viernes, 30 de junio de 2017

NOSTALGIA DEL 77




(Publicado en Diario 16 y en Revista Gurb el 23 de junio de 2017)

Cuarenta años de democracia. Cuarenta años desde aquel 15 de junio del 77, cuando nos explicaron que una urna era una cosita de cristal que servía para votar de vez en cuando y poco más. No lo habíamos hecho nunca, estábamos vírgenes de libertad los españolitos. El Tío Paco acababa de estirar la pata, como quien dice, y se votaba con miedo y vergüenza, como ese adolescente impetuoso ávido por tocar la primeriza piel. "¿A quién va a votar usted, señora?", le preguntaba el típico periodista progre a una ama de casa de las de antes, una española sencilla, decente y madre de sus hijos, como ordenaba la Santa Madre Iglesia. "No lo sé. Lo que me diga mi marido", respondía la pobre. Qué sabía ella lo que era eso de la democracia, la Constitución, la separación de poderes, la ley D’Hondt. Un lío, cosas de la vida moderna. Y es que nadie se enteraba de nada, éramos analfabetos políticos, incultos electorales, un pueblo dirigido, como hemos sido siempre. Entre las películas de Concha Velasco y las suecas de Benidorm vivíamos las ficciones de un falso país. Pero aun así, la gente empezaba a despertar y gritaba y cantaba por la calle: libertad, libertad, sin ira libertad.
Entonces nadie creía que la democracia fuera a llegar tan lejos. Los grises repartían hostias en cada esquina, las barricadas echaban chispas, las lecheras se llenaban de rojos y maleantes (que para el caso era lo mismo) y el ruido de sables cuarteleros se escuchaba en todas partes. España se empapelaba de propaganda histriónica y hortera, salían profetas de la democracia de debajo de las piedras, guapos y feos, calvos y jipis, marxistas y falangistas, un partido en cada pueblo, un mitin en cada barrio. Todo el mundo quería hablar, saber, leer, escribir, aprender, debatir. Había hambre pero con dignidad. Miedo pero también ilusión. Sobre todo ilusión. Suárez nos cameló con el "puedo prometer y prometo", José María Íñigo nos metió el demonio de la tele en el cuerpo y la Cantudo nos enseñó el virgo, dejándonos boquiabiertos tras cuarenta años de coitos religiosos con la luz apagada. Agg, sííí, aquello debía ser el aroma lascivo de la libertad.
Nos tragamos el cuento de hadas de la Transición, nos metimos El País bajo el brazo para parecer más modernos y repetimos hasta la saciedad que ya éramos Europa, una potencia avanzada digna del G20. Todo se hizo deprisa y corriendo, atropelladamente, porque llegaban los milicos con el todo el mundo al suelo. No teníamos cultura democrática, fingíamos que la teníamos, y en cierto modo seguimos sin tenerla. Fue un prodigioso teatro de variedades. Por un momento nos creímos la gallofa de que aquí íbamos a vivir como los suecos, el Mercedes en la puerta y el chalé con piscina en Torrevieja Alicante, como decían los del Un, Dos, Tres. Nos prometieron que esto iba a ser una revolución, el acabose, y que después de unos años no quedaría ni rastro del botijo, la boina y el burrotaxi. A España no la iba a conocer ni la madre que la parió, como anunció Guerra, otro profeta. En cierta manera era verdad porque hoy el divorcio es legal, las mujeres pueden abortar, los gays se casan, todavía hay libertad de expresión y de prensa (Fiscalía mediante) y uno no termina con sus huesos en la cárcel solo por ser comunista. Pero no es oro todo lo que reluce. Con el tiempo se vio que Franco había dejado la cosa bien atada, no pudimos elegir entre Monarquía o República, el Valle de los Caídos sigue proyectando su sombra tenebrosa después de tantos años, las cunetas están llenas de cadáveres de la Guerra Civil (sin que la derecha lo condene), la Fundación Francisco Franco vive de nuestra pasta, la Iglesia marca los tiempos al Gobierno y uno de cada cuatro españoles es un paria marginado. Eso sin contar con que no se ha resuelto el secular problema vasco ni el catalán. El sueño español se ha tornado en pesadilla, hemos despertado por fin de la fábula, y quizá por eso nos hemos vuelto escépticos, incrédulos, ateos de fe política. Hoy no son pocos los que reniegan del 78, y blasfemamos contra los cuatro evangelistas, o sea Adolfo, Felipe, Santiago y Manuel. Pues amén.
¿Qué queda entonces hoy de aquel western formidable que fue la Transición? Poco o muy poco. Tanto esfuerzo y trabajo para terminar en un presidente del Gobierno que se dedica al humor, no a la política. Tanto esfuerzo y trabajo para acabar en unos juzgados repletos de patriotas con los bolsillos llenos, las cuentas suizas rebosantes y el carné del partido tiznado de coca y semen. Tanto esfuerzo y trabajo para terminar en las nutridas colas del paro, en la pobreza energética, en la pensión de mala muerte y en la escuela/crematorio, donde nuestros jóvenes se cuecen de calor, de fracaso escolar e indiferencia. Han sido cuarenta años trepidantes, cuarenta, una odisea loable en la que los españoles hemos cambiado tras pasar por todo, superando las pruebas más duras y difíciles: un dictador que no se moría nunca, un fascismo contumaz, un Rey reciclado metido con calzador, un golpe de Estado felizmente superado, un nacionalismo enquistado, una UCD demolida, un felipismo traidor, una Europa de capitalistas, una OTAN para toda la vida, una EXPO de cartón piedra, una Olimpiada carísima, un aznarismo retrofranquista, un pelotazo tras otro, un zapaterismo pueril y bisoño, una ETA derrotada, once huelgas generales, una reconversión industrial, un 11M y un 15M, una corrupción a mansalva y un miura de crisis que se nos ha llevado por delante, empitonados, como la corná mala del torero Fandiño. Toda una aventura colectiva, todo un galdosiano episodio nacional para terminar en esto que tenemos hoy: un gallego mediocre que fuma puros mientras lee el Marca y un Gobierno podrido de arriba abajo que sigue ganando elecciones con el cincuenta por ciento de abstención.
La Transición fue algo bueno, un logro colectivo y humano trascendental, la concordia, los pactos de la Moncloa y toda aquella milonga que no era del todo verdad, pero que nos sirvió para ir curando heridas (que no cerrando) y saliendo de la cueva franquista. Sin embargo, hoy está todo por hacer. El régimen amenaza ruina, urge un chapa y pintura, el estado plurinacional, la reparación moral de las víctimas del franquismo, el referéndum necesario sobre Monarquía o República y un sistema económico mucho más justo y equitativo que asegure el hospital y la escuela pública, el empleo, la vivienda y un salario mínimo digno, derechos vilmente usurpados a millones de españoles a golpe de recortazo. Aquel 15 de junio del 77 fue una fecha histórica, titánica, algo sin duda para recordar con agradable nostalgia porque todo se veía con inocencia y esperanza y la sombra funesta del dictador quedaba atrás. Pero no nos engañemos: nos hemos quedado a medias. España seguirá siendo una democracia de segunda división, solo formal, todo para el pueblo pero sin el pueblo, mientras el cacique siga en el poder y millones de españoles vivan condenados a la pobreza, a la explotación como personas y trabajadores y a la marginación social. Sin dignidad no hay libertad. Que no tengan que pasar otros cuarenta años para que nos demos cuenta de que esta democracia que nos han vendido tiene truco.

Viñeta: Luis Sánchez

HOMO HERNANDUS



(Publicado en Revista Gurb el 23 de junio de 2017)

Todo partido político que se precie necesita en sus filas un hombre pendenciero y bravucón, un fanfarrón que baje al barro a partirse la cara, un diligente comemarrones capaz de hacer papilla a una pobre ancianita inofensiva cuando la cosa se tuerce y se pone fea. En el PP, Rafael Hernando, Rafa para los amigos, es ese hombre. Cumple la función a las mil maravillas. Es envarado como un pavo real, repelente como un antimosquitos barato comprado en un bazar chino y de lengua tan afilada y viperina que si un día se la muerde la septicemia está asegurada.  No hemos encontrado biografías autorizadas sobre el ilustre diputado, se conoce que aún no ha hecho nada bueno (ni malo) que le interese a Editorial Planeta, de ahí que nos veamos obligados a recurrir a la socorrida Wikipedia para elaborar este modesto perfil, pidiendo perdón de antemano por la imprudencia profesional. ¡Pero qué demonios, vamos a hablar de Rafael Hernando, de Rafa El Broncas, que no es Winston Churchill, precisamente! Si al menos saliera en la Enciclopedia Británica… Así que para contar la obra política del chico de los recados sucios del PP nos basta y nos sobra con la Wiki.
Por lo visto Hernando nació en 1961, es divorciado y padre de tres hijos. Lo de divorciado no le extraña a nadie, no habrá una santa en toda España con fuerzas suficientes para aguantar a ese arrogante de marido que vuelve a casa cada noche con los ojos inyectados en sangre, destilando bilis y echando espumarajos por la boca. Dicen que empezó su carrera política en Guadalajara, Guadalajara en un llano, México en una laguna, y ya en el 87 estaba dirigiendo Nuevas Generaciones del PP, que es donde se amamanta la cantera de cachorros de colmillo retorcido de la derechona patria. Nuevas Generaciones es como la Masía del Barsa, solo que en lugar de salir de allí finos estilistas del parlamentarismo, en plan Iniesta, salen Pepes de la política, o sea rompetibias, tuercebotas y carlancones sin oficio ni beneficio. En todo caso fue una carrera meteórica, y no solo por lo rápido y fulgurante, que también, sino porque Rafa debe sufrir un extraño meteorismo que le lleva a acumular mala baba y gases tóxicos que va soltando luego contra sus rivales, por los pasillos del hemiciclo, a modo de pestes y bombas fétidas. Cuentan que en julio de 2005, tras una agitada sesión en la que se debatía el trágico incendio de Guadalajara, trató de meterle un gancho de derechas al bueno de Pérez Rubalcaba –un peso pluma para el puño implacable de Rafa, un vejete del socialismo decrépito que estaba ya de vuelta de la vida y no tenía ni media hostia–, y lo hubiera hecho de no haber sido porque entre Acebes y Zaplana le pararon los pies. Es lo malo de Rafa, que cuando se calienta, cuando se pone burro, arde Troya y hasta Génova.
Quizá fue ese temple para manejar los momentos críticos, esa diplomacia para decir las cosas en su justa medida y esa capacidad para el entendimiento con el adversario político lo que hizo que Rajoy se fijara en él como futuro portavoz del Grupo Popular. El muchacho apuntaba maneras, reunía todas las condiciones. Y desde entonces, su hoja de servicios ha sido espectacular, brillante, impecable. Lo tiene todo: una condena de 20.000 euros por insinuar que UPyD se financiaba ilegalmente, trifulcas radiofónicas con los antitaurinos, reyertas televisivas con los defensores del cambio climático (cree que el calentamiento global es una suerte de "ecocomunismo que profetiza que en diciembre se va a acabar el mundo") y hasta encendidos ataques contra jueces que no son de su cuerda, como Santiago Pedraz, a quien en cierta tertulia que se le fue de las manos llegó a llamar "pijo ácrata". Como si él fuera un punki antisistema. Nos ha jodido el muchacho.
Pero sin duda, la guinda del pastel la puso aquel día de infausto recuerdo, cuando al hablar sobre la ley de Memoria Histórica aseguró que “algunos se han acordado de su padre cuando había subvenciones”. Un golpe bajo a los derechos humanos, un navajazo trapero a la concordia, a la humanidad y a los valores democráticos más básicos. Desde el último crimen de Jack El Destripador no se había conocido nada igual. Y sin embargo, cuando creíamos que ya lo habíamos visto todo, faltaba, cómo no, su penúltima marrullería, la prueba del algodón definitiva que debe acreditar todo facha de pedigrí: el machismo genético a calzón quitado. A fin de cuentas, un hombre no puede decirse auténticamente de derechas mientras no marque paquete masculinamente. "Hay quien dice que estuvo mejor la señora Montero que usted, pero no diré nada porque no sé qué voy a provocar en esa relación", le soltó a Pablo Iglesias tirando de testosterona ibérica durante el debate de la moción de censura, aunque luego le pidió perdón con la boca pequeña. Sí, sí, perdón y todo lo que usted quiera, pero ahí queda la cagadita. Si es que no da puntada sin hilo ni cuchillada sin sangre el señor portavoz.
Así es Rafa, duro como el acero con el que se forjaron los cañones de la División Azul, inflexible como la institutriz prusiana de Heidi, inmune siempre a las sensiblerías y sentimientos humanos. A Rafa, cuando sale por la mañana de su pisaco de 200 metros cuadrados y aspira el olor a napalm de la refriega política, se le ponen los pezones duros y tiesos, de punta como las flechas de la Falange. Rafa primero dispara y después pregunta. Rafa es una bestia parda, un antropófago de la política que emerge de la caverna cada día dispuesto a merendarse a cualquier nene desvalido, Errejón si se le pone a tiro, o Echenique, que como va en silla de ruedas es una presa segura. De hecho, la ciencia sospecha que Rafa puede ser el eslabón perdido en la procelosa cadena de la evolución humana. Homo Hernandus, entre el Homo Antecessor y el Homo Erectus, escalón arriba, escalón abajo en el árbol evolutivo que no hay un dios que lo descifre. Rafa podría ser ese homínido troglodita que al principio de 2001, la peli de Kubrick, lanza el hueso al aire, convirtiéndolo elípticamente y al momento en una nave sideral. Solo que él utilizaría ese fémur para otros menesteres mucho más prácticos y ventajosos, como arrearle en la testa al podemita bolivariano de la tribu vecina, y que vaya entrando en razones. Al final la política no es más que eso, una guerra cruenta y sin cuartel en la que solo puede quedar uno, debe estar pensando Rafa. Los paleontólogos se frotan las manos con un hallazgo tan sorprendente como el Homo Hernandus. Nunca habían visto un monazo tan prehistórico y peludo caminando tranquilamente por la Gran Vía madrileña, unga, unga. Hasta habla y todo, aunque no diga nada interesante ni tenga ideas brillantes. En el debate, durante el discurso interminable de Pablo Iglesias, se le vio comer cacahuetes simiescamente, al igual que a Rajoy. Ya tarda Arsuaga en hacerle un examen.

Viñeta: L'Avi

EL REY DEL CUENTO

(Publicado en Revista Gurb el 23 de junio de 2017)

"España es un país de lectores en general poco cultos que prefieren una novela de novecientas páginas, plana, reiterativa y llena de tópicos, a cuentos de Chéjov, Aldecoa o Carson McCullers. Como me dijo desdeñosamente una señora en una feria del libro: es que los cuentos se acaban enseguida…" José María Merino (La Coruña, 1941) es uno de nuestros mejores cuentistas, una especie literaria que parece abocada a la extinción por exigencias del mercado y del gran público. "Yo prefiero hablar de cuentos porque un relato corto es cualquier cosa: hasta el acta de reunión de una junta de vecinos". Charlar socráticamente con Merino es darle la vuelta a todo, a lo mal que está la literatura, a la ciencia ficción siempre fascinante, al sistema educativo tan defectuoso que tenemos, al empobrecimiento del idioma por culpa de las redes sociales y los anglicismos, y también, cómo no, a la actualidad política: "Los avariciosos están llevando a este mundo a un feudalismo de señores y siervos. La avaricia puede llevar a la extinción al homo sapiens". Esta vez cogemos al sillón "m" minúscula de la Real Academia Española de la Lengua en Japón, entre jardines floridos de bonsáis, japoneses estresados y edificios electrizantes, pero atiende amablemente nuestra petición para mantener una entrevista, aunque sea a miles de kilómetros de distancia, entre paseo y paseo, entre haiku y haiku. Sentarse y escuchar a Merino, Mago Merlín de la lengua de Cervantes, sigue siendo una experiencia única, impagable. "Me haré una foto en un jardín japonés y se la enviaré. Hoy voy a hacer turismo", asegura no sin cierta retranca.

Entrevista completa en Revista Gurb

jueves, 22 de junio de 2017

DE PEDRO, PABLO, LAS PENSIONES Y MONTORO


"Para que nosotros gobernemos, necesitamos ponernos de acuerdo con el PSOE, y para que el PSOE gobierne necesita ponerse de acuerdo con nosotros", ha dicho Pablo Iglesias tras su reunión con Pedro Sánchez, en la que los líderes de ambos partidos buscan una "agenda común" para desmantelar las políticas del PP. Se han perdido meses muy valiosos, pero finalmente ambos han aparcado sus cuitas personales y se han puesto a trabajar. Pues bienvenido sea. Son más los puntos de coincidencia que las diferencias que los separan. Ni Podemos ni el PSOE deberían tener ningún problema a la hora de pactar una política económica común que ponga freno al capitalismo salvaje, que fije una renta básica para jóvenes, parados de larga duración y personas en riesgo de exclusión social y que frene los recortes y otros desmanes, invirtiendo en más y mejores servicios de calidad. Hoy el intervencionismo del Estado que garantice unos mínimos ciudadanos es más necesario que nunca. En la lucha contra la corrupción del PP también hay consenso entre ambas formaciones, así como en el objetivo de desalojar a Mariano Rajoy de la Moncloa, un presidente del Gobierno contaminado de escándalos que debería haber dimitido hace ya mucho tiempo. Otra cuestión distinta será el modelo de Estado, donde tanto Iglesias como Sánchez tendrán que ceder si quieren llegar a algún tipo de pacto. De cualquier forma, hay que aplaudir el paso en pos del entendimiento que han dado hoy, y que era absolutamente necesario. La izquierda de este país, desarbolada durante tanto tiempo, lo necesitaba como agua de mayo. Siguiente estación: un Gobierno de cambio y de progreso.

En 2011 la hucha de las pensiones contaba con 66.815 millones de remanente; hoy, la cifra apenas llega a los 11.602 y sigue bajando de forma alarmante. El Gobierno del PP se ha fundido ya más del 80% del fondo de reserva y ayer tuvo que inyectar un préstamo de 10.192 millones a la Seguridad Social para pagar las pagas extras sin agotar las existencias. En esto queda la tantas veces calificada como "brillante" gestión económica del PP, en eso queda el "milagro" de la derecha y sus cómplices las grandes multinacionales del Ibex 35. Un sistema público de pensiones en quiebra, un ministro de Hacienda reprobado por el Constitucional por su infame amnistía fiscal, un Estado de Bienestar completamente desmantelado. Y el dinero de los españoles que se ha evaporado con la corrupción y que sigue sin aparecer. Estará en cuentas privadas en Suiza, a buen recaudo, sin que nadie lo reclame. Pero tendremos que seguir tragando con que es la derecha la que sabe de números en este país.

Primero promulga una amnistía fiscal para salvar a los grandes defraudadores y ahora propone un acuerdo de todos los partidos para "prohibirla por ley"; primero le pone un cebo a los "pececitos" para que piquen y se vayan de rositas y ahora exige mano dura con ellos; primero dice que los socialistas son los que más defraudan al fisco y ahora reconoce que en todos los partidos cuecen habas, incluso en el suyo. Tendremos que dejar de llamarlo Montoro para empezar a llamarlo Momporro.

miércoles, 21 de junio de 2017

ARDE ESPAÑA, ARDE PORTUGAL


Lo de esta mañana en la Audiencia Nacional ha sido una especie de juicio de Núremberg por el holocausto económico de los últimos años. La plana mayor de Aznar desfilando vergonzosamente ante los magistrados para dar explicaciones de los ladrocinios cometidos por el partido. Como era de esperar, todos se han acogido al "no me acuerdo", al "no lo sé" y al "no me consta", o sea el perfecto manual de malas excusas y coartadas del que ha sido pillado in fraganti. Surge una cuestión: ¿para cuándo una reforma de la ley criminal que imponga penas de cárcel a los testigos que mienten en juicio? Y otra más: ¿Por qué no ha hecho el paseíllo el jefe de toda esta banda, o sea el caudillo de Quintanilla, el hombrecillo acomplejado del bigote chaplinesco que soñaba con comerse el mundo?

Portugal sigue de luto por las 63 víctimas del catastrófico incendio en Pedrógao Grande, un siniestro que podría repetirse en España en cualquier momento. Desde 2012, y por efecto de la política de recortes del Gobierno de Mariano Rajoy, estamos "jugando con fuego" en nuestros montes. Se han reducido los presupuestos destinados a prevención y extinción de incendios, se han recortado las plantillas de agentes forestales (sus salarios empiezan a ser ridículos) se han favorecido las contrataciones a dedo, escasea el material adecuado, no hay un buen mantenimiento de los equipos, las fuerzas de seguridad han perdido capacidad investigadora para detener a los pirómanos y la coordinación entre administraciones cada día es peor. Una muy mala ecuación para nuestros bosques. Y sin embargo, el Gobierno, incompetente como siempre en temas ambientales, ni siquiera se plantea reforzar su política forestal. Esperemos que no tengamos que lamentarlo algún día. Porque por desgracia otro Pedrógao Grande puede ocurrir en cualquier momento.

Durante los primeros cuatros meses de 2017 los incendios han arrasado 28.382 hectáreas en España, cerca de un 23% más que la media de la última década, y unas 14 veces más que durante el mismo periodo de 2016. Y eso que aún no ha empezado el verano.

Viñeta: El Petardo

domingo, 18 de junio de 2017

DE FANDIÑO, ABANICOS Y EL VIOLADOR DEL ASCENSOR


La muerte del torero Iván Fandiño, lamentable como la de cualquier ser humano, no viene sino a confirmar algo que es de pura lógica: los toros son una fiesta bárbara y macabra que no tiene ningún sentido en pleno siglo XXI. Quien paga una entrada para asistir a un espectáculo taurino lo hace sabiendo lo que va a ver: una exaltación de la muerte violenta. Las corridas de toros son éticamente reprobables, no solo porque en ellas se maltrata hasta matarlo a un animal inocente que lucha en inferioridad de condiciones con el hombre, sino porque también se pone en peligro la vida humana. Imaginemos por un momento una fiesta o una atracción ferial en la que se juegue con la salud y la integridad de las personas. Sería prohibida al instante. Por eso, la tauromaquia no solo es una aberración desde el punto de vista moral, sino que siendo sinceros no debería pasar una mínima inspección sanitaria.

Rajoy se empeña en dibujar una España de cuento de hadas que solo existe en su delirio pero al final, como no podía ser de otra manera, la realidad termina imponiéndose en toda su crudeza, derritiendo las mentiras del señor presidente. Lo de los escolares que caen fulminados por la ola de calor en nuestras escuelas no puede ser calificado más que de situación tercermundista. En el colmo de la desvergüenza, el consejero de Sanidad de la Comunidad de Madrid, Jesús Sánchez Martos, descarta instalar aire acondicionado en las aulas, alegando quizá falta de presupuesto, e invita a los alumnos a fabricar los abanicos de papel de toda la vida para refrescarse. "Dobla, dobla...", aconseja cínicamente a los alumnos, como si la miseria pudiera taparse con la papiroflexia. No nos extraña nada que no haya dinero para la escuela pública. Los púnicos de Granados lo saquearon todo. "Dobla, dobla...". Ustedes sí que han doblado, señor Martos. Pero billetes de 500.

Tenía que haber salido de prisión en el año 2023 pero ya estaba en la calle en aplicación del final de la doctrina Parot. La Policía ha vuelto a detener, una vez más, a Pedro Luis Gallego, conocido como el "violador del ascensor". Los agentes buscaban a este hombre después de que, a punta de pistola, raptara a dos mujeres en el distrito madrileño de Fuencarral-El Pardo, muy cerca del hospital La Paz. Después de secuestrar a las víctimas las llevó a un lugar apartado y las violó impunemente. Dicen los expertos que lo volverá a hacer una y otra vez, ya que su condición le empuja a ello de forma irresistible. Parece urgente una reforma de la ley para que los psicópatas multirreincidentes y asesinos machistas cumplan íntegramente sus penas. Muchas mujeres lo agradecerán.

miércoles, 14 de junio de 2017

DEBATES EN EL FANGO


Paquito Granados ha salido del trullo. Vestido con alegre polo color limón y luciendo un bronceado que ni Julio Iglesias, ha dicho que estos dos años en preventivo ha estado "leyendo, haciendo deporte y rezando". No sabemos si los libros y el running le habrán servido de algo, lo que sí parece es que las oraciones y meditaciones en la celda le han servido para bien poco, ya que no solo sale a la calle sin el más mínimo arrepentimiento, sino mintiendo como siempre, inflado de soberbia y clamando a los cuatro vientos que es inocente, la típica cantinela que sueltan todos los presidiarios para defenderse. Lo del altillo lleno de billetes es mentira, lo del dinero y cuentas en el extranjero es mentira, todo mentira. Paquito, anda, no reces tanto, que o Dios no te escucha o eres un caso perdido. Hala, a preparar el sumario del juicio. Que tienes trabajo.

El debate de moción de censura nos deja algunas imágenes para la historia. La consagración definitiva de Irene Montero como musa de la izquierda española, los trabalenguas de un Rajoy acosado por la corrupción que se agarra al cargo como gato panza arriba, el discurso maratoniano de Iglesias, el feroz cara a cara entre el líder de Podemos y Rivera... Y, como siempre, el machismo recalcitrante de un hombre sulfúrico que nunca está a la altura de las circunstancias: el mediocre y pendenciero Rafa Hernando: "Hay quien dice que estuvo mejor la señora Montero que usted (dirigiéndose a Pablo Iglesias), pero no diré yo esto porque si no… No sé qué voy a provocar en esa relación". Una gracieta machista fuera de lugar que no merece mayor comentario. Al final todos creyeron haber ganado con esta moción de censura. En política, el que no se contenta es porque no quiere.

Iglesias y Rivera han bajado al barro. Salen las navajas, lucha de egos. Facha, bolivariano. Cínico, inútil. Analfabeto, soberbio. Perro judío, rojo masón. Una hora de insultos y descalificaciones, una ensalada de odios personales, sectarismo e intransigencia bien aderezada con una pizca de estulticia. Por lo visto se trata de ver quién ha leído más a Camus. Cuánto tiempo perdido. Los del PSOE no han debido ir esta mañana al Congreso porque no se les escucha. Los del PP se frotan las manos y ríen satisfechos, confiados en que la victoria es segura. Los españoles ven la cosa (si es que la ven) como un programa de humor. Si esto era la nueva política se parece bastante a la vieja.

Viñeta: El Koko

lunes, 12 de junio de 2017

DE IRENE MONTERO, PEP GUARDIOLA Y LA TIGRESA


Lo que Irene Montero le está diciendo hoy a la cara al presidente del Gobierno y a los diputados del Partido Popular resulta demoledor. Veneno puro, matarratas, ácido sulfúrico. Parece mentira lo contundente y eficaz que puede ser un simple relato de hechos: Ustedes tienen más imputados en sus filas que representantes en la Cortes; ustedes han pagado obras en la sede de Génova 13 con dinero de la mafia; ustedes, cuando se empezaban a conocer los escándalos, acusaban a la Policía y a la Fiscalía de organizar una trama contra el PP; ustedes han gobernado como en un episodio de Los Soprano; ustedes han impulsado una Justicia para la gente de abajo y otra para los amigos; ustedes están ahí sentados para hacer sus negocios mientras la gente sencilla lo pierde todo. Y concluye: "Devuelvan lo robado, hasta el último céntimo, señorías. Lo mejor que podrían hacer por España, además de dejar paso, es reponer lo robado a la Hacienda pública y pedir perdón". Montero, con su voz que parece dulce y aflautada pero que en realidad es una fusta dura y severa, está haciendo hoy lo que se debería haber hecho hace ya mucho tiempo: sacarle los colores a estos señores de traje y corbata que pertenecen a una organización criminal. La moción de censura estará perdida, pero al menos que las palabras decencia y verdad no dejen de escucharse nunca en el templo de la democracia.

Cuando vestía la camiseta de la selección nacional, Pep Guardiola no pensaba que España fuera ese país autoritario y opresor con el pobre y humillado pueblo catalán, y si lo pensaba se guardaba su opinión, sin duda por interés. Entonces levantaba los brazos con euforia y alegría, escuchaba el himno nacional con respeto y se metía en el bolsillo un buen puñado de millones españoles a los que no hacía ascos de ningún tipo. Su versión sobre esa España negra, opresora y autoritaria que expuso ayer en la lectura del manifiesto soberanista no se la tragan ni los fascistas que gobiernan en Finlandia (los únicos que en la comunidad internacional le siguen comprando el discurso victimista). Pedir ayuda a la comunidad internacional como si España fuera una especie de gran Israel que masacra palestinamente al pueblo catalán resulta tan pueril como ridículo. Cualquiera en este país todavía llamado España tiene el derecho a expresarse libremente y a defender sus ideas políticas, sean soberanistas o de cualquier otro tipo, y la prueba de ello es que ayer pudo decir lo que le vino en gana. Vivimos en una democracia, con sus defectos y sus virtudes, ni mejor ni peor que la de la mayoría de los países europeos. Afortunadamante no estamos en un estado policial opresor al estilo nazi, como ayer quiso pintar el bueno de Pep. Su discurso no solo fue falso y demagógico, sino injusto con un país cuya camiseta él defendió fervorosamente durante los años de vacas gordas. Claro que esos eran otros tiempos, cuando este país que ahora odia tanto lo hizo millonario por dar patadas a un balón.

Idoia López Riaño, 'La Tigresa', responsable de algunos de los atentados más sanguinarios de la banda terrorista ETA, ha salido esta mañana definitivamente de la cárcel después de cumplir 23 años de prisión. 23 años por 23 muertes, uno por persona. Ese es el precio del asesinato en España. Dicen que sale de la cárcel con la misma mirada fría y depredadora con la que entró. A partir de hoy será una ciudadana de pleno derecho.

¿Crisis? Será para algunos. En 2015, Santander, BBVA, Caixabank, Sabadell, Bankia, Popular y Bankinter, los bancos del Ibex 35, ganaron 11.651,7 millones, un 8,1% más. En concreto, el Santander ha sido uno de los bancos que mejor lo han llevado en estos años de zozobra. La entidad vio cómo sus beneficios se recortaban en 2011 hasta los 5.351 millones de euros, un 35% menos que los 8.181 millones del año anterior. La caída fue algo más pronunciada en 2012, cuando la casa de los Botín generó ganancias por "sólo" 2.205 millones. Solo. ¿Pasarán hambre nuestros banqueros?

domingo, 11 de junio de 2017

UN PUTO EURO



(Publicado en Revista Gurb el 9 de junio de 2017)

Supongo que ustedes ya se habrán enterado. El Santander ha comprado el Popular por un euro. Uno. Ni un céntimo más ni un céntimo menos. Sería como para partirse el pecho de la risa si no sonara a cachondeíto fino, a tomadura de pelo, a escándalo y tocomocho. A uno, que no sabe una palabra de bancas, ni de Bolsas, ni de acciones o grandes negocios (ni quiere saber, quizá por eso me he quedado en la categoría profesional de aprendiz de pobre de primera) le da por pensar qué otras cosas se pueden comprar con un euro en este país de todo a cien, además de un banco con sedes en medio mundo. Y no es ninguna tontería. Ya lo dijo Lola Flores en su día: si cada español me diera una pesetilla… La peseta era el euro de aquellos años y si La Faraona no le hacía ascos a la unidad de divisa nacional por algo sería. Hoy día, bien amortizado y sabiéndolo mover, con un euro se pueden hacer muchas cosas y todas ellas rentables en España (legales o no qué más da). Por ejemplo, un suponer, con un euro el ex fiscal Moix, ese tío "cojonudo" para el PP, se hubiera abierto otra cuenta en Panamá, una de reserva por si le fallaba la buena o llegaba el Torquemada de Hacienda, o sea Montoro, para aguarle la fiesta. Con un euro bueno y honrado, Ignacio González fijo que se pagaba la fianza, y ya puestos también Paco Granados, favoreciéndose el dos por uno en una especie de Mercadona judicial.
Tal como está el país de barato, con un simple, vulgar y paupérrimo euro, a González seguro que le daba para la entradita de su ático con los 257 metros de vivienda, los 238 de solárium y los 112 metros de terrazas babilónicas, y si sobrara algo de ese euro prodigioso, que seguro que sobraba, el ex delfín de Aguirre ya podría ir alicatándose las paredes, los jacuzzis y los hidromasajes con mármoles de Carrara, que no de "carrera" (para carrera la que lleva el muchacho en los tribunales, eso sí es un carrerón). Cuentan que Rockefeller empezó ganando un dólar y miren ustedes si llegó lejos el hombre, de manera que no debemos infravalorar el poder magnífico de un euro intrascendente e inofensivo. Exprimido a tope y sacándole el jugo que se le debe sacar al dinero, estirando el chorizo del euro al máximo, se puede salvar a un país de la quiebra, ahora que el Tribunal Constitucional ha declarado nula la amnistía fiscal de Montoro y vamos a ser los españolitos, como siempre, los que paguemos la fiesta.
Si cada corrupto imputado pusiera un euro, un solo euro, equilibrábamos en una hora la balanza comercial exterior, cubríamos el déficit público y el cupo vasco, aprobábamos los presupuestos del año próximo y aún nos quedaría pasta para pagarle los puros a Rajoy. Y no digamos lo que Rato podría hacer con ese euro formidable que es la base de todo en España. A Rato le das un euro, lo mete en Bankia, lo multiplica por un pastizal, como el milagro de los panes y los peces, y a tirar de black durante años. Con ese euro prodigioso, Rato se compraba una campana de oro nueva para agitarla alegremente en la Bolsa, se pagaba las clases de yoga tántrico y alquilaba el yate full time todo el verano. Ese euro suficiente, potente y fértil le alcanzaba sin duda para comprarse un bañador nuevo tipo bermudas, que el que tiene ahora se transparenta todo y va haciendo calvos sonrojantes por los siete mares. Un exministro, ex presidente del FMI, exmilagrero de la economía española y exhombre decente, aunque esté de capa caída y en horas bajas, no puede ir por ahí enseñando el culo sin pudor. Vamos, que se le ve la hucha y eso no podemos consentirlo. De ahí el valor de esos cien céntimos bien invertidos.
Con un euro mínimo, Bárcenas se compraba media Suiza, los duques de Palma volvían al chalé de Pedralbes, Carlos Fabra recuperaba su viejo aeropuerto sin aviones para que sus nietecitas pudieran estar como en el parque infantil y los mafiosos de la Gurtel y la Púnica compensaban los gastos en coca y en volquetes de putas. Y qué vamos a decir del clan Pujol. Estos, como buenos catalanes que son, ya no necesitarían estafar con los misales, ni hacer negocios sucios con las iteuves, ni darse largos paseos nocturnos por Andorra o esconder las herencias repentinas del abuelo Florenci. Tú a un catalán le das un euro, sobre todo si tiene pedigrí de Convergencia, si es de pura raza burguesa de Canaletas, y no te compra un banco, te compra veinte, y encima le saca un tres por ciento, que es lo que le da calidad a la operación.
Al españolito medio le cuesta todo una fortuna, el pan sufrido y necesario, la luz que está por las nubes y la gasolina que es oro puro, pero el ricacho hispano de turno, el bucanero financiero, ese lo compra todo con un euro, todo a cien, para qué más, venga señora que me quitan el banco de las manos, como esos gitanos avezados de buena mañana que vendían melones a veinte duros. Cuando cientos de familias agonizan sin trabajo, cuando miles de compatriotas se levantan al alba sin saber qué van a comer ese día, aquí nuestros ingenieros bancarios, nuestros yupis y botines del siglo XXI, se lo pasan a lo grande jugando al Monopoly con nuestro futuro y dando pelotazos, especulaciones y maquillajes financieros. Cualquier día venden España entera a los chinos por un módico euro. Por un puto euro. ¿Alguien da más?

Ilustración: Jorge Alaminos

EL HÉROE ECHEVERRÍA Y EL HORROR DE LONDRES



(Publicado en Revista Gurb el 9 de junio de 2017)

En medio del horror y la orgía de sangre desencadenada por los desalmados de ISIS en los recientes atentados de Londres, surgen las historias humanas de solidaridad y altruismo que no dejan de conmovernos. Como la de Ignacio Echeverría, el español de 39 años que estaba desaparecido desde el pasado sábado, cuando se produjeron los ataques indiscriminados contra la población civil, y que finalmente es una de las ocho personas fallecidas, según ha confirmado el Gobierno británico en las últimas horas. Echeverría fue el único que tuvo el valor de pararse a socorrer a una mujer que estaba siendo acuchillada por los yihadistas e incluso se enzarzó con uno de los asesinos golpeándole con su monopatín. Pese a la acción heroica del ciudadano español, que ha sido capaz de dar su vida por los demás, la actuación de la Policía británica ha dejado mucho que desear y no ha estado a la altura de un comportamiento tan bravo y heroico. Y no solo porque los forenses tardaron más de dos días en confirmar la identidad del fallecido (tiempo en el que no facilitaron información alguna) sino por la forma en que las autoridades de Londres han tratado a los familiares del desaparecido, a los que dejaron en la más absoluta incertidumbre durante un tiempo que se antoja excesivo, aumentando su angustia.
El extraño episodio no ha sido suficientemente aclarado por los agentes de Scotland Yard, por lo que urge una explicación completa y exhaustiva con urgencia. Todo lo que ha rodeado a Echeverría puede calificarse de extraño, inconcebible y misterioso. Primero se le dio por desaparecido, más tarde se filtró que podía encontrarse entre los heridos ingresados en los diferentes hospitales londinenses y solo finalmente, cuando todo el mundo se preguntaba qué estaba pasando con él y los medios de comunicación aumentaban la presión para obtener datos, el Gobierno británico confirmó su identidad. La noticia llegó demasiado tarde y fue un jarro de agua fría para la familia, que en todo momento se sintió olvidada y maltratada. Queremos pensar que en el kafkiano procedimiento de identificación de la víctima, en los retrasos, demoras y falta de información puntual, nada ha tenido que ver que el fallecido fuera español y que de haberse tratado de un ciudadano del Reino Unido los tiempos y las formas hubieran sido exactamente los mismos. Queremos pensar bienintencionadamente, pero mucho nos tememos que el desaguisado policial pueda tener algo que ver con la nueva política aislacionista y por momentos desdeñosa con algunos países de la Unión Europea que en los últimos tiempos, sobre todo a raíz del Brexit, está impulsando el gabinete de Theresa May. Hace meses que desde la cancillería de Londres se están difundiendo mensajes claramente discriminatorios contra los inmigrantes, y no solo contra personas llegadas de países del tercer mundo, sino también del entorno europeo. No olvidemos que Echeverría era uno de ellos, alguien que había dejado su tierra para ir a trabajar a Inglaterra. No queremos pensar ni por un momento que ese hecho haya podido influir hasta el punto de considerar al español como una víctima de segunda categoría, dejándolo para el final en el proceso de identificación de los fallecidos. Queremos pensar más bien que todo ha sido un inmenso error, necesidades de la investigación, y que a partir de ahora la Policía británica facilitará toda la información de que disponga hasta el momento sobre lo que le ocurrió a Echeverría en aquel encuentro fatal con los terroristas de Daesh. Por supuesto, la familia tiene derecho al informe con los resultados de la autopsia, que despejarán los rumores y bulos conspiranoicos que se han desatado en las últimas horas en las redes sociales y que apuntan a la posibilidad de que el gallego haya sido abatido por error, a manos de los propios agentes, en medio de la confusión.
Solo la transparencia y la sensibilidad con los familiares del fallecido podrán paliar en cierta manera la forma nefasta con la que la Policía anglosajona ha gestionado este caso. No vamos a pedir aquí que se le otorgue al ciudadano español la Cruz del Imperio Británico ni que se le entierre con todos los honores en un funeral de Estado por haber dado su vida en la defensa de esa mujer que estaba siendo atacada por los yihadistas. Pero al menos que el incidente sea debidamente aclarado. Mientras todos corrían despavoridos para escapar del terror que se había desatado en el Puente de Londres, Ignacio Echeverría decidió quedarse, comprendió que lo justo era ayudar a aquella mujer, ponerse de lado de quien más lo necesitaba en ese momento. Cualquiera de nosotros hubiera corrido para salvar la vida. Era lo lógico, algo humano y comprensible. Pero quizá haya llegado el momento de dejar de correr, de hacer frente a los asesinos con nuestras manos y nuestro corazón. Afortunadamente todavía quedan Echeverrías en el mundo. Fue un héroe con toda seguridad. O quizá solo fue un hombre que hizo lo que todos deberíamos hacer. Porque gracias a los pocos Echeverrías que aún caminan a nuestro alrededor, la civilización tiene un futuro. Y las bestias aún no han ganado la batalla.

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Cada vez que ocurre un bárbaro y salvaje atentado yihadista tenemos que escuchar las mismas palabras y argumentos previsibles de los políticos, tertulianos y analistas, las mismas condenas internacionales y minutos de silencio que no sirven de nada, las propuestas para aumentar el número de policías que tampoco valen para mucho contra este nuevo terrorismo suicida. Horas y horas de televisión que serán olvidadas al día siguiente.
Sin embargo, el auténtico debate y el más fundamental de todos, que no es otro que el infierno de hambre y pobreza en que vive cada día más de la mitad de la población mundial, siempre queda en segundo plano. La previsión para la estación del hambre en el Sahel en 2017 resulta aterradora: 8,6 millones de niños sufrirán desnutrición severa. Casi nueve millones de niños condenados a una muerte segura. Cientos de personas pierden la vida cada año intentando cruzar el Mediterráneo en una patera y ya ni siquiera acudimos a socorrerlos para que no perezcan ahogados. Miles de seres humanos agonizan en Palestina tras décadas de guerra y opresión. ¿Y Siria? ¿Qué podemos decir de esa vergüenza para la raza humana? Se desangra sin que ni la ONU ni las potencias mundiales pongan freno al desastre humanitario. ¿No es ese infierno diario en el que viven millones de personas la mejor cantera para que ISIS reclute a sus futuros terroristas, cada día más violentos y descerebrados, prometiéndoles un futuro mejor si descargan su ira contra el opulento Occidente? ¿Por qué cuando se produce una matanza en Londres, París o Berlín nadie habla de las verdaderas causas del terrorismo islamista, del colonialismo blanco humillante y no resuelto, del expolio económico al que las grandes multinacionales someten a los países pobres de Oriente Medio, África y buena parte de Asia? ¿Por qué nadie pone el dedo en la llaga del genocidio a gran escala de más de un tercio de la población mundial?
No estamos ante un exclusivo problema de seguridad, sino ante un inmenso problema económico de índole global, un drama de explotación y miseria que los países ricos hemos tolerado y potenciado durante siglos y que tiene consecuencias políticas y sociales, como la formación de grupos integristas fabricados con los mimbres de la desolación de miles de individuos. Destinar más policías no resolverá el problema. Pongamos un agente en cada esquina y seguirán apareciendo locos dispuestos a colocarse un chaleco de explosivos o a empuñar un modesto cuchillo en nombre de Alá y de sus oprimidos hermanos musulmanes. Fichados, no fichados, retornados, lobos solitarios, células durmientes, reclutados de primera o segunda generación no son más que etiquetas vacías. ISIS no ha surgido de la noche a la mañana. ISIS es la consecuencia histórica de una macroestructura económica diabólica, injusta y delirante. Cuanto antes empecemos a cambiar el chip, el enfoque del problema, antes empezaremos a encontrar las soluciones. No lo olvidemos nunca. El terror de la Yihad nace de lo de siempre, de algo tan viejo como la Tierra: de que hay unos que lo tienen todo y otros que no tienen nada. Y de esos que nada tienen solo pueden nacer tres cosas: fanatismo, odio y terror.

Viñeta: Iñaki y Frenchy

SIR SÁNCHEZ LANCELOT



(Publicado en Diario 16 y en Revista Gurb el 26 de mayo de 2017)

Toda idea política necesita un relato mítico para subsistir, una leyenda heroica, unos hechos materiales y trascendentes que contados por alguien pasen a la historia y se conviertan en eternos. De lo contrario, la idea se acaba diluyendo y se pierde para siempre. En buena medida, es lo que le está sucediendo a la socialdemocracia europea, que se ha quedado sin relato, sin nada que contar, mientras los populismos van ocupando su lugar. La victoria de Pedro Sánchez en las primarias del PSOE, contra todo pronóstico, ha devuelto esa argamasa de fábula, épica y leyenda que necesita un movimiento político para consolidarse.
La leyenda con tintes medievales que ha calado en el pueblo no es otra que la de un príncipe azul espigado, hermoso y de mandíbula viril al que unos felones caballeros (y también unas ambiciosas damiselas despechadas, Susana Díaz, mayormente) le habían usurpado el trono injustamente durante una noche de traiciones, conjuras, vilezas, cuchilladas traperas, planes ambiciosos y miserias humanas. El depuesto, como un Cid Campeador cualquiera, fue condenado a la vergüenza y al destierro, pero lejos de amilanarse o venirse abajo, juró sobre las cenizas de los viejos patriarcas Marx e Iglesias –de quienes por cierto nadie se acordaba ya–, que algún día volvería a la fértil tierra socialista que le vio nacer y haría justicia. El cuento, fuera cierto o no, tenía todos los ingredientes para arraigar en el inconsciente colectivo y ya se sabe que no hay nada que dé más placer a un humano que un relato apasionante bien contado.
De modo que el sufrido monarca, humillado durante el comité federal pero jaleado por sus huestes encolerizadas a la salida de palacio (Ferraz es un palacio que antes pertenecía a la plebe proleta y que ha caído en manos de los señores de las baronías felipistas) montó en su corcel más fiel y brioso, en este caso su modesto Peugeot diésel de bajo consumo, y se consagró a la ardua tarea de la reconquista del trono. Fue cuando soltó aquella sentencia premonitoria que será esculpida en letras góticas sobre la piedra de las capillas socialistas, o sea las humildes casas del pueblo: "A partir del lunes cojo mi coche para recorrer de nuevo España y escuchar a los militantes", dijo novelesca y lacónicamente, pero sin perder ni un ápice de dignidad sir Sánchez Lancelot. En ese momento sus oponentes y enemigos, traidores todos, se mofaron del desdichado, firmemente convencidos de que el rey estaba muerto y enterrado para siempre. Pero, sin desfallecer ni un instante, haciendo la vista gorda y los oídos sordos a los libelos de los juglares del Reino de PRISA, que instigados por sus enemigos propagaron a los cuatro vientos las insidias y calumnias contra él, el caballero ultrajado se puso manos a la obra. Se enfundó su férrea armadura, en este caso la negra chupa de cuero, se calzó las botas de sus mejores torneos de canasta (unas deportivas americanas de toda la vida) y se lanzó a los caminos polvorientos de España.
Durante meses, inasequible al desaliento, sin perder la fe ni flaquear ni un solo instante, creyendo siempre que lo que hacía era lo mejor para el socialismo español, que había caído en manos de unos feudales adinerados que se decían de izquierdas, sir Sánchez Lancelot atravesó el país desde las anchas Castillas hasta las Cataluñas levantiscas, desde las bravas tierras vascas hasta los desérticos páramos andaluces. Subió hasta las verdes colinas asturianas, patria edénica de los primeros socialistas, y allí, bajo la lluvia y con lágrimas en los ojos, convenció a los suyos de que su causa era la mejor, la más justa y noble de todas. Los mineros asturianos, silicosos pero todavía lúcidos, hombres y mujeres curtidos en mil batallas revolucionarias, lo dieron por bendecido y le prestaron sus brazos y corazones.
Más tarde bajó hasta tierras valencianas (feudo soleado gobernado por un señor inquietante con un postizo por pelambrera) y allí, en la plaza de Xirivella, fue aclamado por otros mil plebeyos, socialistas de calle no de salón, o sea las bases, las putas bases desarrapadas. Y así fue como palmo a palmo, pueblo a pueblo, sir Pedro Sánchez Lancelot fue reconquistando terreno, mientras en la taifa sevillana la Sultana Díaz, su enemiga más peligrosa y tenaz, se daba a los placeres de la autocomplacencia, el orgullo y la apatía. No supo ver la señora que mientras ella se cepillaba los rubios cabellos y se engalanaba para una victoria segura que le daría el trono de Ferraz, sir Sánchez Lancelot se lo trabajaba a fondo, dando el callo como un vulgar bracero mañana, tarde y noche. Se reunió con los vasallos descamisados y humildes, los abrazó sudorosamente, estrechó sus manos encallecidas, comió y durmió en sus casas del pueblo, compartió con ellos el pan amargo de la crisis y les prometió un país mejor, un futuro mucho más justo, próspero y solidario para todos. Les devolvió una esperanza, una ilusión, las señas de identidad, el viejo códice marxista, la rosa que ya estaba marchita y el canto alegre y fresco de la Internacional. El viejo y aparcado sueño del socialismo, en fin.
Lady Díaz, mientras tanto, pasaba los días plácidos junto a las aguas mansas del Guadalquivir y se jactaba de ser tan afortunada y se miraba a todas horas en el espejito mágico y le preguntaba: "Dime Felipito de mi vida, ¿quién es la más bella del PSOE?". Y el asistente vidrioso, con su cabello blanco decrépito y sus gruesos labios de caballero andante venido a menos reflejados en el turbio cristal del tiempo, le decía: "Por consiguiente usté, mi señora". Y así fueron pasando los días, las semanas, los meses. Hasta que llegó la jornada crucial del torneo, de los fastos y las urnas. Los señores de las baronías celebraban con antelación la amarga victoria labrada en la traición. Allí estaban sir José Bono, sir Pérez de Rubalcaba, sir Rodríguez Zapatero, sir Fernández Vara o sir García-Page, más unos cuantos jóvenes escuderos de inteligencia mediana que habían caído en la traición mala como César Luena, Óscar López y Antonio Hernando. Todos ellos enmudecieron cuando se abrieron las urnas y se contaron los votos. El caballero había vencido al dragón, lo imposible se había convertido en posible. La leyenda, mitad real, mitad ficción, como cualquier leyenda, se propagó de boca en boca por todo el pueblo. Y así fue como el cuento se hizo verdad. Por siempre jamás.

Viñeta: Igepzio

EN EL INFIERNO DE SIRIA


(Publicado en Revista Gurb el 9 de junio de 2017)

Un soldado muerto en una fosa común. Un hombre le apunta con una linterna en medio de la noche, en un campo yermo y perdido en tierra de nadie. Trabajar de noche en Alepo es muy peligroso. La fotógrafa enfoca el cadáver del miliciano con su cámara, sabe que solo tiene un segundo, que debe aprovechar el destello fugaz de la linterna que sujeta su ayudante, el tiempo justo para pulsar el disparador y conseguir la foto soñada que dará la vuelta al mundo. Pero ha de ser en ese preciso instante, no habrá otro, y si un helicóptero o un avión detecta el fogonazo de la linterna, si descubren que están allí, ya pueden darse por muertos. Maysun Abu-Khdeir (Zaragoza, 1980) hizo esa foto en Siria que fue portada del New York Times. "Yo sabía que la escena era importante, que esa fotografía era interesante. ¿Por qué? Porque era la foto de una Siria que no se conocía. La gente no estaba acostumbrada a ver eso. Yo tuve la suerte de vivir esa situación en el sentido de que fui testigo de algo que normalmente la gente no ve", asegura la fotoperiodista. Hoy Maysun ha regresado a España tras ser testigo del infierno sirio, de esa guerra donde ya no hay periodistas porque estar allí sencillamente es un suicidio. "La revolución contra Bashar al Asad que empezó en 2011 era pacífica. Hoy los integristas han tomado el poder y quieren imponer su agenda, el Califato o lo que sea".

Foto: Marcial Guillén

Entrevista completa en Revista Gurb

LA TENACIDAD DE SÁNCHEZ



(Publicado en Revista Gurb el 26 de mayo de 2017)

La inesperada victoria de Pedro Sánchez en las primarias del PSOE abre un nuevo tiempo en la política española. Todo estaba atado y bien atado para que la ganadora fuera Susana Díaz, que contaba con el apoyo logístico del aparato del partido, de los grandes jerarcas como Felipe González, Bono y Zapatero y con la artillería pesada del Grupo Prisa. De lamentable y bochornosa podría calificarse la cobertura de la campaña electoral que han hecho El País y sus terminales mediáticas, en la que el grupo empresarial ha apostado sin pudor por el caballo ganador, en este caso Díaz. Se había creado una especie de ficción, de apariencia de que el votante socialista, el militante de base, terminaría depositando su voto en favor de la representante oficialista de las elites del PSOE. Todo eso no era más que un espejismo. Pese a que la historia parecía escrita de antemano, pese a que el guion estaba meticulosamente preparado para que la líder andaluza se erigiera como nueva secretaria general del PSOE, la realidad se ha impuesto finalmente, dando un vuelco inesperado a la situación. Sánchez no solo le ha ganado la batalla a Díaz (también a Patxi López, el tercer candidato en discordia que nadie sabía muy bien qué pintada en estas primarias) sino que lo ha hecho por un amplio margen de más de diez puntos.
Nadie, ni siquiera los colaboradores más optimistas de Pedro Sánchez, se esperaba una victoria tan holgada. Los votantes de calle han dicho no a Díaz, la aspirante que representaba el aparato del partido y que apenas unos días antes de la votación ni siquiera tenía un programa electoral, tal era su sobrada confianza en la victoria. La presidenta andaluza pensaba que soltando eslóganes manidos como "el PSOE es mucho PSOE", o "cien por cien PSOE", sin hacer nada más, sin aportar ninguna otra idea provechosa, lograría los votos suficientes para alzarse con el despacho de Ferraz. Ese fue su primer error. La autosuficiencia en política siempre se acaba pagando cara. Por el contrario, Pedro Sánchez, tras la traición que sufrió en el último comité federal del partido, donde fue depuesto por el sector crítico en una maniobra rastrera de dudoso talante democrático, aprovechaba el tiempo que le daba la campaña electoral. Se trabajó las primarias, por así decirlo. Fue a lo suyo. Inasequible al desaliento, haciendo oídos sordos a los escarnios y humillaciones de sus oponentes, echando toda la carne en el asador y confiando plenamente en que él era el candidato preferido por las bases socialistas, se enfundó su chupa de cuero y sus zapatillas deportivas que le dan un aire más proletario, subió a su coche y, arropado por un grupo de fieles seguidores, se empleó a fondo en la misión de recorrer las agrupaciones socialistas de cada pueblo de España con la intención de recabar los apoyos necesarios. Mientras tanto, en los indolentes y elevados despachos de Ferraz, sus rivales políticos, también sus más íntimos colaboradores que lo habían dejado en la estacada, lo ninguneaban y hasta se burlaban de él públicamente. "Pobre Pedro, míralo para qué ha quedado, está más acabado que las maracas de Machín", debieron pensar los intrigantes susanistas en petit comité. Ese fue el segundo gran error de Díaz: dar por hecho que su principal adversario en las primarias estaba muerto políticamente, despreciarlo, infravalorarlo.



Pedro Sánchez dio mítines hasta en el último rincón del país, abrazó a los simpatizantes que acudían a escuchar sus palabras, estrechó sus manos y escuchó sus inquietudes, comió con los viejos socialistas de carné hartos del espectáculo bochornoso y de guerras intestinas que había vivido el partido centenario en los últimos meses. El primero de los actos públicos de Sánchez tuvo lugar en El Entrego, un pequeño pueblecito de la cuenca minera asturiana, un símbolo de la histórica lucha socialista, y a él acudieron más de quinientas personas que lo escucharon con entusiasmo y hasta con fervor. Al término del mitin, tras cantar la Internacional (un himno que el PSOE tenía fatalmente olvidado) Sánchez se dio un baño de multitudes por las calles de la localidad, firmó autógrafos y mostró su mejor sonrisa, sin caer en palabras amargas, rencores o exabruptos hacia los que organizaron la encerrona contra él del comité federal que le obligó a dimitir. Todos los que estuvieron en El Entrego empezaron a pensar que el muchacho podía ganar las primarias. Después de Asturias vino  Valencia, Madrid, Cataluña, tantos lugares donde los socialistas necesitaban que alguien les explicara personalmente, de viva voz, qué ocurría en la cúpula del partido. ¿Y dónde estaba Susana Díaz mientras tanto? Nadie lo sabe, pero probablemente no estaba donde tenía que estar: haciendo campaña pueblo a pueblo, barrio a barrio, puerta a puerta. Creía que el partido estaba ganado, practicó lo peor de la ideología marianista (o sea, de Mariano Rajoy) que no es otra que dejar las cosas correr, no hacer frente a los problemas y eludir su obligación de trabajar, de dar el callo, de cumplir con las ocho horas diarias de jornada laboral que se debería exigir a todo político en activo. La pereza y desgana con la que Díaz ha abordado estas primarias (quizá lo más preocupante de todo en un político que aspira algún día a ser presidenta del Gobierno) ha sido el tercer gran error de la líder andaluza. Autocomplacencia, desprecio por el rival y pocas ganas de trabajar. Un cóctel perfecto que solo podía terminar en una clara y rotunda derrota.
Las sorprendentes primarias del PSOE que pasarán a la historia de nuestra democracia por su final inesperado cuando todo jugaba en contra de Sánchez demuestran, por encima de todo, algo que no ha comprendido Susana Díaz: que ya no es tiempo de viejas políticas, que el ciudadano está harto de aparatos y estructuras de partido que desconectan de la política y provocan desafección, que los españoles, sobre todo tras las movilizaciones del 15M, exigen una nueva forma de hacer las cosas. Volver al felipismo trasnochado donde un caudillo dirige a las masas confusas, tal como parece propugnar la corriente oficialista de Díaz, es una propuesta fracasada de antemano en los nuevos tiempos que corren. Los españoles exigen debate, explicación de las decisiones que se toman, transparencia, cercanía de los políticos y participación directa. De ahí el éxito de estas primarias donde las bases se han impuesto a las elites y baronías. Muchos líderes del PSOE que daban por muerto a Sánchez, no solo sus enemigos del partido que no comulgaban con sus ideas sino sus amigos y allegados colaboradores que lo traicionaron en el último momento pasándose al otro bando, asisten ahora con la boca abierta a algo que no se imaginaban ni en sus peores pesadillas. Algunos como Antonio Hernando, que cambió de chaqueta miserablemente para mantener su puesto de trabajo, ya han presentado su dimisión. Otros deberían seguir su camino. No se puede estar con Dios y con el Diablo.
Lo que viene ahora, el futuro, nadie lo sabe. ¿Pactará Sánchez con Pablo Iglesias en una especie de gran frente de izquierdas que permita presentar una moción de censura contra Mariano Rajoy en una reedición del "no es no" al presidente del Gobierno que podría terminar en unas elecciones generales anticipadas? ¿Podrá ejercer como secretario general del partido sin que Susana Díaz le ponga zancadillas en la sombra? ¿Será capaz de dar el ansiado viraje a la izquierda que tanto necesita el PSOE después de tantos años de conservadurismo, aburguesamiento y puertas giratorias? Son incógnitas que solo el tiempo despejará. Pero de momento, todos deberíamos aprender una lección de este Sánchez resucitado al que tanto se le ha reprochado que no sea más que una cara bonita con escasa preparación política. El nuevo secretario general del PSOE ha demostrado que no solo tiene inteligencia y habilidad para la estrategia política, sino lo que es mucho más importante: posee valor y coraje, capacidad de trabajo y esfuerzo, tenacidad para encajar los golpes y superar las adversidades y la ilusión de alguien a quien le apasiona su trabajo. Cualidades todas ellas necesarias y fundamentales en un líder político que aspira a gobernar España algún día.
 
 

Ilustración: Jorge Alaminos / Álex, La Mosca Cojonera

EL IRLANDÉS IBÉRICO

(Publicado en Revista Gurb el 26 de mayo de 2017)

Tuvo que venir un irlandés a decirnos cómo éramos realmente los españoles. Ian Gibson (Dublín, 1939) fue ese hombre. Durante décadas, el más mediático de los hispanistas, como un arqueólogo que va dando paladas a la historia, ha ido desenterrando los aspectos más polémicos y desconocidos de nuestro pasado reciente, en especial de nuestra sangrienta guerra civil y del franquismo, un aspecto oscuro que pocos han abordado con el rigor, templanza y objetividad de Gibson. Gracias a él hemos recuperado datos inéditos sobre las biografías de grandes personajes como Federico García Lorca, Salvador Dalí o Antonio Machado. Hijo de un matrimonio protestante puritano del católico Dublín, desde bien niño se sintió un "intruso en su tierra", algo que quizá le llevó a buscar sus raíces en otra parte. "Como no tenía ganas de volver a las Islas del Norte, como las designo (Gran Bretaña es un insulto a los irlandeses) y me sentía absolutamente a gusto viviendo y trabajando aquí, me pareció el momento oportuno para pedir la nacionalidad española". Desde entonces, este español con acento irlandés se ha sentido como en casa, uno más de la singular tribu hispana, lo cual no le ha impedido ponernos el espejo delante de la cara para mostrarnos nuestros vicios y defectos y para decirnos descarnadamente las verdades como pueblo y como nación. "¿Que si hemos superado las dos Españas? Se va superando el pleito, pero no se ha conseguido todavía completar el proceso. La derecha se niega a asumir el horror del franquismo", asegura. Hoy el viejo historiador sigue paseando a sus nietos por el popular barrio de Lavapiés, "su pueblo y la capital del mundo", como suele decir él, y allí continúa con sus estudios e investigaciones. Coincidiendo con el sesenta aniversario de su llegada a España, acaba de publicar su último libro, Aventuras ibéricas, un viaje por lugares de nuestra geografía que son claves para comprender el espíritu, la cultura y la realidad que nos rodea. En definitiva, un homenaje al país milenario que desde joven ejerció en él una profunda fascinación.


Entrevista completa en Revista Gurb

miércoles, 7 de junio de 2017

CHOQUE DE TRENES



Eufemísticamente lo llaman choque de trenes, pero en realidad se trata de un choque de cabestros, mentalidades radicalizadas y fuertemente fanatizadas. Por un lado el nacionalismo españolista de un presidente del Gobierno que huye de los problemas domésticos y que no quiere ni oír hablar de negociar nada con los independentistas catalanes. Por otro el nacionalismo estelado de Puigdemont, que se cree con derecho a erigirse en salvador de una patria que para nada está oprimida ni humillada. No hay trenes de ningún tipo, solo malas cabezas, cornúpetas y ciegas, que van a llevarnos al desastre por el camino del sectarismo más rancio y trasnochado, la cerrazón patriotera y el falso mito. Ya se sabe lo que decía Machado: En España, de cada diez cabezas, nueve embisten y una piensa.

El Tribunal Constitucional concluye que el Gobierno lavó la cara (y el bolsillo) a miles de delincuentes de guante blanco con la amnistía fiscal de Montoro y aquí no pasa nada. Nadie asume responsabilidades, nadie informa sobre qué va a pasar con las grandes fortunas que todavía no han aflorado. Ancha es Castilla. Tenemos un poder Legislativo incapaz de reprobar al ministro de inmediato, un poder Ejecutivo cómplice con el crimen organizado y un poder Judicial que se limita a cumplir con el trámite de decirnos que nos están engañando y robando el dinero. Es decir, tenemos un sistema ineficaz que deja que todo se pudra. Mucho más: un sistema que trabaja para la corrupción.

Ignacio Echeverría, el hombre de 39 años que estaba desaparecido desde el pasado sábado, cuando se produjeron los atentados yihadistas de Londres, es una de las ocho personas fallecidas, según ha confirmado el Gobierno británico. Ignacio fue el único que tuvo el valor de pararse a socorrer a una de las víctimas e incluso se enzarzó con uno de los asesinos golpeándole con un monopatín. Mientras todos corrían para refugiarse él decidió que lo justo era ayudar a alguien que lo necesitaba. Cualquiera de nosotros hubiera corrido para salvar la vida. Era lo lógico, algo humano y comprensible. Afortunadamente todavía quedan Echeverrías en el mundo. Dicen que fue un héroe. Y lo es con toda seguridad. O quizá solo fue un hombre que hizo lo que todos deberíamos hacer. Porque gracias a los pocos Echeverrías que aún caminan a nuestro alrededor, la civilización tiene un futuro. Y las bestias aún no han ganado la batalla.

El Santander compra por un euro el Banco Popular al borde de la quiebra, sin duda el mejor "botín" de toda su historia. De Guindos asegura que la maniobra se ha realizado sin usar fondos públicos, lo cual, dados los antecedentes, es como para echarse a temblar. En 2008 también nos juraron que jamás se haría un rescate bancario con dinero de los españoles y la factura ya nos ha costado 75.000 millones de euros. Una calderilla. De un Gobierno que miente todo el "rato" no se puede esperar más que una nueva mentira.

Viñeta: Igepzio