GERVASIO Y SU GUERRA
Soldados tullidos,
mercenarios enloquecidos, niños mutilados, heridos y muertos, ciudades
devastadas, la locura cíclica de la guerra, el horror sin sentido de la
guerra que vuelve una y otra vez. Gervasio Sánchez, el periodista que
nos ha acercado a los conflictos bélicos de los últimos treinta años,
expuso ayer su ingente obra fotográfica (con conferencia incluida, un auténtico regalo) en el centro cultural Niemeyer de Avilés.
"Las guerras solo se terminan cuando cesan sus consecuencias", dijo
ante un público selecto y fiel. Y tiene razón el viejo maestro, no hay
más que ver que la guerra civil española no culminó en el 39, por mucho
que lo digan las enciclopedias, sino que barrió cuatro décadas más, todo
un frío cuarentañismo, hasta llenar el país de hambre, desolación,
presos políticos, fusilados y exiliados. ¿Acaso no es ese holocausto
humano, más allá del millón de muertos oficialmente registrado, prolongación de
una contienda que quizá, quién sabe, siga hoy latente entre los
españoles? Gervasio habla más como un hombre de letras que como un
aguerrido reportero y, sin embargo, no ha habido refriega en la que no se haya metido hasta las cachas.
Sierra Leona, El Salvador, Sarajevo, Oriente Medio, puntos cardinales de
un mapa sangriento, el mapa de la guerra que Gervasio ha cartografiado como
nadie, solo, siempre solo, como un monje peregrino, sufriendo, pasando
miedo y teniendo que ingeniárselas para no caer en manos del paramilitar
zumbado dispuesto a meterle una bala en la cabeza en un control de carretera. "Un corresponsal de guerra tiene que ser mucho más que un simple fotógrafo, tiene que sufrir con la gente y mantener esa herida abierta por mucho tiempo". Viene Gervasio de la escuela de Manu Leguineche, el padre de todos ellos, la escuela del periodista/escritor/historiador/intelectual/filántropo, ese perfil de reportero informado que hoy ya no se lleva, el humanista implicado en la tragedia violenta del ser humano. "No se puede ir a Afganistán sin conocer antes la Historia de Afganistán".
Alguien dijo que Gervasio, además de un gran fotógrafo, es "una ONG con
piernas", quizá porque tras un buen reportaje siempre tiene tiempo para
un niño soldado, para una viuda cargada de huérfanos o para un viejo aturdido por las bombas. "Me gusta volver al país tiempo después para
ver que los agujeros de las casas se han tapado con cal y que la gente
ha rehecho sus vidas. Eso me ayuda a no terminar en el psiquiatra, a
conseguir el equilibrio que necesito". Fue Hemingway quien dijo aquello
de que en la guerra moderna mueres como un perro y sin motivo alguno y
eso es precisamente lo que Gervasio ha estado contando y retratando
durante todos estos años, la guerra sin vencedores ni vencidos, la
guerra sin buenos ni malos, la guerra sin más motivo que el interés de
la feroz industria de armamentos, la guerra que se ceba con la población
civil, con las mujeres y los niños, con los ancianos y refugiados, la
guerra indiscriminada y genocida, armagedónica y total. "He conocido a
muy pocos héroes en las guerras. El que no tiene miedo o es un loco o es
un irresponsable. Entre morir y matar todos elegiríamos matar". De
tanto ver muerte y destrucción, de tanta guerra entre guerra y guerra,
el bueno de Gervasio habla ya con la valentía descreída de quien ha caminado por la manigua de la muerte. Cuando se ha estado en el infierno y
se regresa al mundo de los vivos no hay nada ya que pueda estremecerle a
uno. Quizá por eso se permite arremeter contra la izquierda que no
condenó las atrocidades de Milosevic, contra el apesebrado Cebrián y su pelotazo de 14 kilos, contra la banca, contra los políticos,
contra el periodismo de baja estofa que se practica en nuestro país. "La
prensa en España da asco. El poder económico presiona al periodista. Si
hoy me atrevo a decir que un banco está metido en un negocio de armas
mañana mismo me cortan el cuello". Kant creía que el estado natural del
hombre no es la paz, sino la guerra. Pues ahí estará Gervasio para contarla.
Imagen: jotdown.es
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