(Publicado en Diario16 el 2 de diciembre de 2019)
La última estupidez de Vox es anteponer la creación de empleo al futuro del planeta. Lo acaba de decir tal que hace un rato el portavoz de la formación ultra en el Congreso de los Diputados, Iván Espinosa de los Monteros, que ha rechazado el “alarmismo exagerado e infundado” sobre el cambio climático porque “es muy peligroso” para el empleo en España. Una vez más, nos encontramos ante una ideología absurda y mendaz que trata de ocultar la verdad confirmada por todos los estudios científicos serios sobre el calentamiento global.
El cambio climático es un hecho cierto y contrastado empíricamente por los principales observatorios meteorológicos y universidades de todo el mundo. Y no solo eso, también está probado que la mano del hombre y su actividad industrial descontrolada es la principal causante de un proceso irreversible que lleva a la degradación continuada del planeta. A partir de ahí, el señor Espinosa de los M. pretende construir una nueva falacia, una realidad paralela que no es la que es, como suele hacer con cada asunto importante como la violencia machista, la inmigración o la supuesta amenaza de la “dictadura progre” que solo está en las mentes de toda esta gente marciana que parece llegada del espacio exterior. De alguna manera, por lo que dicen y cómo lo dicen, Espinosa de los Monteros y Rocío Monasterio, entre otros, son como aquellos extraterrestres de V, la vieja serie de televisión donde unos lagartos provenientes de otros mundos iban poseyendo a los humanos sin que nadie notara nada raro. De hecho, ya han logrado entrar en los cuerpos y las mentes de más de tres millones y medio de españoles que les han votado en las pasadas elecciones.
“Hoy, por fortuna, solo un puñado de fanáticos niega la evidencia”, ha dicho Pedro Sánchez en la apertura de la Cumbre del Clima de Madrid en una clara referencia a los líderes del partido de Santiago Abascal. Y eso es precisamente lo que son los dirigentes de la formación neofranquista: fanáticos de alguna secta milenarista extraña; destructores de los principios más nobles de la civilización humana; conspiranoicos pasados de tuerca a fuerza de incubar el odio al otro y el miedo a perder los privilegios de una clase pudiente. Cuando Espinosa de los M. antepone la creación de empleo a la supervivencia de la Tierra sabe perfectamente que lo primero es el planeta, porque sin planeta no hay nada, ni formas de vida, ni economía, ni empleo, ni lujosos lofts, ni partidos ultras como el suyo. Pero, aunque conoce la verdad y es consciente de ella, juega torticeramente a la retórica sofista y vacía, al negacionismo dialéctico permanente, a embaucar, enredar y confundir al personal, que en definitiva es su gran programa electoral. El partido verde se dedica a vender humo, mucho humo negro, humo venenoso para las personas no solo en lo biológico sino en lo ideológico.
Santiago Abascal y los suyos saben que no tienen nada que ofrecer porque hace tiempo que el fascismo −y Vox, no lo olvidemos, es un partido inspirado en ideas neofascistas como el supremacismo del hombre blanco, el elitismo social, el colonialismo imperial y la xenofobia−, perdió la batalla de la historia, aunque rebrote con mayor o menor fuerza según las épocas y las circunstancias. Al engendro verde y marciano de Abascal, desprovisto de toda razón científica y política, solo le queda aferrarse a los mitos y leyendas medievales como el Cid y don Pelayo, al tabú sexual y religioso como el “no al aborto”, al consultorio sentimental para mujeres franquistas de Elena Francis y al retorno al primitivismo y a la tribu jerárquicamente organizada en castas, siguiendo la prehistórica estructura piramidal formada por Dios-emperador-guerrero-sacerdote/chamán.
Vox es un atavismo paleolítico que se opone a todo progreso humano, y hoy niega el cambio climático como mañana puede defender que la Tierra es plana, el peligro de las vacunas o la superioridad de unas razas sobre otras, devolviéndonos a los tiempos de los sumerios y acadios. Porque no se trata de analizar la realidad con todos sus complejos y múltiples problemas para encontrar soluciones, sino de construir un universo paralelo (más bien para lelos), un mundo de cuento de hadas con princesas sometidas al poder patriarcal, heroicos y patrióticos guerreros y una tierra prometida verde y fértil plagada de unicornios que no existe porque está atiborrada de basura, CO2, plástico y contaminación.
Viñeta: Iñaki y Frenchy
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