martes, 8 de marzo de 2016

ELLAS

En España mueren cada día a manos del macho ibérico; en Oriente Medio (quizá habría que empezar a llamarlo Oriente Miedo) mueren a manos de los machos fanáticos de ISIS. Son refugiadas de la guerra siria, esclavas sexuales de las elites, víctimas siempre de la violencia ciega del hombre. Ellas, las mujeres, nuestras madres, hermanas, hijas, amigas y compañeras, esas fascinantes desconocidas que nos acompañan por el río turbulento de la vida, son las primeras víctimas de esta nueva guerra mundial entre clases sociales, entre pobres y ricos, entre amos y esclavos. En el Día Internacional de la Mujer es un buen momento para hacer balance y abrir los ojos a la triste realidad: que el feminismo avanzó mucho en los derechos de la mujer pero quizá no tanto como nos creíamos. Siguen cobrando menos que los hombres (brecha salarial lo llaman, los economistas siempre con sus malditos eufemismos) siguen sufriendo la discriminación y la explotación laboral y siguen soportando la vejación y la jerarquía inútil del macho alfa que aún considera a la mujer como fetiche y blanco inocente de sus locuras, vicios y piropos paletos. El mundo es la obra macabra del macho violento, no de la mujer, la conclusión histórica de una dominación por razón de sexo, y por eso hay desigualdades sociales, países hambrientos, cracks bursátiles, abusos, corrupciones, guerras, crímenes y exterminios. No sabemos si con la mujer en el poder el planeta sería mejor, pero seguro que sería distinto. Con ellas al frente las comisarías no estarían llenas de maltratadas oprimidas por el sistema ni por juezas traidoras que obligan a cerrar las piernas heroicas a las mujeres violadas y ultrajadas. El político, el militar y el cura, los tres estamentos que rigen nuestro mundo neolítico de ordenadores y neón, siguen rechazando a la mujer, que queda relegada al papel secundario de madre, cuidadora de viejos y enfermos y objeto de placer. La lucha de clases es eterna, como lo es la lucha de la mujer contra el hombre para que se haga justicia, y aún no hemos salido de la Edad Media, cuando Averroes consideraba que la mujer no era más que el hombre imperfecto. En la India, en China, en Etiopía, en Guatemala y en tantos otros lugares no hay más que lóbregos telares clandestinos donde las mujeres remiendan sus vidas rotas por unas cuantas rupias para beneficio del hombre. Algunos pobres diablos que solo servimos para escribir cuatro letras (y ya ni eso) los que no tenemos puertas giratotrias en el Íbex, ni cargos en el partido, ni cuentas en la sucia Suiza, los que nos sentimos tan vulnerables y víctimas como ellas, solo podemos levantar la voz y poner nuestra palabra y nuestra pluma al servicio de la causa más justa y noble posible: la de la mujer contra el poderoso, cruel y déspota macho dominante.

Viñeta: El Koko Parrilla

No hay comentarios:

Publicar un comentario