(Publicado en Diario16 el 5 de diciembre 2019)
Palabras como “presidenta” están documentadas en el español, según la Real Academia Española de la Lengua, desde el siglo XV, cuando se extendió su uso entre el pueblo. Ahí están los estudios de Joan Coromines y su magnífico diccionario etimológico del castellano como prueba de la afirmación. Y se dice que Beatriz Galindo, “La Latina” –escritora y humanista− ya ostentaba el tratamiento de preceptora y consejera de la reina Isabel la Católica. Consejera con “a”, no consejero con “o”. El castellano, probablemente una de las lenguas más inclusivas del mundo, lleva más de cinco siglos empleando el femenino para los cargos públicos y oficios de la mujer.
Sin embargo, los negacionistas de Vox (a poco que nos descuidemos, esta gente termina negándonos no solo la igualdad de sexos sino también el pan y la sal) quieren acabar con el lenguaje inclusivo, que es tan antiguo como el propio idioma español. Ellos, que son tan proclives a la nostalgia del pasado –hasta proponer ideas y cosas de la Edad Media− deberían saber que la palabra “presidenta” está no solo aceptada académicamente, sino como término de uso diario y común en nuestra lengua.
Viene esto a cuento de la nefasta intervención del diputado ultraderechista Iván Espinosa de los Monteros, portavoz de su grupo parlamentario, durante la pasada sesión de constitución de la Mesa del Congreso. Espinosa se refirió hasta en cuatro ocasiones a la socialista Meritxell Batet como “presidente” de la Cámara Baja y no como “presidenta”. Repetir la fórmula masculina para referirse al cargo de Batet fue sin duda una nueva provocación de Vox, que para eso es para lo que ha llegado a la política nacional, para provocar y dinamitar la democracia en la medida que pueda.
Hasta el director de La Razón, Francisco Marhuenda, nada sospechoso de ser un rojo bolivariano, criticó la alocución del portavoz parlamentario verde al asegurar que “yo hubiera dicho la ‘presidenta’, y además con respeto. Iván se ha equivocado, es presidenta y punto”.
Con todo, nos quedan algunas dudas en el tintero sobre la propuesta de Espinosa de masculinizarlo todo robándole la necesaria y legítima “a” a cada oficio o cargo desempeñado por una mujer. Y en ese punto cabría preguntarse si a sus empleadas de hogar los Espinosa/Monasterio −como familia bien y elitista que es− las considerará “sirvientas”, como hacían las grandes estirpes franquistas de antaño. No parece que ahí el señor diputado de Vox tenga gran interés en masculinizar el término, ya que lo que se pretende es dejar claro no solo que el “sexo débil” es un género supeditado e inferior, sino el dominio del dueño y señor de la casa y el omnímodo poder económico de una clase social pudiente. Aunque si de lo que se trata es de quitarle la “a” a toda palabra del diccionario que se refiera a un trabajo u oficio desempeñado por una mujer para remarcar la masculinidad del lenguaje –vulnerando la tradición del castellano y las normas ortográficas elementales establecidas hace más de quinientos años− podríamos empezar por suprimirla del primer apellido del insigne diputado, que quizá sea demasiado bucólico y melifluo para un político ultra. Y así, a partir de ahora, podremos llamarlo “Espinoso” de Los Monteros. Que es mucho más macho.
Viñeta: Iñaki y Frenchy
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