(Publicado en Revista Gurb el 9 de junio de 2017)
Supongo que ustedes ya se habrán
enterado. El Santander ha comprado el Popular por un euro. Uno. Ni un
céntimo más ni un céntimo menos. Sería como para partirse el pecho de la
risa si no sonara a cachondeíto fino, a tomadura de pelo, a escándalo y
tocomocho. A uno, que no sabe una palabra de bancas, ni de Bolsas, ni
de acciones o grandes negocios (ni quiere saber, quizá por eso me he
quedado en la categoría profesional de aprendiz de pobre de primera) le
da por pensar qué otras cosas se pueden comprar con un euro en este país
de todo a cien, además de un banco con sedes en medio mundo. Y no es
ninguna tontería. Ya lo dijo Lola Flores en su día: si cada español me
diera una pesetilla… La peseta era el euro de aquellos años y si La
Faraona no le hacía ascos a la unidad de divisa nacional por algo sería.
Hoy día, bien amortizado y sabiéndolo mover, con un euro se pueden
hacer muchas cosas y todas ellas rentables en España (legales o no qué
más da). Por ejemplo, un suponer, con un euro el ex fiscal Moix, ese tío "cojonudo" para el PP, se hubiera abierto otra cuenta en Panamá, una de
reserva por si le fallaba la buena o llegaba el Torquemada de Hacienda,
o sea Montoro, para aguarle la fiesta. Con un euro bueno y honrado,
Ignacio González fijo que se pagaba la fianza, y ya puestos también Paco
Granados, favoreciéndose el dos por uno en una especie de Mercadona
judicial.
Tal como está el país de barato, con un
simple, vulgar y paupérrimo euro, a González seguro que le daba para la
entradita de su ático con los 257 metros de vivienda, los 238 de
solárium y los 112 metros de terrazas babilónicas, y si sobrara algo de
ese euro prodigioso, que seguro que sobraba, el ex delfín de Aguirre ya
podría ir alicatándose las paredes, los jacuzzis y los hidromasajes con
mármoles de Carrara, que no de "carrera" (para carrera la que lleva el
muchacho en los tribunales, eso sí es un carrerón). Cuentan que
Rockefeller empezó ganando un dólar y miren ustedes si llegó lejos el
hombre, de manera que no debemos infravalorar el poder magnífico de un
euro intrascendente e inofensivo. Exprimido a tope y sacándole el jugo
que se le debe sacar al dinero, estirando el chorizo del euro al máximo,
se puede salvar a un país de la quiebra, ahora que el Tribunal
Constitucional ha declarado nula la amnistía fiscal de Montoro y vamos a
ser los españolitos, como siempre, los que paguemos la fiesta.
Si cada corrupto imputado pusiera un
euro, un solo euro, equilibrábamos en una hora la balanza comercial
exterior, cubríamos el déficit público y el cupo vasco, aprobábamos los
presupuestos del año próximo y aún nos quedaría pasta para pagarle los
puros a Rajoy. Y no digamos lo que Rato podría hacer con ese euro
formidable que es la base de todo en España. A Rato le das un euro, lo
mete en Bankia, lo multiplica por un pastizal, como el milagro de los
panes y los peces, y a tirar de black durante años. Con ese euro
prodigioso, Rato se compraba una campana de oro nueva para agitarla
alegremente en la Bolsa, se pagaba las clases de yoga tántrico y
alquilaba el yate full time todo el verano. Ese euro suficiente, potente
y fértil le alcanzaba sin duda para comprarse un bañador nuevo tipo
bermudas, que el que tiene ahora se transparenta todo y va haciendo
calvos sonrojantes por los siete mares. Un exministro, ex presidente del
FMI, exmilagrero de la economía española y exhombre decente, aunque
esté de capa caída y en horas bajas, no puede ir por ahí enseñando el
culo sin pudor. Vamos, que se le ve la hucha y eso no podemos
consentirlo. De ahí el valor de esos cien céntimos bien invertidos.
Con un euro mínimo, Bárcenas se compraba
media Suiza, los duques de Palma volvían al chalé de Pedralbes, Carlos
Fabra recuperaba su viejo aeropuerto sin aviones para que sus nietecitas
pudieran estar como en el parque infantil y los mafiosos de la Gurtel y
la Púnica compensaban los gastos en coca y en volquetes de putas. Y qué
vamos a decir del clan Pujol. Estos, como buenos catalanes que son, ya
no necesitarían estafar con los misales, ni hacer negocios sucios con
las iteuves, ni darse largos paseos nocturnos por Andorra o esconder las
herencias repentinas del abuelo Florenci. Tú a un catalán le das un
euro, sobre todo si tiene pedigrí de Convergencia, si es de pura raza
burguesa de Canaletas, y no te compra un banco, te compra veinte, y
encima le saca un tres por ciento, que es lo que le da calidad a la
operación.
Al españolito medio le cuesta todo una
fortuna, el pan sufrido y necesario, la luz que está por las nubes y la
gasolina que es oro puro, pero el ricacho hispano de turno, el bucanero
financiero, ese lo compra todo con un euro, todo a cien, para qué más,
venga señora que me quitan el banco de las manos, como esos gitanos
avezados de buena mañana que vendían melones a veinte duros. Cuando
cientos de familias agonizan sin trabajo, cuando miles de compatriotas
se levantan al alba sin saber qué van a comer ese día, aquí nuestros
ingenieros bancarios, nuestros yupis y botines del siglo XXI, se lo
pasan a lo grande jugando al Monopoly con nuestro futuro y dando
pelotazos, especulaciones y maquillajes financieros. Cualquier día
venden España entera a los chinos por un módico euro. Por un puto euro.
¿Alguien da más?
Ilustración: Jorge Alaminos
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