(Publicado en Diario16 el 25 de febrero de 2021)
Bárcenas ha acusado a Esperanza Aguirre de haber recibido un sobre con 60.000 euros de una constructora y la exlideresa anuncia querellas contra el díscolo tesorero. Llama la atención que la condesa de Bornos haya tardado tanto en poner las respectivas demandas por falso testimonio, ya que el contable del Partido Popular lleva meses, por no decir años, agitando el ventilador contra la señora de casa grande. Pero por lo visto hoy le ha dolido más que la llamen presunta corrupta que hace unos años. Excentricidades de la nobleza.
Es Aguirre la pieza clave de ese puzle que se llama caso Púnica, una inmensa trama de supuesta financiación ilegal en la que algunas empresas habrían pagado grandes sumas de dinero para contribuir a las victoriosas campañas electorales del PP castizo. Todo el gigantesco embrollo que está pendiente de aclaración en los tribunales llega en el peor momento para Pablo Casado, que hace unos días ordenó la histórica mudanza de Génova 13 con el único fin de intentar borrar tan turbio pasado de escándalos y corruptelas. Como si cambiando la basura de sitio esta oliera menos.
Aguirre nunca se ha sentido respaldada por la nueva directiva popular casadista en sus pleitos contra Bárcenas y hoy ha aprovechado para ajustar algunas cuentas pendientes con el joven sucesor de Rajoy. Como representante de la vieja guardia genovesa que amaba la antigua sede de la formación política, no solo no le ha gustado la mudanza, sino que ha arremetido contra Casado por su reciente entrevista en la cadena catalana RAC1, en la que el jefe de la oposición se refirió a las cargas policiales del 1 de octubre contra cientos de catalanes como “un error”. Pero la cosa no ha quedado ahí, ya que la ex presidenta de la Comunidad de Madrid ha invitado al jefe a hacer “alguna reflexión más que cambiar de edificio”. Ahí queda eso, toma misil en toda la línea de flotación del casadismo.
De modo que a Aguirre ya le parece mal todo lo que haga la nueva directiva casadista, el cambio de sede, la falta de autocrítica, los resultados electorales en las catalanas y hasta el pretendido giro al centro del partido, que tampoco le gusta porque ella es de la línea dura thatcheriana y no suele andarse con melindres ni tibiezas marianistas. La furia de Aguirre se ha desencadenado en el peor momento para el PP, cuando el Gobierno de Pedro Sánchez sigue fuerte a pesar de la pandemia y de la crisis y cuando está en juego nada más y nada menos que el futuro del proyecto fundado por Manuel Fraga.
Casado cree que todo pasa por la reunificación de las derechas mediante la absorción de Ciudadanos para ensanchar el espacio del centro, pero de alguna manera Aguirre le está recordando que el futuro está en Vox. De ahí que la ex presidenta de la Comunidad de Madrid haya afeado al presidente del PP el tono que empleó contra Santiago Abascal durante el debate previo a la moción de censura contra Sánchez. Sobre ese momento en el que Casado trató de marcar distancias con la extrema derecha, Aguirre sentencia: “Una cosa es decir que no a la moción de censura y otra los ataques personales. Me parece que es inaceptable, francamente”. Solo le ha faltado decir aquello de pobrecito Santi, no se merecía ese trato denigrante.
Hace tiempo que Aguirre, al igual que Aznar, ha mostrado sus simpatías públicamente por el Caudillo de Bilbao. Nunca ha escondido que el discurso falangista le hace tilín y que la nostalgia de los tiempos pasados la invade. Cuando se refiere al líder de Vox, la exlideresa siempre lo presenta como un caballero serio y decente, trabajador y responsable, todo lo que se puede pedir de un hombre predestinado a grandes cosas. Pero este tirón de orejas a Casado para defender al otro, al aspirante, al pretendiente y candidato a dirigir algún día las derechas españolas, es un paso más allá. Indudablemente, Aguirre está loca por la música falangista, o sea el Cara al Sol, y ya ha propuesto que en la próxima unificación de la nueva Confederación Española de Derechas Autónomas se cuente también con el partido verde que encarna las esencias del Movimiento Nacional.
La huida hacia adelante de Aguirre, en este caso hacia la extrema derecha, tiene mucho que ver con sus problemas con la Justicia. Si la Convergència pujolista viró hacia la independencia cuando llegaron los de la UDEF y la UCO a desempolvar las alfombras, las cortinas del Palau y el dinero oculto en la banca andorrana, Aguirre también está inmersa en un proceso similar de radicalización. Es curioso ese fenómeno: cuanto más cerca está el juez, más patriota se vuelve uno.
Viñeta: Igepzio
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