martes, 3 de diciembre de 2013

VEINTE AÑOS NO ES NADA


El Gobierno se ha puesto hoy muy gallito porque el paro, según dicen, ha vuelto a bajar en unos cuantos pobres precarios. Por lo visto, aún no han debido contabilizar a los despedidos de Canal 9, ni a los jóvenes que han emprendido el camino del exilio económico, ni a aquellos curritos que, hastiados de esperar un empleo que nunca llega, ya ni siquiera se apuntan al Inem. Este Gobierno (los Montoro boys, más la banca insaciable y la patronal siciliana) insiste en que estamos en la senda de la recuperación económica (la senda tenebrosa, habría que añadir, como en aquella película de Bogart). No dicen nada de las 14.000 toneladas de alimentos solidarios que se han recogido este fin de semana para hacer frente al desembarco de hambrientos invernales pero nos dan en las narices con sus números macro tan optimistas y euforizantes como maquillados y ridículos (no en vano son maestros en el arte de la propaganda goebbelsiana) y con ellos tratan de convencernos de que las reformas van por buen camino, de que España va bien (siguiendo con el viejo aforismo aznariano) de que es preciso continuar con el derribo a saco del Estado de Bienestar. ¡Pero por Dios, si ya no les queda nada que derribar! Aunque los datos que publican fueran ciertos y auténticos (algo que dudamos) la situación tampoco sería como para tirar cohetes, porque los economistas, los pitonisos y los sesudos de la cosa ya han dicho que, a este brutal ritmo de crecimiento de un empleo por semana, España volvería a estar a la altura de los países europeos avanzados en el 2033, más o menos. De aquí a veinte años, o sea. Para el Gobierno, veinte años no debe ser nada, que es un soplo la vida, como diría el pelotudo aquel, pero veinte años de PP a nosotros se nos antoja demasiado tiempo, demasiada condena. ¿Cómo estarán nuestras lorzas, nuestras arrugas y alopecias y el país en general dentro de veinte años si siguen gobernando estos yonquis del neoliberalismo ciego y caníbal? Yo se lo diré, confuso y ofuscado lector de este blog. En veinte años, la Sanidad estatal será un recuerdo del pasado y el ciudadano llorará amargamente al pasar por delante de un hospital público, como lloraba Charlton Heston ante la demolida Estatua de la Libertad en el Planeta de los simios. En veinte años nuestros alumnos serán todos expertos teólogos pero ninguno de ellos sabrá decir de un tirón la tabla del nueve (gracias al escolástico Wert, un zumbado de la letra con sangre entra). En veinte años nuestra renta y nuestros salarios estarán a la altura de los de la República de Nepal y todos andaremos ya por la calle con túnicas anaranjadas y las cabezas afeitadas, budistas de los recortes, pobres de solemnidad, pobres pobres. En veinte años nos habrán recortado hasta el calzón largo de felpa Abanderado (con lo que abriga en este crudo invierno de posguerra que estamos viviendo) y nos caldearemos a la vera de hoguerillas gitanas en medio del salón (que la factura energética no habrá quien la pague). Veinte añazos más de PP serían sin duda como cuarenta años de franquismo, con TVE machacando telediarios amañados, Rajoy balbuceando sus gallegadas infumables y Ana Botella soltando sandeces ágrafas y castizas. Dentro de veinte años no sabemos si habrá pleno empleo, pero seguro que Bárcenas sigue todavía en el trullo (de ahí no lo sacan mientras no se retracte de sus papeles apócrifos, cual vulgar hereje de la derechona hispánica), Alberto Fabra seguirá perdiendo el culo delante de los despedidos de Canal 9 y los de la Gurtel continuarán montando las bodas, bautizos y funerales del partido, como siempre. Todo eso ocurrirá en el horizonte de riqueza y bienestar de 2033 que nos promete el PP. Para entonces, Aznar seguirá a lo suyo, a joder España con sus memorias revanchistas y aburridas. Pues yo, esta Navidad, antes que con el tocho coñazo del excaudillo exbigotón, me quedo con el libro de la Esteban. Que lo ha escrito Boris. Ese negro.  

Imagen: vozpopuli.es

2 comentarios:

  1. Si a todo. Me es imposible dejar un comentario...

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    1. Me alegro de que coincidamos, David. Tenemos una pendiente con nuestras respectivas.

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