(Publicado en Revista Gurb el 1 de octubre de 2017)
Es
un día triste y negro para la historia de este país. Las escenas terribles que
se están viviendo esta mañana en Cataluña demuestran que hemos fracasado como
pueblo, como sociedad y como Estado. Tardaremos años en superar esta jornada
aciaga, si es que la conseguimos superar. Tardaremos mucho tiempo en cerrar la
herida que se ha abierto hoy, si es que se logra cerrar. Ningún político, ni
por el bando separatista ni por el bando unionista, ha sabido estar a la
altura. Rajoy y Puigdemont se han comportado de forma enloquecida, ciega y
fanática, arrastrándonos al mayor de los desastres, tal como nos temíamos. El
primero ya tiene lo que quería: las urnas incautadas, los colegios clausurados
y el referéndum desarticulado. El segundo también: la foto de los policías
aporreando brutalmente a la gente, una imagen contundente para aumentar su
granero de votos y hacer creer al mundo que España es un Estado fascista y
represor. Ambos se sienten ganadores, se han creído la realidad paralela que
ellos mismos se han construido. Y
lo peor de todo es que la batalla no ha hecho más que comenzar. En unas horas
Puigdemont anunciará que el referéndum ha sido un éxito clamoroso y proclamará
la independencia unilateralmente en el orgasmo definitivo del balcón. Rajoy
comparecerá para repetir como un autómata que ha vencido el Estado de Derecho.
Mentiras y más mentiras. Propaganda y más propaganda. Y así seguiremos, con dos
machos alfa embistiendo como cabestros. ¿Qué será lo siguiente? ¿Los tanques
avanzando por las Ramblas? ¿La Legión desfilando por la Diagonal? ¿Los cócteles
molotov, la guerrilla callejera, las barricadas, la contienda fratricida, los
presos y las bajas civiles, como en el 36? Miramos a nuestro alrededor y no
vemos a los hombres y mujeres que harían falta para afrontar esta hora
trascendente y crucial. Miramos y solo vemos gobernantes mediocres y
radicalizados, niños jugando con dinamita que no saben negociar para resolver
los problemas. ¿Dónde están los supuestos estadistas, qué ha sido de Pedro
Sánchez, por dónde anda el rey? ¿Dónde se han metido los intelectuales? Rajoy
se esconderá como siempre y seguirá delegando en los jueces, en los fiscales y
en la Guardia Civil. Puigdemont seguirá arengando al pueblo, calentando el
ambiente y echando más leña al fuego de la revolución, pero él seguramente no
recibirá el porrazo malo de los antidisturbios porque estará tranquilamente
sentado en su despacho. Ya saldrán a la calle los mártires adoctrinados
dispuestos a inmolarse sin rechistar. Todas
las guerras son iguales, solo cambian los personajes que las declaran y las
sufren. Idiotas que convencen a otros idiotas para morir por la causa, por la
patria y la bandera. Es el día de los locos. Los pirómanos andan sueltos por
Cataluña. No hay ninguna esperanza mientras los dos obtusos iluminados sigan
apoltronados en el poder. Muertos y enterrados el diálogo, la razón, el
consenso y el espíritu de concordia, instaurada la lógica de la ruptura total,
el odio y la violencia, solo nos queda sentarnos y contemplar atónitos cómo el
fuego de la historia se extiende ante nosotros, arrasándolo todo, mientras el
horror se va apoderando de nuestras vidas.
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