miércoles, 25 de octubre de 2017

DE FEDERICO LUPPI, FATS DOMINO Y LA TRAGEDIA GALLEGA


LUPPI. Era argentino pero llevaba tanto tiempo entre nosotros que ya se le escapaba algún que otro "¡hombre!", un "coño" o un "cutre". Un buen día salió por piernas de Argentina, huyendo del corralito y la debacle que algunos se empeñan ahora en imponernos aquí. "No tuve otra opción que empezar de nuevo", repetía una y otra vez. "En Argentina había empezado a sentirme muy solo, con la defección de los partidos, la mentira del Senado, la Legislatura corrupta, presidentes incompetentes, amigos que se borraban, el sálvese quien pueda". Fue como salir de Málaga para meterse en Malagón, aunque España le dio esa estabilidad que necesita todo artista para seguir trabajando, aunque con menos dinero. De alguna manera fue un exiliado por voluntad, una de esas estrellas que pese a su talento desbordante se ven obligadas a vivir con una mano delante y otra detrás, siempre con dignidad. "No tengo coche, no tengo garaje, no tengo una casa grande, tengo menos ropa. Eso sí, como muy bien, porque en España se come muy bien", bromeaba. Siempre lo recordaremos por las grandes películas de Adolfo Aristarain y Guillermo del Toro, con quien trabajó en 'Cronos', 'El espinazo del diablo' y 'El laberinto del fauno'. "Se aprende a convivir con el desgarrón, con ausencias que, por razones biológicas, pueden llegar a ser definitivas. Si te va bien, puedes pagarte un par de pasajes. También está Internet. Pero la distancia no se resuelve", dijo en una ocasión. Actor elegante, de carácter áspero, patricio y varonil, señor con lumbreras y con retranca portuaria que hablaba no como un comediante, sino como un filósofo juicioso, Luppi supo llevar con gallardías las fatigas de los años. Junto a Ricardo Darín y Héctor Alterio formará parte para siempre de la Santísima Trinidad de la escena argentina. "Lo único bueno de la vejez es que estás obligado, te guste o no, a decir la verdad. Soy un derrotado, pero de ahí parto para seguir peleando". Se nos va con esa nobleza y esa sinceridad en los ojos. Nos deja otro grande. La concha de su madre... Adiós Federico.

UN GORDO ETERNO. Elvis no hubiera sido Elvis sin él. Los Beatles nunca hubieran existido sin sus canciones. Hasta los Ramones se dejaron seducir por sus riffs vertiginosos. Fats Domino, el Gordo Domino, ha fallecido a los 89 años. No fue el más guapo del barrio pero fue uno de los patriarcas del rock. Sus michelines y su condición de negro no pudieron con su talento arrollador. A golpe de piano cambió la historia de la música y probablemente de los Estados Unidos de América, ya que las leyes raciales se abolieron al ritmo de su rock. Era un tipo tranquilo que rara vez salía de Nueva Orleans y que prefirió quedarse en su casa cuando el Katrina lo arrasó todo en 2005. En esos días terribles, aún tuvo fuerzas para impulsar el movimiento solidario que recaudó fondos tras el paso del huracán. Fue uno de los más grandes.

HOY NO AMANECIÓ EN GALICIA. Tampoco en algunas partes de Asturias. Una espesa capa de humo de color ocre cubria el cielo, impidiendo el paso a los rayos del sol, y dificultando la respiración. Para miles de gallegos y asturianos ha sido como despertarse en medio de un invierno nuclear. Resultaba espeluznante levantar la persiana y contemplar las calles desiertas sumidas en la más profunda de las tinieblas. Unos pocos caminaban por las aceras solitarias con la cara tapada. Una bruma infernal y un olor corrosivo a tierra quemada lo invade todo. Hace calor, un calor extraño, pegajoso y ácido, como de otro planeta. El mundo se ha teñido de un amarillo enfermizo, mustio, agonizante. Las cadenas de radio aconsejan no salir de casa hasta que la atmósfera despeje. Miles de hectáreas se han perdido para siempre. Tres personas han muerto atrapadas por los incendios. Durante unas horas Vigo es una ciudad cercada por las llamas. Enormes franjas como mandíbulas de fuego trituran los montes, allá arriba, en la madrugada de sangre. Las chispas alcanzan el centro urbano y prenden con facilidad en parques, jardines y matorrales. Hay miles de evacuados, hospitales en estado de alerta, escuelas cerradas. Muchos ciudadanos salen de sus casas provistos de cubos para formar cadenas humanas y hacer frente a las llamas que amenazan con entrar en la ciudad. Buena parte del vergel gallego de Orense y Pontevedra se ha convertido en un secarral calcinado. En el último siglo han ardido dos millones de hectáreas, un edén reducido a las brasas. El huracán Ofelia que avanza en dirección a Irlanda aviva las llamas. Caras tiznadas de ceniza miran al cielo con espanto, esperando que llueva de una vez. De momento solo caen cuatro gotas. No hay milagro, no hay suerte, es como una plaga, una maldición bíblica. Algunos testigos aseguran haber visto motoristas vestidos de negro rociando combustible en los bosques y prediéndoles fuego en medio de la noche. Gente enloquecida, terroristas forestales. Desde el viernes, ya van más de 200 fuegos provocados por los criminales. Definitivamente, este es un país de salvajes pirómanos.

Foto de Federico Luppi: Clarín

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