(Publicado en Diario16 el 26 de noviembre de 2019)
En el despacho del jefe de Génova 13 se escucha el castañeteo y el rechinar de dientes de Pablo Casado. El líder del PP sabe que no solo Pedro Sánchez se juega su futuro político en esta investidura. Él mismo puede terminar en la cola del paro. Si el presidente del Gobierno en funciones no logra los apoyos suficientes entre los independentistas catalanes de ERC (y de momento pinta mal) iremos a unas terceras elecciones. Entonces todos los candidatos, también Casado, entrarán en territorio ignoto e inexplorado. Cualquier cosa podría ocurrir en esa desconocida dimensión que se abriría tras la repetición de los comicios. Nadie puede aventurar a día de hoy cuál sería el escenario político que saldría de las urnas, pero una cosa parece clara: Vox podría dispararse una vez más, dando otro salto exponencial en número de escaños en su loca y anacrónica carrera por devolver a España a los convulsos años 30 del siglo XX.
El partido de Santiago Abascal ya ha devorado a Ciudadanos tras las últimas elecciones del 10N y el riesgo de que pueda engullir al PP en un nuevo duelo electoral es cada vez más real. Todo eso lo sabe Casado, que se enfrenta al oprobio de pasar a la historia como el hombre que liquidó el PP, perdiendo la hegemonía de varias décadas en la derecha española. Pese a todo, sigue jugando peligrosamente con el “no es no” a Pedro Sánchez y con la negativa a abstenerse para que el candidato socialista pueda ser investido. La misma estrategia fatídica que llevó a Albert Rivera al descalabro y a su tumba política. Fuentes de Génova han dejado caer en las últimas horas que los asesores del presidente popular le están aconsejando que se mantenga firme en su plan de bloqueo a un Gobierno de izquierdas. Pero el riesgo de que Sánchez fracase y termine convocando elecciones generales es demasiado elevado para el Partido Popular.
Es por ello que Casado ya está empezando a recibir presiones del entorno de Alberto Núñez Feijóo (el recambio natural si las cosas se tuercen para el PP) y de grandes empresas del Íbex35, que estarían apretando las tuercas al líder popular para que se abstenga y permita un Gobierno socialista y morado. Por una parte, el liderazgo de Casado sigue estando cuestionado, ya que aunque el 10N mejoró los resultados, los 88 escaños siguen sabiendo a poco a los barones del partido de las gloriosas mayorías absolutas. Los seguidores de Feijóo mantienen la diana en el sucesor de Rajoy y marcan estrechamente cada uno de sus pasos. Por otro lado, el gran capital siente alergia ante la posibilidad de un Ejecutivo de izquierdas PSOE/Unidas Podemos con Pablo Iglesias en la vicepresidencia. Pero es aún más fuerte el pavor de la clase empresarial ante un país desgobernado, fallido y sin rumbo. A fin de cuentas, sin orden no hay dinero y la élite financiera empieza a ver claro que cualquier Gobierno es mejor que el vacío de poder. Ya habrá tiempo para reprimir las veleidades socialdemócratas del nuevo gabinete rojo.
Sin embargo, Teodoro García insiste: la izquierda es el “adversario y el enemigo de España”; Vox el gran aliado. Solo el tiempo dirá si ese tratamiento de “socio preferente” que los populares otorgan a los ultraderechistas ha sido un acierto o un suicidio lento y a largo plazo. De hecho, ningún partido de corte clásico conservador ha pactado nada en ningún país europeo con los neofascistas, cuyo único objetivo es llegar al poder para liquidar la democracia, tal como hoy la conocemos, y las conquistas en derechos humanos que el viejo continente había logrado alcanzar tras el final de la Segunda Guerra Mundial. Esa será la decisión más trascendente que deberá tomar Casado en los próximos días: abstenerse para que haya un Gobierno en España o jugarse un póker con Abascal, un jugador mucho más hábil que él sacando ases de la manga.
Viñeta: Iñaki y Frenchy
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