(Publicado en Diario16 el 9 de abril de 2022)
Pablo Iglesias ha vuelto a echar más leña al fuego en el que arde lo poco que queda ya de la izquierda española. El hombre que construyó el gran sueño de Podemos y lo abandonó después como un juguete roto (dejando tirada a su gente para dedicarse a tertuliano) admite que cometió un error al designar a la vicepresidenta Yolanda Díaz como sucesora al frente de la formación morada sin pasar antes por unas primarias: “Quizás me equivoqué, quizás eso no fue un acierto”. Si lo que pretendía era terminar de rematar el proyecto ya le ha dado la puntilla final.
En medio de una guerra que tiene en vilo al país y al mundo entero, con el fascismo subiendo como la espuma aquí y en toda Europa y el rey de Marruecos mofándose de la bandera española (que colocó al revés durante la cena con Pedro Sánchez), lo último que le faltaba a la izquierda española era una guerra fratricida en su seno. Sin embargo, Iglesias ha abierto la veda contra Díaz y a pesos pesados de Podemos como Ione Belarra e Irene Montero (que le tienen ganas a la vicepresidenta) les ha faltado tiempo para entrar en la cacería ordenada por el macho alfa.
“No tengo claro que fuera lo correcto. Quizá tendría que haberlo dejado en manos de los partidos para que organizaran unas primarias, eso habría sido mucho más previsible y mucho más democrático que dar mi opinión”, apostilló Iglesias, que nunca hace o dice nada gratuitamente o sin tener en cuenta la coyuntura política. El problema es que la polémica llega en el peor momento para el país y para el Gobierno de coalición, un gabinete más dividido que nunca por el asunto de la guerra en Ucrania, por el polémico episodio del Sáhara Occidental y el descontento social en la calle (las huelgas le brotan como setas a Pedro Sánchez).
En medio de esta tormenta perfecta, lo que le faltaba a Moncloa era un ataque directo de la familia podemita contra las confluencias yolandistas (incluida Izquierda Unida). Una guerra intestina entre familias y facciones de la maltrecha izquierda española puede terminar perfectamente con Santiago Abascal de ministro del Interior. De ahí la grave irresponsabilidad que están cometiendo las huestes paulistas, unos rojillos de parvulario que pierden de vista el momento trascendental en el que nos encontramos y que se enfadan porque tienen miedo a perder sus pupitres. Es evidente que urge un baño de política para adultos, tal como dice Rajoy en su libro, y no solo en la derecha desangrada por las peleas entre casadistas y ayusistas, sino también en la cainita progresía española, que por lo visto anda más enfrascada en sus cuitas personales y juegos de tronos que en resolver los problemas reales de los españoles. Si lo que pretendían estos fallidos líderes del socialismo patrio emergente era terminar de pegarse el tiro de gracia, van camino de conseguirlo. Preparémonos pues para asistir al harakiri de los supervivientes del naufragio rojo. Están deseando matarse a zascas en Twitter, que eso da muchos likes. Así es como se aniquilan hoy los posmodernetes de la izquierda española desnortada, fallida y naíf.
Hace tiempo que a Yolanda Díaz se la tienen jurada algunos, algunas y algunes que se sientan a su lado en el Consejo de Ministros. No le perdonan que no se haya afiliado a Podemos, cosa lógica por otra parte, ya que hablamos de una mujer que viene de la izquierda seria, clásica, ortodoxa, no del patio de colegio del 15M, de donde solo salieron unos cuantos poemas malos propios del libro gordo de Petete, un atracón de asambleas callejeras inútiles y una nueva generación de políticos supuestamente antisistema que venían para acabar con la casta y que han terminado convirtiéndose, ellos mismos, en parte de una nueva estirpe, linaje o alcurnia, instalándose acomodadamente en el poder cuando no en lujosas mansiones y chalés.
El proyecto podemita acabó frustrando a millones de personas que habían depositado en ellos la última esperanza de la izquierda española. La prueba del algodón de ese desengaño popular, de ese fracaso rotundo y sin paliativos, es que cada vez que se publica una nueva encuesta la expectativa de voto del movimiento morado cae un poco más y a este paso van a terminar como fuerza política testimonial a la altura del PACMA o del partido del cannabis. Por si fuera poco, uno de cada cuatro votantes de este país confiesa que va a votar a Vox en las próximas elecciones, o sea un espeluznante 20 por ciento que sigue la tendencia de otros países europeos como Francia, donde Marine Le Pen amenaza con darle el sorpasso a Macron. Ni en sus mejores sueños pudo imaginarse Abascal que la izquierda lo haría tan rematadamente mal, allanándole la senda hacia el poder.
La situación es crítica, no hay que negarlo (y cuando decimos crítica no exageramos ni un ápice), pero en lugar de hacer un análisis realista y de aportar nuevas ideas para recuperar la confianza perdida del electorado, el tertuliano Iglesias y su progenie política se dedican a malmeter un poco más, a ahondar en la crisis y a terminar de reventar lo poco que queda ya. Viendo el pelaje de la chiquillería que ha tomado las riendas del extraño mundo Podemos no sorprende que Yolanda Díaz, una mujer con una madera para la política como pocas veces hemos visto en este país, haya decidido salir por piernas de allí, poniendo tierra de por medio entre ella y el convulso y fratricida gallinero morado. Su intento de poner en marcha un Frente Amplio que aglutine a un gran espectro electoral, no solo procedente del PSOE y más allá, sino de centro, es sin duda una brillante idea. Quizá por eso algunos, algunas y algunes que ven peligrar sus poltronas y sus cuotas de poder han pasado a la ofensiva desenvainando las facas.
El miedo de las ministras Belarra/Montero a quedar reducidas a la intrascendencia, unido a los celos profesionales (dicen que Pedro Sánchez ya ni siquiera despacha con ellas sobre las grandes cuestiones de Estado), amenaza con desatar una sangría en las entrañas de la izquierda española. Ambas interfectas ya han escenificado su mal rollo en público, como cuando se hacen las ofendidas y se niegan a aplaudir en las Cortes la decisión del Gobierno de enviar armas a Ucrania (quedándose solas en un rincón del hemiciclo y como simpatizantes de Putin, o sea completamente putinescas).
Podemos está en caída libre, a la deriva (¿se habrán dado cuenta ya o todavía no?). En una de estas salta por los aires la coalición y Sánchez pacta con Feijóo y los restos de Ciudadanos. El desastre se avecina, pero ellos siguen acuchillándose a placer, hasta el final, como lo llevan haciendo desde que empezó todo este cuento utópico de unicornios morados (Errejón podría contar una y mil de cómo se las gastan los paulistas). El barco se hunde y ellos dándose tajos y cornadas. Y luego nos preguntamos por qué perdimos la guerra.
Viñeta: Pedro Parrilla
No hay comentarios:
Publicar un comentario