(Publicado en Diario16 el 28 de enero de 2021)
¿Qué es lo que le molesta al PP para que haga una oposición tan férrea contra los 140.000 millones en ayudas y fondos europeos? ¿Por qué un rechazo tan tenaz a unas subvenciones que hasta el FMI, nada sospechoso de organismo comunista, considera necesarias para que los países de la zona euro puedan afrontar con garantías la recuperación económica en la era poscovid? Las respuestas a esas preguntas solo están en la cabeza de un hombre de poco fiar como Pablo Casado. Si lo que le preocupa al líder del PP es que las ayudas sirvan como escudo de protección para que el país pueda salir de la recesión, tal pensamiento no podría ser más que calificado de mezquino; si lo que le inquieta es que el Gobierno Sánchez se apunte el tanto de una negociación con Bruselas que ha sido ejemplar, más mezquino todavía, además de desleal; y si el problema es que cree que con tanto dinero en juego las tentaciones de corrupción pueden desatarse en las alcaldías y gobiernos regionales, mezquino también, ya que dice muy poco de su negativa concepción de la sociedad española. Por otra parte, para eso debe estar el Estado, para controlar el robo y el butroneo con el dinero público, algo que por cierto el PP no quiso o no supo atajar en los años negros de la Era Gürtel.
Se mire por donde se mire, todo en este asunto de los fondos europeos lo ha llevado Casado con una mezquindad sonrojante de político pequeño, desde la campaña de boicot que promocionó en Bruselas hasta los traicioneros chivatazos a los hombres de negro, a los que alertó sobre el peligro de dejar el grifo en manos de Pedro Sánchez, a quien Casado considera un “manirroto”, como si el PP fuese ejemplo de algo en la gestión de un erario público que ha dilapidado tras años de ladrocinios, saqueos y expolios en todas partes.
Hoy, Casado ha vuelto a retratarse durante la sesión parlamentaria que debía dar luz verde al decreto de convalidación y ha votado en contra junto a, todo hay que decirlo, Esquerra Republicana de Catalunya. El portavoz indepe, Gabriel Rufián, ha colgado un sorprendente tuit en el que dice: “El Gobierno presenta el Real Decreto 36 que regula el reparto de 140.000 millones en fondos europeos. Que se sepa: su autor real es la CEOE y entrega todo el dinero al Íbex”. Por lo visto, al líder separatista también le preocupa el destino del maná de Bruselas, aunque por razones diferentes a las de Casado, en concreto porque “los cargos autonómicos, municipales o locales tienen poder de decisión cero en el reparto”. En cuanto al argumento de que el demoníaco Íbex controlará finalmente el dinero, no merece la pena entrar. Huele a conspiracionismo barato que echa para atrás, como esa teoría del maligno Estado Profundo que viene alimentando gente como Donald Trump. Y en lo referente al supuesto centralismo, lo que le duele en realidad a Rufián no es que el dinero pase antes por la patronal, sino que él no podrá moverlo a su antojo en el caso de que le toque hacerlo tras ganar las próximas elecciones.
No parece tan mala idea que el Ejecutivo controle el parné, ya que cuanto más se dispersa la pasta, cuantas más manos la manosean, más riesgo de que se extravíe el dineral o se destine a proyectos alternativos, como las embajadas catalanas en el extranjero o la financiación de procesos revolucionarios contra el Estado. Pero volvamos a Casado. Esta vez el tiro le ha salido por la culata al nuevo Cánovas del Castillo, y no solo porque ha dado un rotundo no al dinero que esperan familias y empresas como agua de mayo para tapar el enorme agujero que deja la pandemia, sino porque Vox, al abstenerse, le ha adelantado por la derecha, nunca mejor dicho. En efecto, ha sido la abstención del partido de Santiago Abascal la que ha permitido al Gobierno de coalición la trascendental convalidación. In extremis, Sánchez ha logrado recabar los apoyos de PNV (6 votos), EH-Bildu (5), Más País-Equo (2), y Compromís, Coalición Canaria, Nueva Canarias, Teruel Existe y el Partido Regionalista de Cantabria. Sumados a los 155 votos del PSOE y Unidas Podemos arrojan un total de 173 escaños. Decreto salvado.
Vox tenía la última palabra para derrotar el Ejecutivo y sin embargo le ha dado el aval contra todo pronóstico. De inmediato, la rabieta de Casado ha sido descomunal y le ha faltado tiempo para lanzar dentelladas contra su socio ultra en tantos trifachitos autonómicos. “¿Se apunta Vox a la concentración de poder, al clientelismo y al riesgo de corrupción?”, ha tuiteado la diputada Elvira Rodríguez, que ha defendido en la Cámara Baja la posición de los populares en este asunto. A su vez, la portavoz del grupo conservador, Cuca Gamarra, ha calificado el decreto de “peronista”, mientras el secretario general del partido, Teodoro García Egea, ha dicho que Vox es “un salvavidas para el Gobierno”. El pataleo pepero ha sido antológico.
En esta ocasión, hasta Espinosa de los Monteros ha demostrado ser más estratega y tener más cabeza que el dirigente de Génova 13. “Abstenernos es lo más sensato (…) Cada día que pasa hay un comerciante que está cerrando. Queremos que las ayudas lleguen lo antes posible”, ha asegurado. Casado mejor que nadie debería saber que el primer mandamiento de todo buen populista (así definió Manuel Fraga su proyecto de partido) es que con las cosas de comer no se juega. Si le quitas el pan al pueblo luego llega la competencia, otro salvapatrias que es más generoso que tú y eso es un voto cautivo en las próximas elecciones. Esta vez Abascal le ha comido la tostada a Casado. Es lo que tiene dejarse llevar por la rabia y no por la sensatez y la inteligencia.
Viñeta: Igepzio
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