario perfecto soñado por la derecha patria. Solo falta el carca de Matías Prats dándonos la brasa con el No-Do.   

Imagen: El Roto

       

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