viernes, 4 de junio de 2021

AYUSISMO POP

(Publicado en Diario16 el 27 de mayo de 2021)

Un cuadro de Silvia Flechoso que retrata a Isabel Díaz Ayuso como una especie de pietá que sostiene en sus brazos a su hijo a modo de Jesucristo (en este caso el rapero C. Tangana) promete ser la sensación de la Feria Art Madrid. Como personajes secundarios de la escena aparecen Rosalía, Bad Bunny, Nathy Peluso o Billie Eilish, en fin, los nuevos referentes de la Generación Milenial.

Lo que le faltaba a Ayuso para que el éxito termine subiéndosele a la cabeza como una copa de champán Dom Pérignon (los pijos libertarios se colocan con Don Pérignon): que la asciendan a los altares del arte pop como una especie de icono o Virgen María pintada a la manera de Tiziano o Miguel Ángel. Ahora ya no habrá quien la tosa. Ahora ya podemos decir que IDA está de vuelta.

Asegura la autora del cuadro que con su pietá ayusista –una reinterpretación del mito mariano “desde el perreo”–, pretende que el observador se haga preguntas sobre diferentes cuestiones y eso está bien. El arte, si no se renueva, muere, y la pintora burgalesa ha logrado un interesante fresco de la actualidad española y de paso un merecido homenaje a esos clásicos del pop como Roy Lichtenstein, Andy Warhol o Tom Wesselmann.

La primera lección que debemos extraer de las pasadas elecciones madrileñas es que Ayuso no ganó con un discurso político –eso lo dejó para los rancios con chaqueta de pana de la izquierda que cayeron como pardillos en su trampa dialéctica “comunismo o libertad”– sino como esa concursante de televisión que con gracejo y chulería castiza sabe meterse al público en el bolsillo. La presidenta prefabricada por la factoría MÁR supo dejar a un lado la aburrida ideología, la economía macro, los datos del paro, la curva pandémica y demás monsergas que no le interesaban a nadie para, con una tapa, una caña y mucha fiesta, arrasar en las urnas. No hay nada más pop que eso y Silvia Flechoso ha sabido proyectarlo en su cuadro.   

Desde que la cultura pop lo invadió todo a mediados del siglo XX, los políticos quedaron reducidos a simples bienes de consumo rápido. Pop art versus política pop. La publicidad ocupó el lugar de los programas, el espectáculo usurpó la democracia y el entretenimiento fugaz acabó con las utopías. Por supuesto, los candidatos empezaron a durar lo que dura una Coca Cola. La política, al igual que el arte, dejó de ser propiedad de las élites y pasó a ser el gran juego de la gente. Lo banal, lo kitsch, el chiste, la parodia y la frivolidad lo invadieron todo. De alguna manera, el arte pop vino a denunciar toda esa superficialidad de la cultura de masas y el capitalismo salvaje y así fue como la pintura convencional, lo académico, lo sesudo, fue sustituido por un bodegón de botes Sopa Campbell.

Inexpresión, impersonalidad, frialdad e individualismo forman parte de nuestra vida posmoderna y con ese material hicieron arte los nuevos pintores pop. Todo eso está en el cuadro en el que IDA posa como una mater amantisima que acoge en su regazo al rapero más famoso del momento. Que la muchacha era un diamante en bruto (más bien en bruta) ya la anticiparon los fotógrafos de El Mundo que acabaron convirtiendo a la presidenta en una Dolorosa enlutada de semblante místico en aquella polémica entrevista durante los peores días de la pandemia, cuando los ancianos se le morían por miles a la reina de Chamberí. La lavada de cara fue antológica y una buena muestra de política pop difundida por unos medios de comunicación que han entrado en el juego.

Ha tenido que venir una artista transgresora de la Castilla profunda para enseñarnos la gran verdad del ayusismo, que no es otra que el marxismo está superado y que se puede engañar al electorado tirando de técnicas pop como la repetición (mira que IDA nos dio la turra, una y otra vez, con aquel discurso machacón sobre la libertad) y metiéndole anestesia y hedonismo por un tubo a la sociedad.

Todo lo que se debe saber sobre el trumpismo cañí está en ese cuadro de Flechoso que debe ser observado no solo con detenimiento, sino con mirada crítica, analítica y reflexiva para poder extraer conclusiones de cara al futuro. Si la izquierda quiere salir de la segunda división de la política algún día y dar el salto a la Superliga de Florentino tiene que aprender no de Hegel, ni de Sartre o Karl Popper, sino de la política pop.

Hoy, cuando el arte ya no imita la vida sino que es la vida la que imita al arte, al icono y la imagen, es la gente la que sueña con emular a su diva, a su virgen triunfadora, a su ídola de masas para ser como ella. A los ayusers temulentos, fans incondicionales de la vida y milagros de Santa Isabel Natividad,que no les hablen de cifras macro o del futuro del Estado de bienestar porque se aburren, salen corriendo y votan a Vox, que les da más rollo heavy.

La pietá de Flechoso nos​ advierte, inevitablemente, de que la producción en serie está en marcha. Después de la Ayusita madrileña vendrán otras Ayusitas, muñecas de Famosa que se dirigen no al portal de Belén, como decían en el viejo anuncio aquel, sino al portal de Twitter, y que irán apareciendo en Valencia, en Murcia, en Sevilla y en tantos otros lugares. Carne de cañón para el pop art político que está causando furor en toda España y que promete ir mucho más allá del trumpismo, hasta dejarlo a la altura del betún.

Nos habían dicho que el arte había muerto y resulta que este cuadro está más vivo que la Gioconda de Leonardo. No cabe duda de que esta obra impactante va a petarlo en la feria madrileña de arte contemporáneo, y ya verán ustedes como ni siquiera la Iglesia católica se atreverá a decir ni mu ante la irreverencia que supone colocar a una simple mortal del PP como santa de la cristiandad española. Los obispos guardarán un ominoso silencio porque IDA forma parte esencial del proyecto nacionalcatolicista ideado por la pinza Casado/Abascal con el apoyo de los poderes fácticos de siempre. Otra cosa sería que la retratada como virgen fuese Irene Montero. Entonces se armaba un 36. Faltaría plus.

No hay comentarios:

Publicar un comentario