(Publicado en Revista Gurb el 18 de noviembre de 2016)
Rosa, una anciana de 81 años, vive sola,
en situación de exclusión social y de abandono sin que parezca
importarle a nadie en Reus, la localidad en la que reside. No dispone de
ingresos y no puede pagar la factura de la luz, así que se alumbra con
velas. La mujer sobrevive al frío invierno como puede, sin apoyo del
Gobierno, ni de Servicios Sociales, ni de las compañías eléctricas. Una
noche la vela incendia el colchón de la cama y ella muere asfixiada. Así
de simple, así de crudo. Y lo peor de todo es que, pese al drama humano
que supone esta nueva muerte económica, es solo una gota más en medio
del océano de pobreza energética en el que se ahogan millones de
familias españolas. El Gobierno de Rajoy, que debería ser el Gobierno de
todos y evitar tragedias como esta, se empeña en tapar esta auténtica
vergüenza nacional bajo cifras macroeconómicas tan falsas como
repugnantes. El presidente sigue con su mantra de siempre, aferrándose a
la gran mentira de que la economía española crece unas décimas este
año, que el déficit está controlado, que las exportaciones aumentan y
que el paro baja unos míseros decimales, aunque lo que no dice es que el
desempleo mejora gracias a los contratos basura y al régimen
cuasiesclavista de nuestro mercado laboral, que ni siquiera en tiempos
franquistas se había degradado tanto, como asegura el gran Forges en la
entrevista que ha concedido a Revista Gurb. Son los
números mentirosos del Gobierno que terminan haciéndose añicos cuando
llega la hora de la verdad, cuando aparece el frío como cada año y nos
hiela la sangre con historias terribles de carne y hueso como la de la
mujer de Reus. Por mucho que Rajoy se esfuerce en enterrar la miseria y
la injusticia que generan sus políticas económicas bajo cifras falsas y
palabras huecas, la realidad siempre será la realidad y acabará
emergiendo a la superficie e imponiéndose en toda su dureza y crueldad.
La historia de Rosa es la historia de
miles, quizá millones de españoles que cuando llega el invierno
tiemblan, y no solo de frío, sino de miedo, ya que saben sin ningún
género de dudas que no podrán enchufar una simple estufa o un miserable
calefactor para calentar a sus familias. Ahí están, cada día son más,
los llaman eufemísticamente los "vulnerables", cuando en realidad, para
ser honestos, habría que decir simplemente los machacados, los
aplastados, los "jodidos". Los vemos por la calle, en nuestros barrios,
en las casas de nuestros vecinos, en los reportajes de la televisión:
hombres, mujeres y niños tapándose con mantas hasta el cuello y
tiritando de frío en un hogar convertido en un iglú inhabitable. Seres
ateridos con caras de no entender por qué los poderosos se ceban con
ellos, por qué los maltratan de esa manera, por qué los castigan si el
único pecado que han cometido es ser inmensamente pobres. No solo no
pueden enchufar una estufa en invierno, es que no pueden conservar los
alimentos en la nevera, ni ducharse con agua caliente, ni refrescarse
con un ventilador cuando llega el sofocante verano español. Viviendo esa
mala vida que les dan nuestros gobernantes la consecuencia solo puede
ser una: la enfermedad crónica, la vejez prematura, la depresión, la
marginación social, la muerte.
¿Qué Gobierno permite que sus
conciudadanos malvivan en semejantes condiciones penosas y brutales?
¿Qué clase de ministros, directores generales, subdirectores,
funcionarios y altos cargos de las grandes multinacionales energéticas
desalmadas pueden dejar que sus paisanos perezcan de frío y de hambre en
un país donde debería haber recursos suficientes para al menos
garantizar los derechos humanos más básicos de todos nosotros? Sin duda,
este Gobierno lo permite, este Gobierno que durante años ha tolerado
que bandas organizadas y salteadores de caminos vacíen las arcas
públicas y se llenen los bolsillos con 80.000 millones de euros de
dinero público que se han ido por el sumidero de la corrupción; este
Gobierno que consiente que muera una anciana porque no puede pagar el
tarifazo de la luz pero tolera que Miguel Blesa estafe a millones de
preferentistas de Bankia, que Luis Bárcenas evada el dinero de los
contribuyentes a Suiza, que Rodrigo Rato se enriquezca con las tarjetas
black, que ladrones profesionales de la trama Gurtel o la mafia Púnica
vivan a cuerpo de rey gracias a los favores y prebendas que les han
regalado sus amigachos, los políticos sobornados y prevaricadores; este
Gobierno, en fin, que se permite el lujo de despilfarrar el dinero de
todos nosotros y sin embargo no puede asumir el gasto que suponen cien
euros miserables al mes para que una anciana desvalida no se muera de
frío.
La pobreza energética afecta ya a más de
cinco millones de españoles y a más de 54 millones de ciudadanos de la
Unión Europea, esa unión de banqueros y oligarcas que parece haberse
olvidado definitivamente del pueblo llano. Estamos en medio de una
situación de emergencia nacional y pese a ello ni nuestro Gobierno, ni
Bruselas, ni nadie, parece interesado en echar una mano a todas estas
personas que luchan por no morir en el olvido. La vergüenza es aún mayor
si la comparamos con los países de nuestro entorno europeo. En Reino
Unido está terminantemente prohibido cortar el suministro de la luz a
una familia que no puede hacer frente a la factura por falta de
recursos. En Francia el Gobierno subvenciona con hasta un sesenta por
ciento el importe del recibo cuando el contribuyente no puede costear su
pago. ¿Y qué hace nuestro Gobierno al respecto? Lo de siempre. O sea
nada. La nulidad total. La indiferencia negligente, el pasotismo
culpable y la frialdad propia de un gabinete dirigido por psicópatas de
la peor especie. Y no solo eso, sino que durante la pasada legislatura
el PP rechazó hasta doce propuestas de ley presentadas por las demás
fuerzas políticas para que no se pudiera cortar la luz a una persona
dejándola desamparada. El Gobierno popular, en un nuevo alarde no ya del
más elemental sentido político sino de una falta de humanidad que
asusta y estremece, es incapaz de legislar una sola ley que palíe la
pobreza energética, incapaz de frenar el drama humano generalizado que
vive el país, incapaz de convencernos de que estamos siendo gobernados
por personas medianamente civilizadas, no por bestias con el corazón de
hielo y ni un solo atisbo de compasión en sus venas. Pero esto es lo que
hay. Esto es lo que tenemos. Este es el Gobierno que hemos decidido
darnos los españoles y ahora todo el sistema, inspirado por la filosofía
neo-salvaje-liberal de estos señores fúnebres que se han propuesto
enterrarnos a todos bajo una costra de hambre, frío y miseria, se ha
conjurado para aplastar a los que nada tienen en una especie de nuevo
fascismo económico. Los servicios sociales se echan las culpas entre
ellos, la Justicia se inhibe, los bancos aprietan las tuercas al más
débil, las compañías eléctricas siguen a lo suyo, a lo único que parecen
saber hacer: enviar al operario de turno a cortarle la luz al pobre
moroso en un ejercicio de matonismo que ni la mafia calabresa. Porque
eso es lo que son estos mafiosos que especulan con el gas y con la
muerte de inocentes, estos homicidas por omisión que entran por una
puerta giratoria del Ibex 35 y salen por otra. A veces da la sensación
de que aquí se trata de liquidar a un buen puñado de pobres y así,
muerto el perro se acabó la rabia, muerto el pobre menos prestaciones
sociales, menos pensiones y más dinero para seguir robándonos. Es
evidente que se impone la doctrina Trump en todo el mundo, la limpieza
étnica por razones económicas, el darwinismo a ultranza y el tanto
tendrás tanto vivirás. El más fuerte sale adelante en esta jungla del
todos contra todos, el más débil perece; el muerto al hoyo y el vivo al
bollo.
Rajoy ya ni siquiera se pronuncia sobre
las muertes de los pobres energéticos, le debe dar pereza al hombre. Es
como si el presidente no tuviera un hueco en su apretada agenda política
para decir al menos unas palabras de solidaridad y cariño con la mujer
muerta en Reus. El jefe del Gobierno no tiene un hueco en su agenda como
no tiene un hueco en su despistada conciencia. De nada sirve que Pablo
Iglesias salga diciendo que le "hierve la sangre". De nada sirve la
insumisión de Ada Colau en Barcelona ni las protestas de los activistas
de las plataformas antidesahucios. Multarán a Gas Natural con un millón
de euros por la muerte de la anciana y seguirán con sus mafias y
tropelías. Hasta que muera otro ciudadano y luego otro y otro más. Hasta
que nos maten a todos.
Viñetas: El Petardo
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