lunes, 28 de noviembre de 2016

EL OTOÑO DEL PATRIARCA


(Publicado en Newsweek en Español el 26 de noviembre de 2016)

No ha habido solo un Fidel. Ha habido muchos, tantos como cubanos hay en la isla. El joven estudiante utópico de los años cuarenta con sus ideales vírgenes todavía sin contaminar; el soldado que empuñó el fusil de cuando la guerra con España para derrocar a Batista; el ideólogo de los discursos de ocho horas que pocos cubanos eran capaces de digerir; el jerarca que ordenó encarcelar y fusilar a los disidentes; el ensayista descreído de todo; el patriarca eremita de barba crespa y ojos saltones de profeta iluminado; el enfermo con una salud tan ruinosa como las casas viejas de La Habana; el hombre que al final de sus días, como le pasa a cualquier mortal barrido por el ciclón del tiempo, claudicó de todo, de la revolución, de la utopía, de la vida.
Hubo un tiempo, cuando los guerrilleros jóvenes y apuestos bajaron de Sierra Maestra para ajustarle las cuentas al corrupto Batista, en que parecía que había una esperanza para América Latina. Los cubanos enseñaban el camino al resto del mundo. Nos hicieron ver que un país pequeño y bananero le podía ganar una batalla al poderoso imperialismo yanqui, aunque solo fuera por un rato y en una apartada playa de nombre pestilente como Bahía de Cochinos. El puro moreno le ganó el pulso al rubio americano, o sea JFK, y aquello estuvo a punto de enviarnos a todos al apocalipsis nuclear. Pero después de tanta convulsión mundial, después de la ansiada revolución, la prosperidad prometida, la proclamada justicia e igualdad social entre las gentes, la historia de Fidel ha terminado en un triste otoño del patriarca, como en la novela de García Márquez.
Estos últimos años de estertor y enfermedad, en los que Fidel moría y resucitaba cada mañana para alborozo de los nostálgicos y cólera de los opositores de Miami, el Comandante se había convertido en una estatua viviente. Ya no era un hombre, era solo un Papa del ateísmo rojo al que nadie hacía caso, un busto polvoriento de mármol, un símbolo del pasado, y ya se sabe que todo símbolo tiene una parte de verdad y otra de mixtificación. Él seguía vivo, pero lo cierto es que el castrismo hacía mucho tiempo que había muerto. De la revolución solo quedaban los lacónicos desfiles del 1 de mayo, las banderas desteñidas y los eslóganes manidos, la gloria de las batallas pasadas contra la CIA. El régimen se agrietaba como en su día se agrietó el Telón de Acero, la gente empezaba a pasar hambre, y el hambre es el peor enemigo de las nobles ideas. El comunismo, tal como lo habían entendido algunos, había fracasado. Gorbachov, el señor bonancible de la bandera roja aplastada en la calva, había apretado el botón nuclear de la perestroika. No había marcha atrás. Los Tito y Ceaucescu caían como piezas de dominó por toda Europa y hasta la China maoísta empezó a fabricar capitalismo a destajo, hamburguesas y pantalones vaqueros. Solo Fidel, el último revolucionario, permanecía en pie mientras los hospitales cubanos se quedaban sin medicinas, los habanos y el ron se pudrían en las bodegas y las jineteras mulatas del Malecón se alquilaban hambrientas a los turistas sexuales por un puñado de dólares y unas zapatillas deportivas. Solo Fidel, un superviviente del prehistórico siglo XX, un fantasma de la Guerra Fría, un espectro que caminaba errante por la Historia, preguntándose qué era ese diabólico invento de la globalización contra el que no servían los fusiles y las bombas y que iba a terminar con todo, parecía seguir aferrándose a un sueño perdido.
Cuando el castrismo por fin se tambaleaba y Obama fue a visitarle, no quiso recibir al presidente norteamericano, en un último gesto desesperado por mantener la dignidad, que es lo único que le queda a un anciano. “No necesitamos que el imperio nos regale nada”, dijo el Comandante. Fue el último postureo bolchevique. La revolución había perdido la guerra y ni siquiera el trueque de médicos cubanos por petróleo de Venezuela podía parar lo imparable. Solo faltaba que los tanques de la Coca Cola entraran triunfantes en La Habana. Hoy ya no es tiempo de revoluciones, en realidad ya no es tiempo para casi nada, la izquierda se ha ido al garete en todo el mundo, Trump impone su fascismo blando y Le Pen será su sucursal en Europa. Se acabó la justicia social, la solidaridad entre las personas, el internacionalismo entre los pueblos. Xenofobia y odio al refugiado, explotación laboral, autarquía económica, ultraliberalismo salvaje, dólar neonazi y ley de la selva. Eso es lo que nos espera con la doctrina Trump. Los tiranos se van sucediendo unos a otros en una cadena determinista y diabólica para el ser humano.
El fracaso de Fidel es el fracaso de toda América Latina, y por extensión del Tercer Mundo. Por eso, el día en que muere el presidente cubano, debemos preguntarnos qué hubiera sido de la Cuba socialista sin el bloqueo norteamericano. Nunca lo sabremos. Lo que sí sabemos es que, fallido el comunismo en todo el mundo, diluida la esperanza de la izquierda en el ácido del nacionalismo xenófobo y el ultraliberalismo globalizador y consumista que se extiende por todo el planeta, cabe plantearse: ¿acaso no sería bueno recuperar algo de los viejos ideales comunistas, sin llegar a la dictadura del proletariado que como toda dictadura es otra forma de totalitarismo? ¿No avanzaría la humanidad hacia un futuro mejor si un solo hombre como Bill Gates repartiera sus 90.000 millones de dólares entre los que pasan hambre y sed en Etiopía, El Salvador o Bombay? ¿Es que no viviría igual de confortable y de bien un millonario con un solo yate en lugar de tres, con un solo coche de lujo en lugar de seis, con una sola mansión en lugar de diez?
De alguna manera habrá que poner coto al capitalismo salvaje, que no es más que la codicia humana elevada al rango de sistema político. Reparto de riqueza, mayor igualdad entre clases sociales y justicia para todos son principios irrenunciables por los que merece la pena seguir luchando. Por eso, hoy, el día que muere Fidel, un mito de la Historia universal, con sus luces y sus sombras, los ideales revolucionarios siguen siendo más válidos que nunca. Por eso hoy, a las clases humilladas por otra dictadura tan cruel como la estalinista −la que imponen las oligarquías capitalistas y los mercados que gobiernan el mundo−, solo les queda el grito utópico y derrotado del viejo Comandante: "¡Hasta la victoria siempre!".

jueves, 24 de noviembre de 2016

FORGES

(Publicado en Revista Gurb el 18 de noviembre de 2016 y en Newsweek en Español)

Oficinistas cabreados, jefes tóxicos, ricachones desalmados, funcionarios camastrones, blasillas aldeanas que saben más que los ratones coloraos, náufragos solitarios, futboleros obsesos, matrimonios aburguesados y aburridos, políticos trincones, niñatos cibernéticos, toda la gran fauna hispana contemporánea ha desfilado bajo el pincel prodigioso y costumbrista de Antonio Fraguas Forges (Madrid, 1942) maestro indiscutible del humor gráfico español. Ilustrador ilustrado, filósofo sin agobiar, historiador ameno (no de los que van por ahí dando la brasa) periodista siempre, Forges es una especie de hombre del Renacimiento que toca todos los palos y los toca con maestría. Durante décadas ha sentado al español en el diván de su viñeta y lo ha psicoanalizado de una forma tan minuciosa que ni Freud. "¿Lo que no hemos aprendido todavía en este país? A escuchar y a no gritarnos", asegura con resignación. Cuando empezaba a pintar sus primeras ilustraciones en el diario Pueblo, allá por 1964, su padre le dijo una frase lapidaria que se le quedó para siempre: "hagas lo que hagas que sea original". Y eso es lo que Forges ha estado haciendo desde entonces. Crear un estilo propio y universal. Inventar personajes arquetípicos, inventar una escuela de humor sociológico que ha arrastrado a una legión de seguidores "forgianos" y sobre todo inventar un lenguaje nuevo cargado de modismos que se han extendido por toda la sociedad. Por llegar ha llegado incluso a poner varias palabras como picas en el Flandes de la Real Academia Española de la Lengua, lo cual no está al alcance de muchos. ¿Quién no ha dicho alguna vez aquello de voy a comer un "bocata"? "Somos hijos de nuestras lenguas, pero una madre que no permita a sus hijos tomarle un poco el pelo (y viceversa) no es una buena madre. Y yo tomo un poco el pelo a nuestro habla", explica. Forges, Cervantes en viñetas, puso el humor y el lienzo que le faltaba a la Transición, que fue un neobarroco decadente lleno de borbones, falangistas, militarotes y curas asustando todo el rato al personal. Hoy, tras miles de dibujos y una montaña de mandíbulas destrozadas por la risa, no hace falta decir que el maestro sigue teniendo el ingenio afinado de siempre. Y ya va medio siglo. "Gensanta".

 Entrevista completa en Revista Gurb

EL DIOS MERCURIO


Veinticinco años sin Freddie. Un cuarto de siglo ya. Voz hercúlea y vigorosa que abarcaba todo el rango musical, desde el gruñido de un oso hasta el canto de un ángel. Hombre de cuero y terciopelo, pasó por todos los excesos, desde los leotardos de licra a la capa de reinona, desde las plataformas imposibles al traje elegante y dandi. Bohemio rapsoda, transformista maravilloso, maruja de pelo en pecho y sobacos floridos, vecindona con aspiradora y bigote macho que cantaba aquello de quiero ser libre. Con esa canción, que fue todo un himno, hizo más por la liberación de la mujer que cualquier feminista y sacó a más gente del armario que el día del orgullo gay. Fue un bravucón con camiseta de tirantes y la más loca de la fiesta. Fue un duro y un sensible, un heavy y un melódico. Galán engominado con dientes de conejo, bailarín de músculo templado. Mil generaciones soñaron con sus baladas de ópera rock. Logró lo que parecía imposible: hacerle sombra a la académica Caballé sobre un escenario. Orfeo injustamente devorado por el sida, espíritu libre, genio de nuestro tiempo, voz de neón del siglo XX que tanto añoramos. Nadie sabe dónde reposan sus cenizas. Dios salve a la reina, God save the Queen. Y que siga el espectáculo.

miércoles, 23 de noviembre de 2016

ADIÓS RITA, ADIÓS

 (Publicado en Revista Gurb y en Diario16 el 23 de noviembre de 2016)

La muerte es el único juez justo. La muerte llega sin avisar para patricios y plebeyos, para nobles y pelagatos, para honrados y sinvergüenzas. Ha muerto Rita de un infarto súbito en un hotel de Madrid. Y ha muerto sola, investigada, abandonada por sus compañeros de partido. Así se las gasta la Familia: cuando eres útil te encumbra, cuando ya no sirves a la organización te dejan tirada como una colilla. Estremece esa imagen de Rita vagabundeando a solas por el frío claustro de las Cortes, mendigando un abrazo por caridad y por los viejos tiempos. "Margui, no me has saludado", "Espe, ¿es que ya no te acuerdas de mí?", "Mariano, a ver cuándo vienes a verme a Valencia". Rita con su abrigo de piel, el Vuitton al hombro y el gesto desencajado; Rita lívida y solitaria llorando por el Salón de los Pasos Perdidos porque sus coleguitas de partido le hacían el vacío; Rita con el corazón destrozado porque la dejaban en la estacada, como a un juguete roto, como a una apestada. Todo el mundo pedía el suplicatorio para Rita y ella solo suplicaba por un poco de amor de partido. No era mucho pedir. Pero así es la Familia, así se las gastan los fieros genoveses. Implacables con los que caen en desgracia, inflexibles con los inservibles, inclementes con los amortizados. Qué cruel es la política, qué ingratos e inhumanos los compañeros que, para salvar su imagen y reputación, se apartaban de ella al verla pasear por los madriles, triste y taciturna, camino del Senado. Qué insensibles los que la dejaban a merced del destino (y del fiscal general del Estado) por miedo a verse salpicados con la hiel del escándalo. Esos sí son rufianes y no el señor catalán ese que quiere acabar con España.
Rita ha muerto en un hotel de Madrid. Ayer moría la pobre que solo tenía una desesperada vela para calentarse. Hoy muere la rica que gozaba de la calefacción a tope de un cinco estrellas pero le faltaba lo más importante: el calorcillo humano del partido. Ironías del destino. Un corazón puede aguantarlo todo menos el desamor. Un corazón es como una planta: necesita el agua de los amigos para seguir latiendo. Y el corazón de Rita, al verse sin los viejos camaradas de batallas y francachelas políticas, se ha parado de soledad, se ha  infartado de disgusto, de desamor, de desplante, de desprecio. Más que la investigación del Supremo, que a ella le tenía sin cuidado, más que las grabaciones de la Guardia Civil, lo que mata a Rita es esa cabeza del compañero del Ayuntamiento que se tuerce al verla pasar, ese gesto huraño, ese saludo necesario que se le niega, ese teléfono que nunca suena, ese viejo amigo que nunca llega, ese reloj que va contando las horas, inexorablemente, sin que llegue el consuelo y la palabra amable. Bárcenas al menos tuvo la gracia de recibir un SMS del jefe: "Sé fuerte Luis, hacemos lo que podemos". Rita ni eso. A Rita le dieron bolilla mientras era útil para el partido, cuando el pitufeo valenciano funcionaba a pleno rendimiento, cuando el dinero negro entraba a espuertas por el Turia y se ganaban elecciones y pasajes gloriosos de la Historia. Pero al final, cuando llegaron los picoletos con las denuncias, Montoro con las rebajas, los periódicos con los titulares y los memes con las burlas y chanzas del pueblo ya nadie quería acercarse ni saber nada, ya nadie le daba palmaditas en la espalda, ya nadie contaba con ella.
Valencia se queda viuda del rojo Rita y los collarones lujosos. La muerte tiene una sola cosa agradable: las viudas, decía Jardiel. Nuestras condolencias a la familia, pero mucho nos tememos cuál va a ser la reacción de algunos prebostes del PP a partir de ahora: dirán que Rita fue sometida a una cacería y a un linchamiento mediático insoportable; que ha sido un crimen horrendo; que la prensa la tenía acosada; que esto es lo que pasa cuando se acusa a una persona inocente, que si bla, bla, bla… Ahora llegarán los que querrán montarle una capilla ardiente, un funeral de Estado por todo lo alto, un homenaje burocrático en el próximo congreso nacional. Hasta le pondrán una calle en su pueblo. Pero no van a engañar a nadie con sus hipocresías y sus lágrimas de cocodrilo. A Rita la han dejado en la cuneta cuando los de la UCO aporreaban la puerta. A Rita la borraron de la agenda en cuanto llegó el fiscal general con sus preguntas incómodas. A Rita la han infartado entre todos los que antes la jaleaban y aplaudían. Muchos en el partido respiran hoy aliviados porque ya nunca se podrá saber qué pasó en realidad con el pitufeo. Otros querrán hacer de ella una heroína. Así de sucia es la política.

viernes, 18 de noviembre de 2016

POBREZA ENERGÉTICA, POBREZA MORAL




(Publicado en Revista Gurb el 18 de noviembre de 2016)

Rosa, una anciana de 81 años, vive sola, en situación de exclusión social y de abandono sin que parezca importarle a nadie en Reus, la localidad en la que reside. No dispone de ingresos y no puede pagar la factura de la luz, así que se alumbra con velas. La mujer sobrevive al frío invierno como puede, sin apoyo del Gobierno, ni de Servicios Sociales, ni de las compañías eléctricas. Una noche la vela incendia el colchón de la cama y ella muere asfixiada. Así de simple, así de crudo. Y lo peor de todo es que, pese al drama humano que supone esta nueva muerte económica, es solo una gota más en medio del océano de pobreza energética en el que se ahogan millones de familias españolas. El Gobierno de Rajoy, que debería ser el Gobierno de todos y evitar tragedias como esta, se empeña en tapar esta auténtica vergüenza nacional bajo cifras macroeconómicas tan falsas como repugnantes. El presidente sigue con su mantra de siempre, aferrándose a la gran mentira de que la economía española crece unas décimas este año, que el déficit está controlado, que las exportaciones aumentan y que el paro baja unos míseros decimales, aunque lo que no dice es que el desempleo mejora gracias a los contratos basura y al régimen cuasiesclavista de nuestro mercado laboral, que ni siquiera en tiempos franquistas se había degradado tanto, como asegura el gran Forges en la entrevista que ha concedido a Revista Gurb. Son los números mentirosos del Gobierno que terminan haciéndose añicos cuando llega la hora de la verdad, cuando aparece el frío como cada año y nos hiela la sangre con historias terribles de carne y hueso como la de la mujer de Reus. Por mucho que Rajoy se esfuerce en enterrar la miseria y la injusticia que generan sus políticas económicas bajo cifras falsas y palabras huecas, la realidad siempre será la realidad y acabará emergiendo a la superficie e imponiéndose en toda su dureza y crueldad.
La historia de Rosa es la historia de miles, quizá millones de españoles que cuando llega el invierno tiemblan, y no solo de frío, sino de miedo, ya que saben sin ningún género de dudas que no podrán enchufar una simple estufa o un miserable calefactor para calentar a sus familias. Ahí están, cada día son más, los llaman eufemísticamente los "vulnerables", cuando en realidad, para ser honestos, habría que decir simplemente los machacados, los aplastados, los "jodidos". Los vemos por la calle, en nuestros barrios, en las casas de nuestros vecinos, en los reportajes de la televisión: hombres, mujeres y niños tapándose con mantas hasta el cuello y tiritando de frío en un hogar convertido en un iglú inhabitable. Seres ateridos con caras de no entender por qué los poderosos se ceban con ellos, por qué los maltratan de esa manera, por qué los castigan si el único pecado que han cometido es ser inmensamente pobres. No solo no pueden enchufar una estufa en invierno, es que no pueden conservar los alimentos en la nevera, ni ducharse con agua caliente, ni refrescarse con un ventilador cuando llega el sofocante verano español. Viviendo esa mala vida que les dan nuestros gobernantes la consecuencia solo puede ser una: la enfermedad crónica, la vejez prematura, la depresión, la marginación social, la muerte.

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¿Qué Gobierno permite que sus conciudadanos malvivan en semejantes condiciones penosas y brutales? ¿Qué clase de ministros, directores generales, subdirectores, funcionarios y altos cargos de las grandes multinacionales energéticas desalmadas pueden dejar que sus paisanos perezcan de frío y de hambre en un país donde debería haber recursos suficientes para al menos garantizar los derechos humanos más básicos de todos nosotros? Sin duda, este Gobierno lo permite, este Gobierno que durante años ha tolerado que bandas organizadas y salteadores de caminos vacíen las arcas públicas y se llenen los bolsillos con 80.000 millones de euros de dinero público que se han ido por el sumidero de la corrupción; este Gobierno que consiente que muera una anciana porque no puede pagar el tarifazo de la luz pero tolera que Miguel Blesa estafe a millones de preferentistas de Bankia, que Luis Bárcenas evada el dinero de los contribuyentes a Suiza, que Rodrigo Rato se enriquezca con las tarjetas black, que ladrones profesionales de la trama Gurtel o la mafia Púnica vivan a cuerpo de rey gracias a los favores y prebendas que les han regalado sus amigachos, los políticos sobornados y prevaricadores; este Gobierno, en fin, que se permite el lujo de despilfarrar el dinero de todos nosotros y sin embargo no puede asumir el gasto que suponen cien euros miserables al mes para que una anciana desvalida no se muera de frío.
La pobreza energética afecta ya a más de cinco millones de españoles y a más de 54 millones de ciudadanos de la Unión Europea, esa unión de banqueros y oligarcas que parece haberse olvidado definitivamente del pueblo llano. Estamos en medio de una situación de emergencia nacional y pese a ello ni nuestro Gobierno, ni Bruselas, ni nadie, parece interesado en echar una mano a todas estas personas que luchan por no morir en el olvido. La vergüenza es aún mayor si la comparamos con los países de nuestro entorno europeo. En Reino Unido está terminantemente prohibido cortar el suministro de la luz a una familia que no puede hacer frente a la factura por falta de recursos. En Francia el Gobierno subvenciona con hasta un sesenta por ciento el importe del recibo cuando el contribuyente no puede costear su pago. ¿Y qué hace nuestro Gobierno al respecto? Lo de siempre. O sea nada. La nulidad total. La indiferencia negligente, el pasotismo culpable y la frialdad propia de un gabinete dirigido por psicópatas de la peor especie. Y no solo eso, sino que durante la pasada legislatura el PP rechazó hasta doce propuestas de ley presentadas por las demás fuerzas políticas para que no se pudiera cortar la luz a una persona dejándola desamparada. El Gobierno popular, en un nuevo alarde no ya del más elemental sentido político sino de una falta de humanidad que asusta y estremece, es incapaz de legislar una sola ley que palíe la pobreza energética, incapaz de frenar el drama humano generalizado que vive el país, incapaz de convencernos de que estamos siendo gobernados por personas medianamente civilizadas, no por bestias con el corazón de hielo y ni un solo atisbo de compasión en sus venas. Pero esto es lo que hay. Esto es lo que tenemos. Este es el Gobierno que hemos decidido darnos los españoles y ahora todo el sistema, inspirado por la filosofía neo-salvaje-liberal de estos señores fúnebres que se han propuesto enterrarnos a todos bajo una costra de hambre, frío y miseria, se ha conjurado para aplastar a los que nada tienen en una especie de nuevo fascismo económico. Los servicios sociales se echan las culpas entre ellos, la Justicia se inhibe, los bancos aprietan las tuercas al más débil, las compañías eléctricas siguen a lo suyo, a lo único que parecen saber hacer: enviar al operario de turno a cortarle la luz al pobre moroso en un ejercicio de matonismo que ni la mafia calabresa. Porque eso es lo que son estos mafiosos que especulan con el gas y con la muerte de inocentes, estos homicidas por omisión que entran por una puerta giratoria del Ibex 35 y salen por otra. A veces da la sensación de que aquí se trata de liquidar a un buen puñado de pobres y así, muerto el perro se acabó la rabia, muerto el pobre menos prestaciones sociales, menos pensiones y más dinero para seguir robándonos. Es evidente que se impone la doctrina Trump en todo el mundo, la limpieza étnica por razones económicas, el darwinismo a ultranza y el tanto tendrás tanto vivirás. El más fuerte sale adelante en esta jungla del todos contra todos, el más débil perece; el muerto al hoyo y el vivo al bollo.
Rajoy ya ni siquiera se pronuncia sobre las muertes de los pobres energéticos, le debe dar pereza al hombre. Es como si el presidente no tuviera un hueco en su apretada agenda política para decir al menos unas palabras de solidaridad y cariño con la mujer muerta en Reus. El jefe del Gobierno no tiene un hueco en su agenda como no tiene un hueco en su despistada conciencia. De nada sirve que Pablo Iglesias salga diciendo que le "hierve la sangre". De nada sirve la insumisión de Ada Colau en Barcelona ni las protestas de los activistas de las plataformas antidesahucios. Multarán a Gas Natural con un millón de euros por la muerte de la anciana y seguirán con sus mafias y tropelías. Hasta que muera otro ciudadano y luego otro y otro más. Hasta que nos maten a todos.

Viñetas: El Petardo

LA LUZ DE ROSA

 
(Publicado en Revista Gurb el 18 de noviembre de 2016)
La muerte de Rosa, la octogenaria Rosa que ha fallecido asfixiada al prender en un colchón la vela desesperada con la que se alumbraba, no ha sido un accidente, sino más bien un crimen de Estado. A Rosa no le han cortado la luz, le han cortado la vida. A Rosa la han ejecutado en un Auschwitz del extrarradio de Reus, una cámara de gas de cincuenta metros cuadrados lóbrega, húmeda y destartalada donde el Zyklon B ha sido sustituido por un cóctel de monóxido de carbono, llamaradas, inmoralidad, pobreza y abandono. Entre el gerente de Gas Natural que ordena el apagón de castigo y el electricista que ejecuta la orden, como un vulgar sicario calabrés que aparece con la linterna en medio de la noche para ajustarle la cuentas a una pobre anciana indefensa, hay toda una cadena ominosa de crímenes, injusticias, cegueras políticas, tropelías, ideologías totalitarias y crueldades que van más allá de lo burocrático. Los Estados son grandes máquinas que se mueven lentamente, decía Francis Bacon. E implacablemente, habría que añadir.
Lo que pasa en esta España gobernada por tontos y psicópatas es que hay cinco millones de pobres energéticos, lo cual ya es un genocidio aplazado en sí mismo. Cinco millones de almas agonizantes a las que el Estado les ha cerrado el interruptor del futuro, la luz de la vida. Cinco millones de muertos que están en la lista de espera del incendio fortuito y accidental y que han vuelto obligatoriamente a la manta y al brasero, a un tiempo de silencio lleno de ratas (como en el novelón de Luis Martín-Santos) a otra posguerra en blanco y negro (ya se sabe que la derecha española gusta mucho de convertir sus victorias en amargas posguerras). A eso estamos condenados millones de españoles: a una muerte rápida en la hoguera hereje del pobre, como en una Inquisición de marginados, o a una muerte lenta sin calefacción en un infierno frío, gélido, abisal. Elijan ustedes. Lo de Rosa no ha sido el azar, ni la mala suerte, ni un tropiezo inoportuno contra el aparador de la habitación. Lo de Rosa ha sido un proyecto de Gobierno perfectamente ejecutado, un progromo detalladamente diseñado y organizado, un macabro plan quinquenal para ir reduciendo estocaje humano, porque aquí lo que sobra es gente, mayormente gente pobre que no hace más que molestar, dar la turra en las manifestaciones y hacer un gasto en prestaciones sociales y subsidios que luego tienen que costear los pijos de la biuti, que son los que levantan España, faltaría plus.
Lo primero fue liquidar el Estado de Bienestar, el siguiente paso matar de frío a los supervivientes, que ya estábamos respirando aire por encima de nuestras posibilidades. No está el poco oxígeno limpio que queda en Madrid para vayan gastándolo los pobres. Por eso este Gobierno principia a matarnos como a conejos desde las alturas silenciosas del poder. Cientos de niños se van a la cama sin cenar cada noche; miles de desempleados terminan en el "paro cardiaco" a causa de la depresión; millones de trabajadores se parten el espinazo de sol a sol por dos euros de mierda a la hora, incubando cánceres, carencias alimentarias, enfermedades profesionales, estrés, angustia y envejecimiento prematuro. El consumo de váliums y trankimazines se ha disparado durante la crisis porque no hay un dios que soporte tanto abuso y tanto porculismo laboral. Tenemos un Gobierno mataconejos que ha decidido que aquí sobramos unos cuantos, así que ya podemos ir buscándonos una vela suicida, como Rosa, o una caja de pino malo o un vuelo barato al exilio económico en Alemania. En España ya no hay sitio para los pobres. Estropean las estadísticas y luego Rajoy no puede ir con los deberes hechos a hacerle el consabido masaje del siervo a la Merkel. Dice Iglesias que le "hierve la sangre" por lo de Rosa y con razón. Y a quién no le hierve, señor Coleta Morada. El problema es que Podemos anda algo flojeras últimamente con tanto debate interno y tanta gresca en Vistalegre y no está a lo que debería estar: a la guerra sin cuartel contra el patrón, a las barricadas, a la huelga general y a la defensa de los parias de la famélica legión.
Fukuyama anunció el final de la historia pero la historia no ha terminado en realidad como decía el chino, sino que hemos entrado en la era de la posverdad, un mundo en el que la verdad ya no es importante ni relevante. La posverdad tiene a sus mesías: Trump en Estados Unidos, un negrero con látigo presto a jarrear espaldas mojadas, y a Marine Le Pen en Francia, que ya desempolva las esvásticas y estandartes de los viejos museos fascio de Vichy. Aquí, en España, también gobiernan chuloputas y fascistas, aunque no tengan el pelo rubio de yanqui de pedigrí y una voz tejana sacada de un anuncio de Fritos Barbacoa. Parecen más inofensivos y mansos, pero llevan la mala baba de serie. Son lobos con piel de cordero a los que se les llena la boca de democracia cuando no saben lo que es la democracia ni les interesa. A la espera del advenimiento de un Trump de Valladolid (Aznar era una ursulina al lado del magnate americano) el bacalao en España lo cortan cuatro diputadillos de provincias medio analfabetos que salen alegres y triunfantes de la política para colocarse fuerte en Gas Natural, en Iberdrola y en otros chiringuitos luminosos desde donde pueden pegarnos el tarifazo, el sablazo térmico, el tocomocho de la luz. Han sido ellos –los instaladores e instalados eléctricos, los especuladores a todo gas, los peperos con enchufe trifásico en la mafia petrolera y los socialistos con corriente continua en la puerta giratoria–, los que han empuñado las tenazas violentas, han forzado el cuadro de luces en medio de la noche, con absoluta premeditación, alevosía y nocturnidad, y han cortado el último hálito de la desgraciada Rosa, que estaba llegando al amén de su vida y no se metía con nadie. Y es que a uno ya no le dejan ni morirse en paz.

Viñeta: El Koko Parrilla

viernes, 11 de noviembre de 2016

EL RACISMO DE TRUMP


(Publicado en Diario 16 y en Revista Gurb el 8 de noviembre de 2016)

"Si yo viviera en Estados Unidos votaría a Trump", me dice un conocido con el que coincido cada mañana en el paseo matutino con los perros. Mi vecino no tiene el pelo rubio anglosajón, ni los ojos azules, ni siquiera es asquerosamente rico, lo que podría explicar sus afinidades ideológicas con el magnate del tupé de oro, piel de calabaza y carrillos mofletudos de hámster. El hombre del que les hablo es un tipo normal que trabaja por temporadas, unas veces por meses, otras por semanas o días, siempre que el patrón tiene a bien darle las migajas de un empleo precario, y no es descendiente de ninguna oligarquía o elite económica ni mucho menos. Es más bien un paria, un loser, un desclasado. Un tipo por momentos afable y educado, aparentemente inofensivo, que ama a sus perros y cuenta chistes ingeniosos con los que te partes de risa. Pero votaría a Trump. Le daría su sangre. Le ayudaría a levantar, con sus propias manos, ese muro de fobias para que los espaldas mojadas no puedan entrar en el sueño americano. Él sabe perfectamente que es moreno, peludo y bajito, como todo buen español, y que en Estados Unidos sería pisoteado y humillado por los "wasp" de tirantes y camisas almidonadas que mandan en Wall Street. Pero eso le da igual. El odio al sistema económico que lo desprecia, a la izquierda que le ha fallado tantas veces y a la democracia hueca y vacía que lo trata como a un invisible le empuja a caer en manos de un tipo que le promete el orgullo perdido, un trabajo que le está robando el inmigrante y un coche de doscientos caballos.
En realidad está todo inventado, es el viejo truco del racismo, una máquina de los huevos de oro con la que cualquier político sin escrúpulos puede llegar al poder sin despeinarse. Trump, al que nunca se le despeina el moño, y con el apoyo del Ku Klux Klan, promueve el racismo en las granjas incultas de Ohio como Hitler lo promovió en su día en las cervecerías de Baviera. No hay mucha diferencia. El racismo es una constante histórica, es tan viejo como los sumerios, aunque no fue hasta el siglo XX cuando se incorporó como teoría política, y desde entonces la lucha de razas enterró a la lucha de clases, que en realidad es la verdadera batalla, el gran duelo que se está librando a lo largo de la Historia. Los racistas como Trump son charlatanes de feria, vendedores de humo y crecepelos que embaucan a millones de ignorantes e incautos promoviendo la guerra irracional entre las pieles rojas, blancas, negras y amarillas cuando ellos mismos saben de buena tinta que pelaje solo hay uno: la fina epidermis del dólar. No hay mayor racismo que el que se practica entre ricos y pobres.
Con todo, la xenofobia de Trump es más estética que ética y por momentos puro postureo para agitar a la masa. Trump odia al árabe pero respeta a los jeques del petróleo, odia al judío pero se codea con los lobis sionistas de Rockefeller, odia a los negros pero se abraza al boxeador Tyson y odia a los latinos y asiáticos pero adora a Tila Tequila, la reina de los culebrones, porque es rica, bella y famosa y además está cañón, que es la cualidad que más admira en las mujeres. A menudo tendemos a pensar que el racismo es eso que pasa por ahí fuera, en otros países, cosa de vaqueros palurdos que viven en las montañas de Nevada, en los desiertos de Arizona y en los rodeos tejanos. Nada más lejos, nunca mejor dicho. El racismo convive con nosotros cada día, habita en las casas de nuestros vecinos y familiares, anida en las barras de los bares donde tomamos café cada mañana, viaja con nosotros en los autobuses que nos llevan al trabajo y en los estadios de fútbol, mayormente en los estadios de fútbol. Nos guste o no, hay una legión de españolitos que no solo no castiga al corrupto Luis El Cabrón, sino que lo idolatra y adora, y que votaría Trump precisamente por eso, porque es un macarra, un estafador, un evasor fiscal, un mentiroso compulsivo, un machista, un inmoral y un racista. Lo que sucede en el Estado de Florida no es muy diferente a lo que ocurre en cualquier pueblo de Almería y hay miles de ciudadanos en nuestro país, si no millones, esperando a que surja un Trump ibérico, un mesías del populismo, un hombre fuerte como el empresario estadounidense dispuesto a expulsar del país a los musulmanes, a los judíos, a los negros, a los gitanos, a los rumanos, a los peligrosos comunistas, a los sucios bolivarianos, a los homosexuales, a las feministas que amenazan el poder macho y a los de Beluchistán. Al fin y al cabo el perfil del votante que apuesta por el líder republicano es un hombre blanco, sin estudios universitarios y de clase media-baja, una materia prima que nos sobra en esta España inculta y pobre que soporta el mayor índice de fracaso escolar (véase la Andalucía ágrafa de Sultana Díaz, que es nuestro Ohio) y la mayor brecha social entre pobres y ricos de toda Europa. Busquemos pues en esa cantera, en el lumpen patrio, en el obreraje desahuciado, resabiado y sin futuro, el caldo de cultivo perfecto del racismo, no en las grandes estirpes familiares que se crían en el colegio de Nuestra Señora del Pilar, Harvard hispano.
Si hay un país violento que sabe de esto del racismo ese es España. Aquí expulsamos a judíos y moriscos, quemamos ateos en la hoguera e hicimos la santa cruzada del 36 contra el rojo comunista y masón. Aquí matamos a la parienta dos veces por semana por no ser una esposa sumisa y una buena madre de sus hijos. España, en su día, ya tuvo a su Donald Trump particular, que fue Jesús Gil, otro gordito con mucho dinero que soñaba con gobernarnos a golpe de insulto y talonario pero que afortunadamente se quedó en el Atleti de Marbella, en su cuadra de mamachichos y en su jamelgo Imperioso. Superamos felizmente aquella fase histórica del infantil populismo facha. Pero mucho ojo, que la historia se repite y siempre habrá un vecino dispuesto a creer al Trump de turno. Y a votarle.

Viñeta: El Koko Parrilla

EL MALETÍN DE DON DONALD


(Publicado en Revista Gurb el 10 de noviembre de 2016)

Allí arriba, en el ático del rascacielos bautizado con su nombre, a más de doscientos metros de altura sobre el hormiguero humano de Manhattan, don Donald podía ver cómo el sol se levantaba suavemente sobre los edificios ciclópeos de la ciudad más fascinante del mundo. Estaba amaneciendo. La gente iba a trabajar a esa hora, millones de neoyorquinos que como cada día salían a la jungla de asfalto con el único objetivo de buscarse las habichuelas, o al menos un miserable perrito caliente que llevarse a la boca. Tras una noche loca de juerga salvaje que le había pasado factura, don Donald estaba tan mareado que le dolía hasta el tupé. Aquello sí que había sido un auténtico show americano: chicas a gogó (las misses eran de su propiedad, entraban en el menú), mucho alcohol, mucha pildorita azul para levantar los ánimos y los mejores amigos, los amigos más poderosos e influyentes de la costa este y del que vive a costa de este. Estaba claro que ya no era aquel chaval arrogante que posaba en las portadas del Playboy. En algún momento había dejado de ser un joven cachas y atlético, y ahora le suponía más esfuerzo trincar por el pussy a los bellezones que se le insinuaban, como gatitas en celo, por los pasillos de su gran Hotel de las Vegas construido con bonos basura.
Sentado en aquel sofá de piel de tigre de Bengala que él mismo había cazado con el Winchester del viejo Charlton, lejos del ruido de la política y las finanzas, don Donald saboreaba el último whisky de la noche mientras le daba por repasar, frente a la amplia cristalera del ático, sus últimos cuatro años como presidente de los Estados Unidos de América (God bless America, maldita sea). Se sentía a gusto en su ático olímpico, a salvo de la aburrida Casa Blanca siempre llena de problemas e infestada de espías rusos, más las broncas con Melania, que cada día estaba algo más caprichosa e intratable. Ella ya ni siquiera se contentaba con los pedruscos de Tiffany’s de un millón de dólares que le regalaba su chorbo el magnate, religiosamente, cada aniversario de boda. Su matrimonio olía a un divorcio caro que ni el de Brangelina.
De modo que allí, confortablemente apoltronado en el sofá-trono del hombre más poderoso de la Tierra, con los pies puestos sobre la mesa en plan Bush/Ansar y sosteniendo el vaso de whisky cuyos cubitos tintineaban como las campanillas de Santa Claus en Navidad, acariciaba con deseo el preciado maletín que tenía entre sus manos. Toda su vida, sus inicios como exitoso hombre de negocios, sus pinitos como actor de realitys televisivos (el cine no se le daba bien, tenía que reconocerlo) y su fulgurante carrera política que le había llevado a la Casa Blanca, se resumía en ese insignificante maletín que parecía tan poca cosa pero que otorgaba el poder supremo sobre todo el planeta, sobre todo el Universo. Con ese maletín que le hacía sentirse como un Dios, empezó a reflexionar sobre la fabulosa obra política de un man made himself  (que traducido de la lengua de Shakespeare quiere decir un hombre hecho a sí mismo a golpe de selfie). Recordó con nostalgia los viejos tiempos, la gloriosa noche electoral en la que dejó a la bruja Hillary, dama del establisment yanqui, más boquiabierta que la Lewinsky viendo aterrizar sobre ella un tomahawk del señor Clinton. Cómo gozaba el presidente don Donald recordando aquel día en que ordenó al Fiscal del Distrito que empapelara a la cornuda con la ayuda de Dios y de los bravos muchachos del FBI. Odiaba con todas sus fuerzas a aquella mujer, no tanto porque soltara mejores discursos que él, ni siquiera porque ella era aristócrata yanqui de pedigrí, universitaria de reconocido prestigio, cultivada y elegante (algo que él nunca podría ser) sino sobre todo, y por encima de todas las cosas, porque era una mujer. Y él no podía soportar que una simple mujer le comiera la tostada o la hamburguesa con kétchup o lo que fuera. Afortunadamente, ella ya no suponía un problema para nadie. Ahora Hillary cumplía veinte mil años en Sing Sing por unos cuantos correos electrónicos convenientemente filtrados a la Fox por los hackers de su buen amigo Putin. Cuánto le debía a Vladímir, aquel ruso duro y recio forjado con el acero de los cañones de Leningrado. Fue entrullar a la Clinton y ambos dos se pusieron a trabajar codo con Kremlin en el diseño de un nuevo desorden mundial. Lo primero fue levantar el prometido muro con México, una obra faraónica que le llevó más de dos años, para lo cual puso a trabajar gratis a los latinos idiotas que le habían prestado su voto, a los paletos blancos de Ohio y a los paletas de Texas sin contrato laboral. Cuando el muro estuvo construido y relucía majestuoso sobre Río Grande, todas las naciones siguieron el ejemplo de don Donald: Israel levantó un muro contra los palestinos, la Francia de Le Pen un muro pirenaico contra los españoles, los hispanos un muro contra los llanitos de Gibraltar (que se vino abajo enseguida, la Marca España siempre tan chapuza) Alemania levantó su propio muro contra los fontaneros polacos, y en ese plan. En un momento, todo el mundo se llenó de muros, había tantos muros que era imposible caminar por ningún sitio sin arrimarse una buena hostia contra alguna pared.
Poco después llegó el momento de las deportaciones. Para ello, don Donald contrató a Bruce Willis, amigo y trumpista de toda la vida, y le pidió, como buen patriota que era, que repitiera para él las gestas del policía John McClane en la Jungla de Cristal. El bueno de Bruce aceptó a la primera, se cuadró con esa sonrisa cínica de medio lado, besó las barras y estrellas, se enfundó la camiseta sudada y pestilente y con la ayuda de un puñado de marines y reservistas ordenó que todos los musulmanes del país se presentaran a primera hora de la mañana –sin rechistar ni chamullar esos versos coránicos que no los entiende ni dios–, en el estadio de los Yankees. De lo contrario, todos irían a la silla eléctrica. Y así fue como uno tras otro, mirando a la Meca, los árabes fueron llevados a Guantánamo (que se reabrió para la ocasión e incluso se hizo un musical para Broadway) o puestos de patitas en el Océano Pacífico forever and never. También Barack Obama fue expulsado del país, ya que al final la CIA fabricó un logrado montaje con papeles más falsos que el cartón piedra de Hollywood para demostrar que el presidente afro era en realidad un actor infiltrado por Al Qaeda con la cara repintada de betún.
Ya nadie podía detener a don Donald. Estaba enrachado, como en las grandes timbas de póker que montaba en su Casino. Después de aquello prohibió a los chinos vender sus baratijas de todo a cien en los puestecillos de la Quinta Avenida, abolió la OTAN y se pasó al Pacto de Varsovia, invadió Cuba por Bahía de Cochinos (para mayor recochineo) clausuró el Tea Party –que estaba lleno de republicanotes que le hacían la vida imposible–, e instauró el Café Para Todos. Finalmente cerró el grifo de ayudas humanitarias a la ONU y canceló los fondos contra el cambio climático, un cuento chino, según le había contado cierto presidente español que tenía un primo climatólogo que sabía la verdad sobre el calentamiento global. De aquel señor de barba canosa y con frenillo, con el que se reunió un par de veces en una ciudad lejana que se llamaba Madrid, o algo así, solo recordaba que le resultaba imposible entenderse con él porque no sabía ni media palabra de inglés. Además, era un soberano coñazo, ya que siempre estaba dándole la tabarra con el running, con el soccer y con una historia sobre unas bases militares norteamericanas que andaban desplegadas por unos pueblos españoles recónditos llamados, al parecer, Tribunal de la Rota, Cangas del Morrazo o algo por el estilo. También le habló de un señor de derechas con un bañador muy ridículo solo apto para elefantes que en los años sesenta se había dado un baño de radiactividad en blanco y negro junto a una bomba nuclear caída del cielo, pero que no le había pasado nada porque mala hierba nunca muere.
En una ocasión, ya al final de su mandato y tras otra noche loca de party, don Donald pensó en salir a la calle armado con el rifle del viejo Charlton y dispuesto a cazar americanos solo para comprobar una idea que le rondaba por la cabeza: que ni matando gente perdería puntos en sus índices de popularidad. Afortunadamente, un asesor del Ala Oeste de la Casa Blanca, con buen criterio cinematográfico y político, le disuadió de la idea.
No, no había sido un mal mandato, a fin de cuentas. El mundo ahora no era ni peor ni mejor que antes de llegar él a la Casa Blanca; en realidad el mundo era exactamente lo mismo que había sido siempre: una jaula de grillos que no había por dónde cogerla. Frustrado porque su obra no había servido para nada, resignado a pasar a la historia como un demócrata fracasado más, acorralado por un impeachment que el fiscal del distrito le había incoado por hortera y friki, abrió el maletín que le había dejado su tocayo Rumsfeld y, medio embriagado todavía por el garrafón malo de Las Vegas, apretó el botón rojo, ese que su amigo Vladímir le había dicho que ni se le ocurriera tocar por lo que más quisiera en el mundo. Y a los pocos segundos, como en un festival de Disneylandia, todo el cielo de Nueva York se iluminó fabulosamente, y empezó a arder y a brillar en un espectáculo grandioso de luz, sonido, deflagración y lucecitas de colores que ni en la fiesta grande del 4 de julio.

Viñeta: Igepzio

lunes, 7 de noviembre de 2016

EL PISITO DE ESPINAR

(Publicado en Revista Gurb el 2 de noviembre de 2016)

Anda la derechona (con el apoyo del Grupo Prisa y algunos socialistas rabiosos que parecen salidos de la Falange Auténtica) buscándole las cosquillas y los escándalos a Podemos para terminar de darle la puntilla a lo poco que queda ya de la maltrecha izquierda española. Hasta Anson ha insinuado que circula por ahí un dosier secreto del CNI sobre Pablo Iglesias que, de ver la luz, terminaría de raíz con la carrera política del señor de la coleta. Pues si lo tiene que lo saque, coño, a qué santo viene tanto avisar con que viene el lobo. Y es que, desde que Pedro Sánchez concedió su histórica e histérica entrevista póstuma a Jordi Évole, en la que denunció presiones de El País y de las empresas del Ibex 35 para evitar un Gobierno de coalición entre partidos de izquierda, se ha abierto una nueva caza de brujas, una nueva temporada cinegética contra el rojo bolivariano y todo sociata que tenga la tentación de coquetear con el malvado Podemos.
La entrevista de Évole, ese periodista capaz de arrancarle el corazón al entrevistado con una simple pregunta y una sonrisa de niño travieso, ha hecho caer muchas caretas, entre ellas la del todopoderoso Juan Luis Cebrián, que tras echar espumarajos por la boca ha puesto a trabajar a sus plumillas y les ha dado orden expresa de rebuscar en los parvularios donde recibieron clase los podemitas, en los despachos desangelados de las universidades y en los botellones de Vallecas, con el fin de sacar cualquier cosa que pueda servir de noticia y reciclarlo como escándalo periodístico. Lo último es ese mayúsculo affaire atribuido a Ramón Espinar, el portavoz de Podemos en el Senado y candidato a liderar la formación en la Comunidad de Madrid, quien por lo visto se sacó unas pesetillas con la venta de una vivienda de protección oficial para jóvenes en Alcobendas cuando era un estudiante de 21 años y ni siquiera se dedicaba a la política. Al parecer el chico quería comprarse un pisito, como todo joven de su edad, y su sueldazo imperial de 400 euros al mes, ese pastón que fijan entre la patronal y el señor Guindos para que los universitarios puedan empezar a labrarse un futuro, no le llegaba para la hipoteca, de manera que le pidió un préstamo a la familia, como hace todo hijo de vecino. Luego, como no podía hacer frente a la letra mensual, Espinar decidió vender el apartamento, que no era precisamente el ático de Marbella de Ignacio González, ni la mansión de Paco Granados, ni siquiera el yatecito de nada en el que Felipe se solaza entre los piratas del mar Caribe, sino más bien un cuchitril de 60 metros cuadrados que da para picadero estudiantil de fin de semana y poco más. Y hasta ahí el escandalazo mundial, hasta ahí lo que ha dado de sí el último caso Watergate ibérico destapado por el magnate de la cutreprensa hispánica, o sea Cebrián. ¡Qué trama organizada e internacional más compleja, qué vergüenza para un país, qué estafa multimillonaria que ha hecho tambalear los cimientos mismos de la economía patria! Desde los latrocinios de Al Capone no se había visto nada igual, ni siquiera el caso Gurtel, las tarjetas black o la trama Púnica, todo ello sin duda mucho menos grave que el asunto de la casa de los horrores de Espinar.
Así que el muchacho, que tras esto ya sabe lo que es probar la hiel de la política española en su sabor más amargo, ha tenido que salir a dar explicaciones ante los periodistas de por qué compró el pisito o lo dejó de comprar, quién le concedió el préstamo, si la hipoteca era a cinco o a veinte años y si las cortinas eran estampadas o a juego con el sinfonier. Ya nos hubiera gustado que los gerifaltes del PP (y los del PSOE) hubieran sido así de rápidos en convocar ruedas de prensa para explicar tanto paraíso de Panamá, tanta comisión del tres por ciento, tanto hotel de masajes, tanta coca y putiferios varios en los que se han gastado nuestro dinero durante todos estos años. Pero pasaron las décadas y estuvieron callados como tumbas, o mintiendo como bellacos, hasta que llegaron los jueces de la Audiencia Nacional con las rebajas y al final todos ellos han terminado saliendo de las cloacas del Estado y desfilando para vergüenza y oprobio de los dos grandes partidos. Ayer, en la kafkiana rueda de prensa que se vio obligado a convocar Espinar, se dieron cita todos los medios, mayormente los más interesados en el casillo, los de Prisa y La Razón, la Brunete mediática (solo faltaban Inda y Marhuenda, estarían cobrando las minutas de la Sexta Noche) y como hienas de colmillo retorcido e hillilo de baba colgandera, esperaban, codo con codo, todos a una, como una nueva brigada Político Social, a que apareciera la joven víctima de su auto de fe para hincarle el diente y despellejarla viva. Desde el principio se vio que querían hacer pasar a Espinar por el nuevo Rodrigo Rato de Podemos, el Francisco Granados de la formación morada, o ‘El Bigotes’ de los bolivarianos, solo que enseguida se vio que la cosa no daba para mucho más. Eso sí, la comparecencia sirvió para que el muchacho, con cara de póker y gesto resignado, terminara dándose cuenta de dónde se ha metido y en qué consiste en realidad este juego sucio de la política española, este thriller de venganzas, traiciones, emboscadas, ventas de almas al mejor postor, convolutos, conspiraciones, chantajes y operaciones secretas para arruinar la vida de todo aquel que ose plantarle cara al Ibex 35. Espinar, ya te han desvirgado, hijo. Ahora ya sabes de qué va este rollo.

RAJOY ZANJA LA BATALLA ENTRE SORAYOS Y MARILOLIS CON UN GABINETE CONTINUISTA


(Publicado en Revista Gurb el 4 de noviembre de 2016)

La elección de los ministros del nuevo Gobierno confirma lo que ya sabíamos todos: que Mariano Rajoy, un superviviente nato, sabe bien cómo blindarse. El presidente, que de tonto no tiene un pelo y no quiere que el PP se le desmande y se convierta en otro sainete como ese PSOE fracturado por las luchas internas, ha sabido contentar a "sorayos" y "marilolis", colocando a unos y a otros en su nuevo gabinete, que ayer fue dado a conocer. El registrador gallego ha ido poniendo a los peones de uno y otro bando en lugares estratégicos, de manera que nadie quedara descontento ni le diera la brasa después con desafíos y órdagos imprevistos. Así él queda en la Moncloa tan tranquilo, leyendo el Marca, que en realidad es lo que le gusta, y allá se apañen ellos. Es decir, que aquí paz y después gloria y a seguir tirando cuatro años más.
Hoy, los flamantes ministrables desfilaban por la Moncloa con sus nuevas carteras de piel, o sea que fueron a hacerse la foto de Famiglia al chalé del presidente, quien por otra parte también se mostraba contento y satisfecho ante los periodistas porque ninguno de los suyos le había robado la cartera. Soraya Sáenz de Santamaría, la jefa de uno de los dos bandos contendientes, se mantendrá como única vicepresidenta del nuevo Gobierno, y asume las competencias en materia de administración territorial, aunque es relevada como portavoz del Ejecutivo. Mejor, así menos trabajo, pensará Soraya, que seguirá conservando el CNI (en los tiempos que corren quien tiene un espía tiene un tesoro) y dirigirá la negociación con los independentistas catalanes (que vaya aprendiendo el culé). Por su parte, el presidente nombra ministra de Defensa a María Dolores de Cospedal, la cabecilla suprema de la otra superpandi popular y candidata a heredarlo todo. Capítulo aparte merece su designación como máxima responsable de los cuarteles españoles. La primera mujer designada como ministra para dirigir los inescrutables destinos del Ejército español fue la socialista Carme Chacón, que mantuvo el tipo en todo momento y hasta puso firme a más de un tricornio corniveleto apasionado de nostalgias golpistas y ruidos de sables. Era una ministra roja y en principio se la recibió con recelo entre la siempre conservadora guardia pretoriana del Estado Mayor de la Defensa pero poco a poco se hizo respetar, sobre todo cuando se ponía en su sitio en las juras de bandera y decía aquello tan marcial y castrense de: "Capitán, mande firmes". Por eso intuimos que Cospedal (doña señora Finiquito, como se la conoce desde aquella tarde de infausto recuerdo, cuando se hizo un lío explicando los robos del tesorero Bárcenas) será bastante mejor recibida entre la curia militar: es de derechas de toda la vida, participa en las procesiones de su pueblo con rigurosa mantilla negra, peinetaza del quince y cirio en ristre (como una beata más) y es dura cual sargento chusquero. Todo muy del gusto de los generalotes más conservadores, que seguro la reciben al grito de Viva España, con dos cojones. En su declaración tras tomar posesión de su ventanilla, la ministra dijo que trabajará por la "grandeza de España", lo que hizo temblar a más de un español que teme que lo manden a Irak a pegar tiros otra vez. Ayer, las redes sociales ardían con ingeniosos chistes y memes sobre la nueva ministra: que si iba a poner a los españoles a hacer la puta mili otra vez (una mili en diferido); que si su elegancia neopija en el vestir no casa con la cabra de la Legión, demasiado peluda, maloliente y agropecuaria para su estilo Chanel (quizá se esté planteando abolir la mascota por ordinaria); que si ella quedará cañón con sus modelitos ultracaros el día del desfile de la Hispanidad… Que si esto, que si lo otro, en fin, en ese plan. Chismes digitales, no hay que hacerles demasiado caso. La cuestión es que ayer ella estaba encantada pasando revista a las tropas, luciendo traje gris diplomático, que es lo que le gusta. Está como una niña con vestido nuevo con el carguete de ministra de la guerra, que a buen seguro le dará mucho trabajo, ahora que hay conflictos armados con tiros por medio mundo. Y si Trump llega a la Casa Blanca ya ni te cuento. Va a haber una guerra en cada barrio.
Muchos de los nuevos ministros de Rajoy son los viejos ministros de Rajoy, o sea aquello tan gatopardesco de que todo cambie para que todo siga igual. Es lo que sucede con el trío calavera, o sea Cristóbal Montoro, Luis de  Guindos y Fátima Báñez, que repiten en sus despachos, quizá como premio merecido a los bonitos hachazos que han propinado a los españolitos de a pie durante tantos años de sacrificios y recortes. Y lo que te rondaré morena. Bruselas prepara un nuevo paquete de austeridad por valor de más de 5.000 millones de euros y los tres ya se relamen y afilan las tijeras. Están prestos los del trío sádico para acometer ese nuevo episodio de sacrificios económicos por el que harán pasar a los españoles. Montoro se afianza como superministro de Hacienda, que es que últimamente no se le escapa un defraudador, salvo alguno que otro que pulula por su partido y que tiene los papeles en Panamá. Terminada la crisis, superado el paro (ya todo español está trabajando gratis de sol a sol) nadando en la abundancia como nada el país, Guindos, que ya se dedica a sus libros y a contar batallitas sobre cómo evitó el rescate financiero, tendrá menos trabajo esta legislatura, ya que la economía española va viento en popa, crece al tropecientos por ciento y no necesita ni ministro. Y por último Fátima Báñez, símbolo de la reforma laboral que ha llevado a Amancio Ortega al primer puesto de la lista Forbes y a medio país al infierno de los bajos salarios y la desigualdad (aunque eso importa menos) también repite cargo. "¿Cómo lo he hecho para llegar hasta aquí? Ni yo misma me lo explico", deberá pensar la ministra, que tendrá que hacer frente al marrón de sacar dinero de la caja vacía de las pensiones, algo así como el milagro de los panes y los peces que dicen que hizo Jesús. Por algo se llama Fátima. ¿Quién mejor que ella para forjar el milagro? Y en todo caso no hay mayor problema: el PP es experto en cajas B y a buen seguro que sale un piquito de alguna parte para dar de comer a los vejetes y a sus hijos y nietos holgazanes.
Dice la prensa que Rajoy ha dado a conocer la composición y estructura de su nuevo Ejecutivo mediante un comunicado difundido por el Ministerio de la Presidencia después de la reunión que ha mantenido con el Rey en el Palacio de la Zarzuela para darle cuenta de las personas que se sentarán a partir de ahora en el Consejo de Ministros. Se trata de un Gobierno que cuenta con el mismo número de mimebros (13, mal fario) que el que diseñó a finales de 2011. Eso sí, de la foto desaparecen José Manuel García Margallo, Jorge Fernández y Pedro Morenés. De Fernández sabemos que fue repudiado por el Congreso por el caso de las grabaciones, así que ya estaba amortizado. De Margallo solo podemos decir que está mayor el hombre, que ya no está para viajes, y de Pedro Morenés no podemos decir mucho porque su mandato ha sido más gris que los trajes chaqueta de la Cospe.
El portavoz del Gobierno será ahora el ministro de Educación, Cultura y Deporte, Íñigo Méndez de Vigo, que con tanto ministerio, tanta cartera y tanto despacho entre manos al final no va a saber el hombre dónde está. Las seis nuevas caras en el Gobierno serán, además de María Dolores de Cospedal (Defensa), Alfonso Dastis (Exteriores y Cooperación) Juan Ignacio Zoido (Interior), Dolors Montserrat (Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad), Álvaro Nadal (Energía, Turismo y Agenda Digital), e Íñigo de la Serna (Fomento). Lo de la creación del Ministerio de Agenda Digital nos huele a más ley mordaza para controlar a la plebe, que se está metiendo todo el rato con el Gobierno en internet, lo cual no puede ser. Menos Facebook y menos  Twitter y más ponerse a trabajar gratis por España, que es lo que toca ahora que ya tenemos un Gobierno de patriotas. Y no terminemos esta contracrónica, la más sesuda y documentada de cuantas se han escrito hoy en la prensa nacional, sin hacer mención a Dolors Montserrat, la nueva ministra de Sanidad, de quien dicen que una empresa familiar figura en la lista de morosos de Hacienda por hacerse la remolona con 2,3 millones de euros. Nada, una calderilla, un chupito, mucho menos que el pelotazo de Ramón Espinar, ese bróker peligroso, ese tiburón de las finanzas inmobiliarias que ha llevado a España a la quiebra. Promete grandes tardes de gloria la señora Muntserrat. Si es que el dedazo de Rajoy es un cachondo.

Viñeta: Becs

viernes, 4 de noviembre de 2016

LA DROGA DE LA CORRUPCIÓN

(Publicado en Revista Gurb el 4 de noviembre de 2016)

Es vicepresidenta cuarta del Congreso de los Diputados y una de las nuevas voces que han llegado al hemiciclo tras el auge de Podemos. No solo es presidenta de la Comisión de Garantías Democráticas de la formación morada, sino que además dirige el área de asuntos jurídicos del partido, un puesto a través del cual ha tenido acceso a los grandes casos de corrupción que se han juzgado en España. Gloria Elizo (Madrid, 1966) empezó a trabajar como letrada especializada en derecho Penal y Civil. En 2002 fue nombrada jueza sustituta en el juzgado de Úbeda (Jaén) y tras la aparición de Podemos, ya metida en la arena política, ha llevado las querellas contra Esperanza Aguirre y Eduardo Inda por acusar a Pablo Iglesias de colaborar con ETA y de recibir financiación de Venezuela. Además, impulsó, junto con el exfiscal Carlos Jiménez Villarejo, las querellas contra Jordi Pujol y Marta Ferrusola. Madre de dos hijos, Elizo asegura que en España "se debe impulsar un plan nacional de lucha contra la corrupción, tal como se hizo con el plan antidroga, que dio tan buenos frutos".

Entrevista completa en Revista Gurb

SÁNCHEZ Y SU RETO QUIJOTESCO


(Publicado en Revista Gurb el 4 de noviembre de 2016)

"A partir del lunes cojo mi coche para recorrer de nuevo todos los rincones de España, y escuchar a quienes no han sido escuchados". Así se lo dijo Pedro Sánchez a Jordi Évole durante su entrevista en el programa Salvados, donde comunicó su intención de "reconquistar" el PSOE en unas futuras primarias para entregárselo a las bases y "alejarlo del PP". Sin embargo, aunque la intención de Sánchez pueda parecer legítima y honesta, todo apunta a que no lo tendrá nada fácil. Su empresa se antoja descabellada y aunque contará con un amplio número de seguidores, sobre todo militantes de base y simpatizantes, la aventura parece condenada al fracaso. Coger un coche y empezar a recorrer cada rincón de España resulta una labor quijotesca que de cara a la galería puede resultar heroica y simpática por su idealismo poco frecuente en los tiempos que corren, pero escasamente práctica en realidad. Sánchez se tendrá que enfrentar a muchos molinos de viento en su particular cruzada contra el ala conservadora del partido, no solo con la férrea oposición de los barones y de Susana Díaz, que ahora mismo ostentan todo el poder del aparato, sino contra el grupo Prisa, contra las empresas del Ibex 35 (a las que ha puesto en la picota) y contra una gestora que está en su contra. ¿De dónde piensa sacar Sánchez los fondos y recursos para llevar a cabo su empresa? ¿Con cuántos apoyos y avales cuenta en realidad en el seno de su partido?
Es evidente que el exsecretario dimitido tiene ilusión y ganas de emprender una nueva etapa en el PSOE pero quizá alguien debería decirle que su hora ya pasó, que tuvo la oportunidad de ganar unas cuantas elecciones y que llevó al partido, de descalabro en descalabro, hasta la derrota final. Y que, sobre todo y por encima de todo, no supo aprovechar su momento, aquel en que la historia le situó ante la posibilidad de asumir el encargo del Rey de formar un Gobierno alternativo de izquierdas. Tuvo la oportunidad de pactar con Podemos y otros grupos nacionalistas y viró inexplicablemente hacia la derecha para caer en brazos de Ciudadanos. Esos errores ya los ha reconocido como propios, algo que le honra, pero el reconocer los errores no garantiza que alguien pueda tener derecho a una nueva oportunidad.
Para desgracia suya, Sánchez será recordado como el secretario general del PSOE que llevó al partido a sus peores resultados electorales en 137 años de historia y a una encarnizada y fratricida guerra interna que ha terminado con la ruptura radical en dos bandos. Quizá sea el momento de que –antes de coger el coche y ponerle gasolina (o diésel, que es más barato), antes de trazar la ruta por los pueblos a recorrer en el mapa de la Guía Michelin y antes de preparar sus discursos ante las agrupaciones locales y bases–, reflexione, se mire al espejo y se pregunte con sinceridad, sin rencores ni ansias de venganza: ¿es esto lo que más le conviene a mi partido? ¿Debo seguir adelante con mi batalla personal aún a pesar de que eso puede significar seguir ahondando en la herida de la división y en las luchas intestinas? Sánchez debe responderse a todas estas cuestiones antes de subir al vehículo y ponerse a hacer kilómetros por toda España en una misión proselitista tan homérica como aparentemente estéril. Él es un hombre con amplia experiencia en el partido que debe saber que cuando las elites controlan los resortes de una organización poco o nada se puede hacer para desbancarlas. Quizá sea una batalla perdida o quizá merezca la pena intentarlo. Eso solo lo puede decidir Pedro Sánchez.

Ilustración: L'Avi

LA MÁQUINA DEL FANGO

 

(Publicado en Revista Gurb el 4 de noviembre de 2016)

El caso de Ramón Espinar, portavoz de Podemos en el Senado, ha puesto de manifiesto la esquizofrénica situación que vive la política española desde que Pedro Sánchez anunciara en su entrevista en exclusiva con Jordi Évole que volverá a presentarse a las primarias del PSOE para recuperar las riendas del partido, devolvérselo a las bases y alejarlo del PP. En su charla con el presentador de Salvados, el ya exsecretario general socialista reconoció que cometió un grave error al no haber pactado con Podemos en su momento y denunció las presiones que había sufrido por parte de grupos mediáticos como Prisa y algunas empresas del Ibex 35 para que no se acercara al partido de Pablo Iglesias. Desde ese mismo momento en que Sánchez decidió tirar de la manta y airear los entresijos de las complejas negociaciones para formar Gobierno que tuvieron lugar durante los meses de bloqueo en España, algunos poderes fácticos han decidido pasar al ataque y contrarrestar el efecto Sánchez. La finalidad última no puede ser otra que ahogar cualquier esperanza de lograr una izquierda española unida que pueda aglutinarse en una oposición eficaz contra Mariano Rajoy capaz de cristalizar en una alternativa de Gobierno consistente de cara al futuro.
Tras la emisión de la entrevista con Sánchez, algunos decidieron que era el momento de cortar de raíz cualquier pretensión de negociar con Podemos (y de paso lanzar un aviso a navegantes para el exsecretario general dimitido) aunque para ello hubiera que poner al partido de Pablo Iglesias, injustamente por otra parte, al nivel de mezquindad de los políticos que se han enfangado en casos de corrupción durante los últimos años. Al igual que William Random Hearst le espetó a uno de sus dibujantes "tú haz las ilustraciones, que yo pondré la guerra", poco antes de que estallara el conflicto entre España y Estados Unidos a cuenta de  Cuba, Juan Luis Cebrián, magnate de Prisa, debió ordenar a sus plumillas algo parecido aquella noche de domingo en la que Sánchez largaba en la Sexta. El plan, sin duda, era diseñar una gran operación mediática bajo la apariencia de una supuesta labor de investigación que salpicara a Podemos y a todos aquellos que en el PSOE sueñan con una izquierda hermanada capaz de conquistar el poder. Solo había que elegir al chivo expiatorio apropiado, a la persona idónea sobre la que lanzar la "máquina del fango", un concepto que se ha acuñado en los últimos días y que define a la perfección la campaña de desprestigio, de acoso y derribo tan desproporcionada como injusta, que se ha orquestado desde El País y la Cadena Ser, con el apoyo de otros periódicos de la derecha como La Razón, ABC o El Mundo.
El personaje elegido para desacreditar a Podemos y al ala izquierdosa del PSOE partidaria de la confluencia con la formación morada fue finalmente Ramón Espinar, un político joven al que los periodistas de Prisa supuestamente han investigado en sus años de juventud. Los hechos se remontan a 2007, cuando Espinar tenía solo 21 años y era un universitario que apenas ganaba 400 euros. Por aquellas fechas, cuando Espinar ni siquiera estaba en política (la corrupción es siempre achacable a los políticos profesionales), decidió comprar una vivienda de promoción oficial para jóvenes de unos 60 metros cuadrados (nada de lujos) como hacen miles de muchachos de su edad que tratan de emanciparse y abrirse camino en la vida. Al poco tiempo, y al no poder hacer frente al pago de la hipoteca, algo de lo más normal en España dada la complicada situación que vive la juventud de nuestro país para acceder a una vivienda, decidió venderla, obteniendo un beneficio de unos 20.000 euros brutos con la operación. Y a partir de esos datos que estaban a la vista de todos es como el grupo Prisa ha construido la historia más delirante que recuerda nuestro periodismo reciente, y que se ha pretendido vender como un caso de corrupción a la altura de los latrocinios y tramas internacionales organizadas que hemos tenido la desgracia de vivir en estos últimos años de Gobiernos del PP y también del PSOE.
No será necesario recordar que vivimos en una democracia regida por la libertad de expresión y de prensa, ni que los políticos tienen el deber de dar las explicaciones oportunas cuando salen salpicados o bajo sospecha por algún titular. En eso consiste el juego democrático. Hasta ahí ninguna objeción. El único problema es que si nos detenemos un instante a analizar los datos objetivos de esta truculenta historia, dejando al margen las consideraciones políticas, no podremos por menos que concluir que el grupo Prisa no ha hecho más que caer en el peor de los periodismos que se pueden hacer: el que se ejerce buscando de antemano a una víctima propiciatoria para descargar sobre ella todo su poder mediático. Con la historia de Ramón Espinar, El País, y en consecuencia la Cadena Ser, han caído en lo peor que puede caer un medio de comunicación: en el sectarismo político más atroz y en la venganza al más puro estilo de los años de Pedro J. Ramírez, aquel periodista que, cuando se lo proponía, arruinaba la vida de todo aquel que osaba ponerse en su contra.
Con la noticia de Espinar, El País no ha hecho otra cosa que vender humo, engordar una anécdota y elevarla a la categoría de gran affaire periodístico, revestir una información inocua y sin interés público alguno bajo la apariencia de un gran escándalo político, cuando en realidad no hay tal escándalo, sino que en el trasfondo de la noticia subyace una lucha intestina de poder entre "susanistas" y "pedristas" y una intención clara de mantener cuotas de poder. La venta del piso de Espinar no solo no es delito, sino que es una práctica habitual en las relaciones económicas de cualquier país. Si tuviéramos que meter en la cárcel a cada español que ha vendido una vivienda lucrándose con la operación no habría celdas suficientes en España para meternos a todos. Cebrián necesitaba un tema fuerte, una cortina de humo para desviar la atención del auténtico bombazo informativo: las acusaciones que contra él lanzó Sánchez en la magnífica entrevista que concedió a Jordi Évole (este sí, un auténtico ejemplo de periodismo de calidad del que tendrían mucho que aprender los actuales redactores jefes, subdirectores y directores de Prisa, más acostumbrados ya a hacer política que a hacer periodismo del bueno).
Nada se sostiene en el pretendido escándalo que ofrece El País. Se dice que Espinar dio un "pelotacillo" inmobiliario cuando en realidad lo que se ha dado es una exclusivilla de medio pelo. Se dice que la conducta del senador de Podemos no es delictiva pero se le acusa de lo peor. Se le lincha públicamente por haber hecho algo que cualquier joven español sin recursos hubiera hecho: sacarse un dinero con la venta de un piso que no puede pagar. Y lo que es mucho peor y aún más barriobajero y repugnante: los periodistas que han lanzado la información han tratado de asociar la imputación del padre de Espinar, implicado en el caso de las tarjetas black, con la compra de la vivienda por parte del senador de Podemos, como si un hijo tuviera que pagar por los pecados de su padre. Una jugada no solo sucia, sino cruel para una persona que nada tiene que ver con los desmanes del PP, más bien todo lo contrario. En cualquier caso, la noticia daba, todo lo más, para una portada matutina en el blog amarillista OK Diario de Eduardo Inda. Pero que un periódico con la trayectoria gloriosa de defensa de los valores democráticos como ha sido El País caiga en estas prácticas y abusos de la profesión produce estupor y sonrojo. A los responsables de Prisa habría que recomendarles que desempolvaran los viejos manuales de estilo y volvieran a ofrecer a sus lectores periodismo de calidad, no bazofia política revestida de supuesta investigación seria. Aunque bien pensado, viendo quién dirige ese negocio –magnates más que periodistas, especuladores bursátiles más que reporteros–, quizá ya sea demasiado tarde.

Viñeta: El Koko Parrilla

miércoles, 2 de noviembre de 2016

LA DEMOGRACIA


(Publicado en Revista Gurb el 29 de octubre de 2016)

Transcurre el previsible debate de investidura de Mariano Rajoy entre bromas, chanzas, chascarrillos, chuflas y pitorreos varios de sus señorías, mayormente entre el presidente en funciones y Pablo Iglesias, que ya ejerce de líder de la oposición, también en funciones. Parece que hay feeling, se caen bien y hasta se hacen ojitos desde la tribuna. Tanto espectáculo de vodevil viene a demostrar que hemos pasado, sin duda, de la era de la democracia a la era de la demogracia. El poder para el más gracioso. El gobierno de los cómicos. Es una nueva fase en nuestra evolución histórica, por ponernos en términos hegelianos. Ni mejor ni peor, solo una nueva fase. Aquí el triunfo parlamentario se lo lleva el que dice el chiste más ocurrente, la guasa más oportuna, la gracia más graciosa, de ahí el término. La demogracia consiste en trasladar el lenguaje ingenioso y divertido de los 140 caracteres de Twitter, gran taberna del mundo, al hemiciclo, que es donde todos compiten por ser el más chisposo. Aquí de lo que se trata no es de ir al Congreso a hablar de las pensiones, que se agotan, ni de las prestaciones por desempleo, que ya no quedan, ni del problema catalán, que se ha evaporado como la honradez de los Pujol. Aquí se trata de decir la gansada más jocosa que "lo pete en las redes sociales", por utilizar una jerga community manager, que es lo que se lleva hoy. Y en ese terreno, el del humor, Rajoy tiene todas las de ganar. Domina el género, tiene retranca, se siente a gusto. Es una prima donna. Por eso salió airoso del momento crucial del debate: cuando Iglesias le dijo aquello de que con Twitter no se aclara usted pero con los SMS (en alusión al famoso "Luis sé fuerte" que le envió a Bárcenas aquel día de infausto recuerdo) se maneja “de maravilla”. El presidente, lejos de sonrojarse y venirse abajo (para sentir vergüenza torera hay que tenerla y el presidente hace tiempo que se la fue dejando por el camino sembrado de escándalos) reaccionó con cintura y contraatacó con otra ocurrencia: "En Twitter voy mejorando y con los SMS me manejé peor, pero ahora también voy mejorando". Es decir, Rajoy en estado puro. También quiso pillarlo, en vano, el portavoz del PNV, Aitor Esteban, cuando le soltó aquel soneto quevedesco: "Si bien me quieres Mariano, da menos leña y más grano". A lo que el gallego reaccionó con otro ripio que pasará a los anales del parlamentarismo cómico patrio: "Si quieres grano, Aitor, te dejo mi tractor".
Son ejemplos claros y rotundos de que en el terreno del humor (un humor clásico, decimonónico y hasta algo rancio y demodé si se quiere, pero humor a fin de cuentas) Rajoy es el mejor showman del momento. Ha hecho de sí mismo una caricatura que funciona, un personaje, un actor berlanguiano forjado en la escuela del chiste fácil, cuando no en el cinismo. Y ahí no tiene rival. El humor es una cosa muy seria, ya lo decía Churchill, y meterse a humorista sin la destreza suficiente puede llevarle a uno al desastre. Pero Rajoy domina el medio, no como otros emergentes todavía novatos, y por eso salió vivo de la primera sesión del debate de investidura, por eso se fue pasando por la piedra, uno tras otro, a todos aquellos adversarios que fueron subiendo al estrado a competir con él en cuchufletas y chirigotas. Estuvo tan fresco y cómodo en la tribuna de oradores, estuvo tan a gustito entre payasadas y chacotas, que nos olvidamos de lo más serio y grave: que ese mismo día desfilaban por la Audiencia Nacional los Correas, Crespos, bigotes y barbas del PP, esos fulanos del landismo financiero y económico que han llevado a la ruina al país. De Rajoy se han hecho muchas loas estos días, como que es un superviviente nato, un maestro del "quien resiste gana", un tío suertudo con una flor en el trasero que lo saca de las situaciones más comprometidas. Vaya usted a saber, que diría el propio Rajoy. Sin embargo, uno no ve tanto mérito en el presidente, uno ve más bien a un hombre terco que se tenía que haber ido a su casa hace mucho tiempo y que le está echando morramen para seguir cuatro años más en el poder. Rajoy se agarra a lo único que sabe hacer, un humor castizo de Restauración borbónica, una cosa de Casino burgués entre Mihura y Tip que aún parece funcionarle. Rajoy no hace política, Rajoy hace humor, que no deja de ser un mecanismo de adaptación a un medio hostil, como diría Freud, una herramienta con la que trata de evadirse y de evadirnos a los demás de los problemas reales, como que la UCO registra la sede de su partido día sí, día también.
Hallazgos humorísticos aparte, la primera sesión de investidura confirmó lo que todos ya sabíamos: la extrema crueldad de los susanistas que arrojaron a la hoguera a Hernando, escudero sanchista converso al abstencionismo, para que terminara quemándose mientras él, a gritos entre las llamas, se afanaba por tratar de convencernos de que quería decir "sí" cuando dijo "no". Por cierto, demoledora la simbólica imagen de los de la gestora del PSOE relegados a la última tribuna de invitados. Y es que la izquierda, tan dividida y fragmentada, ya va de invitada al Parlamento, solo por darle ambiente, por darle un toque pintoresco de color. El debate ha servido para poner focos y tablas a la debacle socialista y para poco más: como mucho para confirmar, por si no lo sabíamos ya, que España sigue siendo el cortijo de la derecha (y lo seguirá siendo en los próximos lustros); que Pablo Iglesias es un gran especialista en mítines y platós televisivos pero se pierde en retóricas literarias, citas históricas y una violencia gratuita, como en el peor espagueti western, cuando sube a la tribuna; que Rivera se diluye como un azucarillo conforme va pasando el tiempo (ahora ya hasta pierde las formas de chico educado y escupe tacos desde su escaño como un vulgar lumpen); y que sigue siendo todo un misterio que tipos mediocres como Rafa Hernando, tan exultantes como insultantes, puedan medrar y prosperar en este país surrealista que aún se llama España. Y así, entre chiste y chiste que maldita la gracia, es como esta misma tarde –cautivo y desarmado el Ejército rojo, o sea, lo que queda de ese PSOE en quiebra que se abraza a la abstención como a un clavo ardiendo más ese Podemos que quiere pero no puede–, el presidente de la España más pobre y corrupta que recuerda nuestra historia reciente volverá a ser investido. Una gran ironía del destino. Una broma macabra. Aunque bien mirado, como dijo Chaplin, todo es un chiste.

Viñeta: Igepzio

DÍA UNO DEL NUEVO CALENDARIO MARIANO

(Publicado en Revista Gurb el 30 de octubre de 2016)

Habrá un antes y un después tras la histórica sesión parlamentaria que se vivió ayer en el Congreso de los Diputados y que terminó con la investidura de Mariano Rajoy, por segunda vez y con la colaboración inestimable del PSOE, como presidente del Gobierno de España. A partir de ahora se abre un nuevo ciclo marcado por un Ejecutivo débil que gobernará en minoría y que tendrá que dialogar y pactar con otras fuerzas políticas si pretende sacar adelante su programa de leyes y decretos. Se acabó la mayoría absoluta, se terminó el rodillo con el que ha gobernado la derecha. El Rajoy algo pasota con los problemas del país y por momentos soberbio que hemos conocido en la última legislatura poco o nada tendrá que ver con el Rajoy que veremos a partir de ahora, sin duda mucho más apaciguado, condescendiente y obligado a trabajar para tejer alianzas políticas, algo a lo que no estaba acostumbrado. El reelegido presidente sabe que la de ayer fue una victoria pírrica y que sigue en la Moncloa de prestado, sin escaños suficientes para gobernar. A estas alturas ni siquiera sabe si podrá contar con apoyos para sacar adelante los presupuestos generales del Estado para el año próximo, pieza clave de toda gobernación, ya que sin aprobación presupuestaria un Gobierno no puede gobernar. Por si fuera poco, Bruselas ya tiene preparado un nuevo paquete de recortes en las cuentas públicas españolas por valor de 7.000 millones de euros que dejarían todavía más mermados los servicios públicos básicos como la Sanidad, la Educación y el Transporte. Con estos condicionantes, a los que se sumarán una dura oposición de los partidos adversarios –sobre todo de Podemos y de los nacionalistas–, más una fuerte resistencia ciudadana en la calle que podría derivar en una huelga general, tendrá que lidiar Rajoy en los próximos meses.
Hoy, cuando aún no se han cumplido 24 horas desde la sesión de investidura, resulta difícil aventurar si vamos hacia una legislatura larga de cuatro años o corta con elecciones anticipadas. Lo que sí sabemos es que Rajoy puede considerarse un hombre con suerte. Nadie daba un duro por él y se ha llevado el gato al agua. Tras el rosario de escándalos que se han ido destapando en los últimos tiempos en el seno del PP y que han manchado gravemente la imagen del partido, tras el ascenso de fuerzas emergentes que han erosionado el bipartidismo, tras dos elecciones fallidas y casi un año de bloqueo institucional en el que el presidente no ha conseguido formar un Gobierno porque ninguna fuerza política quería darle su confianza ni pactar con el hombre que había dado todo su apoyo al corrupto tesorero Luis Bárcenas, así como a otros implicados en corruptelas varias, su destino lógico era arrojar la toalla. En cualquier país occidental serio Rajoy hubiera sido carne de dimisión, no solo por los numerosos escándalos que le han perseguido, sino por sus políticas de austeridad que tanto sufrimiento han ocasionado a los ciudadanos (de hecho es el único presidente europeo de la zona sur de la UE que va a repetir mandato, ya que el portugués Passos Coelho, el griego Samaras y el italiano Mario Monti han caído por los efectos de la crisis). Pero España sigue siendo diferente y el mandatario gallego, lejos de abandonar, ha hecho valer su mayor virtud como político profesional: una capacidad de aguante ilimitada ante las adversidades. Y así, aferrándose al poder, negándose a claudicar, dejando que el tiempo transcurriera y las cosas se enfriaran es como Rajoy, al igual que un boxeador noqueado a un paso de desplomarse sobre la lona, ha esperado el milagro hasta el último minuto, un milagro que finalmente le ha llegado en forma de inesperada abstención del PSOE y que le ha otorgado la victoria a los puntos, contra todo pronóstico y sobre la bocina.
Si Rajoy es hoy presidente del Gobierno es porque así lo ha querido el PSOE. Punto y final. O habría que decir más bien porque así lo ha querido una parte del PSOE, el sector más conservador de los socialistas. Ningún otro factor, más que la decisión de Ferraz, más que el inesperado giro de última hora del Comité Federal desde el “no” rotundo y sin paliativos hasta la abstención en la sesión de investidura, ha resultado tan decisivo a la hora de alzar al registrador de la propiedad a la jefatura del Ejecutivo. El extraño y apresurado golpe de mano perpetrado por los barones contra Pedro Sánchez (máximo adalid del “no es no” a Rajoy) la usurpación del partido por una gestora urgente que prefirió cortar por la sano antes que debatir la sucesión en un Congreso Extraordinario, todo el atropellado, enloquecido y vertiginoso proceso de descomposición que ha vivido el PSOE en las últimas semanas, no ha sido fruto de la casualidad, ni de la fortuna o el azar. Más bien todo parece calculado, orquestado, perfectamente medido. Ya hay quien quiere ver una operación planeada a tres bandas –la famosa ‘Triple Alianza’ que denuncia Pablo Iglesias–, entre el Partido Popular, Ciudadanos y el ala neoliberal de los socialistas encabezada por Felipe González, Susana Díaz y otros barones, a la que se sumarían los grandes poderes económicos y financieros interesados en una “gran coalición” para frenar el ascenso meteórico de Podemos, el partido de los indignados y de las clases sociales castigadas por la crisis que amenaza con destruir el sistema bipartidista instaurado en 1978.
El bochornoso espectáculo que ha dado el PSOE en las últimas semanas ha concluido con la investidura de Rajoy y con las lágrimas de un Pedro Sánchez que poco antes de la histórica sesión, y forzado ante una más que probable expulsión del partido si insistía en votar “no” a Rajoy, se vio obligado a entregar su acta de diputado, anunciando que a partir de ahora se consagrará a preparar las primarias para recuperar la Secretaría General del PSOE y devolver el partido a la militancia de base. La vergüenza que para el PSOE ha supuesto entregar el poder a la derecha es una mancha indeleble que perdurará por muchos años en ese partido de tradición ejemplar en la lucha por los valores democráticos y los derechos de los trabajadores. Quizá sea por esa misma vergüenza, todavía no asumida, por lo que algunos diputados del partido del puño y la rosa reaccionaron ayer tan airadamente contra el discurso del diputado de Esquerra Republicana de Catalunya, Gabriel Rufián, quien lanzó una dura diatriba contra la bancada roja, acuñando el término “PSOE Iscariote” y calificando de "traidores a la izquierda" a cuantos socialistas tenían previsto abstenerse para que Rajoy pudiera formar Gobierno. "Los fundadores del PSOE se revuelven en sus tumbas, nunca más vuelvan a decirse socialistas, nunca más vuelvan a decirse obreros; traidores es el único nombre que merecen", espetó Rufián desde la tribuna en uno de los episodios parlamentarios más polémicos que se recuerdan y que provocó una airada protesta entre los socialistas. El único problema es que, más allá de que Rufián empleara palabras acertadas o inapropiadas, más allá de que todo cuanto salga de su boca sea repudiado por el odio que despierta su militancia independentista, en el fondo no estaba diciendo nada que no fuera cierto. ¿O acaso no es verdad que el PSOE ha dilapidado 137 años de historia de socialismo en una sola tarde al optar por abstenerse para que gobierne la derecha que mutila sin piedad los derechos de los trabajadores? ¿Acaso no es cierto que en el PSOE hace tiempo ya que se ha instalado una elite de políticos profesionales que medran en los consejos de administración de las grandes multinacionales que cotizan en Bolsa? Y en última instancia, ¿acaso no es una certeza más que objetiva y contrastada que muchos dirigentes del PSOE han hecho fortunas millonarias con la política, olvidándose de que el partido que mal dirigen nació para defender, no sus propios intereses económicos, sino los intereses de la clase obrera, esa misma clase trabajadora que, viéndose abandonada por su partido de toda la vida, ha tenido que recurrir a fuerzas emergentes como Podemos? No se rasguen tanto las vestiduras, señores del PSOE. Ustedes han hecho presidente al hombre que aprobó la infame reforma laboral que están pagando con sangre, sudor y lágrimas, y a veces con sus propias vidas, las personas de las clases humildes condenadas al paro, a la pobreza energética, a los salarios miserables y la desigualdad. Y eso no lo olvida un votante de izquierdas. De izquierdas de verdad.

Viñeta: Becs