(Publicado en Revista Gurb y en Diario16 el 23 de noviembre de 2016)
La muerte es el único juez justo. La
muerte llega sin avisar para patricios y plebeyos, para nobles y
pelagatos, para honrados y sinvergüenzas. Ha muerto Rita de un infarto
súbito en un hotel de Madrid. Y ha muerto sola, investigada, abandonada
por sus compañeros de partido. Así se las gasta la Familia: cuando eres
útil te encumbra, cuando ya no sirves a la organización te dejan tirada
como una colilla. Estremece esa imagen de Rita vagabundeando a solas por
el frío claustro de las Cortes, mendigando un abrazo por caridad y por
los viejos tiempos. "Margui, no me has saludado", "Espe, ¿es que ya no
te acuerdas de mí?", "Mariano, a ver cuándo vienes a verme a Valencia".
Rita con su abrigo de piel, el Vuitton al hombro y el gesto desencajado;
Rita lívida y solitaria llorando por el Salón de los Pasos Perdidos
porque sus coleguitas de partido le hacían el vacío; Rita con el corazón
destrozado porque la dejaban en la estacada, como a un juguete roto,
como a una apestada. Todo el mundo pedía el suplicatorio para Rita y
ella solo suplicaba por un poco de amor de partido. No era mucho pedir.
Pero así es la Familia, así se las gastan los fieros genoveses.
Implacables con los que caen en desgracia, inflexibles con los
inservibles, inclementes con los amortizados. Qué cruel es la política,
qué ingratos e inhumanos los compañeros que, para salvar su imagen y
reputación, se apartaban de ella al verla pasear por los madriles,
triste y taciturna, camino del Senado. Qué insensibles los que la
dejaban a merced del destino (y del fiscal general del Estado) por miedo
a verse salpicados con la hiel del escándalo. Esos sí son rufianes y no
el señor catalán ese que quiere acabar con España.
Rita ha muerto en un hotel de Madrid.
Ayer moría la pobre que solo tenía una desesperada vela para calentarse.
Hoy muere la rica que gozaba de la calefacción a tope de un cinco
estrellas pero le faltaba lo más importante: el calorcillo humano del
partido. Ironías del destino. Un corazón puede aguantarlo todo menos el
desamor. Un corazón es como una planta: necesita el agua de los amigos
para seguir latiendo. Y el corazón de Rita, al verse sin los viejos
camaradas de batallas y francachelas políticas, se ha parado de soledad,
se ha infartado de disgusto, de desamor, de desplante, de desprecio.
Más que la investigación del Supremo, que a ella le tenía sin cuidado,
más que las grabaciones de la Guardia Civil, lo que mata a Rita es esa
cabeza del compañero del Ayuntamiento que se tuerce al verla pasar, ese
gesto huraño, ese saludo necesario que se le niega, ese teléfono que
nunca suena, ese viejo amigo que nunca llega, ese reloj que va contando
las horas, inexorablemente, sin que llegue el consuelo y la palabra
amable. Bárcenas al menos tuvo la gracia de recibir un SMS del jefe: "Sé
fuerte Luis, hacemos lo que podemos". Rita ni eso. A Rita le dieron
bolilla mientras era útil para el partido, cuando el pitufeo valenciano
funcionaba a pleno rendimiento, cuando el dinero negro entraba a
espuertas por el Turia y se ganaban elecciones y pasajes gloriosos de la
Historia. Pero al final, cuando llegaron los picoletos con las
denuncias, Montoro con las rebajas, los periódicos con los titulares y
los memes con las burlas y chanzas del pueblo ya nadie quería acercarse
ni saber nada, ya nadie le daba palmaditas en la espalda, ya nadie
contaba con ella.
Valencia se queda viuda del rojo Rita y
los collarones lujosos. La muerte tiene una sola cosa agradable: las
viudas, decía Jardiel. Nuestras condolencias a la familia, pero mucho
nos tememos cuál va a ser la reacción de algunos prebostes del PP a
partir de ahora: dirán que Rita fue sometida a una cacería y a un
linchamiento mediático insoportable; que ha sido un crimen horrendo; que
la prensa la tenía acosada; que esto es lo que pasa cuando se acusa a
una persona inocente, que si bla, bla, bla… Ahora llegarán los que
querrán montarle una capilla ardiente, un funeral de Estado por todo lo
alto, un homenaje burocrático en el próximo congreso nacional. Hasta le
pondrán una calle en su pueblo. Pero no van a engañar a nadie con sus
hipocresías y sus lágrimas de cocodrilo. A Rita la han dejado en la
cuneta cuando los de la UCO aporreaban la puerta. A Rita la borraron de
la agenda en cuanto llegó el fiscal general con sus preguntas incómodas.
A Rita la han infartado entre todos los que antes la jaleaban y
aplaudían. Muchos en el partido respiran hoy aliviados porque ya nunca
se podrá saber qué pasó en realidad con el pitufeo. Otros querrán hacer
de ella una heroína. Así de sucia es la política.
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