(Publicado en Diario16 el 10 de febrero de 2021)
Y mientras Pablo Echenique se congratula de que a Pablo Iglesias no lo hayan envenenado aún con polonio, la Justicia avanza en el ímprobo intento por limpiar el PP de Luis Bárcenas tras décadas de corrupción a calzón quitado. Así es este país, para unos un Estado fascista y represor; para otros una democracia plena y avanzada con todas las garantías. ¿Quién tiene razón? Probablemente ni unos ni otros y ambos a la vez. No parece que estemos a la altura de la Rusia dictatorial de Putin, donde a los disidentes les echan radiactividad en la sopa hasta dejarlos tiesos como mojamas. Pero sí es cierto que han aparecido no pocas grietas y síntomas claros de agotamiento institucional tras cuarenta años de monarquía parlamentaria en los que no se han acometido las reformas necesarias.
El asunto de la policía patriótica y las cloacas del Estado, un suponer, es el mejor ejemplo de que la España contemporánea no es precisamente el culmen de las democracias occidentales en el siglo XXI. O como ha sugerido el ministro Ábalos: todas las democracias son imperfectas y la nuestra también. Hoy mismo la Audiencia Provincial de Madrid ha dado un importante paso para depurar nuestras fuerzas de seguridad, demasiado lastradas por una Transición a medio hacer, por elementos franquistas infiltrados y por espías al servicio del partido de turno en el poder. Según se ha sabido a través de La Sexta, este órgano judicial ha ordenado la imputación de altos cargos de Interior durante el Gobierno de Mariano Rajoy por varios delitos relacionados con la mafia policial y los casos del excomisario Villarejo y el Pequeño Nicolás.
“Entre los acusados figuran algunos de los nombres más importantes de la cúpula policial de 2015”, asegura el periodista Alfonso Pérez Medina. A todos ellos se les investigará por acoso laboral, organización criminal y ocultación de pruebas, delitos supuestamente cometidos durante la época de Jorge Fernández Díaz y Juan Ignacio Zoido al frente del Ministerio del Interior. El asunto es de la máxima gravedad, ya que como trasfondo está el acoso sufrido por los agentes de asuntos internos que investigaban al comisario Villarejo. A destacar que, una vez más, nos encontramos ante un héroe anónimo que se ha enfrentado al sistema, un valiente denunciante de corrupción (en este caso un inspector de policía, Rubén López), que decidió interponer una querella al advertir cosas extrañas en la cúpula policial, como que sus superiores paralizaban cualquier investigación peligrosa para las altas esferas. A López se le ordenó que dejara de meter las narices en el caso Villarejo y lo degradaron de rango, tanto que lo bajaron a las mazmorras como encargado de calabozos. López estuvo muy cerca de detener al célebre comisario jubilado, pero la operación fue abortada en el último momento. No obstante, no se amilanó ante la injusticia y decidió denunciar la persecución de la que estaba siendo víctima. Hoy recoge el fruto de su sufrimiento.
Algunos de los nombres que aparecen en esta querella ya han salido a relucir en la Operación Kitchen, que indaga en la trama supuestamente organizada por el Gobierno del PP para espiar a rivales políticos y destruir pruebas que pudieran incriminar al Ejecutivo de Rajoy en cualquier tipo de caso de corrupción. Es decir, un auténtico Equipo A al servicio del poder, un grupo salvaje, una banda de mercenarios o policía paralela cuya misión principal era limpiar la mugre de Génova 13. “Era un momento en el que gobernaba el Partido Popular con mayoría absoluta. Cuando empieza la investigación, el nombre de Villarejo aparece en la documentación encontrada en el registro de la casa del Pequeño Nicolás. En ese momento empiezan las presiones”, aseguran fuentes de La Sexta.
La historia del inspector Rubén López y su lucha contra las cloacas del Estado es sin duda una excelente noticia para nuestra democracia. La corrupción judicial y policial es el gran cáncer que amenaza con liquidar el Estado de derecho en nuestro país y cualquier sumario que se abra para depurar posibles responsabilidades será un paso adelante decisivo en orden a superar los años del fango que han dejado los gobiernos de Aznar y de Mariano Rajoy. Han sido demasiadas tropelías en un Ministerio del Interior controlado por siniestros mandos al servicio de intereses políticos particulares. A fecha de hoy el propio personaje del comisario José Manuel Villarejo, con todo su arsenal de grabaciones que darán material suficiente para escándalos durante la próxima década, sigue siendo un misterio por aclarar. Encerrado como está en una prisión de alta seguridad, como un traidor a la nación, su reclusión es la mejor garantía de que hablará lo menos posible antes del juicio. Además, todavía colean otros asuntos que despiden un hedor insoportable, como esa supuesta utilización del CNI para proteger al rey emérito en sus negocios por todo el mundo, unas actividades comerciales sobre las que se pretende echar tierra encima para tapar lo que es el mayor escándalo de nuestra democracia. Y por supuesto tampoco se debe olvidar la persecución policial y judicial que han sufrido algunos líderes de Unidas Podemos como Pablo Iglesias y otros, considerados peligrosos bolcheviques dispuestos a destruir el sistema desde dentro. Todo ello merece capítulo aparte en la negra historia de las cloacas del Estado.
Quizá, con gente como el inspector López, aún estemos a tiempo de limpiar las alcantarillas del Ministerio del Interior; quizá no sea demasiado tarde para purgar a los elementos más perversos y reaccionarios de nuestras cúpulas policiales. Porque aunque aún no hemos llegado al punto de la guerra sangrienta de las ocultas mafias del poder, como ya sucede en otros países como la reaccionaria y ultra Rusia de Putin, corremos serio riesgo de que el polonio termine instaurándose algún día como método habitual de trabajo para dejar fuera de juego a los adversarios y disidentes políticos, tal como denuncia un tanto exageradamente Pablo Echenique. Por eso la noticia de que la Justicia va a abrir una investigación exhaustiva contra la anterior cúpula policial para desinfectar las cloacas de una vez por todas, gracias a la bravura de un agente que ha ido a por todas hasta el final, arroja un rayo de esperanza y nos aleja un poco más de ese vaso de plutonio que mata cruelmente sin dejar rastro ni huella.
Viñeta: Pedro Parrilla
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