El jurado ha concedido el Príncipe de Asturias a Muñoz Molina en su condición de "intelectual comprometido con su tiempo". Qué buena noticia que le den el premio y qué pena que no se hayan estrujado un poco más las neuronas a la hora de rubricar una mejor definición para un creador universal. El gran escritor andaluz se merecía ya éste y otros galardones, pero parece que cuando no se sabe qué decir de un premiado se dice que es un intelectual comprometido con su tiempo y a otra cosa, que nos cierran el banco. No me considero un experto en literatura (en realidad no me considero experto en nada, dios me libre) pero a uno se le ocurren un par de lemas algo más afortunados para ensalzar la contribución de M.M. a las letras españolas. Podríamos hablar del bajón de calidad que ha registrado el jurado de este premio devaluado, pero eso daría para otra columna.
Recuerdo que un escalofrío me acompañó durante días tras leer Plenilunio. Fue como pasar una gripe persistente. Cuando no te puedes quitar de encima una novela, cuando una novela se te pega a la piel y te acompaña noche y día, eso es que sin duda tiene que ser buena. La historia de ese inspector de Policía que busca al psicópata asesino de una niña no es solo una novela negra al uso, sino el retrato puntillista de una democracia española bisoña que se va incorporando poco a poco a la modernidad del mundo, a la modernidad del crimen. Con Plenilunio la literatura española da una vuelta de tuerca más, nos americanizamos, con todo lo bueno y lo malo que tiene ese término sociológico. Pasamos del campesino ágrafo que da el hachazo malo al vecino de enfrente por unas lindes al psicópata postmoderno, inteligente, frío, bestial, al homicida maníaco que mata por placer, por vicio o porque no puede evitarlo. El retrato perfecto que dibuja Muñoz Molina desde el punto de vista del criminal, desde el mismo cerebro enfermizo del asesino, debería ser estudiado en las facultades de Criminología. El escritor de Úbeda no es solo capaz de interpretar al psicótico y diseccionarlo como un cirujano sutil, sino que por un tiempo piensa como él, suda como él, tiene miedo como él. Con Plenilunio la novela negra española (siempre ninguneada por falta de identidad propia) pierde el complejo de inferioridad que la estigmatiza, sale de su atraso secular, de su centenaria ruralización y de las vulgares historias de garrote vil. Plenilunio moderniza y coloca el género a la altura del mejor Truman Capote, de J.M. Cain o Ellroy, no solo en asuntos, sino también en personajes. El psicópata, hasta ese momento monopolio de la novela anglosajona, entra de lleno en la fauna literaria hispánica. Las democracias modernas forjan a sus psicópatas en la neurosis del capitalismo salvaje, en el detritus humano del perdedor, en la soledad de las calles, en el maltrato infantil, en la televisión basura. Hasta Plenilunio, aquí vivíamos todavía un tanto lastrados por el novelón de posguerra, pero llegó Muñoz Molina para decirnos que había un territorio fértil para nuevas historias, material suficiente para escribir otras novelas más actuales, menos coñazo y menos rancias. El Plenilunio de M.M. (como el mejor Vázquez Montalbán en su momento) nos demostró que se puede hacer buena novela negra a la española, sin necesidad de caer en el viejo cliché anglosajón del detective braguetero y borracho y la rubia platino y tetuda apoyada en la barra del bar. A partir de Plenilunio todo es novelable por inverosímil que parezca, desde el triple crimen de las niñas de Alcácer hasta Breton abrasando a sus hijos en las Quemadillas. Solo por ese brochazo de modernidad que ha dado a la literatura española Muñoz Molina se merece el Príncipe de Asturias, pero es que además de su impagable obra narrativa nos ha dado artículos periodísticos antológicos, sosegados, certeros. Artículos deliciosos sobre literatura, arte y viajes que pudimos leer tantos y tantos veranos felices a la orilla del mar. M.M. es heredero del buen periodismo que se ha hecho en España en los últimos treinta años de democracia juancarlista, un periodismo de alto nivel que ahora quieren finiquitar algunos seudoempresarios editoriales de baja estofa. Uno cree que Muñoz Molina debería atreverse con el gran novelón negro de nuestro tiempo: el papelamen de Bárcenas. Y que le den también el Pulitzer.
Imagen: elretratero
Magnífico ensayo sobre uno de los mejores novelistas postmodernos
ResponderEliminarque ha dado la literatura española. El Pulitzer para él y para ti también Jose Antequera.
Para ti el premio, filóloga, que sabes más que nadie de este negocio
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