(Publicado en Diario16 el 27 de enero de 2021)
Ya lo dijo Cicerón: estos son malos tiempos, los hijos han dejado de obedecer a sus padres y todo el mundo escribe libros. Dos mil años después, seguimos estando en el mismo sitio. La civilización humana prosigue con su lento y progresivo proceso de degradación que solo puede conducirla, de no mediar un milagroso cambio de paradigma en la conciencia, a su extinción final. Cada día nos llegan nuevas noticias de la decadencia que más bien son claros síntomas de que estamos entrando en un momento crítico de la historia. Es el caso de esa oferta turística de lujo que acaba de lanzar Dubai, donde por la módica cifra de 48.000 euros uno puede pasarse tres semanas en un hotel paradísiaco y volverse a casa con la vacuna contra el coronavirus ya puesta. Es decir, turismo sanitario para ricos; segregacionismo médico, ya que obviamente solo tendrá derecho al jeringuillazo curativo aquel que pueda costearse la fiesta, y no será precisamente un currito de los extrarradios del Madrid dumping de Isabel Díaz Ayuso.
Vamos cada día a peor y puestos a buscar la raíz de la enfermedad, la causa del mal, la encontraríamos sin duda en la liquidación de los nobles valores, ideas y principios humanistas de la Ilustración. Voltaire y otros grandes filósofos que alumbraron el Siglo de las Luces, la edad de la razón, nos dejaron los ideales espirituales que debían conducirnos a un mundo mejor –libertad, igualdad y fraternidad–, pero más de doscientos años después solo se puede decir que todo aquello está muerto y enterrado. La religión del dinero ha ganado. La ideología totalitaria y negacionista se impone. La dulce utopía de una sociedad igualitaria y democrática empieza a verse cada vez más lejos.
Todo este denso preámbulo, aunque parezca lo contrario, es necesario para explicar por qué Juan Carlos Girauta hace tantos guiños a Vox. Los políticos de hoy evolucionan constantemente, entran y salen de los partidos y de las grandes empresas, giran y giran como Girauta, y hoy están aquí y mañana allí, según sus intereses y ambiciones y sin importar demasiado la coherencia. Esta vez el ex diputado de Ciudadanos ha sido invitado por la Fundación Disenso, el think tank de Santiago Abascal, para hablar sobre la libertad de expresión y la solución a los problemas de la España de hoy, que dicho sea de paso no tiene arreglo. Dice la prensa de Madrid que se trata de la primera ocasión en la que el exdirigente naranja colabora en un evento relacionado con el partido ultra y todo apunta a que no será la última.
A Girauta ya se le ha pillado antes haciendo arrumacos a la extrema derecha africanista y visceral, lo cual viene a demostrar lo que muchos sospechaban ya de él: que lleva un halcón dentro de sí (más bien un aguilucho imperial) y que simpatiza bastante con la ideología nostálgica. Célebres son sus durísimas diatribas contra la gestión del Gobierno y contra el demonio rojo podemita, todo ello con un estilo recio, bronco y copero (por utilizar el símil futbolístico), todo con unas maneras trumpistas que lo identifican claramente con la nueva moda fascio. “Son unos lameculos paniaguados mezclados con ladrones pijos. Traidores, acomplejados, inmorales y nacionalistas”, espetó en cierta ocasión a propósito de los políticos del PSC. Pura verborrea ultraderechista.
Girauta dejó Ciudadanos al considerar que el rumbo que le estaba dando Inés Arrimadas al partido, rompiendo con el riverismo joseantoniano, no era el más adecuado. O sea que alejarse de la derecha en busca del centro siempre le ha parecido mal, por algo será. Está bien que cada cabra tire a su monte, que cada mochuelo vaya a su olivo, que cada oveja esté con su pareja, y si Girauta encuentra la felicidad y la realización personal y política en Vox bien por él. En esta vida lo importante es realizarse, sentirse bien con uno mismo, colmar los sueños de la infancia, aunque en este caso se trate más bien de una pesadilla por la que otros y otras ya han pasado. No hace falta dar los nombres, porque son legión, de los que creyendo que Vox era la solución a los males del país han terminado saliéndose del partido, echando pestes y espantados, tras comprobar que aquello era fascismo del bueno. No son pocos los que se tragaron el cuento de que el proyecto de Abascal era democrático y constitucional y cuando acudieron a la primera cena de confraternización entre camaradas, a los postres y entre el humo inflamado del tabaco, comprobaron que aquello era como el chat golpista de la Decimonovena Promoción del Aire que apostaba por darle el putsch a Pedro Sánchez, o sea planes secretos para derrocar al Gobierno, muchos vivas y brindis en honor a Franco, ideas machistas y xenófobas y odio a capazos contra el bolivariano antipodemita, más alguna que otra bandera con el pollo que aparecía por ahí suelta. Ahora Girauta, un Dante de la política, parece dispuesto a recorrer también ese descenso a los infiernos franquistas y no sabemos si alguna vez regresará tal como lo conocemos. Quizá lo hayamos perdido para siempre. Ya se sabe que en esta aventura del fascismo uno sabe cómo empieza pero nunca cómo acaba.
P.D.: Hasta donde se sabe, no consta que Girauta se haya incorporado oficialmente a las filas de Vox ni a Disenso. Tampoco formará parte de las listas electorales en Cataluña por el partido ultra. Pero no nos extrañemos si cualquier día lo volvemos a ver de regreso en el Congreso de los Diputados, esta vez con otro uniforme, con otro discurso y con otras ideas. Cambiado, reciclado, transformado. Así es la política de hoy. Puro transformismo. Y mira que nos lo avisó Cicerón: malos tiempos para la lírica.
Viñeta: Igepzio
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