(Publicado en Diario16 el 13 de diciembre de 2023)
Lejos de amedrentarse ante el matonismo retórico de Abascal, Sánchez aprieta el acelerador. En las últimas horas, mientras la ley de amnistía se tramitaba en el Congreso de los Diputados, el presidente del Gobierno daba la orden a los socialistas navarros de pactar con Bildu para arrebatarle la alcaldía de Pamplona a UPN, socio preferente del PP. De inmediato, Feijóo calificaba el acuerdo de “pacto encapuchado”, volviendo a colgarle el cartel de bilduetarra al jefe del Ejecutivo. “Además de que nos han vuelto a mentir, es indignante que el PSOE entregue la alcaldía de Pamplona a un partido que lleva a asesinos en sus listas electorales. Este bochorno no se lo merece nadie”, arremetía el jefe de la oposición a su llegada al Parlamento. De modo que ya tenemos otro jaleo a la vista.
Esto es lo que nos espera a lo largo de la legislatura. Un presidente desatado que se defiende a dentelladas del zarpazo ultraderechista y un Partido Popular constantemente movilizado y sin conceder ni un solo momento de respiro al Gobierno de coalición. Crispación, ambiente de guerracivilismo permanente, el pollo y la trifulca como pan nuestro de cada día. ¿Cuánto tiempo más podrá resistir un país envuelto en llamas sin que ocurra algo de lo que tengamos que arrepentirnos? Y lo peor de todo es que no parece que ninguno de los actores en liza esté dispuesto a ceder, al menos en el corto plazo.
Sánchez, como ese animal acorralado, ha decidido morir matando, y en las próximas semanas vamos a ver su lado más duro y radical. Un presidente bunkerizado entre los más leales y con Óscar Puente marcando el territorio en plan dóberman de Moncloa. Un presidente intratable, huraño, torvo. Podemizado en las formas, que no en el fondo, ya que sigue siendo un socialdemócrata comedido y sin pasarse.
Feijóo, por su parte, continúa enfrascado en su competición con Vox para ver quién es más patriota y quién suelta la burrada más grande. En ese juego, el gallego tiene todas las de perder. Nunca podrá decir barbaridades como que los españoles terminarán “colgando por los pies” a Sánchez, tal como hicieron los partisanos con Mussolini, así que por ahí tiene perdido su mano a mano con Abascal. Lo lógico sería que el PP rompiera de una vez con la extrema derecha y virara hacia posiciones más moderadas, diferenciando su producto y su marca, pero nada cabe esperar de un hombre que ha colocado a los más pendencieros y ultras en la primera línea de combate, véase los Tellado, Cayetana, Rafa Hernando y otros. Con semejante alineación de leñadores seducidos por la motosierra de Milei la distensión se antoja poco menos que una utopía.
Es evidente que Puigdemont está empeorando de lo suyo. Muy loco tendría que estar Sánchez para darle al expresident lo que pide. Sentar en el banquillo a los poderes fácticos de este país sería tanto como firmar su propia sentencia condenatoria. Hoy mismo, los jueces conservadores ya le han enviado una carta más que amenazante. “Nos quieren poner el brazalete con las estrellas”, se quejan los magistrados más duros comparándose con los judíos víctimas del holocausto nazi. Últimamente a la derecha política y judicial de este país se le está yendo la mano con las metáforas. Todo vale en el burdo intento de retratar a Sánchez como el nuevo Hitler de nuestro tiempo. El histrionismo de la cúpula judicial no se sostiene, pero mal haría el presidente del Gobierno en hacer oídos sordos al ruido de sables en los juzgados y tribunales. Una gran conspiración se cierne sobre las espaldas del inquilino monclovita, que empieza a entender que no se puede gobernar con todo el clan del mazo y la campanilla haciéndole la puñeta. Quizá por eso está empezando a recoger cable en sus negociaciones con Junts. Sánchez sospecha que quizá haya ido demasiado lejos al concedérselo todo a Puigdemont, la amnistía, el lawfare, los 15.000 millones condonados, las comisiones de investigación sobre la Operación Cataluña, sobre la gestión del CNI en los atentados de Barcelona, sobre el espionaje Pegasus y dos huevos duros. Puede que Puigdemont sea un cadáver político, pero él no está dispuesto a terminar fiambre.
Viñeta: Iñaki y Frenchy
No hay comentarios:
Publicar un comentario