(Publicado en Diario16 el 6 de marzo de 2023)
Hace apenas un mes, el porcentaje de votantes que retornaban al PP era del 7 por ciento. Hoy supera ya el 13 (uno de cada diez decide abandonar a Santi Abascal y volverse para Génova, la casa tradicional de la derecha española). Todas las encuestas que van saliendo a tres meses para las elecciones coinciden en un factor común: el partido ultraderechista pierde fuelle mientras que Alberto Núñez Feijóo recupera posiciones. El último sondeo, el barómetro de 40dB de Prisa, fotografía con detalle esta tendencia, y además revela que, de celebrarse hoy los comicios, el Partido Popular ganaría en las urnas con más de dos puntos de distancia sobre el PSOE, cuatro décimas más que el mes pasado.
¿Qué quieren decir estos datos? Indudablemente, que los populares se consolidan como primera fuerza política con posibilidades de ser alternativa de Gobierno, que Vox está cada vez más lejos del sorpasso y que la temida conquista del poder a manos de la extrema derecha ibérica está todavía, por fortuna, algo lejos.
Ahora bien, no tiene Feijóo demasiados motivos para estar satisfecho. En pleno torbellino político por la rebaja de penas y excarcelaciones de violadores tras la deficiente aplicación de la ley del “solo sí es sí”, el PP pensaba pescar más voto moderado y de mujeres descontentas. No ha sido así. Dos puntos de diferencia se antoja poco bagaje para la que le está cayendo encima a Pedro Sánchez.
En las últimas semanas, el dirigente popular gallego había centrado su estrategia política en percutir contra la reforma de Irene Montero. Alimentando el escándalo de los presos que salen de la trena antes de tiempo, Feijóo no solo pensaba desgastar a Moncloa, sino que estaba convencido de que el Gobierno de coalición terminaría estallando por los aires. Ahora sabemos que el desgaste electoral ha sido mínimo (ese pírrico par de puntos de diferencia) mientras que el Consejo de Ministros, aunque parezca un milagro, sigue en pie. Es cierto que desde hace días el ruido de gallinero en el Ejecutivo está siendo considerable, más que nunca a lo largo de esta convulsa Legislatura. La tensión crece de cara a la sesión parlamentaria de mañana, donde se debatirán las medidas para corregir los defectos de la Ley de Libertad Sexual impulsada por Montero. La ministra se niega a dar su brazo a torcer, ni a aceptar que su texto legal adolece de carencias técnicas, manteniéndose firme en su teoría de que si los agresores sexuales están saliendo a la calle es por la actitud fanatizada y cerril de un grupo de jueces ultraderechistas empeñados en tumbar la coalición de izquierdas. En principio, todo apunta a que no habrá acuerdo entre Unidas Podemos y el grupo socialista, así que podría darse la paradoja de que el PSOE termine votando junto a PP y Vox. Ese escenario beneficiaría al PP, que vendería la sesión como una victoria; a los ultras que, a las puertas de una moción de censura, la moción Tamames, podría sacar pecho de algo; y, por qué no decirlo, también a la formación fundada por Pablo Iglesias, que quedaría como el partido inflexible e indomable que lleva sus postulados feministas hasta sus últimas consecuencias para satisfacción de sus bases.
Solo el partido socialista saldría mal parado del trance al aparecer como el gran derrotado por la derecha y como el apestado de la izquierda radical que, en las últimas horas, y a pocas horas del 8M, ya ha empezado a mover su maquinaria propagandística en redes sociales para tratar de pintar a un PSOE machirulo, rancio y patriarcal. Así, Ione Belarra acusa a Sánchez de “estar dando gato por liebre a la gente”, mientras que Echenique cuestiona el feminismo de salón de Ferraz y arremete en un polémico tuit: “Si el PSOE no acepta llegar a un acuerdo sobre la ley de libertad sexual, el martes a las 20 horas, a cuatro horas del 8M, las bancadas del PP y de los del latido fetal se van a poner de pie a aplaudir la vuelta al Código Penal de La Manada. ¿La bancada del PSOE va a aplaudir con ellos?”. En realidad, el postureo podemita se transparenta a la legua: si los sociatas son tan machistas, ¿qué hace Unidas Podemos gobernando con ellos?
En ese contexto se encuadra la ofensiva de Pedro Sánchez para recuperar la bandera del feminismo y su anuncio, el pasado sábado, de que piensa poner en marcha una Ley de Paridad para que cualquier empresa con más de 250 trabajadores y 50 millones de volumen de negocio anual tenga que colocar, obligatoriamente, a un 40 por ciento de mujeres en sus puestos directivos. Se trata, sin duda, de un golpe en la mesa del presidente, un mensaje directamente dirigido no solo a las empresas del Íbex 35 con consejos de administración íntegramente masculinos, sino a Unidas Podemos, al que le está diciendo aquello de “para chulo mi pirulo”, en este caso, “para feminista yo”. O sea, la testosterona de siempre, solo que esta vez tratando de comprar el voto de la mujer, instrumentalizándola con descaro para fines electorales. A pocas horas para el 8M, donde se volverá a escenificar la división de la izquierda, se ha abierto la veda por ver quién es más feminista, si socialistas o podemitas. Una batalla estéril teniendo en cuenta que la gente está a lo que está, a la cesta de la compra y la hipoteca. La crisis sigue causando estragos y los españoles no tienen estómago para debates bizantinos propios de universitarios de primero de Ciencias Políticas. No está sabiendo leer la izquierda el momento histórico que vivimos. Lo único bueno en todo esto es que, a día de hoy, el bloque PP y Vox no sumaría para formar Gobierno. Algo es algo.
Viñeta: Pedro Parrilla
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