La decisión de Donald Trump de sacar a Estados Unidos de los acuerdos contra el cambio climático aboca a la humanidad a un desastre ambiental irreversible a medio plazo. Mientras islas del Pacífico desaparecen con la subida del nivel del mar, mientras la temperatura del planeta sigue creciendo, los polos se siguen derritiendo y cada día desaparecen decenas de especies animales y vegetales, el psicópata paleto de Washington continúa dando instrucciones para liquidar la Tierra. De nada servirá que los Gobiernos de Francia, Alemania e Italia hayan respondido con una dura condena al anuncio de la Casa Blanca de abandonar el Acuerdo de París. Trump es un maniaco y contra un tipo que ha perdido el juicio solo cabe una cosa: el internamiento en un frenopático.
Moix, pese a que no ha tenido el valor de anunciar su dimisión personalmente y ha dejado que sea su jefe quien diera la cara por él, ya es historia. Su dimisión era inevitable por varias razones: primera y principal porque un fiscal que defiende a la sociedad frente a la corrupción no puede tener posesiones en paraísos fiscales. En segundo lugar porque tenía a la totalidad de la plantilla y asociaciones profesionales en su contra y ningún superior puede trabajar sin la confianza de sus equipos. Y tercero porque un mentiroso no puede dirigir el órgano encargado de defender la verdad. Eso sin contar con que Moix era "un tío cojunudo" para los corruptos de la Gurtel.
El fiscal jefe Anticorrupción, Manuel Moix, es dueño supuestamente del 25% de la sociedad Duchesse Financial Overseas, con sede en el paraíso fiscal de Panamá, según publica Infolibre. Esta sociedad posee un chalé en el municipio madrileño de Collado Villalba valorado en 550.000 euros. Un fiscal anticorrupción con posesiones en el paraíso de la corrupción. Lo que nos faltaba por ver. ¿Alguien da más? Ahora se entienden tantas connivencias, tantos silencios, tantas tibiezas. De confirmarse esta grave denuncia, Moix debería presentar su dimisión irrevocable de inmediato. Lamentablemente, eso solo ocurriría en un país serio, no en una monarquía bananera como es la española.
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