sábado, 20 de julio de 2013
EL CABALLO DEL SEÑOR PEDRO
Preocupado e inquieto, leo el siguiente titular en el digital de El Mundo: "José María Aznar, como un roble en Marbella". Y el diario de Pedro Jota ilustra la llamativa noticia con una foto de José Mari haciendo footing bajo el sol y trabajándose la tableta de chocolate, esa falange de abdominales que mete más miedo que Mario Vaquerizo con resaca. Además, y quizá eso sea lo peor, el subtítulo de la información añade: "Recorre más de ocho kilómetros al día". O sea, que el caudillo de la derechona españista está en plena forma y presto para empuñar el timón del Estado cuando sea necesario, cuando el busto efímero y frágil de Rajoy se tambalee como un junco en medio de la tempestad. En esos discretos ecos de sociedad que nos ofrece El Mundo cada día, en esas noticias desenfadadas, breves y veraniegas del rotativo madrileño, se encierran a veces las grandes tramas que están por venir, las grandes claves de lo que está sucediendo. Resulta curioso que Pedro Jota se pase la semana soltando folletines sangrientos contra el Gobierno, por capítulos, y el sábado se dedique a cubrir el entrenamiento feliz y al galope de su relajado pura sangre, que no es otro que Aznar. En el PP ha caído ya hasta el bedel, pero Ansar sigue trotando confiado y fuerte hacia la meta monclovita, arreado y espoleado por el pequeño jockey de solideo jesuítico, por el rey Midas de la exclusiva periodística. Pedro Jota, como se cree un Hearst a la logroñesa, siempre ha hecho de la política y la democracia españolas un juego de azar, su juego favorito, como aquella gran película de Hawks. Para el director de El Mundo, enfant travieso y diablillo, España es como una eterna carrera de caballos con apuestas, un derby con obstáculos en el que muchos sementales van cayendo, uno tras otro, en el fango negro de las vallas, mientras él hace caja con el espectáculo. El felipismo se lo cargaron entre Pedro Jota y otros oscuros aliados: Garzón, Amedo, el dóberman asturiano y Anson, mayormente. Ahora, varias décadas y gales y roldanes después, Pedro Jota lanza una nueva exclusiva, los papeles del escándalo, cinco horas con Bárcenas (mal homenaje a Delibes) que no es sino una nueva conspiración contra un presidente que no es de su cuerda, una conspiración algo más cutre que aquellas filípicas felipistas, porque esta vez el complot no se ha urdido en la frontera con Francia, ni en Laos, ni entre peligrosos espías o terroristas, sino que se ha cocinado en el piso de arriba de una vecina que es amiga de Espe Aguirre. Menuda exclusiva. Pedro Jota se ha propuesto acabar con Rajoy porque le cae mal, porque ya no le invita a puros, qué se yo (el problema de los hombres con poder es que se aburren fácilmente) y de paso con Arenas, Trillo, Cascos y Rato, entre otros beneficiarios de los sobres podridos de mierda (mierda serán, más mierda enamorada). El tesorero ha cantado ante el juez, el tesorero ha disparado contra todo bicho viviente (solo le ha faltado echar una paletada de estiércol sobre la tumba del patriarca Fraga). Contra todos menos contra Aznar. Del supuesto sobre que iba dirigido a un tal "J.M.", del envoltorio lacado con kilito y medio de vellón, el dúo dinámico Pedro Jota/Bárcenas no dice ni mu, rien de rien, res de res, qué de qué, manzanas traigo. El tesorero entrullado que no lo recuerda y el magnate de la prensa que no sabe, no contesta. Mucho nos tememos que J.M. no es un whisky español de garrafón, sino un corredor de fondo de bigote sin depilar, un maratoniano de la política que se entrena para su última carrera entre sobre y sobre. Ya sabemos quién es el nuevo señor X de nuestra estuprada democracia. Pero a ése ni tocarlo, que es caballo ganador. El caballo del señor Pedro.
Imagen: elpaís.com
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