REGRESO AL BLANCO Y NEGRO. Parecía
imposible pero está ocurriendo. Todo lo que habíamos leído en los libros de
historia, todo lo que habíamos visto en las películas y lo que nos habían
contado nuestros abuelos, se ha hecho realidad como la peor de las pesadillas.
Vamos a contemplar con nuestros propios ojos cómo se forma un huracán histórico
y cómo nos engulle sin que podamos escapar de la devastación. Si Puigdemont, el
enloquecido Puigdemont, declara la independencia entre hoy y mañana, como
parece inevitable, nos veremos atrapados en una violenta revolución con tintes
de confrontación civil como aquellas que tuvieron lugar en siglos pasados.
Nadie en su sano juicio quiere ese escenario terrible pero todos corren
alegremente hacia él, como si no hubiera otra salida. Los independentistas, que
han hecho de la mentira el motor del 'procés', han convencido a miles de almas
inocentes de que la insurrección será pacífica y sin coste alguno. Los de la
ANC y Ómnium, con sus Jordis simpáticos y amables a la cabeza, aún no les han
contado a los catalanes de qué va esto en realidad, aún no les han dicho la
auténtica y cruda verdad: que ninguna revolución triunfa solo con Diadas
festivas, sueños infantiles, malos versos, cursis performances, castellers,
sardanas y espectáculos de coros y danzas. Las revoluciones no son un juego de
niños, nunca son pacíficas, siempre se hacen con soldados, odio, hambre, barro,
violencia, sangre y fuego. Toda revolución tiene un precio: la destrucción, la
miseria y la muerte. Pero extrañamente y pese a todo, Puigdemont y los suyos
siguen empeñados en poner el reloj en el 34, con un doble de Companys saliendo
al balcón, revueltas callejeras, barricadas ardientes, Comités de Defensa de la
República y milicianas de la CNT rescatando viejas coplillas de la guerra
civil. Han metido a los catalanes en una película bélica que pretende ser épica
pero resulta paródica, cuando no esperpéntica, un disparatado viaje en el
tiempo que al final lleva a ninguna parte. En un exceso de egocentrismo
nacional, los patriotas catalanes se han inventado una guerra que no tiene
razón de ser porque, hasta ahora, no había tal enemigo. Franco lleva
cuarenta años muerto y enterrado, Rajoy es un abuelete que se parece más bien
poco a Hitler y los ciudadanos podemos votar cada cuatro años. Sin embargo,
desde el mismo momento en que Puigdemont abra la caja de los truenos, desde el
mismo instante en que plasme su firma a la declaración de independencia, que
será una declaración de guerra al Estado español, nos devolverá a todos al
blanco y negro de tiempos que parecían felizmente superados. Y entonces, esta
vez sí, habremos vuelto otra vez al franquismo.
HOJA DE RUTA. El
juego macabro sigue el guion previsto, su escalada premeditada de locura.
Próxima jugada: la declaración unilateral de independencia; Puigdemont
detenido, probablemente también Junqueras (más mártires). Siguiente jugada: el
Parlament clausurado y TV3 cerrada, manifestaciones en la calle, huelga
general, graves altercados, arrestados, presos (más mártires). Siguiente
jugada: el país paralizado, estado policial, ciudades tomadas por la Guardia
Civil, quizá el Ejército, ruina económica total, corralito. Siguiente jugada:
confrontación entre vecinos, catalanes contra catalanes, el conflicto civil.
Siguiente jugada…
Viñeta: El Koko Parrilla
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