(Publicado en Diario16 el 10 de septiembre de 2020)
La Razón ha sentenciado a Mariano Rajoy. Quién lo iba a decir, cuando hace solo dos telediarios Marhuenda ponía la mano en el fuego por el ex presidente del Gobierno y se desgañitaba para presentarlo como “un hombre honrado”. Sin embargo, en política no hay amigos y el caso Kitchen de espionaje que persigue a la anterior cúpula del Partido Popular lo ha cambiado todo. Alguien en Génova 13 ha gritado aquello de sálvese quien pueda, tonto el último y a correr. La histórica portada de ayer del periódico conservador ha sido la señal de alarma, hasta tal punto que lo dice todo en una sola línea: “El PP rompe con Rajoy: Nada se hacía sin él”. O en otras palabras: a mí qué me cuentas; pídanle explicaciones al gallego, oiga; el marrón o muerto que se lo coma ese señor del que usted me habla, por utilizar la misma frase que Don Mariano hizo célebre en uno de sus famosos circunloquios.
Eme Punto ya es historia pero el pasado ha vuelto para salpicar al nuevo PP supuestamente regenerado. Va a ser muy difícil explicar esa grabación del comisario Villarejo en la que alguien llega a decir sin tapujos: “Tenemos todas las grabaciones entre Bárcenas y el puto Rajoy hablando de toda la mierda”. Tan brutal como fascinante. Ni Tarantino hubiese escrito un diálogo más brillantemente macarra y mafioso. Al audio del comisario jubilado solo le ha faltado la voz de aquel personaje siniestro de Pulp Fiction que siempre entraba en escena a la frase de “hola, soy el señor Lobo, soluciono problemas”. Van a hacer falta muchos señores Lobo, muchos hombres de negro y mucho detergente para limpiar toda la mugre acumulada tras décadas de gobiernos populares. Un tertuliano de Ferreras, y no precisamente de la izquierda podemita, aconseja a los actuales dirigentes que disuelvan el partido para refundarlo de nuevo. Solo así podría remontar el vuelo el charrán enfangado de chapapote, aunque tampoco es seguro.
De momento, el PP ha cortado “todos los lazos” con Rajoy −el “Barbas” o el “Asturiano”, tal como recogen los audios de Villarejo−, y “reniega incluso de la sede de Génova porque suena a corrupción”. A esta hora hay tal nivel de pánico, acongoje y canguelo en las filas populares que la dirección del partido baraja incluso vender las oficinas del partido, un transatlántico de cemento en pleno corazón de Madrid que durante años fue todo un símbolo del inmenso poder azul. La corrupción es más contagiosa que el covid-19 y es preciso deshacerse cuanto antes de todo aquello que deje huella y rastro del pasado. La sede popular está tan maldita como una residencia de ancianos privatizada de Díaz Ayuso y, de seguir así las cosas, sus empleados pronto tendrán que entrar en ella con trajes EPIS y mascarillas FFP2 con doble filtro para no caer contagiados por el virus Kitchen.
El auto del juez no puede ser más duro, contundente y revelador: “Órganos superiores de la Administración General del Estado” pusieron en marcha un “plan parapolicial” con el objetivo de torpedear las investigaciones judiciales por corrupción que acosaban al PP y al Gobierno de Mariano Rajoy. Esto no es la fábula periodística de la hucha solidaria de Podemos que Eduardo Inda trata de convertir en la Gürtel del nuevo Gobierno de coalición. Esto es algo real, tangible, mucho más grave y que afecta a los pilares básicos de nuestra democracia: un asunto de espías pagados con fondos reservados, policías como sicarios del PP y una prodigiosa maquinaria de chantajes, extorsiones y maletines repletos de dinero negro. La vuelta al “terror de Robespierre”. Terrorismo de Estado, como en los peores años de Amedo, Domínguez y los GAL.
Una vez más, el PP ha reducido nuestra democracia a un constante borbotear de sucias cloacas y cañerías. El hedor lo invade todo. Eso lo sabe Marhuenda, por eso ahora lo que se impone es salvar al soldado Casado, limpiarle el barro todo lo que se pueda, que el chico quede como un cisne blanco, tanto como sea posible para que la opinión pública llegue a pensar que realmente él no sabía nada de la Kitchen, de las tenebrosas “cocinas” del PP más mugrientas que las que pisa Chicote, del Watergate que se planeaba en las plantas nobles de Génova 13. El líder popular ya ha empezado su lamentable peregrinaje por los platós y la prensa de derechas para tratar de salvar la cara. “Yo era diputado por Ávila y no tenía responsabilidades en el PP”, ha sentenciado en otra frase demoledora para la historia. Lo cual que Casado no era nadie, solo un becario que pasaba por allí, pese a que en 2015 Rajoy lo ascendió al rango de vicesecretario general de Comunicación, que no es un cargo menor, sino un cargo mayor, por utilizar el lenguaje gallego/marianista.
Mientras tanto, ya empiezan a escucharse las mismas coartadas que en su día esgrimieron los mismos que ahora están bajo sospecha: que si todo es falso, que si la presunción de inocencia, que si esto es una conspiración judeo-masónica de la izquierda marxista, que si los fiscales de Pedro Sánchez le tienen manía al PP… Todo para tratar de justificar lo injustificable, todo menos pedir perdón a los españoles por los crímenes cometidos. “Mi grandísimo error fue ser leal a miserables como Jorge (Fernández Díaz), Rajoy o Cospedal. Tengo todo muy claro y muy fácil de probar”, insiste el exsecretario de Estado de Seguridad Francisco Martínez, el nuevo encargado de tirar de la manta.
Y en medio de todo este terremoto que vuelve a sacudir al Partido Popular, la independiente Catwoman o simplemente CAT se hace youtuber para seguir con la venganza desde dentro, con la guerra interna. Ayer mismo, Cayetana Álvarez de Toledo daba la bienvenida a sus fieles seguidores, “votantes y exvotantes del PP”, todo un aviso de tempestades y malos augurios para Casado. Que tiemble el diputado por Ávila.
Viñeta: Igepzio
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