viernes, 6 de octubre de 2017

LAS MENTIRAS DEL PROCÉS




Hay algo que un gobernante no debería hacer nunca: esconderse los ases en la manga. Puigdemont, en un ejercicio de trilerismo político que será juzgado por la historia, embarcó al pueblo catalán en una aventura que tenía principio pero no tenía final. Él, que tanto habló de la hoja de ruta, ahora resulta que no la tiene. Ha perdido la hoja, ha perdido los papeles. El honorable improvisa sobre la marcha, duda, va tapando grietas como puede, aquí y allá. La cosa se le ha ido de las manos. Nunca explicó qué pasaría con las empresas y bancos que, aterrorizados por el clima de revolución, emigrarían como las cigüeñas a climas menos fríos y revueltos del Estado. Nunca explicó cómo, sin una Hacienda propia y autónoma, pensaba pagar las pensiones de los abuelos, las nóminas de los funcionarios, los sueldos de los maestros de escuela, médicos y policías. Nunca les explicó que Cataluña quedaría fuera de la Unión Europea; que se impondrá un corralito de tres pares de narices para que los ciudadanos llevados por el pánico no puedan retirar sus fondos de los bancos; que los servicios públicos serán nacionalizados, a la venezolana, y que se impondrá una pintoresca divisa, el 'catcoin', que tendrá el mismo valor que la moneda ugandesa. Nunca se habló de la miseria que espera a la vuelta de la esquina este próximo invierno, de las colas en los supermercados desabastecidos, de la inflación, del elevado coste que tendrá la alegre y veraniega fiesta independentista. Los Mas, Puigdemont, Junqueras, Gabriel y compañía siempre prometieron que no pasaría nada, que todo seguiría siendo como siempre después del terremoto, que los catalanes continuarían viviendo en su Arcadia feliz, como si tal cosa. Solo que tras la resaca de la borrachera, tras el sueño delirante, siempre se acaba imponiendo la cruda realidad. Les ofrecieron a los catalanes la tierra prometida y acabarán dándoles un yermo y desértico erial; les prometieron que iban a ser como los suizos y los van a reducir a la categoría de sirios. Eso sí, hay que llegar hasta el final porque lo importante es salir al balcón. Salir al balcón hay que salir como sea.

Y cuando los dos bandos están listos para atacar, va y sale Artur Mas, padre del engendro, o sea el procés, y admite en el Financial Times que Cataluña no está preparada "para la independencia real". Es cierto que lluego matizó sus declaraciones al periódico británico diciendo aquello de donde dije digo, digo Diego, pero el histórico recule del culé y la bajada de pantalones está ahí, no se la quita nadie. Tras liarla parda con la entrevista, el honorable desmintió al rotativo británico colgando en las redes sociales el audio de la supuesta entrevista, en la que concretamente venía a decir: "Para ser independiente hacen falta unas cuantas cosas que todavía no tenemos: control de infraestructuras, de aduanas y fronteras, que la gente pague a la Hacienda Catalana y una administración de justicia que haga cumplir las leyes del Parlamento catalán. Hasta que esto no sea operativo, la independencia no es real”. Con matización o sin ella, o esto es una broma de mal gusto o demuestra lo que hemos dicho no pocas veces: la espiral de locura en la que algunos nos han metido tiene una razón oculta que va más allá del patriotismo nacionalista, de la estelada y Els Segadors, y no es otra cosa que la huida hacia adelante de algunos para salvar su pellejo por los casos de corrupción que se estaban investigando. El señor Mas, al abrir la caja de los truenos, pensó que en una Cataluña independiente él se acogería a una amnistía general, se libraría de la investigación por el 3% en Convèrgencia i Unió y podría seguir siendo 'honorable' president por mucho tiempo. Así que las caretas de los manipuladores van cayendo. En eso ha quedado el turbulento procés que ha puesto al país al borde del infarto y de un conflicto civil. En eso ha quedado todo este inmenso montaje: un referéndum farsa prohibido por el Constitucional, gente que ha votado tres y cuatro veces, municipios donde el censo es inferior al número de votantes, sacas llenas de papeletas que ruedan por el suelo, un recuento final que no cuadra con los electores, unas cuantas fotografías de las cargas policiales sacadas de internet y gente que se rocía salsa de tomate en la cara para hacerse pasar por mártir. ¿Quién planea todas estas mentiras? ¿Son los chicos de la litrona de la CUP, es la burguesía transmutada de la noche a la mañana en independentista o son todos ellos a la vez? Cuando ha llegado el momento de la verdad, cuando Mas ha visto que la sociedad catalana está cada vez más dividida y fracturada, cuando solo cuatro partidos nazis reconocen al futuro Estado catalán republicano, cuando los bancos y las grandes empresas huyen despavoridas de Cataluña por pánico a la declaración unilateral de independencia, el honorable ha tenido que admitir que este desaguisado no va a ninguna parte, más que al suicidio colectivo de Cataluña y con ella del resto de España. Es cierto que hay un problema político en Cataluña que debe ser abordado y resuelto mediante el diálogo en una mesa de negociación entre todas las fuerzas políticas con representación parlamentaria. Pero no es menos cierto que el fuego violento de los últimos días ha sido avivado convenientemente por ciertos personajes siniestros como Mas.

Viñeta: El Petardo

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