(Publicado en Diario16 el 17 de abril de 2021)
Jordi Évole defiende a capa y espada su entrevista con Miguel Bosé que este domingo verá su segunda entrega. El popular presentador ha tenido que hacer frente a una avalancha de críticas en las redes sociales de aquellos que consideran que nunca se le debe dar voz a un negacionista, y menos a un conspiranoico de la pandemia. Para Évole, «el periodismo tiene que enseñar las realidades porque ocultándolas no ganamos nada», y se muestra convencido de que el programa del próximo domingo en La Sexta no va a generar más negacionistas ni más legiones de fanáticos de la conspiración y la superchería de las que ya pueblan este mundo. Sin embargo, no son pocas las teorías sociológicas y psicológicas que alertan de los peligros de dar cobertura mediática a ideologías tóxicas, ya que eso es tanto como propalar la pseudociencia, la ignorancia y el fanatismo. De alguna manera, es como si en horario de prime time pusiéramos ante las cámaras a un parapsicólogo lanzando un discurso sobre la existencia de los fantasmas (eso ya lo viene haciendo Íker Jiménez desde hace años y de aquellos polvos estos lodos), a un gurú invocando los mandamientos de su secta destructiva o a uno de esos naturistas aleccionando al personal sobre los beneficios de beber la propia orina. Es obvio que el daño a la sociedad puede ser irreversible.
«Yo creo que el programa refuerza las tesis científicas y no las negacionistas… Pero por las redes sociales corre una especie de Santa Inquisición que te dice lo que puedes o no puedes hacer. La manera que tenemos de hacer las cosas es esta: coger al protagonista de una corriente de opinión, en este caso el negacionismo, y ponerle frente a su espejo y sus contradicciones», argumenta Évole, que cree que «nadie» va a sacar opiniones favorables respecto al negacionismo después de ver la entrevista del domingo.
Tal como era de prever, Miguel Bosé está encantado con el programa (de lo que se trata es de que hablen de uno, aunque sea mal, ya lo dijo Wilde) y sueña con que le den algún bolo musical este verano. Es evidente que al famoso cantante, hoy en horas bajas, la publicidad gratuita le vendrá de perlas para relanzar su languideciente carrera artística. «Durante todo el programa de la semana pasada me estuvo enviando mensajes y me mandó un mensaje de voz», le cuenta Évole a Antonio García Ferreras. «Estaba muy contento con cómo había salido el programa, con lo que él había explicado, se sentía representado con la edición que habíamos hecho y que para nada habíamos manipulado ninguno de sus mensajes». Pues genial, que le den ya una tertulia a Bosé en La Sexta Noche y de paso que le den otro Ondas a Évole y así todos contentos.
Los proselitistas del negacionismo están deseando que alguien les ponga un altavoz entre manos para propagar su sarta de disparates sin ningún fundamento, como que el cambio climático no existe o que la Tierra es plana. Si los medios de comunicación entran en el juego de toda esta gente ansiosa por la popularidad, el morbo y los índices de audiencia, flaco favor estamos haciendo a una sociedad sana, culta y formada. La superchería y el oscurantismo se extienden como la pólvora por todo el planeta (en buena medida alentados por el fascismo de nuevo cuño obsesionado con desestabilizar las democracias modernas) y la única manera de contrarrestarlo es con pedagogia y buenas lecciones de ciencia, no con horas de telebasura donde los chiflados pueden dar rienda suelta a sus más descabelladas ocurrencias y diarreas mentales.
Por si fuera poco, el negacionismo de la pandemia es de los más peligrosos y nocivos, no solo porque se traduce en un alto coste en vidas humanas de miles de personas que se dejan arrastrar por el movimiento conspiranoico y la desinformación (lo que les lleva a no querer vacunarse), sino porque generan alarma social, pánico entre la población y descreimiento hacia las instituciones democráticas. Un cóctel explosivo. Évole es un buen profesional que ha reinventado el género de la entrevista, pero su cara a cara con Miguel Bosé no aporta nada que no sepamos (todo el mundo conoce a algún iluminado que se cree en posesión de la verdad y que va soltando por ahí, a los cuatro vientos, sus chifladuras y paranoias, de tal modo que estamos al tanto de cómo se comportan los abducidos, mesiánicos y salidos de Marte o del planeta de Raticulín). Por si fuera poco, no bastaba con un solo programa, había que dar dos tazas, o sea dos entregas, reincidiendo en el error y en el vodevil denigrante. Con la primera parte en la que Bosé relataba su descenso a los infiernos de la droga y el sexo salvaje, como ocurre con toda estrella del rock que se precie, había más que suficiente. Pero no, era necesario ahondar en la filosofía de perogrullo y de andar por casa del atormentado personaje, así como en sus teorías pueriles sobre los oscuros poderes que mueven los hilos del mundo y el Foro de Davos, algo que sabe todo hijo de vecino, o sea que tampoco en eso el polémico cantante nos está descubriendo la pólvora.
Los programas de Évole suelen ser interesantes, cuando no fascinantes por lo que tienen de desnudar a grandes personajes de nuestro tiempo, pero este capítulo será recordado como un espectáculo circense, un show de barraca de feria donde se trata de sacarle el jugo al friqui, a la mujer barbuda, al hombre araña o ser extraño al que todos miran con una mezcla de repulsión y atracción fatal. Lo mejor que se puede hacer este domingo es apagar el televisor y leer a Carl Sagan, que ya se enfrentó al monstruo de la superstición atávica y medieval en libros como El mundo y sus demonios, todo un alegato adelantado a su tiempo contra el irracionalismo y la pseudociencia. Lamentablemente, el morbo tira mucho y la audiencia se disparará sin ningún género de duda. La Sexta ganará unos buenos cuartos con la publicidad, habrá debate, torrentes de odio en las redes sociales y polémica a tope a costa del bicho raro, pero todo será al precio de darle una patada a la razón, a la ciencia y a la verdad. Así que no seamos estúpidos y no caigamos en las chorradas del charlatán. Póngamonos la vacuna en cuanto podamos, la de AstraZeneca, la de Pfizer, la rusa o la que nos den, qué más da. Hagamos como José Coronado (este sí tiene la cabeza bien amueblada) que «entre susto y muerte», o sea entre el pinchazo y el letal coronavirus, ha optado por el dolor de aguja. Crucemos los dedos y que sea lo que Dios quiera.
Viñeta: Pedro Parrilla
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