sábado, 26 de septiembre de 2020

DE FELIPE, LOS JUECES Y LA TELE


La "Republiqueta"

Qué tiempos aquellos en los que Isidoro gastaba pana y coderas y se escondía en Francia de los grises y maderos. Empezó marxista y va a terminar monárquico hasta la médula, súbdito de los de doblar la cerviz, besar el anillo y a los pies de su señora reina. Quién lo ha visto y quién lo ve. Hoy ha aparcado el yate caribeño y ha hecho un hueco entre remojón, conferencia y tertulia (clink clink caja) para menospreciar a los íntegros y puros de la izquierda que aún sueñan con la "Republiqueta", como dice él despectivamente. Podría entenderse que se haya vendido a los mexicanos del petróleo; podría tener un pase que se haya dejado seducir por la santería capitalista y el millonario Slim. Pero no se comprende bajo ningún concepto ese odio tan enconado (que ni Aznar) hacia lo que él dijo defender en aquella hermosa juventud de puño en alto. Qué menos que un respeto por los camaradas perdedores que se quedaron en la utopía y la honradez, señor Glez. Y qué malo es el dinero que lo convierte a uno en una sombra de lo que fue.

Rebelión de togas

Por un momento la entrega de despachos a los nuevos jueces en Barcelona parecía un congreso de Vox o un cuartel de la Legión. El alegato monárquico del presidente del Poder Judicial fue cerrado con un fervoroso Viva al Rey, lo cual que allí se habló más de política que de los graves problemas de la Justicia. Si de lo que se trataba era de dejar claro que sus señorías son el último bastión, la guardia pretoriana de la monarquía, quedó perfectamente claro. Ahora bien, ¿dónde fue a parar la imagen de imparcialidad, de independencia y rigor profesional de un gremio que debería mantenerse al margen de las trifulcas políticas para dedicarse a dictar sentencias, que para eso les pagan los españoles?

Ayuso y los cacerolos

Incompetencias al margen, lo que está sucediendo en Madrid vuelve a constatar, una vez más, que IDA antepone la economía a la salud y lo que es todavia más espeluznante: su abandono total de la Sanidad pública madrileña hace sospechar que ha arrojado la toalla, renunciando a controlar la pandemia y encomendándose a la fe de sus capellanes y a la inmunidad de rebaño. O sea, que toda la población se contagie cuanto antes y a seguir produciendo, que es lo que interesa. El problema es que una sociedad enferma no puede sostener una economía, algo de pura lógica. Definitivamente, la alumna Ayuso ha adelantado a su maestro Trump por la derecha en soluciones neoliberales. Ya solo falta que saque a la calle a los CDR indepes, castizos e insumisos fiscales del barrio pijo de Salamanca para completar la rebelión contra Sánchez. Entre las revueltas de los cacerolos, cayetanos y borjamaris y las protestas de los trabajadores de Usera y Vallecas hay una gran diferencia: los primeros defienden sus privilegios para jugar al golf y el fin de semana de esquí en la sierra madrileña mientras los segundos luchan por más médicos y rastreadores, por un Metro seguro y limpio de virus y en definitiva por su derecho a la salud y la vida.

La maestrita

Sábado sobremesa. A esta hora las cadenas privadas suelen emitir subproductos cinematográficos de dudoso gusto y calidad. El bodrio de La Sexta, por ejemplo, se titula Bad Teacher (un engendro protagonizado por Cameron Díaz al que un portal especializado en cine como Filmafinity da una puntuación de 4,2 sobre 10). Lo malo ya no es que la bazofia que le están dando a tragar al espectador sea infame, sino que contiene diálogos como "necesitas una buena polla"; "es la hostia"; "te estoy follando el culo a muerte"; o "me lo he encontrado en otro instituto haciéndole una paja", todo muy edificante e instructivo en horario infantil. El pegote fílmico está autorizado para mayores de siete años, lo cual sorprende todavía más y viene a confirmar que la televisión actual ha caído en manos de salvajes, iletrados y epilépticos mentales que cualquier día colocan una de Rocco Siffredi para "levantar" las audiencias. Nadie está pidiendo que a las nuevas generaciones se les dé alpiste intelectual óptimo en forma de buen cine, como ocurría con aquella mítica Sesión de Tarde plagada de obras maestras del Séptimo Arte (esa batalla está perdida), ni que se les ponga Bambi a todas horas. Pero al menos podrían cuidar un poco que lo que se emite no sea basura venenosa que va a terminar por achicharrar las pocas neuronas sanas de la sociedad. No todas las familias españolas pueden costearse Netflix, así que las que son aficionadas a la televisión están condenadas al cianuro catódico de estupideces como esta Bad Teacher y a las andanzas de una mala profesora grosera, borracha y malhablada que forma alumnos mal educados. Una jaimitada sobre la maestrita rubia y cañón del instituto que es toda una gran metáfora de nuestro tiempo. Y luego nos preguntamos cómo puede ser que la burricie se propague tan rápido y los fascistas sin cerebro lleguen tan alto.

Viñeta: Igepzio

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