Pablo
Casado advierte de que "ningún truco" va a detener el 155. Rafael
Hernando da por hecho que el polémico artículo se aplicará incluso si
Puigdemont convoca elecciones. Son los duros del PP, los guardianes de las
esencias patrias, los dinamiteros de todo pensamiento que no sea el belicista
que ellos propalan. Los dos son de esa clase de políticos que, acreditada
sobradamente su incompetencia, se dedican a calentar el ambiente con su
lenguaje agresivo y macho. En la historia de España, personajes de esa calaña
los ha habido a patadas. Salvapatrias que tiran la pólvora y esconden la mano.
Agitadores. Lenguas encendidas con estúpidos eslóganes patrioteros que
arrastran al pueblo inculto hacia el desastre. No son estadistas, son
chusqueros de la política. No son servidores públicos elegidos para resolver
problemas, son pirotécnicos programados para montar los explosivos. A Pablo y a
Rafa, a Rafa y a Pablo, que tanto monta monta tanto, no les interesa para nada
una negociación política que desactive el polvorín de Cataluña. Ellos no están
ahí para mariconadas, no se les paga para apaciguar nada. Qué coño es eso de
dialogar. Su doctrina es bien distinta: no basta solo con ganar, hay que
machacar. No es suficiente con vencer, es preciso humillar. Es la doctrina
Franco del cuarentañismo funesto, solo que travestida con el título de
licenciado en Derecho por la Complutense, el falso traje de demócrata
constitucionalista y unas gotitas de Hugo Boss. A todos esos millones de
españoles que hoy se sienten huérfanos de liderazgo en medio del ruido y la
furia, a todos esos ciudadanos que no están ni con la maza aplastante de la
muchachada pendenciera del PP ni con el 'delirium tremens' suicida de
Puigdemont, se les está haciendo muy difícil apoyar a un Gobierno cainita
nutrido con semejantes personajes. "Rafa, quédate en casa y deja que lo
resolvamos nosotros", le aconsejó Iceta a Hernando muy acertadamente. Pero
ellos siguen ahí, soplando la mecha del odio para que no se apague, atizando el
pedernal de la ira hasta que prenda bien la hoguera. "Señor Rajoy,
desconfíe del señor Rivera, es el principal operador político de Aznar",
le dijo Pablo Iglesias al presidente del Gobierno. Nada de eso, qué va. De
quien debería cuidarse el gallego previsible es de su propia gente, de su
propia guardia pretoriana, ese ejército de niñatos retóricos e insensatos que
hacen peligrosos juegos malabares con el fuego. Caballeretes del Harvard
madrileño de aspecto limpio y aseado pero que llevan un antropófago dentro de
sí. Señoritingos de manicura que suspiran con hacer la cruzada por Dios y por
España, como antaño la hicieron sus abuelos, para saber de una vez por todas
qué es lo que se siente.
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