jueves, 26 de octubre de 2017

LA DUI





REGRESO AL BLANCO Y NEGRO. Parecía imposible pero está ocurriendo. Todo lo que habíamos leído en los libros de historia, todo lo que habíamos visto en las películas y lo que nos habían contado nuestros abuelos, se ha hecho realidad como la peor de las pesadillas. Vamos a contemplar con nuestros propios ojos cómo se forma un huracán histórico y cómo nos engulle sin que podamos escapar de la devastación. Si Puigdemont, el enloquecido Puigdemont, declara la independencia entre hoy y mañana, como parece inevitable, nos veremos atrapados en una violenta revolución con tintes de confrontación civil como aquellas que tuvieron lugar en siglos pasados. Nadie en su sano juicio quiere ese escenario terrible pero todos corren alegremente hacia él, como si no hubiera otra salida. Los independentistas, que han hecho de la mentira el motor del 'procés', han convencido a miles de almas inocentes de que la insurrección será pacífica y sin coste alguno. Los de la ANC y Ómnium, con sus Jordis simpáticos y amables a la cabeza, aún no les han contado a los catalanes de qué va esto en realidad, aún no les han dicho la auténtica y cruda verdad: que ninguna revolución triunfa solo con Diadas festivas, sueños infantiles, malos versos, cursis performances, castellers, sardanas y espectáculos de coros y danzas. Las revoluciones no son un juego de niños, nunca son pacíficas, siempre se hacen con soldados, odio, hambre, barro, violencia, sangre y fuego. Toda revolución tiene un precio: la destrucción, la miseria y la muerte. Pero extrañamente y pese a todo, Puigdemont y los suyos siguen empeñados en poner el reloj en el 34, con un doble de Companys saliendo al balcón, revueltas callejeras, barricadas ardientes, Comités de Defensa de la República y milicianas de la CNT rescatando viejas coplillas de la guerra civil. Han metido a los catalanes en una película bélica que pretende ser épica pero resulta paródica, cuando no esperpéntica, un disparatado viaje en el tiempo que al final lleva a ninguna parte. En un exceso de egocentrismo nacional, los patriotas catalanes se han inventado una guerra que no tiene razón de ser porque, hasta ahora, no había tal enemigo. Franco lleva cuarenta años muerto y enterrado, Rajoy es un abuelete que se parece más bien poco a Hitler y los ciudadanos podemos votar cada cuatro años. Sin embargo, desde el mismo momento en que Puigdemont abra la caja de los truenos, desde el mismo instante en que plasme su firma a la declaración de independencia, que será una declaración de guerra al Estado español, nos devolverá a todos al blanco y negro de tiempos que parecían felizmente superados. Y entonces, esta vez sí, habremos vuelto otra vez al franquismo. 

HOJA DE RUTA. El juego macabro sigue el guion previsto, su escalada premeditada de locura. Próxima jugada: la declaración unilateral de independencia; Puigdemont detenido, probablemente también Junqueras (más mártires). Siguiente jugada: el Parlament clausurado y TV3 cerrada, manifestaciones en la calle, huelga general, graves altercados, arrestados, presos (más mártires). Siguiente jugada: el país paralizado, estado policial, ciudades tomadas por la Guardia Civil, quizá el Ejército, ruina económica total, corralito. Siguiente jugada: confrontación entre vecinos, catalanes contra catalanes, el conflicto civil. Siguiente jugada…

Viñeta: El Koko Parrilla

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