viernes, 14 de junio de 2013
LA SUCIA SUIZA
Graham Greene dijo aquello de que Suiza, en varias generaciones de paz y neutralidad, solo ha sido capaz de dar el reloj de cuco. El reloj de cuco y una banca estercolada de dinero negro, añadiríamos nosotros. Suiza, la sucia Suiza. Viene esto a cuento de los 47 millonazos que le han encontrado a Bárcenas en más cuentas clandestinas, oprobiosas, vergonzantes. Bárcenas, Barcenitas, Barcenete. Y uno se pregunta: ¿Qué coño pasa en Suiza? ¿Es que no hay policía financiera, es que no hay fiscales anticorrupción, jueces, inspectores de Hacienda? Nos creíamos que Europa era el culmen del mundo civilizado, la conclusión lógica e histórica del Estado de Bienestar tras dos guerras mundiales, y resulta que no es más que un club de trileros con esmoquin, un cabaret de golfos y pardales que esconden la pasta deshonrada de los estafados españoles en la fría y silenciosa Suiza. Es difícil comprender cómo un país pequeño que solo vive de vacas, tiroleses horteras y estaciones de esquí ha podido situarse a la cabeza económica del mundo libre. Es como si las vacas suizas cagaran billetes de quinientos y su chocolate estuviera relleno de dorados lingotes de oro. Pero viendo lo que se está viendo, viendo el pastelón que Bárcenas escondía allí, se entiende todo. Se entiende que la neutralidad suiza ante los nazis no se firmó por humanismo sino por negocio, se entiende que su Sociedad de Naciones no fuera en realidad un foro de paz mundial sino un inútil y tranquilo balneario para dinosaurios políticos viejos y gordos que pasaban sus últimos días ahogando su abulia en champán francés. El único papel que Suiza ha jugado en la historia de la humanidad ha sido el de fumadero de opio para los yonquis del dinero, el de isla del tesoro para los bucaneros y saqueadores del gran capital, el de astillero para los bancos piratas que después han arrasado Europa. La Pinta, la Niña y la Santa María descubrieron América. Lehman Brothers, Moody's y Morgan Stanley descubrieron el paraíso suizo, donde todo el mundo pone el cazo, se colocan de nieve alpina hasta las cejas y nadie se va de la lengua. En Ginebra todos brindan con ginebra cada vez que se abre una cuenta para robar el dinero de algún hospital, de alguna escuela, de algún parado o pensionista de Europa. Si no existiera Suiza, habría que inventarla, debió pensar Bárcenas el día que perdió el culo para llevar allí su quincalla de sobres y maletines infames. Luego trincó el piolet y se fue a escalar los Alpes (la cabra tira al monte) mayormente por disimular.
Nos sobra casi todo de Suiza, sus cantones que enmudecen de codicia, sus navajas para trocear nuestro futuro, sus quesos agujereados de vicios y perversiones. La mayor contribución de Suiza al mundo ha sido Heidi, y eso lo dice todo sobre su cultura insípida. Europa, una Europa democrática y avanzada, una Europa fuerte y honrada con sus ciudadanos (no ese nido de lobistas, políticos corruptos, banqueros aprovechados y refugiados de la estafa) debería plantearse con rigor una auditoría en condiciones a la banca Suiza. El día que la Policía levante las alfombras rojas de aquel país, el día que un juez decida meterle mano a sus falsas embajadas, bancos, fifas, uefas, cois y organizaciones benéficas con ánimo de lucro (banco Vaticano incluido) ese día el mundo saltará por los aires y el dinero llegará a espuertas a las favelas pobres de Brasil, a las calles masacradas de Bagdad, a los niños-esqueletos de Etiopía. En Suiza sí que hay un banco malo, pero malo de maldad. Dejémonos de coñas marineras. Bárcenas solo era uno más. Quien nos roba de verdad, a braga quitada, es Suiza.
Imagen: lainformación
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