martes, 3 de octubre de 2017

EL DESVARÍO ATÓMICO




Nueve potencias atómicas cuentan en la actualidad con capacidad para destruir el planeta y borrar cualquier rastro de vida en menos de cinco minutos. Estados Unidos, que ha puesto su maletín del fin del mundo en manos de un tipo tan equilibrado y reflexivo como Trump, tiene nada más y nada menos que 6.800 ojivas nucleares; Rusia, con el no menos enloquecido Putin en el poder, dispone de unas 7.000; Reino Unido 215; Francia 300 (por ahí podemos estar tranquilos: ingleses y franceses son sensatos y saben lo que se hacen con estos juguetitos que los carga el diablo); China, la pacífica y nada expansionista China, cuenta con 260; India y Pakistán, dos países tercermundistas amenazados por el integrismo islamista y que por cierto violan sistemáticamente todos los tratados internacionales de no proliferación de armas nucleares, poseen 120 y 130 ojivas respectivamente; Israel, el mesurado y amistoso Israel, tiene 80, eso que se sepa.
Y ahora resulta que todos contienen el aliento porque Corea del Norte, el peligroso imperialismo coreano, trata de sumarse al club de las potencias suicidas. Quiere decirse que el mundo de hoy es un inmenso arsenal atómico que puede estallarnos en la cara cientos de miles de veces pero a Occidente le preocupan las chapuceras pruebas nucleares de un pequeño y recóndito país que no se encuentra ni en el mapa y un tal Kim Jong-un, un personaje gordito y friqui que con esa sonrisilla bobalicona ni siquiera da la talla de siniestro villano en condiciones. ¿Por qué? Pues por lo visto alguien está muy interesado en atrasar el reloj de la Historia unas cuantas décadas para devolvernos a los tiempos de la Guerra Fría y al pánico nuclear, el mejor arma de control de las mentes que se haya inventado jamás. Como estrategia está muy bien, pero que busquen un Hitler que esté a la altura, coño. Porque este espantajo mofletudo da más risa que miedo.

John Ashbery, para muchos el más grande poeta norteamericano de nuestros días, ha fallecido en Nueva York. Dicen que se crio entre manzanos y que su mayor pasión era ver nevar. Sucesor de Walt Whitman, supo ser el poeta que dio la voz a la gente de la calle y siempre se caracterizó por su compromiso democrático en un tiempo en que la democracia agoniza en América. Fue el autor del poema abstracto, la emoción antes que la razón y el silencio del alma frente al ruido del mundo. A fin de cuentas nadie sabe de dónde nace la poesía. Ese es el gran misterio.

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