miércoles, 25 de octubre de 2017

LOS DUROS DEL HARVARD MADRILEÑO


Pablo Casado advierte de que "ningún truco" va a detener el 155. Rafael Hernando da por hecho que el polémico artículo se aplicará incluso si Puigdemont convoca elecciones. Son los duros del PP, los guardianes de las esencias patrias, los dinamiteros de todo pensamiento que no sea el belicista que ellos propalan. Los dos son de esa clase de políticos que, acreditada sobradamente su incompetencia, se dedican a calentar el ambiente con su lenguaje agresivo y macho. En la historia de España, personajes de esa calaña los ha habido a patadas. Salvapatrias que tiran la pólvora y esconden la mano. Agitadores. Lenguas encendidas con estúpidos eslóganes patrioteros que arrastran al pueblo inculto hacia el desastre. No son estadistas, son chusqueros de la política. No son servidores públicos elegidos para resolver problemas, son pirotécnicos programados para montar los explosivos. A Pablo y a Rafa, a Rafa y a Pablo, que tanto monta monta tanto, no les interesa para nada una negociación política que desactive el polvorín de Cataluña. Ellos no están ahí para mariconadas, no se les paga para apaciguar nada. Qué coño es eso de dialogar. Su doctrina es bien distinta: no basta solo con ganar, hay que machacar. No es suficiente con vencer, es preciso humillar. Es la doctrina Franco del cuarentañismo funesto, solo que travestida con el título de licenciado en Derecho por la Complutense, el falso traje de demócrata constitucionalista y unas gotitas de Hugo Boss. A todos esos millones de españoles que hoy se sienten huérfanos de liderazgo en medio del ruido y la furia, a todos esos ciudadanos que no están ni con la maza aplastante de la muchachada pendenciera del PP ni con el 'delirium tremens' suicida de Puigdemont, se les está haciendo muy difícil apoyar a un Gobierno cainita nutrido con semejantes personajes. "Rafa, quédate en casa y deja que lo resolvamos nosotros", le aconsejó Iceta a Hernando muy acertadamente. Pero ellos siguen ahí, soplando la mecha del odio para que no se apague, atizando el pedernal de la ira hasta que prenda bien la hoguera. "Señor Rajoy, desconfíe del señor Rivera, es el principal operador político de Aznar", le dijo Pablo Iglesias al presidente del Gobierno. Nada de eso, qué va. De quien debería cuidarse el gallego previsible es de su propia gente, de su propia guardia pretoriana, ese ejército de niñatos retóricos e insensatos que hacen peligrosos juegos malabares con el fuego. Caballeretes del Harvard madrileño de aspecto limpio y aseado pero que llevan un antropófago dentro de sí. Señoritingos de manicura que suspiran con hacer la cruzada por Dios y por España, como antaño la hicieron sus abuelos, para saber de una vez por todas qué es lo que se siente.

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