(Publicado en Diario16 el 9 de abril de 2021)
Isabel Díaz Ayuso está jugando ahora a los espías, en plan personaje de John le Carré, con la Rusia de Putin. IDA dice que ya no se fía del Gobierno de Pedro Sánchez, de modo que se ha propuesto contratar, por su cuenta y riesgo, un cargamento de vacunas Sputnik con el que piensa vacunar a los madrileños y superar por fin la pandemia. “Si la vacuna funciona y es legal haremos lo que sea necesario por salvar vidas”, asegura la lideresa castiza.
En realidad, toda España ha visto que la capacidad de gestión de la pupila aventajada de Casado es más bien nula. Cada vez que la señora presidenta ha intentado hacer algo para superar la pandemia la cosa le ha salido mal, demostrando su ineptitud, y la consecuencia es que, hoy por hoy, Madrid sigue figurando a la cabeza de los territorios europeos con mayor índice de contagios. Cuando quiso tomar el control total en las residencias de ancianos, aquello acabó en un auténtico holocausto, un Auschwitz geriátrico con cadáveres escondidos debajo de las camas y en los armarios; cuando decidió fletar dos Boeing con toneladas de mascarillas, los aviones se desvanecieron en el aire, como los trucos de magia del ilusionista David Copperfield, de manera que nunca más se supo; y ahora que tiene en sus manos los datos y estadísticas sobre la curva epidemiológica, los números no cuadran, todo es un caos matemático y Sánchez la ha llamado al orden, desde Angola, para que explique el desconcierto estadístico.
Lo mejor que podría hacer Ayuso es no hacer nada, estarse quieta, ese sería el mayor sacrificio y contribución que podría hacer por Madrid y por España. Pero IDA, que le ha cogido el gustillo al bastón de mando al comprobar que una en el poder puede hacer casi cualquier cosa que le venga en gana porque nunca pasa nada, ahora quiere explorar nuevas experiencias en la Rusia de Putin. Y ahí la tenemos, como una espía que surgió del hielo dispuesta a hacer de agente doble contra el sanchismo, a contrabandear con la vacuna rusa y a hacer tratos con los pérfidos bolcheviques del bloque antagónico (en su ensoñación o delirio de grandeza ella sigue creyendo que el Telón de Acero sigue en pie, de ahí su célebre eslogan de campaña comunismo o libertad). La muchacha da el perfil de espía con ese aire glamuroso de diva que se gasta y ese rostro de folclórica antigua, una Imperio Argentina de la política española salida del Madrid de los año 30, cuando los espías soviéticos y fascistas libraban una batalla soterrada como preludio a la guerra civil. Hoy vivimos un déja vù parecido, solo que en lugar de José Antonio está Abascal para agitar el odio entre españoles en los barrios pobres de Vallecas.
Sin embargo, IDA engaña una vez más a los madrileños. Ella no está negociando nada con Putin, entre otras cosas porque el líder ruso no sabe ni quién es esa mujer. Todos los movimientos que la presidenta popular lleva a cabo en la sombra para traer la anhelada Sputnik los está negociando no en la fría y peligrosa Moscú, sino en Vigo, y no con los letales agentes del KGB, sino con Pedro Mouriño, un empresario amigo de Pablo Casado con supuestos contactos en la Madre Rusia. Según cuenta el diario.es, Mouriño fue recibido hace unos días por el consejero de Sanidad madrileño, Enrique Ruiz Escudero, “muy interesado en la posibilidad de sortear los acuerdos europeos para centralizar las compras y explorar el acceso al fármaco ruso al margen de todos los demás”. Acabáramos. Todo ese patriotismo, toda esa épica nacionalista y todo ese novelón de espías que se ha inventado la factoría Netflix de Miguel Ángel Rodríguez, asesor y Rasputín entre bambalinas de IDA, para terminar en un conseguidor gallego, tal como lo define la perspicaz periodista Angélica Rubio.
El PP nunca aprenderá. Mil casos de corrupción rebosantes de testaferros, comisionistas, intermediarios, corredores de comercio, mercaderes, chanchulleros, expertos en mordidas y especialistas en el 3 por ciento no le han enseñado al partido de Casado que no es ético hacer negocio con todo, y mucho menos con la salud de los madrileños. La filosofía ultraliberal consistente en amasar dinero a toda costa con cada ministerio transformado en una agencia de contratación ha llevado a los populares al desastre y a la ruina, pero ellos siguen insistiendo con el mismo programa fallido. Ahora que el pelotazo ya no está en el ladrillo sino en las vacunas, el negocio sanitario parece abrirse camino con amplias expectativas de futuro.
Rusia tiene 144 millones de habitantes y solo 8 se han inyectado la polémica vacuna roja. Por algo será. Sin embargo, IDA juega a la ruleta rusa con los madrileños, le da igual si es segura o no, si está avalada por la Agencia del Medicamento o cumple con las directivas europeas y la legislación española. Hasta el soso y educado candidato socialista, Ángel Gabilondo, que nunca se mete con nadie, ha acusado a Ayuso de aliarse con los comunistas poniendo en peligro el sistema sanitario. Sin embargo, la presidenta ya gobierna como una Emperatriz de Lavapiés que está por encima del bien y del mal y con licencia para todo, se muestra encantada en su nuevo papel de aguerrida y seductora espía de la saga James Bond y si aparece un gallego patriota dispuesto a hacer de correo del zar por las estepas rusas y a traerse para España una remesa de inyecciones no se lo piensa dos veces a la hora de embarcarse en la aventura. Esto de la política es chachi piruli, un subidón tras otro nena, engancha tanto como unos torreznos y un par de cañas en Plaza Mayor, donde a IDA los hosteleros la tienen en un altar.
A la anticomunista presidenta poco le importa que la vacuna rusa se haya bautizado con el nombre del satélite que fue gran emblema del poderío soviético en su carrera espacial y armamentística con los Estados Unidos. Cuando se trata de hacer negocio privado, la única ideología es el dinero. Nadie fue tan antibolchevique como Franco y pese a todo su Yernísimo no dejó de hacer tratos con la URSS, ya lo cuenta el maestro Mariano Sánchez Soler en sus fabulosos ensayos de investigación sobre la corrupción del franquismo. IDA, con sus tejemanejes de pequeña dictadora a la manera falangista, se lo está pasando pirata en esta pandemia. Jugar a los espías con Putin es lo más. Lo malo es que la señora presidenta no parece muy avezada en las cosas de la gestión pública, como ha demostrado otras veces, y en una de estas cae en manos de la mafia rusa y nos la secuestran. Ya la estoy viendo maniatada, bajo la luz turbia del flexo y con un bigotudo Dimitri echándole el humo en la cara.
Viñeta: Pedro Parrilla
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